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domingo, 14 de mayo de 2023

Pagarnos el cine a los viejos

     Hace muchos años, allá por los setenta, conocí a un tío de un amigo mío que era un ferviente republicano. Mi amigo y yo solíamos hablar con él, porque era un hombre muy simpático y nos contaba muchas cosas de la época de la República, un periodo histórico que en aquellos años del franquismo agonizante y de la transición estaba muy de moda, por razones muy lógicas y comprensibles. Nos parecían muy interesantes las anécdotas que nos contaba, tanto por la intensidad y gracia que ponía (que les daban mucho colorido) como por el impagable mérito de que eran experiencias vividas: no es lo mismo que te hable de la Guardia de Asalto un libro, un periódico o un reportaje televisivo que un señor que había pertenecido a ese histórico cuerpo policial, del que llegó a ser capitán durante los últimos compases de la guera civil. 

    Había un personaje hacia el que manifestaba una especial antipatía: José María Gil-Robles y Quiñones, aquel importatísimo político cofundador de la CEDA, al que el viejo guardia, con toda la razón del mundo, consideraba un personaje nefasto y un pájaro de cuenta. A menudo solía relacionarlo con la campaña de su formación para las elecciones de 1933 ("¡A por los trescientos!, decían", todavía me parece verlo cuando nos lo contaba) y, para ilustrar lo canalla que era, añadía casi siempre el dato de que se dedicaron a comprar votos a cambio de colchones, sobre todo, por los pueblos. 

    A mi amigo y a mí, que, como casi todo el mundo en aquella época, teníamos idealizada la democracia, este detalle nos escandalizaba: ¡cómo podían ser tan miserables de aprovecharse de la pobreza ajena para pervertir de ese modo la sacrosanta libertad de elección!

    Por lo que estamos viendo en estos días, parece que ese feo vicio de don José María, noventa años después, ha revivido, y que quien cae en él con más furor es don Pedro Sánchez, actual presidente del Gobierno, aunque tampoco hay que echar en saco roto esos 20.000 euros que pretende dar Yolanda Díaz a todo aquel que cumpla dieciocho años, un dislate. Ya no soy aquel jovencito de los años setenta,  pero estos señuelos de hoy me parecen igual de vergonzosos que el de la CEDA, o incluso más, porque, a última hora, sus colchones (aunque hay quienes dicen que esta historia no es cierta) los pagaban ellos, mientras que los caramelitos con que Sánchez, Díaz o quien sea pretenden hoy pringarnos en su propio beneficio tendrían que costearse en su momento con el dinero de todos.

    Pero, si esto me indigna, lo que ya me parece repugnante es la última ocurrencia de Sánchez, esa genialidad con la que se ha descolgado hoy anunciando que los mayores de 65 años podremos ir al cine por dos euros, gracias, una vez más, a una subvención que pagaremos entre todos para que se beneficie él. Sin dejar de recalcar que es aberrante la forma impúdica en que este señor se ha lanzado a sobornar a la ciudadanía con promesas que pagaremos entre todos para hacerle presidente a él y señalando también que es profundamente inmoral que, solo con ese propósito, se gaste o pretenda gastarse el dinero público en cosas que pertenecen a la esfera de los caprichos que cada uno debería pagarse de su bolsillo, quiero subrayar que esta ocurrencia es, sencillamente, uno más de esos insultos con los que el presidente acostumbra a ofendernos. ¡Por favor, señor Sánchez!, ¿por quién nos ha tomado usted a los viejos de este país? ¿Qué clase de estúpidos miserables cree que somos? Incluso a quienes vayan más al cine, esta "medida" suya le va a representar unos cuantos euros al año: ¿es que se ha creído usted que por cuatro perras de cine le vamos a dar nuestro voto? No nos llame idiotas de esa manera. Eran mucho menos humillantes las perversiones de la CEDA, porque, al fin y al cabo, en la miserable España de 1933, un colchón era un colchón. No digamos ya si comparamos sus entraditas con los 20.000 euracos que la señora Díaz se propone regalarles a los pimpollos de dieciocho años: por fortuna, ni ellos ni nosotros vamos a picar, ellos, porque son lo suficientemente listos como para olerse la mentira; nosotros, porque no nos gusta que nos traten como a imbéciles y, en ambos casos, porque los destinatarios de esos sonrojantes engaños tenemos más decencia que quienes los han urdido.  

    Y allá va la despedida: ¿qué creéis que ha respondido el PP a este disparate del cine a dos euros para los vejetes? Por un lado, parece que no ha visto los problemas de fondo, porque alega que habría que tener en cuenta la renta del agraciado; por otro, nos recuerda que esta brillante idea, digna de las colas de sopa boba más barojianas, ya la puso en práctica Esperanza Aguirre, gran política social. ¿Este es el relevo que nos espera? 

19 comentarios:

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    1. Al final este abono solo nos lo dará para ver películas de Paco Martínez Soria, ¿te juegas algo?

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  2. Ya dijo Swift en su (lejano) momento que los tres ingredientes principales de la política son la insolencia, la mentira y el soborno. De los tres van estos sobrados y de lo último hay tantas muestras que dan náuseas. No me sale de la cabeza el ‘complemento de maternidad’ en la pensión de jubilación que, poco antes de las elecciones generales de 2016 sacó el PP (o sea, manifiestamente electoralista), para asombro de la izquierda, que no debió caer en la cuenta, y que el TJUE consideró discriminatorio con los padres. Después, el feminista PSOE, no atreviéndose a eliminarlo (los votos es lo que importa), pero no estando dispuesto a considerar a los hombres en un plano de igualdad con las mujeres, lo cambió por el de ‘complemento para la reducción de la brecha de género’ (¡vaya denominación poética!), precisando los varones unos requisitos y las mujeres no (aunque cobren el tope máximo, sin que haya ‘brecha’). Si esto no es discriminación –y burla de las mentes pensantes–, que baje Dios y lo vea. ¡Vaya tropa que nos ha estado gobernando!, de un lado y otro, legislando de manera torticera. Así que no debemos sorprendernos de tanto soborno –y tanta ofensa a la inteligencia–, que beneficia a unos y que pagamos todos. Poco o nada hemos de esperar...

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    1. Más bien nada, Pepe. Y esa historia que nos aportas acerca del complemento para la reducción de la brecha de género es bien ilustrativa de los extremos vomitivos que ha alcanzado la demagogia de nuestros políticos.

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    1. Detectados varios errores, he borrado el comentario y lo he corregido.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Eliminada también la segunda parte del comentario porque contenia erratas. Incluyo la versión corregida más abajo.

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  5. No soy un especialista en historia contemporánea, aunque si aficionado a la lectura de textos históricos y a escuchar de quienes saben más que yo. No me consta que Gil Robles, un católico monárquico muy antirrepublicano que se opuso vehementemente a las reformas del primer gobierno social-azañista, pero nunca empleó la violencia como los de octubre de 1934 o la Falange joseantoniana, se dedicara a la compra de votos, práctica que sí llevó a cabo el conde de Romanones según todas las fuentes. Un caciquismo más paternalista y clientelar en épocas de hambre, privaciones y unos niveles de renta muy bajos. El nuevo Romanones, más moderno, más alto, más guapo, pero también más iletrado y menos sutil, dispara con pólvora del rey y en la busca del voto perdido lleva a cabo un marketing directo con objetivos sectorializados, “targets” en espanglish: los jóvenes, las mujeres, los mayores de 65 años, los agricultores. A los jubilatas realmente nos ha dado la mordida electoral más tacaña y cicatera, por cierto. Como señalan correctamente algunas personas que tú mencionas en tu entrada, no es la primera vez que se recurre a este reclamo para pedir el voto o captar clientes electorales a medio plazo.

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    1. Yo tampoco sé si Gil Robles compró votos o no, aquí me limito a recordar lo que decía aquel viejo miliciano y luego guardia de asalto, aunque lo que sí te digo es que sobre el asunto de que la CEDA se dedicó a la compra de votos he visto más de una referencia dispersa por ahí, y no hubiera sido nada extraño en aquella España. En todo caso, es secundario, teniendo en cuenta que la que a nosotros nos toca y nos importa es la España de 2023, en la que parece que SÍ se trafica con votos, a juzgar por lo que está pasando en Melilla, y en la que tenemos a un presidente del Gobierno que está haciendo una campaña vergonzosa de intento de compra de voluntades con promesas sobre cuya decencia habría mucho que hablar. Como los dos entendemos muy bien, dentro de esa campaña, la migaja esta de las entraditas que nos está lanzando a los jubilados es un verdadero insulto. Como ya he dicho más de una vez, uno de los vicios más lamentables de Sánchez es su nulo respeto a la ciudadanía.

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    2. O sea, que en política hay que ser decente y el señor Sánchez no lo es. Jajajaja.
      Los intentos de comprar votos no son nuevos en España, aunque esta vez son más burdos y torpes. Pero lo que se está destapando en Melilla ya es un asunto más serio: un presunto fraude electoral sin precedentes en la democracia española de la que disfrutamos desde los años 70 del pasado siglo.
      Sánchez no tiene respeto ni a la ciudadanía ni a sus adversarios. Ni siquiera a sus partidarios y colaboradores. Su estilo matón, macarra, pendenciero y chulesco es incompatible con las maneras propias de una sociedad democrática.

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    3. Sin duda. Por eso y por algunas cosas más, está pasando por España como el caballo de Atila. Cuando por fin se vaya, el balance va a ser estremecedor.

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  6. Esperanza Aguirre rebajaba aún más la entrada del cine a los mayores, pero no lo hacía en vísperas electorales cuando las encuestas le son adversas al poder y hay una sensación de cambio de ciclo y cabreo y rechazo en la calle. Pensar que con estas dádivas estás comprando a la gente realmente es infravalorarla y desdeñarla. Pero es que esa ha sido la forma de captar voluntades del amigo Sánchez, Sanchinflas para sus críticos. Ha comprado el voto de sus compañeros de partido que le auparon, sus socios y aliados, los medios de comunicación que lo adulan y repiten las consignas de la factoría de mentiras del palacio de la Moncloa. Claro que las minutas de sus adherentes y coaligados han sido mucho más elevadas que las migajas que concede a sus electores, sobre todo a los de edad provecta o ya ancianos. Lo que más llama la atención de esta catarata de promesas a cargo del erario público es el vertiginoso ritmo con el que va aumentando la apuesta, tirando la casa por la ventana como nunca. No es más que una muestra de su patente y penosa desesperación. No aspira a convencer sino a comprar. A periodistas, a diputados, a los ciudadanos. Y a cada uno le pone un precio. Sus políticas han sido tan calamitosas que solo la propaganda o la creación de trincheras que estimulen las emociones pueden ayudar a mantener unida a la grey y conservar las adhesiones a una bancada con una base más sentimental que racional. Como dice Ignacio Camacho, su chistera está ya vacía. Y tiene que ofrecer caramelitos, que en algunos casos, como dices, no son necesidades perentorias ni derechos sociales, sino prebendas o chucherías. El dinero comprometido para tantas promesas podría tener mayor utilidad social, pero él piensa que no tanta rentabilidad electoral. Por eso, creer que con este alpiste para pajaritos nos está comprando a los ciudadanos es estúpido y será estéril. Si de verdad cree que con esas innecesarias propinillas nos va a conquistar, es que efectivamente nos estima y valora muy poco. Él ha renunciado a todo principio y a cualquier convicción con tal de conseguir algo más que una rebajita en el precio de una entrada de cine. Para colmo de ridículo, anuncia la medida en Puertollano: los martes, cine a dos euros para los abuelos. Y resulta que en ese pueblo los martes no abre el único cine que hay. Ha querido emular a Romanones y se ha quedado en Míster Bean. La maratón electoral está desfondando a nuestro presidente, otrora dinámico y hoy próximo a su fecha de caducidad. Ni convencerá ni vencerá. Ya no encandila a las multitudes con sus ardides de trilero. Ni mucho menos comprando el voto a precios de una tienda de chinos. A muchos ciudadanos, aunque les invitara a un viaje a Canarias, les regalara un coche y un abono a un buen restaurante durante cincuenta fines de semana no les arrancaría el voto ni de coña, porque están hartos de él. Y es que el cariño verdadero ni se compra ni se vende. Y encima por dos ochavos aspira a que cambies tu intención electoral. No es tan listo como se creía. El presidente pensaba que estaba haciendo una jugada de cine. Más bien de una comedia de bajo nivel o de una ópera bufa.

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  7. Una más de sus ocurrencias bananeras. Es de una completa indecencia pretender ganar unas elecciones a base de hacer una carta a los Reyes Magos de padre fracasado y chantajista. Y tirando del dinero público. Hay además otro aspecto que algunos le han señalado: Sánchez, en estos últimos días, se ha dedicado a prometer mejoras en vivienda, educación, sanidad... Si realmente había carencias en estos campos, ¿por qué no las ha afrontado en los cinco años que lleva gobernando (es un decir)? ¿Por qué se ha acordado de ellas precisamente a un mes de unas elecciones? Se está retratando como un embustero y un miserable.

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    1. Que el tirano Sanchinflas es un mentiroso compulsivo a estas alturas de la legislatura no es ninguna novedad. Su ínfima catadura moral tampoco es un secreto.
      Lo que sí es muy patente es la inconsistencia de su discurso. Ante esta acumulación compulsiva y desmedida de promesas electorales destinadas a cubrir grandes necesidades sociales son legión los que se han planteado la misma pregunta que tú: ¿Qué has hecho en estos cinco años en los que hemos vivido en el país de las maravillas, según nos cuentan tus ministrillas y las televisiones y periodiquillos afines? ¿Por qué te has dado cuenta tan tarde de que estábamos tan mal en esas materias? ¿Es el poder ir al cine por poco dinero una acuciante urgencia social para los mayores?
      Nada se sostiene. La habitual impostura de un mal actor que sobreactúa de forma patosa pese al garbo de su figura y el énfasis de sus frases redondas, pero vacías y falsas, esta vez ha quedado al descubierto a la primera de cambio. El presidente está desnudo, no de ropa, pero sí de ideas, de argumentos, de credibilidad, de futuro. En esta campaña electoral está incurriendo en una tremenda sobreexposición. Él no se presenta esta vez a ningún cargo electo. Pero quiere aprovechar la oportunidad y el control cesarista de su partido para ir preparando un plebiscito sobre su persona. Si el 28M el resultado es bueno, será su éxito. Si es malo, habrán fracasado alcaldes y presidentes autonómicos. Él se esconderá. Además del insulto y la descalificación grosera y agreste de sus adversarios se ha lanzado a una espiral de compromisos exagerados, algunos inútiles y caprichosos, que están evidenciando la falsedad del personaje. ¿Hasta cuándo vas a seguir abusando de nuestra paciencia?

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    2. Yo creo que su hiperactividad de esta campaña es producto del pánico. Está yendo a tanto mitin y tanto sarao a prometer cosas para ayudar a que no se le hunda el barco, que es lo que está viendo que se le viene encima.

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    3. Yo también pienso que esta sobreactuación maratoniana y esta hperactividad excesiva, aparte de demostrar que está en buena forma y se manitene joven, se debe al miedo atroz al resultado electoral de mayo. Y el superpánico a los de diciembre.

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    4. Y no escatima medios, tramposos, que es lo suyo. Alsina lo ha desenmascarado hoy en dos de ellos:
      https://www.msn.com/es-es/noticias/espana/carlos-alsina-se-hace-viral-y-arruina-el-final-de-la-campa%C3%B1a-de-pedro-s%C3%A1nchez/ar-AA1bz04o?ocid=msedgntp&cvid=77b6962d35364770b057f32371b70d8c&ei=5

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