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jueves, 19 de agosto de 2021

Feminista, Nigeriano y su encendida defensora

     Llevo ya bastantes años sosteniendo que la corrección política es la Santa Inquisición de nuestros tiempos y el ardor (nunca mejor dicho) de sus adeptos es tan creciente que ya me encuentro en la fase de preguntarme cuándo será el primer auto de fe. ¿Cuál será el día del siglo XXI en que veamos arder la primera gran pira alimentada por un tropel de réprobos que hayan pecado de machismo, homofobia, elegetebeicufobia, especismo, colonialismo, transfobia, maltrato animal, racismo, eurocentrismo, capacitismo, culturalismo, sexocentrismo, heteropatriarcalismo o intelectualismo? ¿Cuál será la plaza mayor que tenga el honor de acogerla? Podrían ser muchas, y no solo de localidades gobernadas por Podemos o el PSOE, sino también por Ciudadanos o el PP, formaciones que han dado más de una muestra de acatamiento de los dogmas de la posmodernidad izquierdista, ya sea por aprobación, inadvertencia, oportunismo o cobardía moral.

    Aunque, ciertamente, lo más probable será que ocurra en algún feudo izquierdista, no solo porque vaya de suyo, sino porque la mayor parte de los abusos inquisitoriales que se han producido hasta ahora han sido obra de izquierdistas. Izquierdista es la concejal de la CUP que, en Navarcles, exactamente igual que habría hecho un cura de pueblo en los años cincuenta, interrumpió el monólogo de un humorista porque le parecía que estaba haciendo intolerables referencias sexuales; superhipermegaultraizquierdista del recopón y del archiprogresismo es el Ayuntamiento de Barcelona, que se tomó la libertad de apreciar racismo en un trivial episodio de alquileres y machacó a sus herejes particulares con una multa de 45.000 euros que sería desproporcionada aun en el caso de que el pecado fuera real, cosa más que discutible; del PSOE (aunque bajo las siglas FSA) es Ana González, la alcaldesa de Gijón que ha considerado que el hecho de que un toro se llamase Feminista y otro, Nigeriano era razón más que suficiente para rescindir la concesión de unos festejos taurinos en una ciudad como Gijón, ahí es nada; ¿quién más izquierdista que el Ministerio de Derechos Sociales y su titular, Ione Belarra, que instaron a la cancelación de un espectáculo de enanos toreros por apreciar en él no sé qué discriminaciones, y que recibieron la contundente réplica de los supuestos protegidos? Aunque bien es verdad que a esta compasiva campaña contra las cuadrillas de enanos se ha unido una desfacedora de entuertos no izquierdista, sino de Ciudadanos, Rocío Ruiz, la consejera de Igualdad de la Junta de Andalucía, en confirmación de lo que señalé más arriba. El departamento que dirige presionó para que se suspendiera uno de estos festejos en Baza, cosa que consiguió, y ahora a lo que estamos asistiendo es a un lamentable espectáculo de patéticas autoexculpaciones, que dejan claro que esos políticos que les complican la vida a los enanos toreros quizás deberían imitar el valor y la vergüenza que sin duda ellos sí tienen, en lugar de flagelarlos con una compasión tan hipócrita como sonrojante. Una pregunta que me hago es la siguiente: tanto el departamento de Belarra como el de Ruiz han tratado a estos toreros de discapacitados: ¿es la escasez de estatura realmente una discapacidad? Tengo mis dudas, que se acrecientan en este caso, ya que esos hombres demuestran estar capacitados para ejercer un trabajo, y nada menos que el de enfrentarse a un toro, oficio para el que no sé si estarán capacitadas Ione Belarra y Rocío Ruiz, pero os aseguro que yo, desde el día en que con diecisiete años me revolcó una vaquilla, me considero un completo incapaz.  

    Sin duda alguna, ser inquisidor es muy reprobable, pero serlo y además carecer de vergüenza quita muchos puntos. Aquí tendré que dedicarle un sincero aplauso a Ylènia Morros, la concejal cupera de Navarcles, porque, después de su monjil patinazo, ha tenido la vergüenza de dimitir, y, teniendo en cuenta lo trivial de su error y el hecho de que en España, aun habiendo hecho cosas infinitamente más gordas, muchos han permanecido en el cargo, haciendo un balance de lo bueno y lo malo, de esta historia ella puede salir con la cabeza bien alta. Todo lo contrario ocurre con Belarra, Ruiz y quienes hayan facilitado sus disparates: si alguien ha discriminado a los bomberos toreros han sido ellos, al tratarlos de lo que no son, defenderlos sin necesidad, minusvalorarlos y, encima, entorpecer y amenazar el trabajo con que se ganan la vida, y además, los han manipulado de una manera desvergonzada, solo para engordar su autoadoración. Qué decir de quienes desde el Ayuntamiento de Barcelona se permiten multar a un ciudadano por parecerles a ellos que era racista con unos desproporcionados 45.000 euros: hace falta tener muy poca vergüenza para cometer tales desafueros. 

    Y estar muy convencido de que se está en posesión de la verdad, tanto que ya no se tenga sentido de la proporción. Eso les pasaba a los inquisidores, y también a sus contemporáneos cazadores de brujas del mundo protestante (no perdamos de vista a estos pajarracos, que fueron responsables de muchísimas más atrocidades y muertes que la Inquisición, y eso aquí no se dice), que eran unos iluminados, como iluminados son estos neoinquisidorcillos de la posmodernidad.

    Y por ello, esa desproporción, como sus modelos de épocas pasadas, la usan para castigar abierta o encubiertamente a sus enemigos políticos. No es casual el hecho de que en Extremadura, Andalucía y Gijón estos dislates hayan recaído sobre espectáculos taurinos: tengo muy claro que era esto lo que querían cargarse en realidad en los dos primeros sitios y así sucede también en el caso de Gijón, cuya alcaldesa ha obrado de forma extremadamente ruin y abusiva. Y, si nos fijamos en el procedimiento, muy inquisitorial, pues, como a menudo ocurría en los procesos del Santo Oficio, su actuación ha partido de una motivación insignificante y nebulosa. Veamos estas palabras del artículo que enlazo (que es sabroso como un imbatible chuletón al punto):

    "Una ciudad que cree en la igualdad de mujeres y hombres, que cree en la integración, en las puertas abiertas a todo el mundo no puede permitir este tipo de cosas", ha afirmado la regidora antes de sostener que se han cruzado "varias rayas".

    Vamos a lo concreto: la señora González pretende cargarse los toros en Gijón, lo que produciría un importante perjuicio a aficionados, ganaderos, trabajadores del sector y empresas vinculadas a este, y lo piensa hacer basándose... ¿en qué? ¿Cuál es exactamente la acusación que formula? ¿Cosas que no se pueden permitir? ¿Rayas que se han cruzado? ¡Es exactamente el procedimiento de los inquisidores y los cazadores de brujas! Un juez de hoy no permitiría que se llevase ante él a un reo acusado de cosas que no se pueden permitir ni de haber cruzado varias rayas, ni, por supuesto, en función de sobreentendidos, guiños y ustedyamentiendes, pero eso en la Inquisición era muy habitual: al apresado empezaban a torturarle y a exigirle que confesara no unos hechos concretos de los que se le acusaba, sino lo que había hecho o generalidades como ser judío o adorar al diablo. La alcaldesa de Gijón ha caído en el prejuicio, pues ha etiquetado sin demasiada base unos hechos como horribles delitos, pero se guarda incluso de formularlos con claridad, con lo que ha vuelto a la era en la que no existían las garantías procesales, a la época inquisitorial. Pero yo sí me voy a atrever a formular los supuestos pecados: el antifeminismo por ponerle Feminista a un toro y el racismo por ponerle a otro Nigeriano. Y con esto, dado el abusivo castigo que le va a imponer a lo que como mucho sería una broma verbal, ha caído en la desproporción. ¿Quedará algo más? Creo que sí, y muy gordo: ha obrado con arbitrariedad y guiándose por sus fobias y filias personales, pues las consideraciones con que adereza su decisión dejan muy claro que castiga a los festejos taurinos porque no le gustan a ella y se ha dejado presionar por las diatribas sesgadas de colectivos  feministas y animalistas. 

    Puede que a alguien le parezca que esto va de toros o de chistes, pero no es así: va de libertades. Resulta evidente que la izquierda tiene muy claro su derecho a aplicar esta fórmula: si tus gracietas no me gustan, te paro el espectáculo a la mitad (como los más viejos del lugar recordamos que se hacía en la época de Franco); si haces el más leve chistecito sobre el feminismo, me cargo tu negocio, dejo sin pan a los que viven de él y suprimo un espectáculo de masas; si presupongo que eres racista porque un marroquí me ha dicho que no quieres alquilarle tu piso o porque le has puesto a un toro un nombre con no demasiada gracia, les pego un crujido a tus intereses económicos; si no me gustan los toros, como soy ministra, o consejera, o alcaldesa, los persigo, los asfixio y hago lo posible por que desaparezcan (en realidad, lo que me gustaría es prohibirlos). Creo que esto tiene un nombre fino, cultura de la cancelación, o algo así, pero yo prefiero ponerle un nombre más basto, más expresivo y que denota mejor el peligro ante el que nos hallamos: lo que no me gusta, me lo cargo, una tarea en la que, mientras la sociedad sestea y sonríe, se están aplicando con esmero la izquierda y ciertos sectores del sedicente centro, que se proclaman progresistas al mismo tiempo que reprimen chistes y espectáculos o mangonean lo que uno hace o deja de hacer con sus bienes particulares.  

    Insisto: va de libertades, que son algo sagrado. Yo podría sobrevivir sin corridas de toros, pero pienso que de ningún modo podemos permitir que se las carguen así, porque estos procedimientos son dictatoriales. Y el que no me entienda o no esté de acuerdo conmigo, que piense que algunos ya van a por los filetes o el fútbol en la escuela (escuela feminista, Martinet) o lo que un día se le pueda ocurrir a cualquier fanático.

    Y de fanáticos hoy andamos sobrados, así que creo que estas cosas no deberíamos tomárnoslas como inofensivas serpientes de verano.      

4 comentarios:

  1. No me acordaba de las andadas de esta energúmena sectaria y autócrata en las que muestra una triple dimensión política: feminazi, animalista y totalitaria. Para vomitar.

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    1. Entiendo que los hombres que hayan contribuido con su voto a auparla a la alcaldía de una gran ciudad como Gijón estarán encantados.

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    2. Esto ya se ha ido de las manos. Como ha pasado con la ley trans. Empieza a inquietar a las propias filas, porque esto se ha salido de madre.

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    3. Lo de la transexualidad se veía venir, a poco razonable que fueras. Hoy viene en "El Mundo" una entrevista a una chica transexual en proceso de reversión (bastante avanzado) y lo primero que dice es que... nadie nace en el cuerpo equivocado, de qué me sonará eso. Si lo dice alguien que tiene la experiencia... No entiendo cómo legisladores y políticos han permitido que esto llegase tan lejos.

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