La noticia la oí ayer medio de refilón en un telediario y, como no daba crédito, la he buscado hoy en un medio escrito para tener la certeza de que oí lo que oí. Y, en efecto, había oído bien: el Ayuntamiento de Barcelona les ha metido 45.000 euracos de multa al propietario de un piso en alquiler y a la agencia que lo gestionaba por ser -según parece tener muy claro el consistorio dirigido por Ada Colau- unos racistas, ya que no le alquilaron la vivienda a un hombre que estaba interesado en ella por -según parece etc., etc.- ser marroquí. Sinceramente, encuentro abusivo que un ayuntamiento pueda condicionar a nadie los inquilinos que elige o descarta para su casa, por mucho que se sustente en una ley autonómica de 2007, pero lo que ya me parece aberrante es la cuantía de la sanción, ¡45.000 euros!, tan aberrante que no me extrañaría que, por tamaña extralimitación, los hoy sancionados pudieran un día pasar a ser denunciantes. Está claro que este despropósito se debe a las inclinaciones woke de Ada Colau y su equipo, que les impulsan lo mismo a defender a Pablo Hasel que a cruzadas pretendidamente antirracistas como esta. Y, si lo queréis tener más claro, mirad en la noticia los departamentos municipales que han intervenido en este asunto: Oficina de No Discriminación, Unidad de Disciplina y Antiasedio, Unidad Antiacoso y de Disciplina (no sé si las dos últimas son la misma o un chiringuito duplicado)...: juzgue cada cual las connotaciones de la nomenclatura. La señora Colau se ha propuesto pasar a la historia como la alcaldesa más guay del mundo, aunque, por otro lado, su gestión no parece ser muy brillante, pero, bueno, nadie es perfecto. Sea lo que sea, este episodio no me parece una anécdota trivial, sino un atropello y un abuso de poder muy inquietantes, por razones como estas:
1.- Por los datos que he obtenido, que son básicamente los de la noticia enlazada, parece que la sanción se ha impuesto con el mero sustento de la denuncia del ciudadano marroquí, lo cual, de haber sido efectivamente así, representa una inaudita parcialidad: ¿y si ese señor estuviera mintiendo?, de ahí que más arriba me haya permitido ironizar un par de veces con la ligereza con que el Ayuntamiento ha calificado los hechos. Si realmente ha procedido con estos modos inquisitoriales y además para concluir en una sanción tan desorbitada, no solo ha practicado una gestión chapucera y parcial, sino que me temo que quizás se haya arriesgado a tener que acabar indemnizando por ello a sus sancionados.
2.- Otra cosa que me gustaría saber es cuánto tiene que pagar la agencia y cuánto el propietario del piso, y en razón de qué en cada caso, pues son actores distintos y bolsillos distintos: ¿se ha establecido pero no se ha dicho o es un nuevo elemento chapuceril?
3.- ¿Tiene el propietario de un piso derecho a descartar a un posible inquilino que no le inspire confianza? Pienso que la respuesta solo puede ser afirmativa, porque puede haber mil razones para rechazar a un inquilino, y no creo que ninguna ley pueda obligarte, qué sé yo, a alquilarle tu piso a una persona con la que tuviste una fuerte discusión de tráfico tres días atrás. Tampoco creo que la ley pueda obligarte a explicar las causas de lo que haces o dejas de hacer con un bien de tu propiedad. Por todo ello, me temo que el Ayuntamiento de Barcelona está pisando aquí un terreno que no es de su competencia.
4.- Termino volviendo a la cuantía de la sanción. Si hasta aquí me parece que en este asunto el equipo de Colau ha sido muy poco respetuoso con derechos elementales y en materia de procedimiento, lo de los 45.000 euros es sin duda una buena muestra de que, ante los que considera los malos de su película, la señora Colau se sirve de una ¿justicia? medieval y vengativa. Esto no es sancionar una falta de un ciudadano, esto es abusar del poder del que se dispone para machacar a un enemigo. Un exceso como este es intolerable en gestores de lo público y espero que sus responsables tengan que rendir cuentas por ello.
Alguna vez he dicho que, desde hace algunos años, Barcelona es una ciudad desquiciada, conflictiva y más peligrosa de lo que debiera, espejo de lo que es hoy Cataluña gracias al separatismo y otras hierbas, como la floreciente formación de Ada Colau y Jaume Asens. Uno de los problemas que más atribulan a la capital catalana es el de la vivienda, con frentes calientes como la okupación y los alquileres, cosa que no extraña, si se mira su trayectoria histórica y la de su actual alcaldesa. Lo que le correspondería al Ayuntamiento sería aportar soluciones, pero ya vemos cómo entienden algunos esa tarea.
Ha visto las fotografías de las vacaciones menorquinas en velero de la teniente de alcalde de Colau? Si, la que celebra el cierre de NISSAN como transición "verde".... Dudo que su rostro se ponga de ése u otro color; lo tiene de hormigón armado....
ResponderEliminarLo acabo de ver en "El Mundo". Añádele la obscenidad de los sueldos, ese mal que afecta a toda la política española: 98.192 € para una teniente de alcalde (para colmo, del equipo que está literalmente hundiendo Barcelona) y 56.714 para su novio por vete a saber qué "trabajo". Los podemitas (porque los comunes son lo mismo) son igual de sinvergüenzas que los de siempre y encima totalitarios.
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