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sábado, 5 de octubre de 2019

Mientras dure la guerra

  Leo en "El Confidencial" un artículo de Rubén Amón en el que, entre otras cosas a las que concede más atención, se ocupa de Mientras dure la guerra, la película sobre el mítico episodio de Unamuno en el paraninfo de Salamanca en 1936, la cual se despacha en una ejecución sumaria tan desacertada que me hace sospechar seriamente que no la ha visto. El argumento principal para la rotunda descalificación del crítico es la falta de rigor, que encuentra tanto en los retratos que Amenábar hace de Unamuno y Millán Astray como en su relato de aquel famoso acto académico y la intervención en él del gigante del 98. Está en lo cierto Amón cuando afirma que a Millán se le presenta a través de unos trazos gruesos, esperpénticos y superficiales, pero yerra cuando se refiere a Unamuno, a quien la película trata con una complejidad mucho mayor de la que él asegura, y es de esto de donde sale mi firme sospecha de que Amón no ha visto la película, o la ha visto demasiado condicionado por el obvio disgusto que le producía. En cuanto al otro factor, el de la falta de fidelidad a los hechos en la narración de aquel acto, también tiene razón, pues Amenábar se guía por la tradición idealizada y mitificadora que se ha manejado durante décadas, la cual desde hace algún tiempo se viene poniendo en duda. En el artículo Lo que Unamuno nunca le dijo a Millán Astray, hay una buena exposición de cómo debió de ser en realidad aquel acto, de algunos factores contextuales que ayudan a entenderlo y de la genealogía de la versión mítica que durante años ha cautivado al público. Si lo miráis, veréis ya un gran detalle que desmiente a la película: en esta, después del acto, vemos a Unamuno y Carmen Polo conversando dentro del coche hasta el que la esposa del dictador ha acompañado al gran intelectual para protegerle, cosa que no pudo ocurrir, como demuestra la foto que ilustra el artículo de "El País", en la que se le ve a pocos pasos del vehículo acompañado del obispo Enrique Plá y Deniel, pero sin rastro de Carmen Polo.   
   ¿Sabía esto Amenábar? No me cabe la menor duda, como tampoco me cabe de que tiene que saber que su versión de aquel histórico acto no se ajusta a lo que debió de ocurrir en realidad, o que Millán Astray no era el fantoche que aparece en la película. Y aquí está la clave: Mientras dure la guerra es una película, no un libro de historia, por lo que hemos de concederle, dentro de unos límites entre los que el principal es no retorcer ni falsificar ninguna verdad esencial, el derecho de toda obra artística a manejar recursos expresivos tales como la idealización, la hipérbole, la antítesis, la paradoja (tan unamuniana) o la caricaturización, por mencionar algunos de los que se detectan en esta película. Las obras de arte tienen el privilegio de poder afear, embellecer, achicar, agrandar o metaforizar  las realidades, de poder presentarlas mediante esos procedimientos que las trasponen a un ámbito distinto y, perdóneseme, superior donde ya son otra cosa: puras creaciones estéticas que nada deben a esas realidades ni nada tienen que ver ya con ellas, reflejos que nos descubren aspectos suyos que desconocíamos o representaciones que no les son fieles y sin embargo las retratan mejor que si lo fueran: la verdad de las mentiras de que habla Vargas Llosa. Si perdemos esto de vista al valorar las obras de arte, correremos el riesgo de caer en el juicio ignorante o malintencionado. 
    Analizada teniendo esto en cuenta, Mientras dure la guerra es una muy buena película y no solo no es la pifia superficial que inexplicablemente dicen Amón y algunos otros, sino que además es una encomiable muestra de historia seria y adulta en medio de la desoladora indigencia mental que cada vez se está adueñando más del cine. Empieza por no ser una cómoda hagiografía de Unamuno, ya que no lo trata con benevolencia, sino que saca a la luz bastantes de sus errores y alguna que otra miseria, para nada se queda en eso que dice Amón de retratarlo como un cascarrabias, y es aquí donde, en medio de tanta supuesta inexactitud, sale la primera gran verdad de este conjunto de "mentiras": que Unamuno se equivocó creyendo en el alzamiento y dándole inicialmente su apoyo, porque no tardó en descubrir que era un golpe de Estado que traía más crimen, dolor e injusticia. Y la segunda gran verdad es esta: que quiso enmendar su error y para ello, entre otras cosas, en el acto de Salamanca sin duda dijo algo encaminado a ese propósito y que produjo escozor. Esto es lo esencial; que luego se pretenda contarlo con un intento de averiguar ¡83 años después! sus palabras exactas o se haga escenificando la mítica falsificación de toda la vida es ya secundario: la primera vía habría dado lugar a un documental veraz, realista y seguramente tedioso; la segunda, que es la elegida por Amenábar (un señor que hace películas y no documentales), ha dado lugar a una excelente película igualmente veraz, pero en lo esencial, a través de algunas "mentiras" y bastantes verdades de mucho peso, como la represión desatada en Salamanca en 1936. Y hay una tercera gran verdad, por la que convendría que algunos malvados y/o irresponsables que hoy están metiendo mucha bulla o eludiendo sus deberes en España vieran Mientras dure la guerra: que enconarse en insensateces o no atajarlas suele tener resultados catastróficos. 
   De lo que no cabe duda es de la grandeza de Unamuno y del acierto de quienes urdieron esa romántica fábula de su intervención del 12 de octubre de 1936, pues todo esto siempre ha levantado pasiones y bien se ve que las sigue levantando. En 1977, fui a ver Caudillo, de Basilio Martín Patino. Casualmente, en esta película, también aparece el acto del paraninfo de Salamanca y, cuando se pronunció ese "Venceréis pero no convenceréis...", esas palabras que, sean históricas o no y guste o disguste a quien sea, ya no se podrán borrar de la historia, todo el cine estalló en una estruendosa ovación. Miento: todo el cine menos una persona: el señor que estaba a mi lado (alguien que se equivocó de película), que se puso hecho una furia y la tomó con el que le pillaba más cerca, o sea, vuestro querido guachimán. No acabamos a paraguazos de milagro. Algo vamos avanzando.  

10 comentarios:

  1. Coincido mucho con tu punto de vista sobre la película y sobre la crítica que le hace Rubén Amón. El episodio del paraninfo tiene diversas versiones, todas ellas basadas en recuerdos y quizá rumores, puede que leyendas. Y creo que la literalidad de las palabras de Unamuno en su refriega dialéctica con Millán Astray es muy difícil, por no decir que imposible, que alguna vez se sepa. La frase "venceréis pero no convenceréis", legendaria o real, no sé, ha quedado y quedará para siempre en el recuerdo y en la literaturización colectiva de aquel episodio. Es memoria, lo que no está claro es que sea historia. De todas formas, es muy difícil recordar incluso la literalidad de lo que uno mismo ha dicho. Fuera de los aspectos más literarios o cinematográficos de aquel episodio hay datos que sí son incontestables. Unamuno, que había sido diputado independiente por la conjunción republicano-socialista en 1931, había ido alejándose de la II República y se adhirió al alzamiento nacional del 18 de julio de 1936. Por ese motivo el gobierno de la República lo destituyó de su cargo de rector y a su vez el gobierno franquista lo restituyó inmediatamente y además lo nombró concejal de Salamanca. También es cierto que escribió, aunque en su día no se pudiera publicar, contra las ejecuciones sumarias que estaba llevando a cabo el bando "nacional" y su disgusto con el desarrollo de la guerra y la brutalidad de ambos bandos era patente. Que el 12 de octubre hubo un acto en el paraninfo de la universidad. Que en ese acto intervino. Que el propio Unamuno se refiere en una entrevista posterior al incidente y mencionaba que vencer y convencer no eran lo mismo. Finalmente, cierto es también que Unamuno, tras el acto del 12 de octubre, fue destituido de todos sus cargos y recluido en su domicilio particular, en el que moriría dos meses y medio después, el 31 de diciembre de 1936. La Falange trató de apoderarse de su figura y su prestigio y protagonizó su entierro. El gobierno de Franco lo consideró desde entonces un personaje incómodo y no realmente adicto y lo marginó por completo. Volviendo al acto del paraninfo, la película no menciona a Pemán, que estaba allí y al parecer matizó las palabras de Millán Astray. Creo, sin embargo, que lo esencial de la historia se conoce. Y que las contradicciones, la desazón, el sufrimiento y la complejidad humana de Unamuno aparecen bien reflejadas en la interpretación que hace Elejalde. Mientras que Eduard Fernández, que es un actorazo, a mi juicio sobreactúa en su papel de Millán Astray. A la crítica no le ha llamado la atención el lenguaje, que está, como suele suceder en series y películas españolas, plagado de anacronismos. No me imagino a la Junta de Defensa Nacional presidida por Cabanellas y llena de militares africanistas hablando de "consenso", término que se pone de moda a partir del debate constitucional. Y otras más.

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    1. Muy interesante todo esto que dices, Mariano. En lo referido al acto de Salamanca, lo que yo sospecho es que Unamuno en efecto tomó la palabra y al medio minuto debió de decir o hacer algo que desató un guirigay alejado por completo del respetuoso turno de palabra. En esas situaciones, casi nadie se entera muy bien de lo dicho y son los que hablan los primeros en olvidar lo que acaban de decir. A lo mejor hay tres o cuatro que se mantienen fríos y pueden repetir lo que dijo otro (como sucedió con Pemán, dato que desconocía). Conclusión: aquello no se grabó, así que la literalidad de lo que se dijo es irrecuperable, aunque el sentido parezca bastante claro.

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  2. El comentario de Juaristi. Lo de "chapela" chirría, como lo de "Ahí lo dejo", en boca de Millán Astray continuamente. https://www.abc.es/opinion/abci-esperpentos-201911022353_noticia.html. Coincido con lo que dice de historia y memoria histórica.

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    1. Me parece aceptable la interpretación de Juaristi, pero también discutible. Insisto en mi valoración de que lo importante en la película es el retrato de Unamuno y su conflicto personal ante el gran dilema que le plantearon los hunos y los hotros, con lo que el tratamiento que se hace de Franco y Millán es algo secundario y también discutible. No son lo esencial de la historia. Yo mismo pienso que Millán está tratado con un trazo muy grueso, pero, aun así, tampoco es del todo plano: es a la vez un payaso y el diseñador de la encerrona de la reunión de los generales. De cualquier modo, el artículo de Juaristi está muy bien, como es habitual.

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    2. Coincido con tus apreciaciones sobre Juaristi, aunque se complementan con este análisis de Mota en EL PAÍS https://elpais.com/elpais/2019/11/01/ideas/1572626040_527587.html. Aquí se menciona la presencia de Pemán en el acto. https://www.lavanguardia.com/cultura/20190728/463722364999/miguel-de-unamuno-universidad-de-salamanca-paraninfo-millan-astray-12-octubre-vencereis-pero-no-convencereis-luis-portillo.html

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    3. El artículo de Mota me parece bochornoso por varias cosas, sobre todo, estas:
      -¿Cómo puede decir eso de que hubiera sido más prometedor orquestar un duelo entre Unamuno y Franco? Es como si se planta delante de "Las meninas" y dice que Velázquez hubiera hecho mejor en pintar un bodegón. Amenábar hizo su película, no la del señor Mota.
      -Cae en un error en el que también caen Juaristi y otros: acusar a la película de superficialidad. No estoy de acuerdo: se trata de una película, y no de una serie o un tratado histórico. Con las limitaciones de tiempo de que no puede escapar un película, esta tiene una profundidad más que aceptable.
      -Esas tres líneas finales en las que pone en el mismo nivel a Rivera, Abascal y Casado por un lado y a Torra y Puigdemont por otro son una auténtica indecencia. Descalifican por completo a Jesús Mota. El sectarismo de la galaxia PRISA es penoso.

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  3. Hablando de literalidad de una intervención. Hoy Pablo Sebastián, refiriéndose al primer debate Sánchez-Rajoy en 2015 hace una cita presuntamente literal, pero de memoria, error que cometemos muchos, y le atribuye al gran estadista de cartón piedra la frase literal "usted no es decente". Es muy parecido, pero no es una cita exacta. Al haber grabación en vídeo podemos ver que le dijo "El presidente tiene que ser una persona decente y usted no lo es", oimos en el vídeo. Otros dicen que Sánchez llamó "indecente" a Rajoy. https://www.youtube.com/watch?v=wQXcHuuuq9k. Y en este vídeo se habla de "indecente", palabra que no pronunció literalmente, aunque fuera muy parecido. Simancas habla de "indecente". Pues algo parecido con vencer y convencer. Es que hasta el propio Pedro reconoció que fue un error llamar "indecente" a Rajoy.

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  4. El resultado no deja de ser el mismo: unas palabras tremendamente injuriosas lanzadas a un adversario político en un debate televisivo. Ese episodio fue el que me hizo perder las escasas dudas que tenía acerca de la bajeza de Pedro Sánchez. Es asombroso el poder de manipulación de los medios, que son los que le han salvado de la caída en desgracia: a pesar de este exceso, de sus mentiras, de sus pactos con golpistas, terroristas y leninistas, de sus trampas, de su tesis, de su carencia de propuesta y de prncipios, de que estuvo a punto de colarnos lo del relator... ahí sigue.

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    1. Desde el punto de vista de la calificación de los hechos coincido contigo. Pero me estaba refiriendo a la literalidad de la cita, para seguir abundando en vencer/venceréis. Pedro dijo en una entrevista que fue un error llamar indecente a Rajoy. Y si tomamos la cita al pie de la letra, no es cierta. Aunque indirectamente sí le llamó indecente. El presidente tiene que ser una persona decente y usted no lo es", es lo que oímos en el vídeo. El 12 de octubre de 1936 no había grabadoras ni vídeos ni taquígrafos. Pero más o menos lo que dijo Unamuno fue lo que luego se ha dicho, aunque la literalidad de la cita será inverificable. Y ni siquiera Pedro recuerda exactamente lo que dijo. Claro, que, dada la calaña del personaje, puede decir cualquier cosa sin pensarla muy bien ni tener ninguna convicción (o "convición", como decía el del talante).

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