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lunes, 24 de agosto de 2020

Fernando Simón y los "influencers"

   Cuando hace apenas unos días vi por televisión a Fernando Simón, portavoz del Ministerio de Sanidad en la lucha contra la pandemia por coronavirus, pidiendo ayuda a los "influencers" para difundir entre la población las cosas que se debían hacer en esta lucha, me quedé tieso por el asombro. La lucha contra la pandemia es un asunto tremendamente serio que afecta a toda la sociedad, así que, en un país bien organizado y avanzado, a los ciudadanos lo que se nos debe pedir es una actuación responsable y un cumplimiento de las indicaciones o normas que procedan de las autoridades competentes, en este caso, sanitarias. Por otro lado, en un país al que se le supongan las antedichas condiciones, deberían ser esas autoridades y no otras instancias quienes tomasen bajo su cargo y responsabilidad toda acción efectiva dirigida a la superación de la crisis.
    A esas autoridades no les corresponderá ese delicado papel así porque sí, o por causas espontáneas e inconsistentes, sino por las muy sólidas razones por las que en las sociedades avanzadas se alcanzan los puestos de responsabilidad colectiva, y recalco esta palabra, responsabilidad, porque está en la esencia del desempeño de toda función pública y es la clave que señala de manera inequívoca que el llamamiento del señor Simón fue un lamentable disparate. Todo aquel que desempeña una función pública lo hace en virtud de una fundamentada idoneidad para ese desempeño y sometido a una responsabilidad por lo que haga o deje de hacer. Pongo ejemplos: el policía, el médico, el profesor, el bombero, el administrativo ministerial, el técnico de hacienda o el socorrista, para llegar a esos puestos, habrán tenido que demostrar su capacitación mediante la superación de pruebas y/o la presentación de títulos o méritos adecuados, pero la cosa no se quedará ahí, porque, además, cualquiera de esos profesionales que desempeñe sus funciones de forma negligente o ineficaz tendrá que rendir cuentas por ello.
    Por tanto, las preguntas son estas: ¿cuáles son los méritos demostrados por los "influencers" para ejercer como guías de la conducta ciudadana ante la pandemia? ¿Qué mecanismos ha utilizado el señor Simón para constatarlos? ¿Cuáles son los cauces que fijarán sus responsabilidades en caso de que cometan algún error? Me temo que la sola formulación de estas preguntas basta para evidenciar que el peregrino llamamiento de Fernando Simón fue una completa frivolidad, lo cual resulta inadmisible, pues ni su puesto ni la situación que atravesamos son aptos para frivolidades. Tendríamos razones los ciudadanos para sentirnos ofendidos por un coordinador gubernamental que parece presuponer que somos unos descerebrados que, ante tan delicado asunto, vamos a seguir los consejos de personas cuya notoriedad procede de tener seguidores en internet y no de sus conocimientos médicos; tendrían razones para molestarse los "influencers" ante el intento del señor Simón de arrastrarlos en su demagogia.
     Porque, en  realidad, se trata de demagogia y no de un interés real por aportar mejoras a la lucha contra la pandemia. Esta escenita tiene todo el aroma de una ocurrencia efectista más ideada por Iván Redondo y permitida por Pedro Sánchez, Illa o quien controle a Simón. Ahora toca poner el foco sobre los jóvenes, porque a alguien hay que culpar del alarmante ascenso de contagios que estamos padeciendo en las últimas semanas, de ahí vendrían la machaconería con que se está hablando de fiestas y discotecas, esta delirante comedia de los "influencers" (como si el pobrecito Illa no tuviera otro recurso para parar el incremento de casos) o la aberrante manipulación que he visto hace solo unas horas: el telediario de la 1 abriéndose con esta noticia: ¡200 jóvenes sin mascarilla en una fiesta de Torremolinos! ¡Estos c _ br _ n _ _  de jóvenes nos la van a liar parda! Ninguna responsabilidad de Simón, ni de Illa y su ministerio, ni de Sánchez, que ya ha decidido descargarlo  todo sobre las comunidades autónomas. Pero si uno se toma la simple molestia de ver cuántos brotes hay ahora mismo en España, resulta que tenemos activos 1.126: ¿son todos obra de jóvenes sin mascarillas montando fiestorros? Otra cosa sobre la que llamo la atención: ¿por qué no abren mañana un telediario con los millones de jóvenes que sí llevan mascarilla y se portan con la responsabilidad que parece faltarles a ciertos responsables (?) políticos e informativos?
    Sinceramente, no me cambiaría por Fernando Simón, porque está sometido a una presión y unas críticas que deben de ser muy difíciles de soportar y tal vez sea esto lo que le empuje a cometer los patinazos que está cometiendo últimamente, cada vez más y más absurdos. Aunque ahora todos le critican, muchos de los que lo hacen le alababan hasta hace solo unos meses. Pienso que la equivocación de su vida fue aquello que dijo de que, si su hijo le preguntase si podía ir a la manifestación del 8-M, él le respondería que hiciera lo que quisiera, una frase que muy poco después se demostró insostenible y que le ha pasado la tremenda factura de cargarse su prestigio. No tengo nada personal contra él, pero pienso que hoy lo mejor para todos sería que dimitiese o que sus superiores lo relevasen. 

13 comentarios:

  1. Las tontunas, boutades y mamarrachadas del inefable no doctor Fernando Simón a mí ya no me sorprenden. A su función de correveidile de las mentiras del Ministerio de la Verdad sobre un asunto tan serio como el que él gestiona, al menos en el frente de la comunicación, ha añadido recientemente el papel de showman autocomplaciente y narcisista, indiferente al enorme sufrimiento que ha generado la propagación apenas controlada del coronavirus. Porque hay mucho memo que le ríe la gracia, los más sectarios y descerebrados de la izquierda reaccionaria lo consideran de “lo suyos” y además él mismo se está creyendo una estrella del firmamento mediático. Coincido con tu análisis sobre la noción de responsabilidad, de la que no se puede abjurar si se desempeña un cargo, salvo con la dimisión, que es lo que deberían haber presentado tanto el ínclito Don Simón como el increíble ministro del ramo, menguante y tristón aunque no por ello menos mentiroso. Por no hablar de la vértice de la cúpula, que ahora “descarga la presión” sobre las CC.AA., a las que a la vez demoniza cuando los que gobiernan son de otro signo político.
    La ocurrencia de recurrir a los y las influencers es la última chorrada de este mentecato, estupidez que denota que quienes están al timón han llegado al límite de su incompetencia, ya no saben qué hacer, funcionan con una frivolidad insoportable y nos toman a todos por tontos. Y no les falta razón para pensar de esta forma, pues la capacidad que han tenido de trasladarnos un relato lleno de falsedades estadísticas, trolas increíbles y mentiras sistemáticas es tan inaudita como la receptividad de una parte del público. A mí tampoco me gustaría estar en la piel de este muñeco diabólico que se ha prestado a la infame labor de prostituir la verdad científica, desacreditando la función social de la ciencia, a la que ha sacrificado en pos del relato que convenía a quienes le pagaban y que ya empieza a presentar unas grietas muy profundas en su credibilidad. Porque, pese a la vergonzosa manipulación de masas y medios, tras las últimas consignas posteriores al fin del confinamiento de que “salimos más fuertes” y “hemos vencido al virus”, la realidad, la cruda y agria realidad, se impone frente a los dictados de los asesores de imagen, jefes de campaña e inventores de relatos para masas aborregadas. El infame Simón no hace mucho ponía en duda que en España estuviéramos ante una segunda ola cuando si se leían periódicos extranjeros, como Le Monde, daban por hecha esa segunda acometida del nefando virus. La política de comunicación de las “autoridades sanitarias”pierde tanta fiabilidad como su capacidad para gestionar esta interminable crisis. Ya solo les queda recurrir a Rappel, poner una vela a Santa Rita o a San Antonio de Padua, hacer una sesión de espiritismo o hipnosis para los jóvenes y las jóvenas. O echar la culpa a otro (a la oposición, a la muchachada, a los holandeses, quizá a Franco, a la herencia recibida de gobiernos anteriores o a fenómenos paranormales o designios del destino como hicieron dos ministras cuando sacaban a relucir sus concepciones terraplanistas). Los comunicadores algo tendrán que contar para seguir alimentando la fe de la grey enfervorecida y creyente. De lo que estamos convencidos algunos es de que soluciones y pautas para gestionar la segunda fase de la pandemia no tienen muchas ideas. Mejor, es obvio que no tienen ni puta idea. Dios nos pille confesados. Y a ver si buscamos la luz en algún gurú que nos ilumine en estos momentos tan serios. El Departamento de Mentiras Institucionalizadas dirigido por Iván Redondo ya estará pergeñando una nueva memez con la que animar a su peña. Lo peor es que, pese al retroceso de su crédito, todavía hay muchos tontos, muchas tontas y muches tontes que se tragan lo que les echen. Y que buscarán responsables y culpables siempre fuera del terreno donde de verdad están: las no autoridades sanitarias, que se han caracterizado por una penosa y lamentable gestión cuyos resultados están a la vista de todos los que no se pongan un antifaz en los ojos.

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    1. En lo relativo a la pandemia (que es de lo que hablamos ahora, pero también están cercados en otros asuntos) ya no valen cosas como rebotar responsabilidades, esconder las verdades o gestionar guiándose por la conveniencia política y no la sanitaria (parece mentira, pero todo esto lo ha hecho el Gobierno y lo sigue haciendo). Las cortinas de humo que tenía hace unos meses se han disipado y desde sectores políticos, de opinión o científicos se les exige seriedad. A ver por dónde salen.

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  2. Se le exige seriedad, pero saldrá por los cerros de Úbeda, porque no sabe hacer otra cosa. Lanzar consignas, distraer la atención con el tema del día y echar la culpa a otros para eludir responsabilidades.

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    1. Ya hemos hablado de esto algunas veces. El problema para él es que por los cerros de Úbeda, como por todos los cerros, también se puede llegar a barrancos por los que lo único que puedes hacer es parar o estrellarte. Huir eternamente no es posible.

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  3. El emperador va desnudo; no tenemos estado, apenas nación, nuestras élites son estamentales y densamente imbéciles, apenas hay pueblo, si muchedumbre, plebe. No tenemos cuadros con la formación ni capacidad alguna, el comején vació las vigas y la patología estructural, grave, ya empieza a dejar de ser vicio oculto. Tampoco hay monasterios cistercienses donde preservar el legado, que no hay, y Asturias no servirá ya de refugio.... La culpa, será de Franco? O de Isabel la Católica? De Castilla? Sin duda... La Constitución para la disolución, o para la postración? Servidumbre en todo caso para los que queden...

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    1. A partir de septiembre tendremos que evaluar el estado real de la situación y si la finca se hunde o todavía es sólida pero precisa una inexcusable, urgente y profunda reforma. Pocos dudan de que el otoño va a ser fino y mi opinión personal es que sería muy raro que este Gobierno siguiese existiendo en 2021.

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    3. No caerá esa breva. Éstos no sueltan el machito ni arrojándoles aceite hirviendo...

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    4. Paco, no hay mal ni bien que cien años dure. Sánchez es solo fachada, Podemos está en pleno desastre, la gestión de este Gobierno está siendo catastrófica y el país está para muy pocas bromas. La maniobra, el regate corto y la mentira permanente no dan para aguantar mucho tiempo en este plan.

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  4. Es evidente que Fernando Simón es un personaje populista que sigue las tendencias más guays y que además de practicar surf en Portugal, también hace un guiño a los youtubers, a los influencers y a todo tipo de gurús digitales, que pueden dar buenos consejos o por el contrario, dar consignas tan confusas y discordantes con la lógica como las que él mismo ha propalado desde su alta responsabilidad.

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    1. Lo cual, dado lo seria que es esa responsabilidad, lo convierte en una auténtica bomba. Donde él está no hay lugar para frivolidades, personalismos ni, menos aún, revanchas (esto último lo digo por ciertas declaraciones sobre Madrid que hizo hace poco). No está quemado, está calcinado; por el bien general, deberían quitarlo.

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  5. Si hubiera Nación, la presión cívica lo hubiera descabalgado hace meses. Tenemos aplausos y Jorge Javier

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    1. Eso es incuestionable y un problema político gravísimo. Veremos dónde nos lleva.

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