Es indiscutible que en el actual y superpoblado gobierno español hay ministros prescindibles, ministros perjudiciales y ministros que son las dos cosas, y entre estos figura Manuel Castells, titular de la cartera de Universidades. El pasado 27 de enero, se despachó vía Twitter (que para eso es un tío moderno y 3.0) con un comunicado que arremetía contra la convocatoria de exámenes presenciales en la universidad, fundamentalmente, por dos razones: que está muy preocupado por la salud de los alumnos y que la fiabilidad de los exámenes en línea está plenamente garantizada, "según las Agencias de Evaluación pertinentes", hubiera sido un detallazo por su parte decir cuáles. El comunicado es un cúmulo de vaguedades, acusaciones veladas y tergiversaciones, que, para colmo, no ha complacido ni a los sectores estudiantiles a los que adulaba, un brindis al sol de intenciones puramente demagógicas que termina con estas palabras:
Aun así, entiendo perfectamente que a los estudiantes les da igual de quien sean las competencias, porque lo que quieren es proteger su salud. Por eso, ruego a los decanos de las facultades de todo el Estado que sean sensibles a la preocupación de los estudiantes y de sus familias.
Ahí queda eso. ¿Qué es exactamente este documento? Por el lenguaje parece una charla de bar; por el alcance conceptual, un cohete de feria (barato); por la modalidad textual, un tuit; por el membrete, un comunicado ministerial; por el poder normativo, la nada; por la intención comunicativa explícita, un ruego, y, por la intención comunicativa implícita, un ataque insidioso al buen funcionamiento de la universidad, como muy bien entendió la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), que publicó el mismo día una dura réplica de la que entresacaré dos párrafos:
La educación superior es un derecho y un servicio esencial, y así se ha venido defendiendo desde el inicio de la pandemia por parte de los equipos de gobierno de las universidades que, junto con el resto de la comunidad universitaria, han realizado un gran sacrificio para garantizar una docencia y una investigación de calidad. Las autoridades sanitarias de las comunidades autónomas, a las que agradecemos su colaboración, han avalado todas las acciones que se han llevado a cabo. Por eso lamentamos profundamente que ahora se cuestionen vía Twitter desde otros ámbitos gubernamentales y se haga eco a situaciones puntuales, olvidando el formidable trabajo realizado por los profesores, investigadores y personal universitario y el enorme esfuerzo de los propios estudiantes. [...]
El formato online debe ser el último recurso, aplicado solo cuando las circunstancias lo hagan inevitable. La realización de los exámenes telemáticos conlleva la implementación de unas medidas extraordinarias y con complejas derivadas legales y técnicas en el ámbito de la protección de datos y la identificación de quienes se examinan. Pero aprovechándose de estas dificultades y de las lagunas normativas que existen, se han producido intentos de fraude. Con las pruebas presenciales lo único que se pretende es proteger a esa inmensa mayoría de estudiantes que afrontan su formación con honestidad, transparencia y responsabilidad.
La primera pregunta que deberíamos formularnos es esta: ¿mienten los rectores cuando sostienen que contaban con el respaldo de las autoridades sanitarias? Si mienten, son unos verdaderos irresponsables y Castells y el Gobierno deberían haber atajado los exámenes con algo más contundente que un tuit, pero, si no mienten, el tuit de Castells es un documento que, aun en sus formas chapuceras, resulta gravísimo, porque entonces el que queda como un mentiroso es nada menos que un ministro, el de Universidades, que ha intentado con deplorable torpeza sabotear unas pruebas completamente legítimas y atacar al prestigio de las instituciones universitarias que las organizaron.
Cada cual creerá a quien quiera, y yo creo a los rectores, aunque solo sea por el hecho de que los estudiantes de niveles no universitarios no solo han llevado a cabo de forma presencial los exámenes, sino también las clases regulares y diarias: ¿de qué se quejan esos universitarios que han puesto el grito en el cielo porque les iban a examinar presencialmente? Parece poco sostenible esta marejada que han querido levantar, más aún, cuando diversas noticias aparecidas el verano pasado, lo que dice el documento de la CRUE y hasta algún esclarecedor artículo de hoy mismo apuntan hacia la evidencia de que esos exámenes en línea representan el río revuelto que anhelan los pescadores amigos de hacer trampas. Del artículo citado os reproduzco el testimonio de una estudiante:
Nos hacían poner la cámara, pero solo para tomar fotos aleatorias para verificar la identidad. No graban, es un choteo. Además, eran 20 preguntas tipo test para responder en una hora. Daba tiempo a copiar una por una prácticamente.
Y esto no es lo más gordo del artículo, ni mucho menos. Merecen todo mi apoyo los rectores cuando hacen lo necesario para que ni los exámenes ni los títulos sean un regalo y para que los mejores alumnos, los que se esfuerzan y cumplen las reglas, no resulten perjudicados mediante el expediente de practicar una negligencia que favorezca a los peores. Justicia, honestidad, rigor intelectual, valoración del mérito y el esfuerzo: cosas muy saludables para toda educación y que a mí me agradan, aunque al señor Castells quizás no tanto, a juzgar por lo que piensa de las becas.
El ministro de Universidades se ha comportado de una forma lamentablemente demagógica, para variar; ha escuchado a los alumnos, supongo, pero a los que le ha convenido, según su costumbre. Como nadie ignora, Castells es un ministro de cuota, en su caso, izquierdo-independentista, y quizás el peor recuerdo que nos va a dejar su paupérrima gestión vaya a ser el particularismo al que es tan inclinado: como a él le molan la falta de rigor y el independentismo, pues hacia esas causas se inclina sin el menor reparo. Puede que aquí esté también la clave de su cruzada contra los exámenes presenciales. Si observamos su creación intelectual, vemos que en ella concede un gran valor a las tecnologías digitales, y si por otra parte tenemos en cuenta su vinculación con la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), un centro de educación a distancia al que ensalza y en el que incluso ha trabajado también su esposa, estamos muy legitimados para preguntarnos si sus zancadillas a la enseñanza presencial hasta en los exámenes no son, una vez más, una forma de barrer para casa, eso a lo que tan aficionado es este señor. Por tanto, me ratifico: si por barrer para casa Manuel Castells se obstina en combatir las prácticas educativas más aconsejables, se señala no ya como un ministro innecesario, sino como algo mucho peor: un ministro perjudicial.
Castells ha defendido los exámenes presenciales y más tarde los no presenciales. No tiene criterio. Su gestión es cero. Y mantiene ahora posiciones contrarias a las que tuvo en un primer momento por ansia de notoriedad y por frivolidad. Yendo al fondo del asunto. Si ya con los trabajos, los TFMs y algunas tesis el fraude es moneda común, y además muchos profesores ya no hacen exámenes, las pruebas presenciales eran una mínima garantía de algo de exigencia y algo de demostrar conocimientos. Y eso en una universidad que también sufre la devaluación continua. Todo su prestigio académico se ha ido al garete. Castells ha demostrado ser un zascandil, un charlatán y un demagogo. Al fin y al cabo, de un catalanista proindependencia nacido en Hellín, promovido a ministro de un tercio del antiguo MEC (Ciencia, Universidades y Educación) por los podemitas nada serio se podía esperar. Pasará y demostrará lo poco que da de sí. Una autoridad académica más favoreciendo la degradación de la enseñanza y de las instituciones. Sobra, como casi todo el gobierno.
ResponderEliminarDe acuerdo en todo. Personalmente, Castells se ha coronado y algo de su desprestigio se habrá contagiado al mundo universitario, porque, lo queramos o no, si este señor era muy valorado dentro de él, surgirá la duda acerca de los criterios con que eleva a los cielos a sus grandes estrellas.
EliminarCastells es el más acabado ejemplo de los prestigios de nuestras espureas élites. Es además un ensoberbecido caradura y un cuco que, sabiéndose desnudo, imaginándose emperador, se nos muestra en camiseta arrugada porque él puede.....
ResponderEliminarYo solo lo conocía de oídas, por esa aureola de eminencia y tal. Da vergüenza ajena, porque, además, todo lo que estamos comentando ha ido acompañado de la inactividad o el absentismo. En un trabajo normal, lo habrían despedido a las tres semanas.
Eliminar