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martes, 23 de febrero de 2021

El héroe olvidado del 23-F

     Se ha conmemorado hoy el cuadragésimo aniversario del intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981. Sobre aquel evento histórico, como no podía ser menos dada su importancia, existen multitud de documentos y análisis, pero, para los españoles que lo vivimos y lo contemplamos con temor e incertidumbre, los hechos fundamentales fueron estos: que, a las 18:23 horas de aquel día, un contingente de guardias civiles comandado por el teniente coronel Antonio Tejero irrumpió en un pleno del Congreso, secuestró a los diputados y anunció que aquello era el inicio de un vuelco en el rumbo político de España; que aquel atentado contra la soberanía nacional fue seguido por una trepidante pugna entre los conspiradores y quienes desde las instituciones se volcaron en frenarlos, con un delicado punto clave: la adhesión al golpe de las capitanías generales y las unidades más potentes del Ejército español, pues, si se extendía, el golpe triunfaría, pero, si se frenaba, habría sido derrotado; que, a la una de la noche del 24 de febrero, el rey Juan Carlos apareció ante los medios de comunicación leyendo un comunicado en el que lo esencial era la orden a todas las unidades y mandos militares de mantenerse fieles a la legalidad y la Constitución. A partir de ese momento, se acabó el golpe; a los sublevados solo les quedó el recurso del derecho al pataleo, que ejercieron demorando unas horas la liberación de los parlamentarios. 

        Después vino la complicada reposición de la normalidad política, el juicio, las investigaciones primero judiciales y después históricas y, al menos hasta ahora, las distintas interpretaciones acerca de quién impulsó el golpe, quiénes sabían o no de su gestación (y hasta qué punto) y quiénes estuvieron o no implicados en ella (y hasta qué punto). Como se conocen muchas cosas, pero también se ignoran muchas, las teorías son múltiples y de muy diverso signo, y hasta se da el caso de que resultan plausibles las más dispares. Esto es realmente sano, un inequívoco signo de sociedad libre, plural y viva. Por esto último, aunque no sorprendan, resultan abominables las reacciones que hoy han hecho públicas la confabulación de grupúsculos totalitario-separatistas y el kafkiano universo podemita, por boca de ese líder cuántico que tienen, que puede estar a la vez en un acto institucional del odioso régimen del 78 y en la trinchera de héroes que nos van a descargar de su yugo. Con su alta capacidad para la insidia, unos y otros sostienen lo que ya sabéis: que lo que ya han bautizado como régimen del 78 es una podrida dictadura, y para demostrarlo citan su último acto despótico: el haber encarcelado a esa inocente criatura llamada Pablo Hasél, con acento en la "e". 

    La mención de Hasél y los otros héroes me ha recordado a Francisco Letamendía, uno de los mayores energúmenos que el aberchalismo ha colocado en las Cortes españolas. Como cofundador de HB, puede sentirse orgulloso de haber hecho mucho en favor de la causa de la violencia y a finales de los setenta se dedicó sistemáticamente a defender la de ETA y sus aliados y a lanzar incendiarias provocaciones contra todo lo español. Letamendía era el más aberchale, el más furibundo, el más indignado, el más más antifacha. Pues bien, ¿qué hizo este héroe olvidado el 23 de febrero de 1981? Se metió en un barco y salió pitando a ponerse a salvo en aguas internacionales. Contra la tolerancia de una democracia, un auténtico león; contra el verdadero fascismo, un patético ratón. Los separatistas, los podemitas (es decir, los aliados del PSOE de Sánchez) y Hasél me recuerdan al heroico Letamendía que tronó contra la democracia; esperemos no tener la mala suerte de que un día, por sus  excesos, aquí vuelvan a venir mal dadas y veamos que, mientras otros apagan los fuegos, ellos corren a salvar el c_ _ _ en su agujeros. 

2 comentarios:

  1. Son como Durán Lérida pero sin tanta jeta....

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    1. Pero la aspiración de morar en el Palace seguro que la comparten.

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