Esta mañanita, cuando hacía apenas media hora que me había levantado, me ha enseñado mi mujer un vídeo que le llegaba por medio de un primo suyo que vive en Andalucía. Aparecía en él un médico que se despachaba a gusto contra un colectivo de jovenzuelos que le tenían hasta la pxxxx (uso los tachones por no reproducir literalmente las malsonantes palabras del facultativo, por si hieren la sensibilidad de alguno de vosotros) por su egoísmo infantil y caprichoso, que les está haciendo caer en la irresponsabilidad de no entender la gravedad de la actual situación y lo que verdaderamente importa. El vídeo lo he encontrado luego en "El Español" y podéis verlo aquí:
Os recomiendo que no os lo perdáis.
¡Cuánto le agradezco este vídeo al belicoso médico andaluz! Se lo agradezco no solo por lo más urgente y lo que a él en verdad le interesa, que es el asunto sanitario de la lucha contra el coronavirus, sino también por la faceta educativa de su admonición, que está muy patente.
Jesús Candel nos habla de una realidad dramática (cuando no trágica) que nos está apremiando en este momento y de cómo la actitud frívola de algunos jóvenes, con sus risitas y su eterno cachondeo y sus móviles y su instagram, está entorpeciendo la encomiable labor de los guardianes de la salud pública (médicos, asistentes sanitarios, celadores, limpiadores...) en la tremenda guerra que están librando, por lo cual les pide que hagan por una vez un esfuerzo para dejarse po _ _ _ das y enterarse de cosas serias. Que entiendan, al menos en esta situación, que no son el centro del universo, que sus caprichos pueden ser irrelevantes y que satisfacerlos tal vez no sea una prioridad inaplazable.
¡Cómo le aplaudo! ¡Cómo me solidarizo con su indignación y apruebo sus palabras, incluido el "refinado" vocabulario, que no puede ser más adecuado a la situación y a los destinatarios a los que va dirigido! Voy a ser leal y voy a señalar explícitamente mi particular interés: las palabras de Spiriman yo las he escuchado como educador, más concretamente, como un profesor que se ha pasado décadas luchando contra la impertinencia de los jóvenes despóticos, haciendo lo posible por corregirla y señalando que nuestro sistema educativo actual, tan "comprensivo", tan "dialogante", tan "contrario al castigo y la represión", en lo referido a sus conductas, es un completo fracaso, porque no solo no las corrige, sino que además la potencia. Mientras veía la irritación y la perplejidad de este médico ante la idiotez y la grosería de jóvenes que a lo mejor tienen ya 24 o 25 años y están siendo incapaces de entender lo que pasa, pensaba: ¡pues claro, doctor, son como son porque unos pocos serán así toda la vida y el resto hubieran podido mejorar si en la escuela no nos hubieran puesto mil obstáculos cuando intentábamos ayudarles a madurar!
Quiero acabar este artículo con una puntualización: conozco muy bien a nuestros jóvenes y sé perfectamente que la mayoría no son unos descerebrados, de manera que aquí me estoy refiriendo solo a los que sí lo son (una parte de los cuales han logrado poner de los nervios a Spiriman, que no parece una persona fácil de impresionar), con la convicción y el pesar de que, si el sistema educativo y ciertos tópicos buenistas muy arraigados en nuestra sociedad no nos lo hubieran impedido, en la escuela habríamos conseguido hacer de ellos unos adultos sensatos.
Por desgracia, algunos de nuestros jóvenes, tal vez demasiados, sólo entienden –si es que lo entienden– este lenguaje franco y directo. Su inmadurez general, dentro de una sociedad cada vez más inmadura, repleta de derechos y vacía de deberes, hace que se comporten con esa frivolidad que apuntas. Spiriman manifiesta en voz alta una indignación general que los profesionales de la sanidad degluten amargamente, igual que los docentes cuando se ven obligados a tragar con despropósitos que les vienen impuestos. A ver si los jóvenes (incluso de cuarenta años) se van enterando de una vez con este lenguaje a voces, porque a través de la educada "educación sanitaria" poco se ha conseguido hasta ahora.
ResponderEliminarEsperemos ir pasando felizmente este trance "coronado", aun con medidas poco claras y/o controvertidas, haciendo cumplir lo más elemental.
Un aséptico abrazo, querido Pablo.
P.D. Menos mal que tienes a Margarita (¡besos para ella!) para ponerte al día ;)
Gracias, Pepe, besos también para Feli y tus hijos y otro abrazo para ti. Veo signos de que, cuando salgamos de esta (y ojalá sea con la menor cantidad posible de víctimas), que es muy grave, no vamos a ser los mismos, porque creo que lo que estamos pasando ahora va a ser un revulsivo que quizás nos hará aprender ¡por fin! y entender que muchas cosas que estamos haciendo son insostenibles. No es sostenible que, en plena cuarentena, un ciudadano se niegue obstinadamente a obedecer a los policías que le mandaban para casa (lo acabo de ver por la televisión); no es sostenible hacer chistes como el que hizo Évole sobre el positivo de Ortega Smith o el que ha hecho hoy Ponsatí sobre Madrid; no es sostenible que un energúmeno ascendido a presidente autonómico se niegue a firmar el comunicado de emergencia como ha hecho hoy Torra; no es sostenible la conducta de jóvenes de entre 13 y 40 años que vemos demasiado a menudo... A ver si con esto los españoles nos enteramos de una vez de que existen los deberes y es necesario respetar la dignidad ajena.
EliminarMuy atinada la reflexión, pena que se apoye en un personaje que por lo visto ha dado bastantes bandazos, Pablo : https://www.lavanguardia.com/vida/20200317/474236997051/giro-doctor-spiriman-coronavirus-insultos-pedro-sanchez-salvame.html?fbclid=IwAR0LsD6gVLwWW3fr79VhjelcrabkOvyiage7pLJJwNkYhHE7cDteyngJhWI
ResponderEliminarMe alegro mucho de recibirte por aquí, Carlos. En cuanto a lo de los bandazos de Spiriman, inobjetable: ha dado más que una bola de billar. Aunque, como reza el dicho, la verdad es la verdad dígala Agamenón o su porquero, también es cierto que, cuando viene de personajes poco coherentes, no pierde veracidad, pero pierde consistencia como argumento.
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