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lunes, 14 de octubre de 2019

Microviolencia

   A través de un amigo, me llega una entrevista a Ángel Puertas, coordinador del Observatorio Cívico de la Violencia Política en Cataluña, entidad que ha emitido un informe sobre el tema, esclarecedor y preocupante, cuya lectura recomiendo a todo aquel que todavía siga creyéndose la fábula de que en Cataluña no existe un problema de violencia: la hubo antes del 1-O (y parte de ella, para llevarlo a cabo) y la ha habido después. Y, desde que se puso en marcha, ha sido siempre creciente (1), más aún: está claro (y ojalá me equivoque), que va a seguir incrementándose, porque el separatismo ya la ha adoptado como un elemento capital de su estrategia, esa estrategia a la que, al contrario de lo que parecen creer demasiados ingenuos en España, no va a renunciar si no se le obliga: la búsqueda obstinada de la independencia a cualquier precio. 
   Me parece interesantísima la entrevista al señor Puertas, y admirables tanto él como las iniciativas en las que está comprometido, pero creo que en ella comete -seguro que de forma inconsciente- un error que debería subsanar: a la hora de referirse a los numerosos actos que están envenenando la convivencia en Cataluña (y que nadie olvide que esto es también envenenarla en España, porque Cataluña es España, por mucho que deliren ciertos fanáticos como Torra, los golpistas del "procés" y similares) utiliza el término "microviolencia", cosa que considero equivocada y favorable a los planes del separatismo.
  El prefijo "micro-" da idea de pequeñez, con lo que, si hablamos de microviolencia, podemos estar transmitiendo implícitamente la idea de que estos actos que a diario están perpetrando los CDR y demás esbirros del secesionismo son en realidad menores y de escasa gravedad. Esto sería un considerable error, primero, porque nunca hay violencia de gravedad escasa; segundo, porque esta violencia, a pesar de ser menor que la que producirían bombas o disparos, no es pequeña, aunque solo sea por su reiteración y extensión; tercero, porque su objetivo -me temo que muy premeditado- es sembrar el miedo y la sumisión entre quienes no piensan como los que la siembran, y eso tiene un alcance mayúsculo. Sería un espejismo dividir la violencia que forma parte de planes políticos megalómanos (como es el caso del "procés") en mayor y menor, ya que lo que suele ocurrir es que lo supuestamente menor es el inicio de lo que acaba siendo desmesurado, lo mismo que los grandes ríos nacen a menudo como pequeños arroyuelos: las palizas a judíos u opositores de los años 30 y los campos de exterminio no fueron una violencia menor y otra mayor, sino fases distintas de la misma violencia monstruosa. Y en España tenemos un ejemplo muy actual: los asesinatos de ETA y la complementaria violencia callejera y de acoso social del aberchalismo, aquella kale borroka cuya finalidad fue exactamente esa siembra de miedo y sumisión de la que hablaba antes. Recuerdo incluso que durante algún tiempo se la llamó violencia de baja intensidad, hasta que alguien se dio cuenta de las perversas implicaciones de esa denominación y dejó de usarse. El nacionalismo parece utilizar siempre los mismos procedimientos, ya sea en Alemania, en la Comunidad Vasca o en Cataluña.  
 A la vista de esto, creo que no debemos llamar microviolencia a la que están imponiendo hoy los CDR y similares y pienso que serían mejores otros términos, como "violencia continua" o "violencia social" o, en según que casos, "violencia callejera", ya que, aparte de no manejar ese rasgo empequeñecedor que hace que parezca menos dañina de lo que es, reflejarían mejor la gravedad de los actos cometidos y de la estrategia a la que obedecen, así como la extensión omnímoda del daño que siembran.

1. Son muchos los artículos en que he tratado este asunto. Aquí os dejo una muestra:
-El fascismo va cada vez más en serio.
-Cataluña batasunizada
-La guerra sucia del independentismo catalán. 2: la violencia.

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