Dije en la anterior entrega de la esperpéntica (por su protagonista) serie Torra se caga que esta amenazaba con ser larga y la cosa parece que se va cumpliendo, pues, una vez más, el (ejem) Honorable Joaquín Torra, presidente actual y número 131 de la Generalidad, nos ha dado una muestra de su valentía de boquilla. ¿Recordáis que el pasado lunes tronaba contra la sentencia del 1-O, hablaba de no sé qué sacrosantos derechos de la sacrosanta Cataluña conculcados y llamaba a la ciudadanía a manifestar su rechazo? Aquí lo tenéis para el que no lo recuerde:
Pues bien: no había terminado ese día y ya había depositado en el mundo una nueva muestra escatológica de su bravura: después de llamar a los ciudadanos a la revuelta, lanzaba a su policía, es decir, los Mozos de Escuadra, a reprimir a palos las protestas, ¿por qué? Porque le temblaron las piernas ante la posibilidad de que, si no lo hacía, le pidieran cuentas por ese incumplimiento de sus responsabilidades (uno más, pero este, de posibles consecuencias muy graves). Y, por cierto, como todos hemos podido ver, la actuación de los Mozos no careció de contundencia (cosa lógica), una canallada más, teniendo en cuenta cómo explotó el independentismo el argumento de la inexistente violencia policial durante el 1-O.
Difícilmente se podrá afinar más en cinismo y cobardía: llamar a la protesta (eso sí, midiendo, como siempre, las palabras para que no se le pudiera acusar) contra la odiosa España, inducir a otros a que efectuasen sus bravatas por él y, finalmente, apalear a sus tontos útiles, por miedo y obediencia a... la odiosa España: ¿quién da más?
Sucede, no obstante, que esta vez se le ha ido mucho la mano: vale que fanfarronees y luego te escondas, pero es muy fuerte que eso lo hagas liándote a palos literalmente contra quienes te hicieron caso, así que ha causado malestar hasta entre los suyos, que, aunque es cosa probada que no son muy listos -sobre todo, en materia de confianza hacia sus líderes-, no son tan tontos como para llegar al masoquismo. Así pues, el (ejem) Honorable ha tenido que dar explicaciones por esta contradicción (así parecen llamar ahora a la traición) y ya se ha buscado una salida: echarles las culpas a los Mozos, contra los que va a abrir una investigación, o sea, cargar de nuevo contra sus fieles. ¿Le aguantarán esto? ¿Acabará Torra como en las historietas de Mortadelo y Filemón, perseguido a palos por una turba enfurecida Diagonal abajo? ¡Qué final tan apropiado para esta astracanada del prusés!
Difícilmente se podrá afinar más en cinismo y cobardía: llamar a la protesta (eso sí, midiendo, como siempre, las palabras para que no se le pudiera acusar) contra la odiosa España, inducir a otros a que efectuasen sus bravatas por él y, finalmente, apalear a sus tontos útiles, por miedo y obediencia a... la odiosa España: ¿quién da más?
Sucede, no obstante, que esta vez se le ha ido mucho la mano: vale que fanfarronees y luego te escondas, pero es muy fuerte que eso lo hagas liándote a palos literalmente contra quienes te hicieron caso, así que ha causado malestar hasta entre los suyos, que, aunque es cosa probada que no son muy listos -sobre todo, en materia de confianza hacia sus líderes-, no son tan tontos como para llegar al masoquismo. Así pues, el (ejem) Honorable ha tenido que dar explicaciones por esta contradicción (así parecen llamar ahora a la traición) y ya se ha buscado una salida: echarles las culpas a los Mozos, contra los que va a abrir una investigación, o sea, cargar de nuevo contra sus fieles. ¿Le aguantarán esto? ¿Acabará Torra como en las historietas de Mortadelo y Filemón, perseguido a palos por una turba enfurecida Diagonal abajo? ¡Qué final tan apropiado para esta astracanada del prusés!
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