Supongo que todos estaréis enterados del asunto Sergi Guardiola, el joven jugador al que el Barcelona C. F. rescindió contrato fulminantemente
y pocas horas después de haberlo fichado, al enterarse de que, en
octubre de 2013, o sea, hace más de dos años y cuando el chaval tenía
22, dejo escritas las siguientes blasfemias:
Puta Cataluña.
Hala Madrid.
Además de la lejanía en el tiempo, tan grave ultraje se plasmó, como sabéis, en uno de esos intercambios de tuits
entre amigos en los que la gente escribe sin inhibiciones las cosas que
se le ocurren cuando está -o cree estar- entre los suyos, por lo que se
toma la libertad de hablar en serio, en broma o como le dé la gana, y
tampoco debe echarse en saco roto que este muchacho,
como millones de personas en el mundo, dos años antes de fichar por el
Barça, no le debía la menor fidelidad, pero, aun en el supuesto de que
se la hubiera debido, ¿tan graves son esas palabras, inscritas en un
contexto indiscutiblemente jocoso, como para que el Barcelona haya
actuado de forma tan desmesurada? A mí me parece que no, pero es
evidente que en Can Barça se toman muy en serio el sacrosanto nombre de
Cataluña y la saña contra el Madrid, que, por lo visto en este asunto,
es requisito indispensable y con retroactividad para lucir la camiseta
blaugrana.
Dichas estas cosas, recordaré que yo soy del Barça de toda la vida,
incluso desde aquellos tiempos en que perdíamos hasta el apellido. Y
también soy catalán y español, por lo que este asunto, a pesar de que no deja de
ser menor, para mí (que soy de esos catalanes y españoles que se indignan por la división, el miedo, la confusión y, ya últimamente, hasta el
esperpento en que el independentismo ha sumido a Cataluña y que se
abochornan del secuestro a que este totalitarismo ha sometido al F. C.
Barcelona), tiene un trasfondo muy inquietante. ¿Por qué? Primero, porque demuestra la intolerancia que reina en este gran club, reflejo inevitable de la del independentismo que lo tiene en un puño; segundo, porque, al recordar ahora la cantidad de veces en que el himno, la bandera y hasta el jefe del Estado españoles han sido sometidos a ultrajantes pitadas por parte del hooliganismo futbolero-catalanista -ante el silencio circunspecto de los sucesivos presidentes de la entidad y hasta, en cierta memorable ocasión, la estúpida sonrisa de un tal Artur Mas-, me pregunto esto: si a una pequeñez como la de Sergi Guardiola el club le ha dado tanta importancia, ¿no habrá que concluir que, medidas por su rasero, las pitadas de que hablo fueron una ofensa colosal?
En conclusión, viendo lo desproporcionada que es la veneración de los nacioanlistas hacia sus símbolos, podemos ver lo brutal que es su carácter excluyente y el desprecio que deben de sentir hacia sus adversarios. Y me hago esta pregunta: visto lo de Sergi Guardiola, ¿qué le pasaría en esa pretendida Cataluña independiente al que un día osara silbar al himno y a la bandera? Que nos lo digan el presidente del Barcelona, Raúl Romeva, Carmen Forcadell o Neus Munté, que van por ahí dando lecciones de democracia.
En conclusión, viendo lo desproporcionada que es la veneración de los nacioanlistas hacia sus símbolos, podemos ver lo brutal que es su carácter excluyente y el desprecio que deben de sentir hacia sus adversarios. Y me hago esta pregunta: visto lo de Sergi Guardiola, ¿qué le pasaría en esa pretendida Cataluña independiente al que un día osara silbar al himno y a la bandera? Que nos lo digan el presidente del Barcelona, Raúl Romeva, Carmen Forcadell o Neus Munté, que van por ahí dando lecciones de democracia.
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