De todo lo que he leído hoy en la prensa, lo que me ha parecido más notable ha sido un artículo de "El País" titulado El hombre que derribó con ciencia las terapias alternativas, el cual habla del médico alemán Edzar Ernst y de su lucha de décadas contra las mentiras de las terapias alternativas, la cual lleva a cabo con armas tan nobles como la constancia, el amor a la verdad y a la ciencia, el conocimiento científico y la experimentación. Su propósito era y es demostrar el nulo valor curativo de esas terapias, cuya peligrosidad es aún mayor a causa de la aceptación y buena prensa de que gozan. Sorprende, sin embargo, enterarse de que, a pesar de denunciar un mal que representa engaño, enriquecimiento fraudulento y el grave perjuicio de apartar a los enfermos de procedimientos que sí podrían curarles, Ernst haya tenido que arrostrar durísimos enfrentamientos no solo con los embaucadores que se enriquecen con este colosal negocio, sino también con sectores políticos, informativos e incluso científicos. Uno de sus principales adversarios fue el príncipe de Gales, fervoroso adepto a la homeopatía, que se valió de su considerable poder para causar serios perjuicios a Ernst en el terreno profesional: ¿serán este tipo de conductas el motivo de que Isabel de Inglaterra no parezca tener el menor deseo de abdicar en la persona de su hijo?
En artículo de "El País" viene también un enlace a este interesante texto que os enlazo yo directamente:
Sabéis que en el mundo de la educación tenemos también la desgracia de padecer la plaga de los vendedores de soluciones mágicas, algunos de los cuales han aparecido en este blog, pero el que verdaderamente los tiene muy estudiados y los ha radiografiado en múltiples artículos es Alberto Royo, en su blog Profesor Atticus. Páginas que se dediquen a desenmascarar las mistificaciones de pseudoconocimientos de diverso pelaje hay muchas, aquí os dejo algunos enlaces:
3. GuíaEscéptica.
4. Scientia.
Quisiera teminar este artículo con las palabras que cierran el de "El País", que son cita de unas del propio Edzar Ernst y señalan muy bien el compromiso ético y humano que representa la defensa permanente de la verdad:
Cuando se abusa de la ciencia, secuestrada o distorsionada con el fin de
servir a sistemas de creencias políticos o ideológicos, las normas
éticas patinan. La pseudociencia resultante es un engaño perpetrado
contra los débiles y los vulnerables. Nos lo debemos a nosotros mismos, y
a los que vengan después de nosotros, permanecer en lucha por la verdad
sin importar la cantidad de problemas que esto pueda causarnos.
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