Ayer estuve echando un vistazo a las propuestas educativas de UPyD, IU, Ciudadanos, Podemos, PP y PSOE y llegué a la conclusión de que todas tenían algo en común: ninguna animaba a que les votase. Para quien quiera mirarlas sin salir de este blog, recuerdo que en la columna de la derecha hay enlaces a todas esas formaciones, pero diré que, básicamente, el problema es el de ya hace muchos años: las propuestas educativas de nuestros partidos políticos son propuestas de escaparate, es decir, elaboradas no pensando en la auténtica situación y los problemas reales de nuestra educación, sino en conseguir una oferta de conjunto agradable a lo que ellos, a juzgar por los temas educativos de moda en los medios y por lo que estiman que complace más al público, consideran que va a cosechar más votos. De este modo, en la temporada electoral otoño-invierno 2015, parece que se van a llevar mucho el MIR profesoral, el bilingüismo, lo emocional (pinchad aquí para ver unas lúcidas consideraciones acerca de este timo), la innovación, los proyectos, la atención a la diversidad y la escuela inclusiva, por ejemplo. Del antedicho cóctel, sabéis que condeno radicalmente esos engaños del bilingüismo y las monsergas emocionalistas y que, en cuanto a las otras cuestiones, mantengo una postura fundamentadamente crítica, no tanto hacia ellas como al modo perverso en que suelen abordarse. De cara a las inminentes elecciones, mi objeción es la siguiente: la cuestión profesoral, los proyectos, la innovación, la atención a la diversidad y la escuela inclusiva aparecen en buena parte de las propuestas educativas, pero yo creo que de manera un tanto ociosa, ya que (cada una, según sus circunstancias) no hay ninguna razón de peso para resaltarlas, ya sea por su importancia, por su necesidad, o por los problemas a los que hoy se enfrentan.
¿Por qué, entonces, estas seis cuestiones y alguna otra similar tienen tanto éxito en las propuestas electorales? Muy sencillo: porque son resultonas y comercialotas, o sea, lo que digo: que se está buscando más seducir al público que proponer soluciones necesarias a problemas reales. Y en esto nos han salido tan demagógicos los experimentados PP y PSOE de toda la vida como las supuestas almas cándidas de Ciudadanos y Podemos. Con respecto a esta última formación, diré que debería entender que el edenismo "progre" está ya bastante rancio y que, en un partido tan de última hornada, sorprende que no se haya enterado de que la mayoría de sus "soluciones" estaban ya en los idílicos fundamentos de la LOGSE, ley cuyos planteamientos buenistas han sido triturados por la realidad. Por cierto y hablando de Podemos: en el punto 138 de su programa, se pueden leer estas palabras:
La formación continua del profesorado en metodologías pedagógicas
innovadoras e inclusivas será de obligado cumplimiento.
¿Catecismo metodológico innovador por obligación? La barrera de la libertad metodológica, que es la única que unánimemente se reconoce protegida por la libertad de cátedra, no se había atrevido a saltársela nadie: ¿lo va a hacer Podemos? Veremos. ¿Cómo, además, se le ocurre a Podemos imponer la innovación por decreto cuando muchas de sus propuestas pedagógicas están implantadas desde hace 25 años y fracasadas desde hace 24? Hay que afinar más.
Otro caso particular es el de UPyD, partido cuya propuesta me parece la más razonable, aunque solo sea porque es el único que aún conserva el término "esfuerzo" y que defiende abiertamente el derecho a ser educado en español en cualquier punto de España, propuesta que, por insólita que parezca su formulación precisamente en España, no solo no es una perogrullada irrisoria, sino que resulta precisamente en la España de 2015 tan razonable como la exigencia de que se erradique la corrupción, me temo que no hace falta explicar por qué. El pero que tengo hacia lo que plantea UPyD va dirigido contra lo del esfuerzo y procede de los años en que pertenecí a ese partido, en los cuales dicho principo ya figuraba entre sus propuestas. En septiembre de 2011, en plena efervescencia del conflicto educativo en Madrid, los profesores afiliados a UPyD fuimos convocados por un importantísimo miembro de la dirección para que le diésemos ideas que pudieran utilizarse en la Asamblea de Madrid frente a los planteamientos de la hoy imputada por corrupción Lucía Figar. Para mi sorpresa, desde el principio, aquel importante miembro solo tuvo oídos para dos compañeras que se explayaron en la exposición del núcleo reivindicativo de la marea verde, o sea, una serie de asuntos marginales muy en la línea "resultona" de lo que se sigue llevando hoy y alejados por completo del mensaje de seriedad, esfuerzo y contenidos supuestamente defendido por UPyD. Esperé pacientemente hasta el final y entonces le dije a ese importante miembro de UPyD:
-Todo esto está muy bien, pero lo que tenemos que hacerle llegar a la consejera es que es inexcusable la readmisión de todos los despedidos, ya que ello permitirá que se reduzca el número de alumnos por clase.
Su respuesta fueron estas palabras:
-Es que, según los expertos, eso no es beneficioso para la educación.
Y yo -sorprendido, pero, tras lo visto en la reunión, menos de lo que habría estado dos horas antes- le dije:
-Tráeme a esos expertos y lo discutimos.
No hubo más. Unos días después, tuvo lugar el pleno de la asamblea madrileña en que se discutieron estos asuntos. Lo que UPyD le dijo allí a Lucía Figar se redujo a esto: que no había sabido gestionar el conflicto de la educación en Madrid. Esa misma noche redacté la carta en la que comunicaba mi baja en el partido.
Dejando aparte el verdadero mal que ha reventado a UPyD y que pocos conocemos: sus contradicciones internas, sus purgas repulsivas y la flagrante manera en que de puertas para adentro ha contravenido sistemáticamente lo que predicaba de puertas para afuera, lo que vengo a decir -volviendo al tema que nos ocupa, lo de la educación- es lo siguiente: que la educación está perdida, que no merece la pena que nos preocupemos de lo que los políticos propongan en este campo, porque a ellos se la pela, porque ninguno tiene ni puta idea de lo que a ella concierne (perdonad las groserías, motivadas y creo que justificadas por la indignación que me produce este asunto), porque, al final, desecharán -por muy razonable que sea- toda advertencia que les llegue tan pronto como represente no halagar al clientelado/electorado oligofrénico que insultantemente han forjado en sus perfiles, al que suponen capacitado solo para digerir estupideces buenistas y placebos político-educativos que de ningún modo señalen hacia la autocrítica social, el desenmascaramiento de los enjuagues del conglomerado de ineptos y ambiciosos que llevan lustros cargándose la educación y la asunción de compromisos que en algún momento puedan exigir sacrificios y responsabilidad a esos gestores, esos papás y esos niños a los que quieren persuadir de que van a permanecer eternamente entre algodones.
Dentro de cuatro o cinco meses, vamos a disfrutar de unas cuantas ocasiones para reírnos hasta reventar: a propósito del cuarto centenario del fallecimiento de Miguel de Cervantes, ¿cuántos actos solemnes vamos a presenciar? ¿Cuántos discursos floridos? ¿A cuántos memos con cargo vamos a tener que soportar una retahíla de tópicos, o de frases sacadas de un prontuario elaborado por asesores o (en el caso de los más ocupados, menos apoyados o más desvergonzados) sacado de Wikipedia? ¿Cuántos de ellos lo más que conocerán del Quijote será una edición adaptada para lectores de doce años? Ya tuvimos un adelanto con el asunto aquel de los restos del escritor, a mi juicio, un tanto esperpéntico, desde el momento en que ni siquiera es seguro que lo que se guardó en un discreto monumento -cuya humildad deja muy claro lo fallido de la operación- sean en realidad los verdaderos restos. Aquella ocasión se frustró, pero, a partir de marzo de 2016, van a menudear, no hay que preocuparse. Allá cada cual con sus lecturas, pero lo que me subleva es esto: que los políticos y los partidos que en esos actos estarán figurando para beneficiar su imagen de impulsores de la cultura, en realidad y a escondidas se la estarán cargando por el procedimiento de sacarla a patadas de los programas educativos, solo hace falta ver cómo está arrinconada en ellos desde hace años, precisamente, la literatura.
Y ese colectivo es el que ha elaborado las propuestas educativas de los actuales programas, de manera que es completamente lógico que hayan eludido el dar relevancia o incluso el hacer mención de los problemas reales, los que habría que encarar si de verdad se quiere que nuestra enseñanza mejore. Esos problemas reales los percibimos muy de cerca los profesores, los alumnos (los colectivos que sin duda importan en la educación) y hasta los padres que de verdad quieren enterarse de las cosas. La Administración y los políticos, en general, no los ven o prefieren no verlos, porque hacerles frente estropearía la atractiva apariencia de sus planes y propuestas. Aquí tenéis, sucintamente presentados, algunos de esos problemas:
1.- La creación de un sistema verdaderamente diversificado que haga frente a las necesidades reales del alumnado. Uno de los problemas mayores de nuestro sistema es que lo que ofrece a los alumnos de catorce años en adelante es demasiado unívoco. Como ya propusimos unos cuantos hace años, la primaria debería terminar a los catorce años y la posterior secundaria tener tres salidas: para los aprobados, una vía hacia el Bachillerato y la universidad y otra hacia la FP; para los suspensos, una vía que incluyera adquisición de conocimientos básicos e iniciación profesional. El programa debería completarse con una amplia oferta de pasarelas bien reguladas.
2.- El tratamiento temprano de los problemas de aprendizaje. Los problemas de aprendizaje existen y los alumnos que los sufren tienen derecho a que sean adecuadamente tratados y con el personal y los apoyos pertinentes. Esa adecuación exige que se detecten y se aborden ya en la primaria, cosa que, a juzgar por los muchos que se afrontan en secundaria, no sucede en la actualidad, lo cual es gravísimo, porque el éxito en la erradicación de estos problemas está casi siempre relacionado con la atención temprana.
3.- La erradicación de la presión sobre el aprobado. Los bajos niveles que en determinadas pruebas obtienen los estudiantes españoles tienen sobre todo una causa: que aquí es muy asequible la opción de aprobar sin estudiar, lo que induce a demasiados alumnos a elegir esa vía. En los centros españoles, tenemos muchísimos estudiantes muy capacitados que estudian y aprenden mucho, junto a los cuales hay un porcentaje nada despreciable que no estudian porque no quieren o porque saben que muchos profesores les van a aprobar con apenas exigencia por temor a las presiones de: padres, directivos, equipos de orientación, inspectores o, incluso, otros profesores o los propios alumnos. Aunque pueda parecer una simplificación, nada de esto es una fábula: llevo años viéndolo, y aún más: en los últimos, se añade una nueva vuelta de tuerca: cada vez hay más alumnos que, aun sabiendo que están justamente suspendidos, encolerizan a sus padres con mentiras para que estos vayan a ejercer sobre los profesores una presión feroz o algo más que feroz, y esto no es que lo haya visto, esto es que lo he sufrido. Estas prácticas abusivas deberían verse imposibilitadas, no solo por lo que tienen de inicuas, sino porque son la principal causa de las "bajadas de nivel" en nuestros institutos. Ayudaría mucho que el sistema de elección de los directores fuese más democrático, en contra de lo que impuso el PSOE en la LOE y lo que prefieren el PP y Ciudadanos.
4.- La limitación clara de las atribuciones de los departamentos de orientación. Los departamentos de orientación, y lo siento por los profesionales serios que hay en ellos, han tenido mucha culpa de lo anterior. Casi desde su creación, parecen haberse arrogado el papel de defensores del alumno que ninguna falta hacían. En más de uno de los centros en los que he estado y en decenas de reuniones y juntas de evaluación, he presenciado la escena de un orientador o un profesor de apoyo abogando por el reblandecimeinto de la exigencia, o criticando a un profesor porque a su juicio suspendía mucho, o intentando colar adaptaciones curriculares no preceptivas, hasta el punto de que hoy en día ya podemos hablar, gracias a su acción, de un cierto nivel de patologización de la enseñanza en los centros españoles, es decir, de la aparición de alumnos a los que se atribuyen males inexistentes -o se magnifican algunos irrelevantes que de verdad tienen- con el fin de que se les dé un tratamiento benévolo. ¿Cuántos profesores han trivializado las enseñanzas que estaban obligados a dar por contagio con estas posturas o por evitarse líos con los departamentos de orientación, entre cuyos miembros hay algunos que no se andan con bromas en este capítulo (podría dar unos cuantos nombres)? Me temo que la cifra es elevada, lo cual ha perjudicado al sistema en general y a muchos alumnos concretos y particulares que, por culpa de esto, han recibido una educación peor de lo que hubiera correspondido.
5.- Cuestión lingüística. Poco que añadir y ya lo he dicho antes: es vergonzoso y repugnante que haya sitios en España donde se dificulte que un alumno pueda aprender en español. No tiene nombre la canallada totalitaria que han impuesto en este terreno los partidos nacionalistas, con la penosa complicidad o pasividad de los que no lo eran y de sucesivos Gobiernos centrales.
6.- Bilingüismo. De esto ya he hablado en muchos artículos, alguno de los cuales figura en la columna de la derecha. Es un engaño de grandes dimensiones que va a perjudicar mucho a muchísimos alumnos. Y aquí va lo gordo: los partidos, sin una sola excepción, o lo apoyan o se callan.
7.- Religión. Un país aconfesional no debería tenerla en sus programas oficiales. Que el PP le haya dado mayor importancia para el expediente del alumno es un auténtico abuso. La actual conversión al laicismo del PSOE resulta de película de Berlanga. He querido enlazaros un par de vídeos que tenía en los cuales el señor Fernández Vara se retrataba acerca de esta cuestión en un asunto de crucifijos que ocurrió en Extremadura hace unos años, pero ya han desaparecido de la red.
8.- Conflictividad. No es un problema menor y algunos partidos la mencionan en sus propuestas, pero siempre envuelta en la vitola de la corrección política; así, se habla de planes contra la discrimanación racial o de opción sexual o contra la violencia de género, lacras que, si miramos los datos objetivos, no son un problema significativo en la convivencia de los centros, por lo que lo más adecuado sería establecer programas educativos de prevención contra esas conductas, los cuales ya existen, pues, por fortuna, vivmos en un país muy sensibilizado contra ellas. La desidia, la sumisión ante la corrección política y el empeño en no molestar en campaña hacen que los partidos tengan este comportamiento tan hipócrita y absurdo: ¿por qué hablan sobre todo de esto? Por una razón muy sencilla: ¿qué persona sana y normal va a estar en contra de que se actúe contra esos males? Pero sucede que la conflictividad que sí es un problema generalizado en los centros educativos es especialmente otra: la que se produce a veces en aulas, pasillos o patios, la que ejercen algunos alumnos carentes de límites contra otros alumnos e incluso contra profesores. Sobre este problema real algunos evitan hablar y otros, como el PSOE o Podemos, formulan absurdas propuestas obstinadas en evitar toda disciplina firme (imprescindible en muchos casos) que solo funcionan en su imaginación y que, allá donde se han impuesto (sí: impuesto) lo único que han hecho ha sido agravar el problema.
9.- Eso de los 18 años. Menos mal que recientemente el PSOE, creador y principal impulsor de esta propuesta, ha aclarado que no representa alargar la educación obligatoria hasta los 18 años -cosa que yo juraría que sí fue lo que propuso Gabilondo-, ya que esto crearía un serio conflicto con la edad laboral mínima. De lo que se trata, según dicen ahora, es de ampliar la oferta educativa para que tenga alicientes para cualquier persona de hasta esa edad. ¿Por qué se empecina el PSOE en proponer cosas que de hecho ya existen? Las ocurrencias y las cortinas de humo de siempre.
10.- El Bachillerato y la FP. Una de las múltiples catástrofes de la LOGSE fue hacer obligatorio el aprobar el Bachillerato para acceder a la FP de grado superior, ya que ello supuso casi convertirlo en una etapa obligatoria y degradarlo hasta los penosos niveles que hoy se están viendo. Hace falta diferenciar las vías Bachillerato-Universidad y FP; en honor a la verdad, esto es algo que la LOMCE está intentando.
11.- La concertada. Tema de amplio alcance del que también he hablado ya mucho y que se puede reducir a una formulación muy sencilla: una red privada y que ofrece los programas educativos regulares sostenida con fondos públicos es algo que no procede. Debería desaparecer, es puro ventajismo que la derecha ha aprovechado para favorecer a sus sectores afines, muy en especial, a la Iglesia.
12.- Las competencias. El pacto global. La estabilidad. La financiación. La realidad ha demostrado que la educación, aunque aquí sea maltratada, es importantísima, tanto que algunos la han aprovechado para fines espurios, aberración que podría al menos mitigarse si se devolviera su competencia al Estado central (las autonomías también son Estado... español, pero autonómico) y se estableciera un sólido pacto global pensado para durar y ser respetado por todos. Naturalmente, este pacto debería dejar a tan importante servicio público a salvo de ultrajes económicos.
13.- Revisión de los currículos. Debe decirse ya abiertamente: ¿son los contenidos de los actuales programas adecuados a la actualidad? A lo mejor sería pertinente abordar una amplia revisión de los currículos, un acuerdo parecido al del punto anterior. Lo que no procede es lo que estamos viviendo, por ejemplo, los profesores de Lengua: una constante puesta en tela de juicio de la gramática, la ortografía o la literatura. ¿Pa qué sirve eso?, se preguntan algunos, no pocos de ellos, inspectores o consejeros. ¿Genera dudas? Revísese, pues, pero lo que no es de recibo es meter los pronombres, la H, Góngora y El sí de las niñas en los programas oficiales y luego pretender que los profesores, bajo cuerda y bajo nuestra responsabilidad, arrojemos esas antiguallas a la basura y convirtamos nuestra asignatura en una especie de Español para extranjeros meramente comunicativo en el que enseñemos a los alumnos los iconos de internet, los paradigmas de las conversaciones en el autobús o cómo se redacta una solicitud de beca. El que quiera empobrecer los programas, que se responsabilice y se atreva a ponerlo en los boletines oficiales; mientras lo que haya ahí sea lo otro (que es lo que yo creo que debe estar), los profesores tendremos que darlo. Una solución por la que ha optado la LOMCE ha sido dejar lo que ya había y añadir además ese batiburrillo de competencias diversas que tenía la señora Gomendio en la cabeza, con lo que los programas han quedado más inabarcables de lo que ya eran. Urge poner un poco de orden aquí.
14.- La consideración del profesorado. De un tiempo a esta parte, y con especial intensidad en los últimos cuatro o cinco años, primero como estrategia de justificación de las tremendas injusticias que se nos infligieron y después como parte de un plan de profundización en la guerra contra los contenidos y el predominio del psicopedagogismo, a los profesores se nos ha traído a un primer plano con el pretexto de que se iba a mejorar nuestra figura y el sonrojante y reiterado embuste de que se nos consideraba superdignísimos y se nos concedía una importancia esencial, coreado por casi todos los partidos al mismo tiempo que proponían MIRES y PIRES cuya sola enunciación ya equivalía a proclamar que somos una gavilla de inútiles, cosa que es una flagrante mentira, la enésima injuria a la que se nos ha sometido últimamente. Sería hora ya de que esto cambiase y de que se dejase de utilizarnos como chivo expiatorio. Me parece que es UPyD quien propone en su programa que se tenga en cuenta nuestra voz y que se cuente con nosotros a la hora de elaborar futuros planes, ya que nosotros somos los verdaderos expertos en educación. Creo que es una propuesta muy sensata (omito aquí el extenderme sobre los "méritos" de buena parte de los que hoy en día están pasando por expertos en educación). Quizás, si se escuchase al profesorado, los responsables educativos conocerían mejor los problemas de la enseñanza y podrían llevar a cabo políticas más eficaces para atajarlos. Huelga repetir que una cosa son los profesores y otra los sindicatos y que para llegar a la verdadera voz de los primeros, no es obligatorio pasar por los segundos, ya que hoy en día existen multitud de medios que hacen viable la comunicación con colectivos amplios.
Excelente artículo Guachimán. No puedo estar más de acuerdo. Un par de consideraciones: en primer lugar,la lectura de tu post me ha evocado la relación entre política y cultura encarnada en la actualidad, en no pocos mandarines, tal y como relata Gregorio Morán en su magnífica obra "El cura y los mandarines", aunque Morán analiza el período que comprende los años 1962-1996. Y en segundo lugar, del poder hipnotizador de la pedagogía imperante no se libra nadie. Sin ir más lejos, por ejemplo, la semana pasada una compañera del departamento de Lengua, cuestionaba la necesidad de que los alumnos conocieran cierta teoría lingüística, como por ejemplo diferencias entre significado y significante etc...de hecho abogaba porque simplemente estuvieran escribiendo constantemente para aprender a redactar y desarrollar su creatividad. Bien, yo no soy profesor de lengua,y la verdad, nunca he reparado en leer los contenidos de las diferentes asignaturas del departamento. Ahora bien, como profesor de filosofía y, haciendo referencia al ejemplo esgrimido por la compañera,considero que la diferencia entre significado y significante es capital (entre otras muchas cuestiones),y no es menos cierto que la redacción y las habilidades que trabajamos a través de la misma en mi disciplina, como bien sabes también son esenciales; ahora bien, sin una base teórica potente... mal asunto. Cuecen habas en todos los pucheros, y como también sabrás, hay compañeros que tienen unas empanadas mentales con la pedagogía que telita marinera. Un saludo. ¡Buen Blog!.
ResponderEliminarEse discurso del "todo facilito", "esto es demasiado abstracto para los niños", "eso del Renacimiento no tiene utilidad práctica", etc. representa el vaciado de los programas y la desnaturalización de nuestro oficio, pero, por desgracia, ya lo ves, ya ha calado incluso entre un gran número de profesores. Sin contenidos específicos, las enseñanzas se empobrecen lamentablemente. Nosotros enseñamos, por lo que las materias tienen que tener contenidos sustanciales, y además, formamos, por lo que estamos obligados a someter a nuestros alumnos a retos para que mejoren. El asunto es este, Antonio: gente como tú y como yo, con estas ideas, nos hemos convertido en personas "non gratas", pero, aparte de que nuestro discurso es mucho más sólido que el de nuestros oponentes, hay algo que nos salva: ponga usted a un niño que se ha pasado la secundaria "redactando y desarrollando su creatividad" al lado de otro que se la ha pasado estudiando, esforzándose y reflexionando y, al final de esos seis años, no habrá color. Eso lo sabe hasta el consejero que esté imponiendo las políticas más embrutecedoras, lo que nos da mucha fuerza. Muchas gracias por tu comentario y un saludo.
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