Ha comenzado el curso 2025 - 2026 y parece que este año, después de cinco bajo el marco de una catástrofe llamada LOMLOE, los sindicatos de la enseñanza están decididos a movilizarse, o así lo anuncian al menos CCOO y UGT. Tanto ellos como ANPE y CSIF, entre las reivindicaciones que presentan, coinciden en destacar la reducción de ratios, reclamando unos límites generales en la normativa nacional (1), con el fin de que las comunidades autónomas no hagan de su capa un sayo, o sea, trampas. La fijación de unas ratios adecuadas es muy necesaria, pero, si hoy en día los profesores reclaman de forma perentoria la reducción del número de alumnos por aula, es porque la conflictividad escolar se está disparando, a los profesores cada vez se les respeta menos (véanse la parte 1 y la parte 2 de un estudio de CSIF a este respecto) y las clases son cada vez más ingobernables. Y la culpa de esto la tiene la LOMLOE, así que los sindicatos, si fueran honestos y no se dedicasen a devanar un eterno mareo de la perdiz, lo que deberían hacer es ir a la raíz de los males y exigir la derogación de la LOMLOE, una ley nefasta para alumnos, profesores y padres, e incluso para la propia enseñanza española, que, gacias a esta norma, ha caído en el más triste de los destinos imaginables para un sistema educativo: que quienes pasen por él aprendan mucho menos de lo que debieran. O peor aún: no aprendan nada, caso que por desgracia también se da.
Yo he llegado a dar clases con 40 alumnos de BUP o 35 de EGB, y he trabajado con grupos que fueron buenos o malos independientemente de su número de alumnos: recuerdo haber tenido unos cuantos de más de treinta alumnos que fueron excelentes en todos los sentidos, mientras que, por contra, nunca olvidaré uno de los más complicados que tuve en EGB, que integraban exactamente nueve niños y tres niñas. La conflictividad no depende solo de la ratio, está claro, y ha existido siempre, pero, por la información que me llega a través de diferentes conductos, veo muy claro que los niveles que se están alcanzando hoy en la ingobernabilidad de las clases son más extensos y más intensos que nunca, luego es obvio que algo habrá que hacer. Podrían sernos muy útiles para entender lo que está sucediendo en la actualidad dos testimonios de los que me que me he ocupado en este blog: el de Marc y el de Alba. Nos contaba Alba que se apuntó a un curso para gestión del estrés y relajación, en el que el jeta que lo impartía les puso a abrazar árboles. Cuando nos hallamos en una coyuntura de extrema conflictividad, lo que hay que hacer es atajarla con medidas efectivas, así que una Administración que la afronta dándoles a los profesores cursitos de relajación, sencillamente, los está abandonando, y si además el contenido consiste en abrazar árboles, lo que ha hecho es ascender al peldaño del insulto. Todo esto es muy coherente con lo primerito que hizo: maltratarlos con una ley como la LOMLOE, así que insisto: ¿hacia dónde tendrían que apuntar las tablas reivindicativas de los sindicatos? En cuanto a Marc, alcanzó gran audiencia cuando contó lo desolado que se sintió cuando una clase poblada por salvajes ignoró las llamadas al orden suyas y de otro profesor e incluso uno se permitió faltarle a él al respeto. No diré que estos modos cavernícolas sean de hoy, pero sí que lo es lo que se han generalizado, y también es de hoy ese invento de los dos profesores en una clase: esto es LOMLOE pura y dura, y además me sirve para confirmar mi tesis de que el problema no son las ratios. No lo son: es la LOMLOE y el clima que sus disparates han introducido en la enseñanza. El sustrato sobre el que se elevan episodios como este se compone de una evaluación demencial, un vaciado de los contenidos y el giro hacia el adoctrinamiento y la invasión de lo emocional.
Muchos llevamos años dando la matraca con estas cosas -incluso desde antes de que en 2020 se implantase este engendro legal, porque no hay que olvidar que es fruto y diabólico perfeccionamiento de la ya demencial LOGSE, y la LOGSE y sus secuelas venimos padeciéndolas desde 1992-, pero algunos parece que han tardado en darse cuenta. El un artículo que se publicó en "El Mundo" el pasado 30 de agosto y que lleva por título esta significativa frase: Los niños no aprenden ni entienden lo que leen, encontramos este testimonio acerca de una madre:
Los había matriculado muy ilusionada en un centro público sin libros de texto ni cuadernos, sin deberes obligatorios ni pelota en los recreos. Una escuela donde el comedor había sido rebautizado como "espacio mediodía", la asignatura de Educación Física se llamaba "Cuerpo y Movimiento" y la expresión "padres" había sido sustituida por "familias"
Peroooo...
La realidad era que mi hijo mayor no aprendía como es debido. Con ocho años leía con mucha dificultad, escribía números al revés y no sabía restar. Nunca le corregían por miedo al trauma: para evitar señalar sus faltas ortográficas, nos decían que tenía una "ortografía natural".
Hay bastante más horrores, porque el artículo es largo, pero creo que esto ya es sobradamente ilustrativo. ¿Y cuáles son esos horrores? Las almibaradas fábulas sobre lo chachiguay y al mismo tiempo eficaz que es la enseñanza lúdica e innovadora, fabulas que durante décadas ha ido sembrando el pedagogismo para engañar a los padres y a bastantes profesores, con la inestimable colaboración de casi todo el arco político y de los medios de comunicación -desde ABC hasta La Sexta-, que en 2020 el PSOE cristalizó en la LOMLOE. Pondré algunos ejemplos de los que yo mismo he dejado testimonio: lo de ni libros, ni cuadernos, ni Cristo que lo fundó: María Acaso, los jesuitas de Cataluña; lo de los deberes: Eva Bailén y sus cómplices; lo del comedor: colegio "Martinet" de Ripollet; lo de la pelota y la fobia a la Educación Física (y muchas cosas más, porque lo de estas señoras es un compendio de atrocidades... respaldado por CCOO): Yera Moreno y Melani Penna; lo de adiós, padres y hola, familias: cualquiera de las conspiraciones trans o LGTBI, con su anhelada anulación de la heterosexualidad y de los sexos varonil y femenino. ¡Están todos! Y esta basura se la han ido vendiendo a la gente durante décadas como la excelencia de las excelencias, sin contar lo que de verdad había al final: el hundimiento de la educación, el que los niños no aprendieran ni a leer, ni a escribir, ni a sumar, ni a hacer quebrados, ni quiénes eran los Reyes Católicos, ni dónde está Soria, ni nada de nada; el que se hiciesen niños sin iniciativa, pasivos, perezosos y convencidos de que había que dárselo todo hecho. Y la guinda: que fueran soberbios, maleducados, sin modales ni respeto, incapaces de aceptar una frustración y dispuestos a movilizar los más cínicos resortes de presión familiar o escolar para imponer su voluntad.
¿Qué otra cosa podía ser? El desterrar el esfuerzo, las normas, el respeto, los límites y la disciplina solo puede rendir un fruto: alumnos ignorantes y malcriados. Si da lo mismo saber que ignorar y el recurso que se le facilita al profesor para hacer frente al caos es enseñarle a relajarse abrazando árboles, nada importará que la ratio sea de ochenta alumnos por grupo o de diez, porque reducirla no será la solución adecuada.
Pues bien, a toda esa demencial empanada de embrutecimiento, el PSOE le añadió baba emocional y un catecismo adoctrinador con carretadas de género, ideología LGTBI, ecologismo acrítico y un sentido de la igualdad social muy sesgado de izquierdismo y lo ha cuajado en un producto educativo: la LOMLOE. ¿Cuál ha sido el resultado? Que en solo cinco años ya se percibe que los alumnos han sido condenados a la ignorancia y el desacato y las clases solo se pueden controlar si ellos lo permiten.
El problema de fondo de la enseñanza de hoy es la LOMLOE y no podremos mejorar nada mientras no se derogue esta ley.
Acostumbrados al despiadado y constante bombardeo de atropellos escandalosos a que nos someten Sánchez, el PSOE y sus aliados, no hemos reparado en esta catastrófica ley, porque su acción es silenciosa y retardada, pero es demoledora, sin duda uno de los peores daños que nos ha infligido esta deplorable alianza. Sus efectos son y serán terribles y nos estarán perjudicando durante muchos años.
1.- En sus documentos, ellos suelen hablar de normativa estatal, pero, dado que evidentemente se refieren a la emanada del Gobierno central, creo que lo apropiado es hablar de normativa nacional para no crear confusiones, pues la normativa autonómica también es estatal (porque las autonomías también son Estado), pero de alcance limitado al ámbito de cada región. Las razones por las que debemos tener mucho cuidado con los términos territoriales y usarlos con propiedad, las expliqué aquí.
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