Ha creado alarma en los últimos días la noticia del descubrimiento de una bolsa de vídeos sexuales que procedían de ciento diez niños que se grababan ellos mismos y luego subían a la red lo grabado. Hoy da una responsable policial una serie de advertencias y datos sobre esta operación. Por mi parte, ya sabéis que la problemática relación entre los móviles y los niños es objeto de mi atención y crítica desde hace mucho, os dejo abajo algunos enlaces.
Os voy a presentar una relación de los asuntos más graves en los que hubo móviles involucrados que ocurrieron en centros en los que yo estaba:
-Tremendo lío en un 1º de ESO. Un día, tres niñas de la misma clase que estaban en casa de una de ellas se pusieron a jugar a esto: grabarse con los móviles con menos ropa de la conveniente. A una se le ocurrió mandar alguna de las imágenes de otra a sus amiguitos, que rápidamente las difundieron. Niñas de 12 años, insisto. Acabaron pringando al instituto y se montó una feria de reuniones con padres y alumnos. No llegó a los juzgados de milagro. Y es de hace unos quince años, o sea, que esto no es nuevo.
-Intento de copiar con ayuda externa en un examen mío (ver nota 1). No fue el único caso por aquellos años en mi centro.
-Robo visto y no visto (en un cambio de clase) de un móvil de cuatrocientos euros.
-Agresión callejera de varios atacantes a un chico en un callejón solitario. Aún fueron tan estúpidos y prepotentes de subirla a las redes y por ahí los pillaron. Eran de mi centro (ver nota 3).
-Reiterados intentos de los alumnos de un grupo de grabar a hurtadillas a una profesora a la que estaban sometiendo a un verdadero acoso.
-Expulsión múltiple que implicó a varios chicos de 2º y 3º de ESO, es decir, de entre 13 y 16 años. ¿Motivo? Uno de ellos había sido novio de una niña de su clase, había conseguido imágenes indecorosas de ella y luego las había divulgado. No sé si llegó a los juzgados.
No son cosas extraordinarias, como veis, por eso mismo las pongo aquí: porque es tremendo que episodios tan graves se hayan hecho ya habituales, tan habituales que me temo que seremos legión los profesores que podamos contar que hemos padecido unas cuantas experiencias así o convivido con ellas. Son casos por desgracia no ya típicos, sino tipificados, como se desprende de los artículos policiales que enlazo. Llego a la misma conclusión de siempre: la sociedad española no ha sabido encauzar la relación de niños y adolescentes con los móviles: se los damos con demasiada ligereza, a muchos y desde muy pequeños. Y, con toda lógica, escapan de control, por la sencilla razón de que son unos aparatitos que dejan muchas vías de fuga. La cantidad y peligrosidad de sus potenciales usos indebidos deberían habernos obligado a ser responsables, pero la responsabilidad escasea más de lo deseable entre nuestros adultos (¡si hasta hay padres que suben fotos de sus hijos a las redes, para regocijo de pederastas y similares!), de modo que no debemos extrañarnos si a nuestros chicos de muy pocos años les da por exhibirse desnudos, divulgar fotos íntimas de otros, aficionarse a la pornografía (cuyo uso por menores parece estar alarmantemente extendido) o intentar imitar lo que ven en ella.
La solución no parece fácil, pero se me ocurre proponer una herramienta que podría ser útil: replantearnos a la baja la libertad que les estamos dando a los menores, que me temo que está muy por encima de la que les corresponde y son capaces de digerir una buena parte de ellos. ¡Ah!, y reflexionar sobre la posibilidad de que no todo "juguetito" que nos pidan nuestros hijos es adecuado y debe comprárseles. Bueno, ya sabíais lo facha que soy, ¿no? No obstante, me concederéis que en la actualidad ocurren cosas que aconsejan que no nos pasemos de liberales con los menores.
Os voy a presentar una relación de los asuntos más graves en los que hubo móviles involucrados que ocurrieron en centros en los que yo estaba:
-Tremendo lío en un 1º de ESO. Un día, tres niñas de la misma clase que estaban en casa de una de ellas se pusieron a jugar a esto: grabarse con los móviles con menos ropa de la conveniente. A una se le ocurrió mandar alguna de las imágenes de otra a sus amiguitos, que rápidamente las difundieron. Niñas de 12 años, insisto. Acabaron pringando al instituto y se montó una feria de reuniones con padres y alumnos. No llegó a los juzgados de milagro. Y es de hace unos quince años, o sea, que esto no es nuevo.
-Intento de copiar con ayuda externa en un examen mío (ver nota 1). No fue el único caso por aquellos años en mi centro.
-Robo visto y no visto (en un cambio de clase) de un móvil de cuatrocientos euros.
-Agresión callejera de varios atacantes a un chico en un callejón solitario. Aún fueron tan estúpidos y prepotentes de subirla a las redes y por ahí los pillaron. Eran de mi centro (ver nota 3).
-Reiterados intentos de los alumnos de un grupo de grabar a hurtadillas a una profesora a la que estaban sometiendo a un verdadero acoso.
-Expulsión múltiple que implicó a varios chicos de 2º y 3º de ESO, es decir, de entre 13 y 16 años. ¿Motivo? Uno de ellos había sido novio de una niña de su clase, había conseguido imágenes indecorosas de ella y luego las había divulgado. No sé si llegó a los juzgados.
No son cosas extraordinarias, como veis, por eso mismo las pongo aquí: porque es tremendo que episodios tan graves se hayan hecho ya habituales, tan habituales que me temo que seremos legión los profesores que podamos contar que hemos padecido unas cuantas experiencias así o convivido con ellas. Son casos por desgracia no ya típicos, sino tipificados, como se desprende de los artículos policiales que enlazo. Llego a la misma conclusión de siempre: la sociedad española no ha sabido encauzar la relación de niños y adolescentes con los móviles: se los damos con demasiada ligereza, a muchos y desde muy pequeños. Y, con toda lógica, escapan de control, por la sencilla razón de que son unos aparatitos que dejan muchas vías de fuga. La cantidad y peligrosidad de sus potenciales usos indebidos deberían habernos obligado a ser responsables, pero la responsabilidad escasea más de lo deseable entre nuestros adultos (¡si hasta hay padres que suben fotos de sus hijos a las redes, para regocijo de pederastas y similares!), de modo que no debemos extrañarnos si a nuestros chicos de muy pocos años les da por exhibirse desnudos, divulgar fotos íntimas de otros, aficionarse a la pornografía (cuyo uso por menores parece estar alarmantemente extendido) o intentar imitar lo que ven en ella.
La solución no parece fácil, pero se me ocurre proponer una herramienta que podría ser útil: replantearnos a la baja la libertad que les estamos dando a los menores, que me temo que está muy por encima de la que les corresponde y son capaces de digerir una buena parte de ellos. ¡Ah!, y reflexionar sobre la posibilidad de que no todo "juguetito" que nos pidan nuestros hijos es adecuado y debe comprárseles. Bueno, ya sabíais lo facha que soy, ¿no? No obstante, me concederéis que en la actualidad ocurren cosas que aconsejan que no nos pasemos de liberales con los menores.
ARTÍCULOS MÍOS SOBRE MÓVILES
1.- Copiar con un móvil.
2.- Móviles y niños.
3.- Contenidos violentos.
4.- Ni Delibes ni Celaá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario