Repasando viejos papeles, me he encontrado con una guía de consejos para las entrevistas con los padres que escribí hace algunos años. Parte de la base (realista al máximo, piensen lo que piensen los hipócritas o los ingenuos) de que la inmensa mayoría de las entrevistas con los padres se producen por motivaciones problemáticas, de ahí que no haya incluido entre los consejos las marcas de té más aconsejables, el tipo de porcelana para las tazas ni observaciones sobre la música de fondo. Creo que aún pueden ser útiles, así que aquí os dejo lo que, a mi modo de ver, debería llevar un profesor a toda entrevista con padres:
1. Información de sobra acerca del asunto que se va a
tratar.
2.
Bastante información acerca de otros asuntos que puedan relacionarse con él.
3. Un
buen conocimiento del hijo de esos padres y de su situación en el centro en
todos los aspectos.
4. Predisposición
al diálogo (en cantidades industriales).
5.
Disposición para escuchar (en la misma dosis).
6.
Disposición a ayudar (toda la posible) y propuestas y/o soluciones concretas
aplicables a los problemas del alumno.
7.
Seriedad y honestidad.
8. Respeto para los presentes y los
ausentes.
9.
Sinceridad y realismo: lo más catastrófico que se puede hacer es percibir o
reflejar las cosas distintas de como son. Particularmente peligrosa (por su
atracción y por sus resultados) es la tentación de pintar bonito lo feo: aunque
al principio rinde beneficios, suele llevar a finales pésimos y llenos de
desencanto. Engañarse uno mismo es una majadería y engañar a los demás, en este
contexto, una falta de profesionalidad.
10.
Perspicacia. A veces, se nos pasan por alto aspectos claves de lo que estamos
tratando, o las personas te ocultan deliberadamente parte de lo que te deberían
contar.
11.
Una dosis razonable de optimismo: hasta en la peor situación, existe algún
aspecto o alguna posibilidad positiva que deben señalarse. Nunca hay que cerrar
la puerta a la hipótesis de una solución, aunque sea remota, ni percibir las
cosas más feas de lo que en realidad son, error tan nocivo como su contrario.
Por otra parte, muy a menudo me he encontrado con padres a los que les venía
fantásticamente un poco de apoyo moral, que se podía conseguir con solo
desmontar los excesos de pesimismo con que se presentaban (disculpad que me meta
a psicólogo, no lo volveré a hacer más, os lo prometo).
12.
Flexibilidad y sentido autocrítico: el profesor o el centro pueden estar tan
equivocados como cualquier otro.
13.
Firmeza. Debes tener claro hasta dónde puedes o debes llegar y hasta dónde no.
No hay por qué aguantar excesos verbales (o de otra índole) que a veces se producen;
no hay por qué ceder ni comprometerse ante posiciones o peticiones
extralimitadas, irrealizables, presumiblemente perjudiciales o absurdas.
14.
Cordialidad y calidez, siempre que no sean artificiales ni estén fuera de lugar
(si alguien viene con el hacha levantada, la ley no te obliga a recibirle con
una sonrisa de oreja a oreja).
Este
"kit" no te lo entregan cuando entras en el oficio, sino que lo vas
adquiriendo tú poco a poco con la experiencia y el paso del tiempo. A mí me ha
servido bastante, porque, usándolo, creo haber sido de utilidad a la mayoría de
los padres con los que he tratado, lo cual me produce una gran satisfacción. Os diré además que con frecuencia me encuentro con padres de
ex-alumnos míos que se dirigen a mí de forma afectuosa, lo cual está muy lejos
de deprimirme. La gente, cuando viene al instituto, suele
hacerlo para resolver problemas que conciernen a sus hijos y la mayoría se
presentan con una disposición positiva y saben apreciar tus esfuerzos por
ayudarles; ahora bien, es cierto que hay una minoría de personas que irrumpen
avasallando, faltando al respeto o pidiendo la Luna: frente a estos, resulta
siempre muy útil una buena dosis de recurso número 13 del "kit".
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