Parece poco discutible que atravesamos una época en que las sociedades, particularmente, de los países ricos, han caído en una superficialidad, una frivolidad y un infantilismo que a veces hacen temer seriamente que caminemos hacia una manipulación entontecedora semejante a la que concibió Aldous Huxley en Un mundo feliz, que retrata un futuro en el que la mayoría de la humanidad se compone de personas que han sido preconcebidas artificialmente con limitaciones mentales que les permiten tener solo la capacidad apropiada para su puesto productivo, sin que puedan alcanzar grandes metas en inteligencia, discernimiento, sabiduría, sensibilidad o libre albedrío, virtudes que quedan reservadas para una élite muy minoritaria. La tenebrosa distopía de Huxley -en la que, por cierto, los libros son objetos severamente escondidos y prohibidos- es de 1932, y a veces pienso que, sin necesidad de sus humanos alfa, beta, gamma, etc. inducidos mediante un control artificial de la natalidad, hemos llegado a ella. Uno de los síntomas más evidentes de la inmadurez de nuestros días está en las carteleras de los cines, en las que cada vez escasean más los temas serios y para gente madura y son más hegemónicos los superhéroes, tíos cachas que van en coches imposibles, robots galácticos, fantasías tipo Disney o dibujos animados, es decir, las inconsistencias que en tiempos más serios quedaban para la sesión infantil o los tebeos, los cuales empezaban a estar mal vistos en lectores de más de catorce años. Si nos fijamos en el capítulo de los dibujos animados, comprobaremos que multitud de ellos están protagonizados por animales, y algunos tienen tan buena acogida que generan esas series que ahora se pretende dignificar con el pretencioso nombre de sagas. Y es que en torno a los animales -he de señalarlo, aunque siempre me han gustado mucho-, o, mejor dicho, a la enfermiza relación que nuestras sociedades actuales mantienen con ellos, pueden verse a la perfección y con gran frecuencia inquietantes signos de esta frivolidad cada vez más extendida hoy. Os dejo tres muestras muy actuales.
1.- Más mascotas que niños
El problema de la baja natalidad española me preocupa desde hace mucho tiempo, tanto que hasta tengo algunos artículos sobre él (N1, N2) y me produjo cierta indignación el que en unas recientes elecciones los políticos lo sacaran como si fuera de ahora, para luego hacer lo de siempre: manosearlo, explotarlo y olvidarlo. Como podemos ver en un artículo de "El País", lo hemos abandonado tanto que ya hemos llegado al disparate de tener más mascotas que niños. Y es que esta sociedad infantilizada y enfermiza nuestra, por diversos conductos que sería largo analizar, está llevando a que volquemos nuestros afectos sobre animales sobrevalorados y huyamos de tener hijos por la responsabilidad y los sacrificios que representa. Siempre he dicho que pagaremos por ello un precio muy alto en el futuro, o quizás lo estemos empezando a pagar en el presente. Por cierto, si miráis el artículo de "El País", veréis que señala en su titular el problema y luego... ¡está dedicado a las mascotas! Son geniales, los chicos de doña Soledad Gallego.
2.- La gata desaparece
Lady vanishes fue el título de una película de Hitchcock que aquí se tituló La dama desaparece y que está teniendo en la actualidad una versión acorde con el desquiciamiento animalista de nuestros días, que podríamos titular La gata desaparece, ya que se trata de Choupette, la gata a la que su amo, Karl Lagerfeld, convirtió en una auténtica dama favoreciéndola con una sustancial fortuna y en torno a la cual parece ser que se ha montado un follón en Instagram, donde el bicho tiene ¡286.000 seguidores!, ¿de qué vamos? El modista padecía, está claro, una colosal estupidez en lo relativo a su mascota, lo que nos lleva inevitablemente a preguntarnos por la decencia de que un gato viva a pleno lujo y reciba una suculenta herencia en un mundo donde millones de humanos padecen la miseria, pero parece ser que la estupidez de Lagerfeld era contagiosa con alcance universal, si nos fijamos en el delirio de que la gatita sea un icono en las redes y blanco de la atención de la prensa rosa. Naturalmente, detrás de esto habrá unos cuantos vividores que estarán encantados.
3.- ¿# Me Too gallináceo?
Y aquí viene otra: nadie puede discutir que, en cuanto suena la palabra "delirio", ahí aparecen en primera fila los veganos. Un colectivo llamado Alma Vegana ha creado un refugio para animales para protegerlos en "un régimen de exclavitud". Es una granja "antiespecista, transfeminista, libertaria y ecologista" y tiene a las gallinas separadas de los gallos para que estos, de conocidas convicciones heteropatriarcales, no las violen. Ninguno de los disparates dichos hasta aquí es invención del guachimán, pero, si queréis conocer el límite del despropósito de esta propuesta, tendréis que leer el artículo que he enlazado, ya que la sucesión de barbaridades es imposible de resumir, pero por fuerza he de destacar esta, que dice al final del segundo vídeo con ridícula convicción una de la almas veganas: comer animales es fascista. ¡Ahí queda eso! El argumentario de esa menestra caótica que es la izquierda de hoy en día ha quedado reducido a que todo lo que hacen los demás es fascista, y me temo que acabará siendo fascista hasta respirar, ¿o es que acaso no respiraba Franco? Llamo también la atención sobre el hecho de que, cuando un vegano o quien sea se declara antiespecista, está proponiendo exactamente la igualdad entre todas las especies animales, o sea, que sean lo mismo una vaca, un ornitorrinco, un salmonete o una cochinilla que tú, querido lector, yo, o -lo que ya es peor- la entrañable gatita del difunto Karl Lagerfeld. Esto es lo que hay.
Tratar a los animales como a personas, para tratar a las personas como a animales, ése es el objetivo. Por otra parte, me gustaría conocer la evolución de la audiencia de Tendido Cero, el mes egregio programa cultural de la televisión española, el único donde todos los que aparecen habla correctamente el español; gramática y sintaxis, razón que me ha hecho ferviente adicional.... Igual vamos sumando, por variados motivos, mas de lo que perece....
ResponderEliminarEs muy probable. A poco sentido común que se tenga, el veganismo y el animalismo cafre de hoy no le resultan atractivos a nadie, pero, si además se adornan con conductas agresivas como escraches a toreros y festejos, prohibición de los toros o celebraciones por la muerte de algún torero, lo que producen es repugnancia y rechazo.
EliminarExtraigo este patético titular que, augurando un triste futuro, nos pone la piel de 🐔, de gallina solterona:
ResponderEliminar"Una sociedad infantilizada y enfermiza que vuelca sus afectos sobre animales sobrevalorados y rechaza tener hijos, por la responsabilidad y los sacrificios que representa"
Lo que digo, Pepe: esto lo pagará muy caro esa sociedad. La baja natalidad es, a mi juicio, el problema más grave de España (y no será que no los tenemos gordos), pero los partidos y los gobiernos se han pasado décadas despreciándolo.
EliminarYo veo un problema todavía más grave que el de la baja natalidad: la de los jóvenes que se van, y que a lo mejor tienen hijos fuera, al disponer de un futuro más prometedor que en su tierra natal. Han emigrado más de 76.000 en 2017 y se habla de un total de 2,5 millones de españoles en el extranjero. Y no creo que estén viviendo de la sopa boba o cobrando subsidios, sino trabajando y produciendo en los diferentes países de acogida. De poco vale que nazcan niños si al llegar a una edad en la que pueden contribuir de alguna manera al progreso de esta nación se largan. Así que, más temprano que tarde, vamos a ser el país más envejecido del mundo y a perder productividad progresivamente por doble efecto: bajísima natalidad y emigración de gente productiva. No sé que opinas tú, Pablo.
Eliminarhttps://www.elmundo.es/espana/2018/03/20/5ab0ff78ca474113548b4632.html
https://www.publico.es/sociedad/aumenta-numero-espanoles-reside-extranjero-2-5-millones.html
https://www.eleconomista.es/indicadores-espana/noticias/9017170/03/18/Los-espanoles-por-el-mundo-aumentaron-un-32-en-2017.html
Opino que es una matización muy acertada la que haces: si tenemos pocos jóvenes y les invitamos a largarse, se largan los mejores o parte de ellos y muchos se acaban estableciendo en otros países y los hijos los tienen allí, la conclusión es que nosotros mismos empeoramos nuestra pobre natalidad, por no hablar de la fuga de cerebros.
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