Ayer salí a dar un paseíto y, por una de esas neuras mías, se me ocurrió ponerme a hacer estadística de andar por casa y fijarme en las edades de la gente. Hasta que me metí por unos caminos ya más solitarios y dejé de contar, el resultado fue éste: me crucé con 36 personas, de las que 20 eran claramente mayores que yo, 5 aparentaban más o menos mi edad y las 11 restantes eran menores. Teniendo en cuenta que yo soy un chavalín de 52 años, la cosa, si fuera extrapolable, daría para pensar que mi barrio es un geriátrico (mi "estudio" arroja unas cifras de un 55% de la población por encima de los 60 años, y 69'5% por encima de los 50), lo cual sin duda es falso, pues Tres Cantos me parece que sigue siendo uno de los pocos pueblos de Madrid con una pirámide de población y un índice de natalidad que empujan al optimismo. De acuerdo, mis estadísticas caseras no son fiables, pero... ¿es el panorama poblacional de Tres Cantos tan optimista como hace diez años? Creo que no: está claro que nuestra población se ha envejecido, lo que preocupa un poco.
Pero, miren ustedes, resulta que en el conjunto de España la cosa es mucho peor, y esto ya preocupa mucho, porque además no me lo saco de estadísticas caseras, sino del estudio titulado Fecundidad y trayectoria laboral de la mujeres en España, realizado por Margarita Delgado, demógrafa del CSIC. Los datos más significativos de este trabajo son los siguientes: que la tasa de natalidad por mujer fértil en España era en 1975 de 2'8, mientras que hoy es 1'4; que esa tasa está lejos de asegurar el reemplazo generacional (creo haber oído por ahí que para eso tendríamos que estar en el 2'1); que el 75% de las trabajadoras han tenido problemas por su maternidad. Hay más datos, que podréis consultar en este enlace:
El viejo problema de la discriminación de la mujer ha terminado por confluir con el ya no demasiado reciente -y de muy gran calado a plazo tal vez no tan largo- del envejecimiento de nuestro país. Las mujeres no tienen hijos porque su futuro laboral es incierto y la maternidad era y sigue siendo un estigma en el mundo de la empresa. Y mientras estas cosas ocurren, tenemos ministerios de igualdad y no sé qué bobadas más, repletos/as de miembros y miembras. Los jóvenes -hombres y mujeres- no se casan hasta muy tarde porque el panorama laboral no es muy fiable y la vivienda está por las nubes: cuidado con los riesgos en que uno se mete. Y mientras esto ocurre -llevamos así muchos años- tenemos ministerios de la vivienda, planes de vivienda, institutos de la juventud y no sé que bobadas más. En todas estas situaciones injustas, un obstáculo que nunca se ha podido o querido superar es el de los sacrosantos intereses empresariales o económicos en general: tal vez necesitemos unas políticas sociales que afronten los problemas serios en vez de dedicarse a hacer campañas de imagen preciosistas y vacías, aunque sólo sea por puro egoísmo: cuando las políticas se hacen estúpidas de puro injustas, lo único que producen es daño.
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