martes, 12 de noviembre de 2024
"Hotel California" y "Maldito duende": dos canciones inquietantes
domingo, 27 de octubre de 2024
Las fotos de Aldama, las incontinencias de Errejón y el telediario de las tres
Quizás no eran las cero horas del día de hoy cuando encendí el ordenador y ya en medios como "El Mundo" u "OKdiario" se publicaban unas fotos en las que se demostraba que Pedro Sánchez, al contrario de lo que ha venido sosteniendo, sí conocía a Víctor de Aldama, el hombre clave de la extensa constelación de chanchullos en que están enfangados Jose Luis Ábalos, Koldo García Izaguirre y un buen surtido de nombres importantes del Gobieno y el PSOE. El diario "El Mundo", poseedor de la exclusiva, ha hecho pública esta galería, breve, pero incontestable:
PEDRO SÁNCHEZ SÍ CONOCÍA A VÍCTOR ALDAMA
Estas fotos tienen unas implicaciones gravísimas. El acto en el que aparece Aldama se realizó el 3 de febrero de 2019 en el teatro de La Latina y fue la presentación de la candidatura de Pepu Hernández a la alcaldía de Madrid. Aldama está en una de esas filas en las que se sienta el público selecto -muy cerca de él e incluso por detrás creo reconocer a Simancas, a Franco y a Uribes- y la foto en que posa junto a Sánchez no procede de un encuentro casual de un admirador, sino que se la hicieron en una zona de acceso restringido donde muy probablemente tuvieron alguna charleta. Este Aldama está hoy en la cárcel por sus negocios sucios, algunos de ellos vinculados con el vertedero de corrupción que gira en torno a Koldo y Ábalos, así que estamos ante una más de las razones por las que Sánchez debería dejar de ser presidente del Gobierno y quizás también una de las que un día le lleven a la cárcel.
Hoy, en el telediario de La Uno de las 15:00, o sea, muchas horas después de que esas fotos ya se conocieran, al hablar de este asunto, que debería estar produciendo un cataclismo político, no se ha dicho una sola palabra de ellas, pero sí se ha expuesto, con abundancia de imágenes, la que supongo que debe de ser la "explicación" gubernamental: que el señor Sánchez se fotografía con mucha gente.
Después de la noticia de las fotos, que se ha despachado con una prontitud y una superficialidad muy inadecuadas, el informativo (?) ha abordado el asunto de la incontrolada y tal vez un poco babosa conducta sexual de Íñigo Errejón. Como aún no son bien conocidas, no voy a profundizar en las andanzas de este patético esperpento, pero sí debo subrayar esto: que algunas de las políticas y leyes impuestas por los partidos en los que ha militado estaban destinadas a criminalizar a los hombres por el hecho de ser hombres, mediante el procedimiento de penalizar de manera desmesurada sus actos más triviales en materia sexual, así que estaría muy bien que a este inquisidor de conveniencia le administraran una buena dosis de su putrefacta medicina. Pero lo que quería deciros es otra cosa: después de contar brevemente lo último acerca de este apestoso asunto, el telediario de la La Uno ha tenido a bien extenderse durante un tiempo similar sobre el famoso caso Nevenka Fernández / Ismael Álvarez, que se cerró judicialmente en 2003, es decir, hace más de veinte años: ¿a qué venía esta incursión en tan rabiosa actualidad?
Los informativos de las cadenas estatales dan verdadero asco, porque han abandonado su obligación de contar objetivamente la realidad y se han convertido en un fétido sumidero de mentiras impuestas por las conveniencias del Gobierno y sus compinches o de propaganda de los que mandan, propaganda asquerosa segregada con un igualmente asqueroso desprecio a la inteligencia de los usuarios y a su derecho a recibir una información imparcial y veraz. Otra de las funciones aberrantes que están cumpliendo es la de servir de arma para atacar (si se considera oportuno, con mentiras y calumnias) a los enemigos de esa banda infame que se ha adueñado de la nación.
No me extraña que sus audiencias hayan caído en picado; yo mismo, por ejemplo, solo los veo o los escucho para estar al tanto de lo que dicen quienes no piensan como yo y, cuanto más los veo, más me refuerzo en mis convicciones.
lunes, 21 de octubre de 2024
"El anhelo intelectual", de Alberto Royo
Termino de leer El anhelo intelectual, último libro de Alberto Royo, y descubro que no salta la sorpresa en Las Gaunas: el tipo sigue estando convencido de que el conocimieno es algo maravilloso y de que la enseñanza es esencial e inexcusablemente la transmisión de concimiento desde alguien que lo posee, o sea, el profesor, hacia alguien que carece de él y debe (y a veces incluso quiere) recibirlo, es decir, el alumno. Cuando verdades tan grandes y provechosas pueden expresarse en tres líneas, nos hallamos ante la áurea sencillez de los clásicos. Y la verdad es que Alberto no intenta engañar a nadie (no le sugiero, por tanto, apuntarse al equipo de cierto importantísimo personaje), porque alguien que le pone ese título a un libro no nos deja dudas de que piensa que el conocimiento es un bien supremo.
Puesto que comparto esas convicciones, celebro que Alberto haya escrito un libro donde las defiende y las razona, un libro que, como todos los suyos, además de atesorar unos contenidos sólidos e interesantes, es agradable de leer, tanto por la claridad expresiva como por esos golpes de humor con que el autor suele alegrar sus escritos.
Comienza el libro con un breve prólogo de Albert Boadella que gira en torno a una puntualización muy relevante: que el desastre educativo que padecemos hoy es un fruto indigesto de aquella siembra de mayo del 68 que, buscando destruir los caducos pilares de la opresiva sociedad burguesa, se llevó por delante cosas muy valiosas, al menos, una: la autoridad que en toda cadena educativa (familiar, docente o de cualquie otro ámbito) le corresponde a quien posee el conocimiento sobre quien carece de él (1).
De esa fuente nacen esos niños que son uno de los grandes problemas de la enseñanza de hoy, esos alumnos montaraces que no reconocen ninguna regla. Curiosamente, la primera de las dieciséis partes del libro de Alberto se ocupa de los alumnos, pero de los otros, los buenos, los que quieren aprender, los que, como él dice, tienen afán de conocimiento, pues debemos hacer todo lo posible por protegerlos, por no desmoralizarlos. Ya que son los grandes damnificados de un sistema penosamente paternalista y con un concepto perverso de la inclusión que explota las carencias reales, supuestas o inventadas del alumno, esforcémonos al menos los profesores en cuidar a los verdaderamente interesados en aprender, con el fin de que mantengan su ilusión y su motivación. A Alberto, profesor de raza, le importan mucho los alumnos, por eso se preocupa de minucias como esta, o de otra que parece obsesionarle: la del ascensor social, es decir, la de que la escuela sirva, mediante la mejora del conocimiento de los alumnos, para que los menos favorecidos económicamente adquieran herramientas para prosperar en la vida, dignísima aspiración (la de prosperar en la vida y la de que la escuela facilite a sus alumnos instrumentos para ello). Alberto cree que nuestro actual sistema educativo, enemigo del conocimiento y del esfuerzo, perjudica enormemente a los alumnos más pobres, pues les arrebata el que quizás vaya a ser en sus vidas el único ámbito que pueda prepararle para la lucha por la vida. ¿Va a ser que este hombre es uno de esos monstruos que no aprecian el gran valor de la educación emocional y con perspectiva de género? Capaz.
Pero bueno, no es cuestión de que les cuente el libro completo, cómprenlo, ¡no sean ratas!, que además está muy bien. O, al menos, vayan a la biblioteca, que allí se culturiza uno mucho.
Pasemos a los docentes. Según Alberto, ¿qué tiene que hacer un profesor que se ve atrapado en un sistema que prefiere las caricias en el lomo a la excelencia, un profesor como ese que hemos visto en el primer párrafo del artículo? Lo han adivinado: esconderse en el váter para llorar sin que le vean. O quizás no proponga eso, díganme cómo interpretan ustedes estas palabras de la página 117:
No tenemos la mejor enseñanza ni la mejor ley ni los mejores políticos. Pero nosotros, precisamente nosotros no podemos permitirnos que la situación nos supere. Tenemos la obligación de enseñar.
Una frase pa enmarcar. Vean esta otra, que está en la página 40:
Necesitamos que se prestigie el saber. Que se defienda el conocimiento. Que se ampare el derecho de los alumnos a ser instruidos y no solo a permanecer escolarizados. Que se entienda que la enseñanza no puede estar a expensas ni de los políticos ni de las modas. Que se deje de escuchar a quienes desconocen lo que ocurre dentro de un aula. Que se nos deje enseñar. Que se nos deje educar. Necesitamos un Día del Orgullo Intelectual.
Toda una declaración de principios, casi un programa, que, se lo digo en serio, a pesar de constar solo de cinco líneas, sería mucho más provechoso que la LOMLOE en su totalidad. Aunque eso del Día del Orgullo Intelectual... Yo sé que Alberto lo dice con retranca, pero, amigo mío, tal y como están hoy las cosas, hay que tener cuidado hasta con la retranca. ¿Me aceptas proponer que convirtamos todos los días del año en días del orgullo intelectual?
Aparecen en la frase algunos de los demonios de siempre: los políticos, los expertos y pedagogos, el vaciado de contenidos... Sobre ellos se habla bastante en el libro, y también sobre otros, como, Isabel Celaa (no estoy de acuerdo en que sea peor que Pilar Alegría; vamos a dejarlo en iguales, ni pa ti ni pa mí), lo emocional, la enseñanza como terapia, la burocracia inútil... Veo aquí a Alberto más pesimista que hace unos años y supongo que puede haber muchas razones, pero estoy seguro de que la principal se llama LOMLOE. Hablaré en concreto de la burocracia, a la que le sobraría el adjetivo de inútil, porque lo que podríamos llamar burocracia útil no es burocracia, sino unas inevitables gestiones de carácter administrativo, provechosas, necesarias y que se han hecho toda la vida, cosas como una memoria de fin de curso. ¡Cómo será lo de la burocracia con la infecta, vomitiva, adoctrinadora, sectaria, emburrecedora y manipuladora LOMLOE! No me lo quiero ni imaginar, porque el hecho es que no hay un solo profesor en activo con el que hable que no se queje amargamente de ella. No solo es mala porque aburre al docente, sino también porque perjudica a la calidad de la enseñanza: a fin de cuentas, los profesores también tienen derecho a la vida y que nadie sea tan ingenuo o tan retorcido de pensar que, si les meten una sobrecarga horaria para rellenar papeles, no habrá ocasiones en que parte de ese tiempo sea detraído del destinado a preparar clases: esa leyenda de que el docente tiene que ser un apóstol dispuesto a echar más horas que un reloj es una aberración que, para más inri, la mayoría de las veces se la oyes a gente que defiende con uñas y dientes los derechos de los trabajadores. En fin, no entremos en esto.
Termina el propio autor su libro retomando un deseo expresado por Boadella en el prólogo: el de que exista una exigua minoría que se rebele contra la inmundicia, un puñado de gladiadores que traten con la correspondiente ferocidad a los males que aquejan a nuestra enseñanza con el fin de atajarlos. Sé que esos gladiadores existen, sé que estáis ahí. Uno de ellos es Alberto, a quien felicito por este libro. Os animo a todos a no permitir jamás que la situación os supere, a ser fieles hasta el fin a vuestra obligación de enseñar.
1.- Boadella atribuye esta "culpa" a su generación, es decir, la que se rebeló a finales de los sesenta. Los nacidos como él en los años 40 serían los mayorzotes (¡fumaban todos! Y nos daban algún cigarrito) de aquella armada iconoclasta, a la que los que nacimos de 1955 en adelante nos agregaríamos en calidad de chavalillos del grupo. Lo digo porque yo también soy testigo -y partícipe-, aunque más tardío, de aquella militancia en contra del principio de autoridad, de aquella moda de ponerlo en duda más a menudo de lo razonable. Boadella sostiene con toda la razón que el producto más lamentable de este experimento fue "el rey de la casa", es decir, esas hornadas y hornadas de niños endiosados porque sus padres, enemigos de la autoridad, no la ejercían con ellos, niños que, de adultos, si no lograban corregirse, devenían en energúmenos soberbios. No todos los hijos de esos padres "progres" fueron así, porque a la mayoría la realidad nos recondujo, pero quienes ejercemos la docencia sabemos que fueron los suficientes para que el problema resultase grave. Hay además otra cuestión -que recibe cumplida atención en este libro-: el odio a la autoridad anidó en legisladores y docentes -esos artífices de la LOGSE y sus hijuelas, esos profes amiguetes- que han agigantado el problema hasta traernos al desastre actual. Pidiendo perdón a Alberto, voy a permitirme enlazar aquí un artículo mío sobre El libro rojo del cole, porque nos permitirá ver cómo desde hace en torno a cincuenta años el pedagogismo y la izquierda política han construido una alianza letal para la escuela, la enseñanza, la cultura y la transmisión del conocimiento.
miércoles, 16 de octubre de 2024
Lo que Pedro Sánchez es en 2024 ya lo era en 2017
domingo, 13 de octubre de 2024
La España del esperpento
El 24 de julio de 2023, escribí un artículo titulado Pues el caso es que Frankenstein ha decaído, y mucho, en el que analizaba los resultados de las elecciones generales del día anterior y, entre otras cosas, decía esto:
Paradójicamente, en el plano cualitativo, aunque cuantitativamente haya decrecido, la bestia cantonalista será mucho más feroz, despiadada e insaciable, como durante toda la campaña han venido anunciando ERC, el PNV o Bildu, con unas peticiones que eran más bien aterradoras amenazas. Pensemos, además, que en ese minimonstruo articulado que es Sumar hay también componentes cantonalistas y unamos a ello la gran novedad: que ya se está señalando que Sánchez podría depender de la panda de Puigdemont, y pudiendo, ¿que hará sino hacello?, que diría Garcilaso de la Vega. ¡Qué guerras de bandas van a montar, qué débil va a ser Frankenstein II de España!
Y, como todos sabemos, las bestias y los monstruos, cuando están debilitados, son mucho más peligrosos, pues se ven urgidos por el miedo y la ansiedad, así pues, siendo en la legislatura que vamos a estrenar nuestro viejo Frankenstein un monstruo debilitado, asusta pensar en los terrores a los que no va a vacilar en someternos, teniendo en cuenta los que ya ha perpetrado, de cuya descomunal envergadura no hace falta hablar. Que Dios nos pille confesados, es para echarse a temblar, y estoy hablando completamente en serio.
Ha pasado algo más de un año y aquel pronóstico se ha cumplido con creces y se le ha añadido además, y con virulencia, un factor que en aquel artículo no contemplaba: el florecimiento de los asuntos feos, malolientes o de juzgado de guardia que el PSOE ha venido sembrando durante los seis años de despótico dominio de Akenapedrón I. El resultado es que hoy nos encontramos en un sainete delirante que bien podríamos definir como la España del esperpento, dejaré aquí algunas de las pinceladas que componen el cuadro: un presidente del Gobierno IM-PRE-SEN-TA-BLE, cercado por sus propios abusos y disparates, su sumisión al separatismo y a los albaceas del terrorismo, los chanchullos de su familia y la corrupción de su partido; un buen puñado de asuntos de corrupción, en cuyas investigaciones suenan demasiados nombres de altísimas personalidades: Ábalos, Torres, Armengol, Marlasca, Illa...; amistades muy peligrosas (¡ese Aldama!); Delcy con sus lingotes y su príncipe, un tal Zapatero; un ministro de Asuntos Exteriores autorrebajado a la condición de conseguidor del separatismo; la esposa del presidente del Gobierno ascendiendo de categoria académica por su linda cara y metida en extraños negocios; un músico mediocre que resulta ser el hermano del faraón recibiendo privilegios inexplicables e inexplicados y llevando a la AEAT a ponerse en evidencia; un fiscal general del Estado al que nadie le compraría un coche viejo; un Tribunal Constitucional exonerando a tipos que han dispuesto de cientos de millones públicos como si fueran suyos y dando por buena una ley de amnistía redactada por un abogado patibulario y defensor de narcotraficantes y golpistas; un golpista reclamado por la justicia haciendo y deshaciendo en la gobernabilidad del país y paseándose tan tranquilo ante las narices de los cuerpos de seguridad; ministros y portavoces que a diario mienten obscenamente para tapar la basura de su partido; vicepresidentas y ministras que no saben ni hablar; unas leyes educativas detinadas a adoctrinar y que favorecen la ignorancia... Y lo último, una guinda berlusconiana que reúne todos los méritos para coronar este pastel (💩): un ministro sexagenario perdiendo el culo por una jovenzuela me temo que más de treinta años más joven que él, llevándosela a viajes oficiales, pagándole unas extrañas minutas, facilitándole un pisáncano al lado de la plaza de España y presentándose en un acto académico de la señorita con un ramo de flores y haciéndose pasar por su tío: ¿se puede ser más esperpéntico?
Y me dejo mucho, como sabéis bien. He hablado de esperpento y eso siempre nos hace pensar en las obras de Valle-Inclán y, con muy buena lógica, en las que él explícitamente relacionó con este concepto literario de su creación, es decir, Luces de bohemia y Martes de Carnaval, pero pienso que el esperpento español de hoy recuerda más bien a otra gran creación valleinclanesca en ese mismo registro, aunque esta, en el género novelístico: el Ruedo Ibérico, el ambicioso retablo en que el autor gallego quiso pintar la España decadente de los últimos treinta años del siglo XIX, es decir, el desmoronamiento del periodo isabelino. Mal que le pese al señor Urtasun, ministro de Cultura con todos los pronunciamientos favorables, eso del ruedo le ajusta a la perfección a la España a la que la cuadrilla (¡venga términos taurinos!) a la que él pertenece nos ha traído, pero dan ganas de pensar que, en los casi cien años que han pasado desde que Valle empezó a publicar esta magna obra, una de dos: o muy poco han cambiado las cosas o estamos experimentado una regresión, lo digo porque el título de la primera de las novelas que la componen, La corte de los milagros, le vendría que ni pintado a lo que expongo en el párrafo anterior. ¿Y qué me dicen del título de la segunda y última del ciclo que llegó a componer completa, o sea, Viva mi dueño? Francamente, cuando oigo hablar o veo actuar a los ministros o los altos cargos del PSOE, sea o no refiriéndose al Puto Amo, siempre tengo la sensación de que en cualquier momento se van a arrancar gritando eso mismo: ¡Viva mi dueño!
Lo dicho la España progresista del sanchismo y sus aliados de Frankenstein 2 progresa hacia atrás.
sábado, 21 de septiembre de 2024
La jornada partida y la jornada continuada en la enseñanza
Por lo que llevo viendo en los medios más o menos desde principios de este mes, se ha removido en el mundo educativo el debate sobre la jornada partida y la jornada continuada, creo, aunque no podría asegurarlo, que por alguna iniciativa que ha tomado la Comunidad de Madrid en favor de la primera. En mi desempeño como profesor, trabajé nueve años en EGB y los veinteséis restantes lo hice en diferentes ramas de secundaria, tanto de la LGE como del sistema LOGSE. Mi primer contacto con el debate sobre la jornada fue en el curso 1985-1986, estando en un centro de EGB, y de entonces procede mi postura ante este asunto, que no ha cambiado y esta: para secundaria, lo más conveniente es la jornada continuada, mientaras que para primaria es mejor la partida.
En lo referido a la secundaria, me parece que no hay margen para la discusión, porque, seamos sinceros, el asunto principal de esta controversia es la disposición del tiempo personal de padres, profesores y alumnos, y, en lo relativo a tal cuestión el ámbito educativo difiere muy poco del profesional, en el cual, con rarísimas excepciones, todo el mundo prefiere la jornada continuada, porque le deja la tarde libre, sin partírsela, lo digo en estos términos tan de andar por casa porque son los más adecuados, e incluso voy más lejos: quienes abordan este debate acudiendo a argumentos pedagógicos, psicológicos, sociológicos y blablablabla, aparte de hacerlo generalmente con generosas dosis de demagogia, parecen no percibir que se pueden encontrar argumentos de esa condición tanto para defender su posición como la contraria. En consecuencia, en este nivel la cuestión está muy clara: la jornada continuada es beneficiosa para los profesores y no perjudica a los padres, pues sus hijos están ya en edades con la suficiente autonomía como para que ellos no tengan que llevarlos al centro ni traerlos, y ni tan siquiera tendrían que estar en casa para darles la comida.
¿Qué sucede con los alumnos? Pues que están ya en un rango de edad cuya autonomía se parece a la de los adultos, así que prefieren también tener las tardes completas. Y no les perjudica tenerlas ni les impide organizar ni su ocio, ni su educación, ni su trabajo ni nada de nada, de modo que hace falta tener una jeta de cemento armado para sostener, como parecen sostener algunos por ahí, que también a los alumnos de secundaria les favorecería la jornada partida. Tengo, además, para este punto, una experiencia personal muy ilustrativa. Mi primer curso en la profesión, el 1983-84, fue en un instituto de Bachillerato y aún me tocó aquel año dar clases por la tarde. Dos tardes por semana, tuve que hacerlo con grupos de segundo de BUP. El rechazo y la desmotivación con aquel horario se podían tocar con los dedos y más de una vez me dijeron los propios chicos que aquel segmento vespertino era inaguantable.
Muy distinto me parece lo de la primaria y de nuevo la autonomía de los alumnos es un factor crucial. Cuando en el curso 85-86 el MEC abrió la puerta a que se implantase la jornada continuada en los centros públicos de EGB, lo hizo de una manera bastante irresponsable, pues arbitró un sistema en que el cambio de jornada quedaba en manos de los centros, que podían conseguirla si había acuerdo entre los profesores y los padres, es decir, dio carta blanca al caos, al dejar en manos de estos colectivos lo que sin duda era potestad y OBLIGACIÓN de la Administración, que es quien tiene la responsabilidad de gestionar los servicios públicos. No debemos pasar por alto que entonces mandaba el PSOE, o sea, el partido que cuatro años más tarde implantaría el caos educativo bajo la forma de una ley orgánica: la funesta LOGSE, así que este disparate de la jornada continuada bien puede considerarse que fue un aviso de lo que vendría después. Hay, además, otro factor que lo vincula con la LOGSE. Como pude ver con mis propios ojos, la marejada por la jornada continuada en EGB era cosa en realidad de los profesores de la llamada segunda etapa, es decir, los cursos 6º, 7º y 8º, y la normativa aquella que dejaba su implantación en manos de profesores y padres fue fruto de la presión de los sindicatos, como también lo fue que en la nefasta LOGSE los cursos 7º y 8º dejaran de ser de primaria y pasasen a ser de secundaria, bajo la forma del primer ciclo de la ESO (cursos 1º y 2º), probablemente la novedad más demencial de esta catastrófica ley. Y, según circuló entonces por todos los foros educativos, fue el coladero hacia la jornada continuada que impusieron los sindicatos al negociar la ley, en vista de que el truquito de negociarlo centro a centro con los padres tuvo unos resultados muy pobres.
En el centro en que yo estaba se impulsó esa negociación, y diré por qué: porque había una profesora de segunda etapa que tenía un interés personal muy fuerte en la jornada continuada, que fue quien lo movió todo. Los profesores de preescolar, ciclo incial y ciclo medio (alumnos de cuatro a once años) se mostraban muy remisos, aunque no lo decían abiertamente, y entre los de segunda etapa algunos veíamos una cosa: que para nuestros alumnos el cambio era medio viable, pero, para los otros ciclos, no era bueno. Con el adelanto de la hora de entrada que inevitablemente imponía, íbamos a hacer madrugar a niños muy pequeños, y eso no es bueno; el atracón concentrado de trabajo que suponía meter todas las horas de clase en la mañana era desaconsejable incluso para nuestros alumnos de sexto y, por último, el hecho de que gran parte de los alumnos del centro no tuviesen aún la autonomía para irse solos a casa a una hora en la que muchos padres no estaban era perjudicial para las familias. Eso era lo que sabían los profesores de los alumnos de entre cuatro y once años, pero no se atrevían a decirlo en voz alta, por lo menos, el año en que yo estuve. Al siguiente, que era en el que se tenía que tomar la decisión, no se tomó, pero ni la profesora que lo movió todo ni yo estábamos ya allí.
Suele decirse que los colegios no son guarderías, pero los profesores de primaria deben asumir una cosa: que, aun siendo eso verdad, de manera implícita, cumplen la función y lo sensato es aceptarlo y desempeñarla lo mejor posible. Lo he visto como padre y como profesor y, sinceramente, creo que para los niños de esa edad es más benigno el horario de la jornada partida y, por otra parte, lo que beneficia a muchas familias tampoco debe menospreciarse, porque no dejamos de ser los agentes de un servicio a la sociedad. Quiero añadir además esto: al contrario que el de secundaria, por razones de edad, el alumno de primaria asume bien el hecho de estar en el colegio por las tardes -en realidad, empieza por no plantearse tan calderoniano conflicto-, pero es cierto que en esa banda las clases se hacen más cuesta arriba. Ahora bien, como desde hace ya bastante en los centros se divide en dos periodos de 45 minutos (y no de una hora, como fueron durante mucho tiempo), esto se ha mitigado mucho. Que nadie me venga con que las clases de tarde son completamente inútiles porque no se puede hacer nada, pues he dado centenares de ellas y ya lo creo que se pueden aprovechar, como he hecho yo mismo y he visto hacer a decenas de compañeros.
Aunque me lluevan tomates, patatas podridas y gatos muertos, debo decir que el profesor de primaria que se afane por la jornada continuada pensando solo en su mejora horaria no está siendo un buen profesional. Y, a última hora, quien no esté para muchos planteamientos altruistas, que piense que en los centros privados y concertados sí que van a estar dispuestos a responder a esa demanda de los padres, y no están los tiempos como para ponérselo fácil a la competencia. Por otra parte, sería realmente chusco que cierta necesidad social la tuviera que afrontar el sector privado porque la enseñanza pública dejara de cubrirla.