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-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
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martes, 20 de diciembre de 2022

Pío Baroja

  Dentro de pocos días, exactamente, el 28 de diciembre, se cumplira el 150 aniversario del nacimiento de Pío Baroja, un escritor por el que siento una gran admiración. Voy a sustentar este pequeño y personal homenaje en tres de las obras suyas que he leído. 

    1.- El árbol de la ciencia. Fue escrita en 1911 y la pongo aquí porque fue lo primero que leí de él, si no recuerdo mal, con dieciséis años. Es una novela conocidísima y merecidamente elogiada. Su atractivo principal es el protagonista, ese Andrés Hurtado culto, sensible y de un rigor moral quizás excesivo, un joven perplejo ante el caos de la vida, que le parece una cosa turbia y sin sentido en la que no acaba de encontrar su sitio, a pesar de sus distintas experiencias. Otros de sus méritos son la disección de la naturaleza humana que hace Baroja a través de los múltiples personajes de la historia, las jugosas discusiones filosóficas entre Andrés y su tío Iturrioz o ese retrato de ambientes diversos que la hacen tan colorida y amena: el pueblo de mala muerte en el que a Hurtado le toca ejercer de médico, las penosas clases universitarias, los saloncitos de la burguesía de medio pelo (la casa de la familia de Lulú, la que acabaría siendo la esposa de Andrés) o el mísero cuchitril de Villasús, el músico fracasado que, al parecer, era retrato del mismo personaje real en que Valle Inclán se inspiró para su Max Estrella. Novela colorida, amena y, a la vez, de profundas reflexiones éticas. Y, envolviendo todo esto, tremendamente pesimista, como el propio Andrés Hurtado, y esta es quizás su principal característica: transmite una visión de la vida muy oscura.

    2.- La busca. También muy conocida, fue escrita en 1904, y es la primera de las tres que forman la trilogía de La lucha por la vida. Las otras dos son Mala hierba (1904) y Aurora roja (1905). Tiene en común con la anterior que su protagonista es también un joven puesto en la rampa de ir abriéndose paso en la vida, aunque nada más hay en común entre el refinado, reflexivo y complejo Andrés Hurtado y el sencillo Manuel de La busca (al que, además, conocemos cuando es aún un niño), un pobre chavalín de pueblo dejado caer en el Madrid golfo y proletario de finales del XIX, por lo que, a menudo, resultan más atractivos que él otros personajes de los muchísimos que le rodean, ya que esta novela es un abigarrado mosaico de aquel Madrid miserable, contado por su autor a través de lo que les sucede a esos personajes, que pueblan todos los ambientes de Madrid: la pensión de doña Casiana, el Corralón, la Puerta del Sol, las inmediaciones del Manzanares, la Bombilla, la Casa del Cabrero... una relación interminable, porque los lugares que se mencionan en esta novela pueden rondar el centenar: Baroja nos retrata el Madrid de la miseria con virtuosismo de orfebre. Una ventaja tiene Manuel sobre Andrés Hurtado: como protagoniza una trilogía, tenemos espacio para ver su trayectoria vital completa, desde que empieza en La busca como un golfete haciéndose sitio como puede (pero ya en sus última páginas, aunque debe de ser un adolescente, toma la sensata decisión de alejarse del mal mundo) hasta que termina en Aurora roja, hecho ya un joven padre de familia de fuerte compromiso de clase y dispuesto a prosperar con su trabajo, a hacer buena su intención de salir de la miseria. En La lucha por la vida hay una panorámica vital y social amplísima y creo que su lectura es muy recomendable. Suele decirse que la más floja de las tres novelas es Mala hierba, y no seré yo quien lo discuta, aunque solo sea por el hecho de que hay mucho elemento folletinesco ahí, jovencitas descarriadas, estafadores astrosos y de gran mundo, amores desgraciados... Aun así, creo que también merece la pena leerla, no solo porque sería un error perderse el eslabón central de la cadena, sino porque tiene muchas cosas buenas dentro, mucho ambiente de época que se nos descubre, mucha perspicacia sobre el ser humano...: Baroja siempre es Baroja. Y, por supuesto, la que no debemos perdernos es Aurora roja: el retrato despiadado de los ambientes y las organizaciones obreras que el donostiarra hace en ella es tan sabroso como aleccionador.

    3.- La nave de los locos. Esta novela, que es de 1925, la leí no hace mucho, porque, si lo digo con franqueza, desde que leí Zalacaín el aventurero, las obras barojianas situadas en parecidas épocas o ambientes me resultaban menos atractivas. Con La nave de los locos, sin embargo, me llevé una agradable sorpresa, agradable en el sentido literario y en el documental, claro, porque si hay algo poco agradable es el paseo por la muerte, la destrucción, la crueldad, la estupidez asesina y el horror que se relata en esta novela. El joven Álvaro Sánchez de Mendoza decide salir de Bayona para tratar de encontrar a su pariente Chipiteguy, del que no se tiene noticia desde hace tiempo. Eso le lleva a un errático y peligroso viaje por amplias zonas de la geografía española, en el que le toca guardarse de enemigos y encontrarse con amigos, andar entre carlistas o entre liberales, verse en medio de batallas... Pero, sobre todo, eso le permite contemplar en abundancia los estragos y horrores de la guerra. Es esta una novela en la que los carlistas no salen muy bien librados. Seguramente no imaginaría Baroja al escribirla que su aversión a esta facción estaría a punto de costarle la vida el 22 de julio de 1936, cuando, en las cercanías de Vera de Bidasoa, a instancias de un falangista que también debía de tener mucho de requeté, unos militares quisieron fusilarlo. Los peligros de llamar asesinos a los asesinos. Poco después de ese lance, Baroja se exilió en Francia.

4 comentarios:

  1. De Baroja, todo! Pero si hay que escoger, además de los que menciona: " Las inquietudes de Santi Andía", " César o nada", " La sensualidad pervertida", y la trilogía " Agonías de nuestro tiempo"; la de María Aracil y su padre...

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    1. Baroja es el novelista ideal: amenidad y profundidad. Y todavía, en esas novelas sobre su propia época, nos deja además unos fenomenales testimonios de lo que eran los lugares, los ambientes, las costumbres, la vida cotidiana...

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  2. Respecto a «El árbol de la ciencia», y con tu permiso, Pablo, dejo el enlace a una entrada de mi blog relacionada, sobre el doctor José de Letamendi, a quien Baroja caracteriza en la novela.
    https://medymel.blogspot.com/2009/03/jose-de-letamendi-un-idolo-caido.html?m=0

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    1. Faltaría más Pepe. A Letamendi Baroja no lo trata demasiado bien en la novela y he de decirte que, cuando leí esa entrada tuya en su momento, me pareció que quizás a do Pío se le había ido la mano. A veces era demasiado ácido, cosa no rara en los autores del 98.

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