Ha producido un gran impacto la aparición en todos los medios de un vídeo en el que se ve a un niño perdido y completamente desorientado pidiendo ayuda a la persona con la que habla. Esa persona es un miembro de la policía fronteriza estadounidense y el niño -se supo luego-, un nicaragüense de once años que intentaba entrar ilegalmente en Estados Unidos. Estremece ver el vídeo y causa dolor, estupor e indignación que un niño tenga que encontrarse en una situación así. Si leéis la noticia, veréis datos muy interesantes, como el de que en el pasado mes de marzo llegaron a la frontera sur estadounidense 171.000 inmigrantes ilegales, de los que un 11% eran menores que viajaban solos, así que no es extraño que finalice señalando que ese flujo "ha hecho difícil a la Administración cumplir con las 72 horas en las que los menores deben ver su situación resuelta, ya sea la deportación o la liberación. Hasta este lunes, había más de 19.000 menores solos en custodia de la policía fronteriza".
Parece claro que la Administración estadounidense y su policía de fronteras tienen un serio problema y deberían agradecerle al redactor de la noticia que haya sido tan benévolo de hacer una elipsis y no explicitar esta exigencia: "¡A ver, vayan ustedes rapidito, que tienen que arreglar esto cuanto antes!" Y es así: un país en condiciones tiene que hacer lo posible por no dejar desasistidos a los niños, sean diecinueve mil o tres. Porque está claro que los que tienen un monumental problema son esos niños, solos y alejados de sus familias a quién sabe cuántos kilómetros, cientos o miles.
Y aquí surgen otras elipsis. ¿Qué es eso de que miles de menores estén en custodia de la policía de un país extranjero y lejanísimo? ¿No deberían estar bajo custodia de sus padres? Elipsis. ¿Dónde están esos padres? Elipsis. ¿Cómo es que han permitido a sus hijos hacer solos un viaje tan peligroso y que los ha llevado a situaciones tan dramáticas, por no hablar de los que han muerto? Elipsis. Si no fuera tan terrible, resultaría esperpéntico: en el vídeo, el policía, haciendo uso de la lógica más aplastante, le pregunta al niño si no venía con sus padres, y su primera respuesta es: "¿Eh?", como si se sintiera perplejo ante una ausencia tan clamorosa, y después, cuando el policía insiste, responde que no viene con nadie, o sea, papás omitidos, elipsis.
Más elipsis. Explica el niño que iba con un grupo que le ha dejado abandonado. ¿Por qué? Elipsis. ¿Quiénes forman ese grupo? Elipsis. ¿Quién lo dirige? Elipsis. ¿Quién lo ha organizado? Elipsis. ¿Cómo se ha unido el niño a él? Elipsis. ¿Estaban los padres al tanto del asunto? Elipsis. ¿Cómo pueden ser sus componentes tan desalmados de dejar a un niño solo en el desierto? Elipsis.
Queda por último una elipsis que vengo observando desde hace mucho tiempo en las noticias que hablan de migraciones. Cuando la gente huye de sus países escapando de matanzas, guerras o catástrofes, seguramente habrá mucho que preguntarse, pero no se te ocurre la pregunta que me inspira a mí esta noticia o cualquiera similar, esas en las que el país de procedencia está en paz siquiera teórica: ¿qué pasa con Nicaragua? Elipsis. No lo entiendo, lo digo con franqueza. El país que ha generado el problema del niño se menciona solo de pasada y como complemento circunstancial de procedencia, cuando tendría que ser un elemento sustancial de la noticia, porque es el que está perdiendo a su gente, son sus ciudadanos los que sufren, es donde se encuentran los motivos que han empujado a miles de personas a emigrar, por lo que lo sensato, lo decente y lo obligado sería que su gobierno estuviese empeñado en hacerles frente y los medios de comunicación en reclamárselo para que se volcase en ello.
Salvo por escasísimas excepciones, nadie abandona su tierra por gusto, por lo que los primeros obligados a resolver los problemas migratorios son los gobiernos de esos países de los que la gente escapa de forma masiva. Con demasiada frecuencia nos olvidamos de esto.
Qué pasa en Nicaragua? Una autocracia comunista criminal, eso pasa. Estuve en Costa Rica hace cinco años y ya existía este problema en la frontera con Nicaragua. Nadie hablaba ni nadie hablará de él. El sentimentalismo de " izquierdas", cuando no la sevicia y perversidad más miserables condicionan a los _"periodistas"?_ en Occidente. La tiranía de Daniel Ortega y su siniestra mujer; Rosario Murillo, supera en mucho a los Cauces y. Repito, pierda la esperanza de recibir información veraz en la prensa. Si tiene algún amigo centroamericano, pregúntele. Tome la precaución de estar sentado...
ResponderEliminarEs que hay mucha hipocresía en esto, Paco, y aquí en España se nos sale por las orejas. Salen los del Open Arms, esas ONG's de samaritanos, esos izquierdistas, esos periodistas... Y se montan unos mítines que parece que se creen que son Jesús en el templo echando a los mercaderes... para criticar a los países receptores que, a última hora, bien, mal o regular, lo que hacen es tratar a esos inmigrantes como jamás les han tratado en sus países de origen y, mientras estos predicadores se rasgan las vestiduras haciendo críticas fáciles, consiguen que se desvíe la atención de esos tiranos y/o ladrones que echan de sus países a la buena gente (entre la que, de paso, se entrevera más de un malvado). ¿Qué han hecho por los sudamericanos que llegan al muro yanqui los gobiernos de México, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Venezuela, etc. etc.? ¿Qué hacen por quienes se meten en las pateras los gobiernos de Marruecos y los de tantos países africanos que roban a manos llenas mientras no son capaces de construir ni una mala escuela? Esto es la parte esencial del problema, pero queda más "humanitario" tomarla con quienes en los países receptores piden un poco de cordura. Mira: en España, por fortuna, si unos padres permitieran (o planearan) lo que han permitido los de esos 19.000 niños de la noticia, serían automáticamente empapelados, ¿qué locura es esta de que, cuando salen noticias de este tipo, esto ni se mencione?
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