Todos los años, por estas fechas, suelo tener cenas y encuentros con grupos de amigos en los que por lo general hay profesores presentes. En las de este año ha aparecido con frecuencia el tema de los padres, por lo que, parafraseando el título de la famosa comedia de Carlos Llopis, voy a permitirme unas breves reflexiones acerca de ellos. Mi amigo Javier me contó en una de esas cenas que se ha visto el curso completo envuelto en una guerra con unos padres disconformes con el suspenso que le puso a su hija en la primera evaluación, padres que llegaron a insultarle en dos reuniones, una de ellas, con la jefe de estudios delante, la cual no movió un dedo para frenar los excesos de aquel par de cavernícolas. Tras esa reunión, todavía se permitieron denuciar a mi amigo ante la inspección y empezaron contra él una campaña que incluyó extremos como querer ponerle en contra a la clase de su hija, maniobra que Javier frenó de manera tajante. El equipo directivo no solo le negó su apoyo, sino que le presionó para que diese a la alumna un aprobado que no merecía y adoptó una repugnante postura de equidistancia entre el ofendido y los ofensores, lo cual obligó a Javier a defenderse yendo él también a la inspección y presentando por registro una serie de escritos que denunciaban los excesos de los padres y dejaban constancia del inadecuado proceder del equipo directivo. ¿Qué pasó al final? Los padres fueron poco a poco desinflando los humos y a su hija le tocó dar un arreón para sacar un cinco en la recuperación final (lo sacó ella: os aseguro que mi amigo Javier no regala los cincos). Eso sí: la penosa pérdida de papeles del equipo directivo, que se puso en evidencia colocándose en contra de un profesor para apoyar a unos indeseables (o tal vez apoyando a unos indeseables para perjudicar a un profesor), ahí queda.
En los últimos días, aún ha tenido Javier otro episodio típico de los tiempos que corren. Una niña de 2º de ESO que no había hecho nada durante el curso sacó un 3'5 en la recuperación final. Disconforme, puso tanto empeño que consiguió que se celebrase una reunión entre Javier y sus padres para revisar el examen, del que ella aseguraba que estaba mal corregido. Esta insólita soberbia (en la que los padres se dejaron enredar de manera incomprensible) aún la llevó más lejos: nos contaba Javier que la niña estuvo presente en esa reunión y, a cada fallo en el examen que él le iba explicando, ¡ella cogía unos resúmenes de los temas que se había hecho y le decía que eso no era como él decía! A la tercera vez, mi amigo consideró que ya era suficiente y les señaló a los padres que daba la impresión de que era su hija la que le estaba examinando a él. ¿Creéis que la reprendieron o se disculparon? De ningún modo: la excusaron de manera torpe, pero, al menos, allí se acabó el número de los resúmenes, tan desvergonzado como grotesco. La revisión se prolongó unos pocos minutos más y la niña se quedó con su 3'5 y su suspenso. En efecto: acabáis de leer el relato de un descarado intento de sacar mediante presión paterna un aprobado inmerecido, orquestado con la mayor facilidad del mundo por una mocosa de supongo que trece años, cuyos padres se pusieron en evidencia por el modo en que se dejaron manipular y por no saber o no querer ponerla en su sitio.
Muy distinto es el caso de mi amiga Laura. A final de curso, recibió la inesperada visita de una madre a cuyo hijo ella había puesto un sobresaliente. Le dijo que únicamente quería darle las gracias por el trabajo que había hecho con su hijo y le destacó particularmente el hecho de que le hubiera hecho esforzarse, ya que ella pensaba que eso es lo que debe hacer un profesor. En el transcurso de la conversación, salieron datos como que el niño también es amigo del esfuerzo y de superarse, y que tiene costumbres como la de no permitirle a su madre que le compre ropa o calzado que él considere demasiado caro, consciente como es de la difícil situación económica de su familia. Laura nos recalcó dos datos: que esa señora es una inmigrante y que trabaja como limpiadora en su centro. Espero que ciertas felices iniciativas de participación social en la escuela no acaben dejándola en el paro. Comparando a este chico con la niña de la historia anterior, queda clara una cosa: que gran parte de los problemas de nuestra educación, de nuestros chicos y de nuestros jóvenes se deben a la pusilanimidad con que muchos padres ceden ante cualquier capricho, lo que acaba convirtiendo a sus hijos en monstruos intransigentes y soberbios incapaces de soportar nada que contradiga sus deseos.
2. Lo de los equipos directivos
Como ya hemos visto en las historias que me contó Javier, el equipo directivo de su centro, en un asunto en que tenía que haber aportado soluciones, no solo no lo hizo, sino que se constituyó en parte del problema e incluso lo agravó. Acerca de los equipos directivos y de su preocupante tendencia actual a llevar a cabo actos o políticas perjudiciales y tiránicas, os he hablado ya en alguna otra ocasión (ver aquí y aquí). En otra cena, un amigo que trabaja en FP me cuenta precisamente que tiene un jefe de estudios de estos que, en lugar de resolver los problemas, lo que hace es agravarlos o crearlos donde no existían. Por lo que me dice, es además de esos que tienen otras malas tendencias, como la de achacar a los demás las culpas de sus errores o la de tratar mal a los profesores. A principios de junio, llevó esto a tal extremo que se puso a gritarle a mi amigo, y además, en presencia de un grupo de alumnos, pero esta vez mi amigo le replicó diciéndole enérgicamente que a él no le gritase. El tipo recogió velas, lo que nos demuestra por enésima vez que, con los energúmenos y los tiranos, la mejor política es no arrugarse. Peor es el caso que, al hilo de este relato, nos cuenta otro compañero. En su instituto hay un profesor de nocturno que, durante todo el curso, tuvo conflictos con un grupito de alumnos de entre veintitrés y veinticinco años que acostumbraban a comportarse groseramente en clase, a faltarle al respeto, a no hacerle caso y a impedir que las clases se dieran con normalidad. A pesar de que el equipo directivo le negaba su apoyo, en una ocasión, el cabecilla de esta banda se puso tan violento que tuvo que ir el jefe de estudios a sacarlo de la clase, cosa que consiguió a duras penas. Una vez en el despacho, lejos de calmarse, le dio una especie de ataque de cólera y la emprendió a puñetazos con pupitres y paredes. Pues bien: este mismo sujeto, a finales de curso, puso también en la inspección una denuncia contra el profesor, el cual, en busca del apoyo del equipo directivo, les recordó las incidencias que había protagonizado el alumno e incluso les facilitó una prueba documental, un examen que le había entregado lleno de expresiones vejatorias y veladas amenazas. ¿Qué sucedió? Que, cuando la inspección reclamó información para intervenir en el asunto, el equipo directivo le dio la que le convino y le ocultó la que no. Entre esta última estaba, como habéis imaginado, el examen, pero, de manera afortunada, el profesor se enteró de lo que habían hecho y lo hizo llegar él mismo a la inspección, con lo que pasó de presunto culpable a indudable víctima, cosa que al parecer quería evitar el equipo directivo: ¡hay que ver cómo las gastan algunos en cuanto alcanzan un carguillo!
3. Las reformas que urgen
Repasando las estadísticas de este blog, veo que en los últimos días el artículo titulado El vuelco en la educación tampoco puede demorarse está siendo muy visitado. En ese artículo se habla del daño que está haciendo en nuestra enseñanza la presión por el aprobado, mal que tiene que ver con algunos o quizás con todos los casos aquí presentados y que debemos erradicar cuanto antes. Sigo pensando que en la educación urge dar un vuelco, vuelco que no tiene nada que ver con operaciones cosméticas tipo bilingüismo o competencias. Bien vendrían para ese vuelco estas dos medidas:
-Que se adoptasen políticas que corten el paso a conductas como las de esos padres de los que me hablaba Javier. Que los padres tengan derechos estás muy bien, pero que algunos abusen de ellos para conseguir de forma indebida lo que sus hijos no han conseguido estudiando no es tolerable. Por lo demás, habría que mandarles un mensaje a los que tienden a menospreciar a los profesores: si los respetasen como hace la madre esa de la que nos hablaba Laura y fomentasen en ellos la seriedad y el esfuerzo, quizás, en vez de estar frustrados por cosechar suspensos, disfrutarían recogiendo buenas notas. Créanme: estudiando, aprobar no es tan difícil.
-Que se desmonte el sistema que nos ha traído hasta la proliferación actual de cierto tipo de directivos, unos personajes que, por razones que desconozco, parecen odiar al profesorado, al que hostigan o dejan indefenso ante padres y alumnos cerriles: no sé cómo ni por qué se ha llegado hasta esto, pero está claro que está perjudicando enormemente a la enseñanza, aparte de ser canallesco, casi diría yo que de juzgado. Porque, además, en la inmensa mayoría de los conflictos, los padres o alumnos implicados ni tienen razón ni tienen buena intención, lo que hace doblemente perversa la criminalización del profesorado. A lo largo de mi carrera profesional, he conocido a multitud de directivos que se enorgullecían de ser antes que nada profesores y protegían a estos cuando se les atacaba; esa fórmula imperaba en centros que funcionaban muy bien, no entiendo por qué, de un tiempo a esta parte, ha tenido que caer en el olvido.
Querido Guachimán, por desgracia, lo que cuentas no es nada nuevo para los que estamos en la enseñanza. Mi departamento ya ha pasado hace unos días por una situación muy desagradable (no ha sido el único departamento) y mañana, que en este reino de taifas es la evaluación de 2º de Bachillerato de "septiembre en junio", las cosas no se esperan mejores. Pasado mañana se entregan las notas..., y comenzará de nuevo la situación de presiones, amenazas e insultos. Pero aún hay más: el día 30 comienzan los "exámenes de septiembre" de de ESO y 1º de Bachillerato. Aquí necesitamos un nuevo Valle Inclán que cuente el esperpento perpetuo en que vivimos..., y que va a continuar con nuevos perros con los mismos collares (para la enseñanza)
ResponderEliminarDigo esto porque me habría encantado estar con vosotros (Alberto ya me dijo algo en la corrala de Facebook) el día 26..., pero yo estoy pringada hasta pasada la primera semana de julio... Quiero ir a Madrid por una serie de cosas, entre ellas pasar unas cuantas horas en el Jardín Botánico con mis cámaras fotográficas, pero no podrá ser hasta que acabe el esperpento, y para entonces ya te habrás ido de vacaciones a lugares más amenos y frescos.
Ánimo, Hesperetusa. Lo peor es que me temo que lo de revertir eso de teneros haciendo el idiota en junio no tiene marcha atrás, porque en este país está comprobado que los males no se revocan. En cuanto a lo de tu venida a Madrid, yo estaré aquí todo el mes de julio. Un abrazo.
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