Cesare Catá
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Keating demostrando que
los "profes" guay e innovadores pueden levitar con las manos en los bolsillos
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Decididamente, me voy a suscribir al ABC, va a ser el camino más seguro para saber lo que no hay que hacer para ser un buen profesor. Leo en la edición de hoy cómo el decano de la prensa española se empana malinterpretando los sensatísimos consejos que el profesor italiano Cesare Catá les ha dejado a sus alumnos para este verano, los cuales componen una lista de quince recomendaciones que podéis consultar en el enlace que os he dejado. Básicamente, podemos decir que el profesor italiano induce a sus alumnos a dos cosas: disfrutar de placeres tan positivos como el deporte, los amaneceres, el cine, el amor o el baile y, por otro lado, (y aquí le sale la casta de educador) seguir enriqueciéndose intelectualmente con otras como leer, escribir, mantener vivo su vocabulario o mejorar su nivel de idiomas, aunque, ya digo, esto es lo básico, porque hay mucho más. Y lo cierra todo con un escueto "Sé bueno".
¿Por qué digo que los de ABC lo malinterpretan? Pues muy sencillo: porque ven solo la invitación a disfrutar que hay en los consejos de Catá, pero parecen ignorar la tremenda carga didáctica que llevan. El profesor viene a decirles a sus chicos que se diviertan este verano, y hace muy bien, por supuesto, se lo han ganado y están en la edad, pero el disfrute que les recomienda está en todo momento moderado por la inteligencia, la bondad y la sensatez, y además y sobre todo, como ya he señalado, sus consejos están trufados de una insistente llamada a seguir aprendiendo, hasta en el momento de disfrutar.
Para nada encontramos en la lista de Catá un alegre Carpe diem lanzado a la buena de Dios; en nada se parece este profesor italiano al inefable Keating de El club de los poetas muertos. Los entusiastas defensores del aprendizaje lúdico en que parecen haberse convertido los periodistas de ABC no se han dado cuenta de que Catá, mucho más sensato que ellos y conocedor de lo que de verdad significa aprender (por algo es profesor, y no periodista ni "experto"), no propone convertir el aprendizaje en una diversión (lo que suele acabar en ni aprendizaje ni diversión) sino todo lo contrario: enriquecer la diversión con apropiadas dosis de aprendizaje. Eso es el verdadero Carpe diem: no pierdas el tiempo estúpidamente, dedica una parte de él a cada cosa que lo merezca, ya sea gozar o aprender.
Eso no es lo que hace Keating, personaje que sin duda es fruto de la mente de alguno de esos innovadores empeñados en innovar lo que desconocen, con las lógicas consecuencias catastróficas, exactamente igual que creo que ocurre con Keating, y digo "creo" porque confesaré que El club de los poetas muertos no la he visto entera. Comencé a verla una vez, pero el profe que hay en mí se empezó a rebelar ante las memeces de Keating cuando iban algo así como cinco minutos. ¡Qué empalagoso, qué afectado, qué ignorante e irresponsable susurrador en los oídos de los adolescentes de las cosas que menos les convienen! Como tantas otras de las mistificaciones del pedagogismo, este personaje embauca al público vendiendo como maravillosas virtudes lo que en realidad son los peores defectos en que puede caer un profesor; en su caso, destacaba uno de los más perjudiciales: el ir de "coleguilla".
No, Catá no es Keating, por fortuna para sus alumnos: Catá tiene toda la pinta de ser un profesor bueno y conocedor de su oficio, mientras que Keating era un imbécil peligroso. ¿Sabéis en qué momento dejé de ver la película? Lo recuerdo muy bien: en la escena en la que les enseña a sus alumnos a tirar penaltis leyendo previamente un trozo de un poema: ¿habrase visto mayor disparate? ¿Qué tendrán que ver los zambombazos a la barraca con los versos? Solo a alguien que no tiene ni puta idea de fútbol se le puede ocurrir una extravagancia así. Y ahí fue donde apagué el televisor, ya no quise ver más las gansadas de uno que enseñaba algo de lo que no tenía ni puta idea, y de que encima me lo estuvieran vendiendo como el colmo de la imaginación.
En efecto, Pablo, como comentabas en tu vista a mi blog, esta vez estamos en desacuerdo, para variar (bien está de vez en cuando). Antes que nada, hay que aclarar que el ABC no es el único que se ha rendido a las arias del signorino, sino todos los medios sin excepción, además de twiteros, facebookeros y gentes del más variado pelaje. Así que al Cesare lo que es del Cesare y al ABC lo que es del ABC.
ResponderEliminarSobre tu entrada en La Garita, debo confesarte que tienes parte de razón e incluso que he podido caer en el mismo error que el diario ABC y malinterpretar los consejos de Cata (o Catá, tanto da que lo mismo da). Debo admitir que algunas de las recomendaciones parecen sensatas, pero es que el tufillo general (lo sé, prejuzgo) me tira tanto para atrás que me cuesta ver lo que de positivo pueda haber entre tanta playa, baile, amanecer y ligoteo. Por no hablar del “sé alegre como el sol e indomable como el mar” que, Pablo, no tiene perdón de Dios (esto al menos me lo concederás). En definitiva, reconozco que no he sido objetivo y prometo, cuando me encuentre preparado para ello, releer detenidamente la letra de la canción (porque esto, supongo, se canta, ¿no?) y volver a este cuaderno virtual amigo a contarte mis impresiones.
Pablo, sé que mi comentario es poco profundo pero necesito un tiempo para recuperarme. Leer al tal Cata me ha afectado. Prometo entrar otra vez con mejor nivel argumentativo.
EliminarEsto es una guerra, Alberto, y en las guerras hay que conquistar aliados y territorios. Con la ingenuidad con que acostumbro a leer las cosas, he visto en los consejos de nuestro colega Cesare esa misma ingenuidad, entre otras cosas, porque hace lo mismo que yo hago cada fin de curso: decirles a los chicos: "Señores, a disfrutar", porque son chicos y es lo que tienen que hacer. Cuando llegue septiembre y empiece el nuevo curso, ya les tocará de nuevo cumplir con las obligaciones que les corresponden, que para ellos son duras, pero es ley de vida. Cuando yo era estudiante, las vacaciones, que ni me las tocasen, salvo si había cometido el error de suspender. Y hasta para los que suspenden, el verano es largo, da para todo: tan sagrado es estudiar como disfrutar, y esto último es beneficioso hasta para el estudio: cuando un padre me dice que a sus hijos no les deja salir en toda la tarde para que estudien, le replico que hace mal, que debe dejarle sus respiros a condición de que el tiempo de estudio sea real, porque un chico metido seis horas en una habitación cabreado por no poder salir, al final, lo que hace es odiar el estudio y no tocar un libro o ser incapaz de avanzar una línea si se decide a tocarlo. He visto en Catá a uno de los nuestros, porque está claro que, en medio de ese lirismo suyo (por otra parte, tan adecuado a los destinatarios de su mensaje) es innegable que incrusta exhortaciones a aprovechar de manera educativa y formativa su ocio. Catá es, creo, un profesor, uno de los nuestros, insisto, no permitamos que nos lo choriceen los que confunden el educar con lo que hacía Keating. Si ABC y demás medios, por esnobismo, por frivolidad y por ignorancia, lo convierten todo en críticas a la supuesta escuela feroz y cantos a esa mezcla de "dolce vita" y ciencia infusa por la gracia de la innovación que ellos creen que es la escuela ideal, tendremos que comérnoslo, qué le vamos a hacer. ¿Llegará un día en que se haga una reflexión seria sobre el apaleo a que está siendo sometida hoy la escuela y quiénes han sido sus (ir)responsables? Mucho me temo que no. Cocluyo: igual dentro de tres días Cesare se nos descuelga con un discurso acaramelado optando al óscar al mejor profesor del mundo mundial: entonces ya veremos lo que decimos; por ahora...
EliminarTe veo tan convencido que dudo, Pablo. Me comprometo a darle unas vueltas al asunto. Un abrazo.
Eliminar¡Genio!
EliminarSe te espera.
ResponderEliminarBuenas tardes. Yo también espero (con impaciencia) lo que deparará este desencuentro entre los grandes Guachimán y Atticus. Mientras tanto, he investigado un poquito en la web y resulta que el Prof. Catà da seminarios en la universidad y también da clase en un centro escolar llamado "Polo Scolastico Paritario Don Bosco", en Fermo, de donde salió la famosa lista de tareas. Después me surgió la duda de si se trataba de un centro público o privado, y resulta que es privado, y con una línea didáctica definida. Cito de esta página:
ResponderEliminar"E' un polo scolastico di eccellenza - ha esordito- Ce n'era bisogno. Siamo una risorsa. A fronte di un'alta qualità di insegnamento, non costa niente allo Stato."
(Es un centro escolar de excelencia -comienza la directora-. Era necesario. Somos un recurso. Contamos con una alta calidad de enseñanza que no cuesta nada al Estado)
Nota: A diferencia de España, la escuela pública (a pesar de que también puede hablarse de crisis educativa en Italia) mantiene una buena reputación en Italia, y amigos míos me comentan que la escuela privada suele ser una segunda opción a la hora de matricular a los hijos, independientemente del estatus social que posean.
Saludos.
Interesantes aportaciones, Weno: eso de que en Italia la primera opción sea la pública (aquí, años de LOGSE y de PP han conseguido poner en duda su prestigio, a pesar de que, en cuanto rasquemos un poco, es superior a toda la concertada y no inferior a gran parte de la privada); eso de que Catà (¿Catà? ¿Catá? ¿Cata? ¡Nos va a volver locos este hombre!) ejerza en la privada; eso de que su centro se presente como una opción de excelencia... Abres muchos matices que dan pie a sacar muchas conclusiones. Otra cosa interesante: en la página que enlazas, el instituto Don Bosco es presentado como un centro al estilo anglosajón por el hecho de ir a usar webcams y tablets: también se le puede sacar punta a esto. ¿Vives en Madrid o estás de humor para acercarte la noche del viernes 26? Te lo digo porque ese día vamos a cenar unos cuantos amigos: Alberto, Xavier, yo... Si te animas, mándame un correo y te cuento. Un saludo.
EliminarHola:
ResponderEliminarEncuentro en este artículo motivos para defender a Catà, que comparto, pero sigo sin ver razones para criticar a Keating. No es que yo pretenda convertirme en defensor suyo (no olvido que: 1 - es un personaje de ficción y 2 - de una película ambientada en los años cincuenta, en USA, en un contexto que no tiene nada que ver con la España actual. No imagino a un profesor de literatura animando a leer a Yeats, a Whitman o a Thoreau, los tres pilares del profesor).
En fin, gracias por los enlaces y el enriquecedor debate. Sigo atento.
Aun siendo un personaje de ficción, por lo poco que vi, Keating me parece un auténtico anti-profesor, un profesor corrosivo. Mientras que el concepto de "carpe diem" de Catá es "aprende hasta cuando te estés divirtiendo", el de Keating parece ser una llamada a desinteresarse de todo lo que a él no le parece interesante, con lo que da la impresión de no haber comprendido ni el "carpe diem" ni el oficio de profesor. Está muy bien eso de recomendar poetas, y yo lo hago muy a menudo, pero lo que hace este profesor es, de paso, meter unos cuantos pájaros en las cabezas de los adolescentes, como si no tuvieran ya suficientes. Un profesor no debe crear confusión. Keating es, en efecto, un personaje de ficción, pero, lamentablemente, como es tan guay y tan superenrollao, conectó con las frustraciones de muchos, que lo convirtieron en un modelo, en ese profesor que ojalá fueran todos los profesores... en la realidad. Por suerte, conocemos nuestro oficio y no nos dejamos enganchar en cuentos de Disney.
ResponderEliminar¿No has visto completa la película? ¿Cuándo fue la última vez que lo intentaste?
ResponderEliminarA mí me ha ocurrido en algunas ocasiones; lo que en un primer intento no funcionaba, en uno más tardío sí lo hacía. Te animo a que lo intentes, que le des una segunda oportunidad. Es posible que te sorprendas (o no, vete a saber). De todas formas, ver la película completa te daría más solidez para tus argumentos para criticar a Keating.
Me permito preguntar (sin que espero que consideres la pregunta una osadía): ¿qué profesores de película son, a tu juicio, recomendables, modelos a imitar?
Gracias.
La última vez que lo intenté fue la primera, y se quedará en última, Alberto, por las razones que explico. En cuanto a tu pregunta, las películas son ficciones (como tú dices), así que hay que andar con cuidado a la hora de tomar a sus protagonistas como modelos, fíjate en que, precisamente, una de las cosas que me molestan de Keating es que, siendo una idealización de modelos que no comparto y de comportamientos profesorales que en la práctica pueden ser muy nocivos, la ingenuidad del público lo ha tomado como un profesor ejemplar (muy desaconsejable) para la realidad. Te lo repito: en esto es mucho más honesto Bégaudeau, porque lo que presenta es auténtico y muy suyo, le guste o no a quien lo vaya a ver.
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