Supongo que estaréis al tanto del repulsivo asunto de los supuestos abusos sexuales cometidos durante varios años por Andrés Díez, profesor del colegio Valdeluz, uno de los más conocidos centros concertados de la comunidad de Madrid, propiedad de la orden agustina. Si ya de por sí los actos de que se acusa a este docente resultan gravísimos, el asunto se ha ido ensuciando más y más conforme iban saliendo informaciones que señalaban que existían personas e instancias adminisitrativas cercanas al caso y conocedoras del delito que se abstuvieron de denunciarlo ante la justicia. Así, director del centro educativo, jefe de estudios, centro autonómico de atención a víctimas de abusos, inspección educativa e incluso padres, es decir, todo el elenco de responsables que en distintos niveles de obligación se suponía que hubieran debido proteger a alguna de las indefensas víctimas, lo que hicieron fue inhibirse, callar, dejarla a ella desamparada y al culpable con la impunidad al alcance de la mano, lo cual suscita reflexiones muy pesimistas en torno a la pasividad, la cobardía y la suciedad moral en que está cayendo nuestro país. Ayer tuvimos ocasión de ver explicarse en la puerta de los juzgados a Aníbal René Franco, el inspector educativo que supo del caso, quien adujo que, pese a estar al tanto del asunto, no actuó porque la inspección no tenía protocolos para casos así. Lo dijo con aplomo y seguridad, alivia saber que después añadió que ahora actuaría de forma distinta, porque ahora sí que tienen protocolos, menos mal. Se me ocurren dos preguntas: para actuar ante una situación de abusos contra menores, ¿son necesarios protocolos o basta con tener sentido común y decencia? ¿Que puede esperarse de una inspección que, ante situaciones de este calado, se queda paralizada por falta de protocolos?
Obsolescencia programada y medio ambiente
Hace 1 día
Enhorabuena por la(s) reflexión(es), Sr. Guachimán.
ResponderEliminarHabía un sabio de la antigüedad que decía que ante los problemas morales al ser humano le basta con una línea, un trazo recto en el suelo que sirva para determinar qué o quién queda a cada lado del asunto. En el caso que nos ocupa, la línea serviría para poner a un lado a la(s) víctima(s) y en el otro al agresor. Esa línea vale asimismo para todos aquellos que se vieron envueltos y/o salpicados por el asunto y que en su día decidideron colocarse a una lado u otro de la misma. Ahora pueden decir lo que quieran ante las cámaras a la puerta del juzgado, en público, en privado o hablando en sueños durante la siesta: lo único importante y decisivo es saber en qué lado de la línea decidieron permanecer una vez trazadaésta. Casi todos lo tenemos muy claro, ¿verdad?
Gracias por permitirme participar.
Eso de las gracias por permitirle participar se debe sin duda a su politeness británica, don Manuel, porque ya sabe que esta es su casa. Estaba tranquilamente comiendo cuando vi en un telediario de las tres a este señor decir estas cosas sin despeinarse. Busca si tienes tiempo y ganas el vídeo de la entrevista: hay una periodista que le pone un micrófono y le viene a preguntar más o menos esto: o sea, ahora que tiene usted protocolos si actuaría, ¿no? Un auténtico poema la cara de cabreo de la periodista, lo mismo que el desparpajo con que don Aníbal le responde que sí. Hemos alcanzado el nivel kafkiano de la burocracia: alguien se ha atrevido a anteponer la rutina papelera del procedimiento a la perentoria obligación de enfrentarse a un problema y resolverlo, un problema dramático, por más señas. Quiero pensar que no va a colar; quiero pensar que, existiendo como existe la figura de omisión del deber de auxilio, que obliga a mucho, y más, si tienes responsabilidades administrativas, este señor, si de verdad dejó de dar la voz de alarma, deberá enfrentarse a algún tipo de sanción, pero la verdad es que, tal y como está el patio hoy en España en materia de injusticias e impunidades, uno puede esperarse cualquier cosa.
Eliminar¡¡¡¿¿¿Es necesario un protocolo para ir a la policía o al juzgado de guardia a denunciar un delito (gravísimo, además)???!!! Es escandaloso. Entendería más - y eso que pienso que jamás se debe usar la violencia - que alguien no se hubiera podido contener y, en vez de ir a denunciar, le hubiera hecho la cara nueva al imputado. Mal está tomarse la justicia por su mano, pero en este caso habría constituido una reacción más digna que el callar y mirar a otro lado.
ResponderEliminar¿Qué estás diciendo, Aurora? ¿Hacerle la cara nueva a un pobre imputado de abusar de menores? ¡¡¡Violencia!!! ¡¡¡Eres una "facha"!!! Lo guay y lo que mola en una democracia tan aquilatada y avanzada como la española es mirar si hay por ahí un protocolo adecuado, y si no lo hay... mala suerte, pobres chicas. Te contaré un caso real que salió en la prensa; el asunto es que fue allá por los años ochenta y no recuerdo nombres, así que tendrás que fiarte de mi palabra. Un hombre era dueño de un mesón en el que tenía empleados a un camarero y una camarera. El camarero no dejaba de incordiar a la camarera con insinuaciones rijosas y quizás algún paso más, cosa que a ella no le gustaba y el jefe veía con desaprobación. Un día, el que hoy sería un acosador fue un poquito más atrevido y agarró a su compañera po detrá y le manoseó el pecho, ante lo cual, el jefe, ya harto, le soltó un puñetazo que le rompió un diente. Ojalá se los hubiera roto todos, pienso yo, a no ser por una cosa: que el indecente ese denunció a su jefe por agresión y el hombre acabó condenado a seis meses de prisión por haber procedido con violencia extralimitada. Así que ojito con hacerles caras nuevas a nadie, Lourdes, que este es un país al que le repugna la violencia: si ves a un cerdo manoseando a una mujer, tienes que pedirle cortésmente que deponga su incívica actitud, o, a lo sumo, dejar que colme sus apetitos, denuciarlo luego en un juzgado y esperar a que tres años después le condenen a pagar cien euros de multa, que ya dejará de pagar por algún conducto. La corrección política, siempre lo he dicho, es un verdadero monumento a la hipocresía, un instrumento inquisitorial y una más de las puertas por las que en este país se nos escapan tan frescos los peores sinvergüenzas. Y habrá quien, por esto que acabo de decir, me llame populista o incluso "facha"; a ese, le recomiendo que se ponga en la piel de las niñas que quedaron desamparadas o del hombre al que un juez condenó a prisión por evitar que un cerdo abusara de una mujer.
EliminarNo, si no es que esté justificando que se le haga la cara nueva, creo que siempre que sea posible hay que resolver las cosas en el juzgado; sólo que me parecería una reacción más lógica que lo de "No hay protocolo para eso". Y si me llaman facha, pues que me lo llamen. Yo sé muy bien quién soy y dónde voy.
EliminarPor cierto, a tenor de lo que cuentas, he tenido suerte de que en su momento no me denunciaran soltar un guantazo con todas mis fuerzas a un aprovechado que me tocó el culo. Ni me lo pensé, sencillamente me revolví. Tal como va este país, a saber si me habrían dejado alegar defensa propia...
Ni yo tampoco justifico el guantazo ni la cara nueva, Aurora. Lo que sí me atrevo a decir es que, entre quedarnos con la injusticia o soltarle un guantazo al infractor, adelante con el guantazo. Y que me llamen lo que quieran, porque supongo que hoy a pocos se les ocurrirá negar que en España empieza a notarse que la justicia no funciona del todo bien. Ese es el verdadero problema, y muy de fondo, por lo que significa en sí mismo (que es muy gordo) y por consecuencias tan perversas como que acabe llevándonos a personas educadas y de bien como tú y yo a hablar de guantazos y caras nuevas.
EliminarLa cuestión es más grave y, al mismo tiempo, más concisa: ¿qué se puede esperar de la inspección?
ResponderEliminarUna cosa muy grave en el caso de un funcionario público: tener indicios de que se ha cometido un delito terrible y mirar para otro lado. Y que no se escuden en protocolos: si entran a robar en mi casa no necesito un protocolo para saber que he de ir a la policía a poner una denuncia. Pues lo mismo en este caso: posible delito, denuncia ante la policía y el juez para que investiguen el caso. Así de simple y así de sencillo, no se necesita más "protocolo" que el código penal. Indignada estoy.
EliminarEs precisamente la (pesimista) pregunta que me hago al acabar el artículo, porque para otras cosas sí parece tener protocolos, como puede ver cualquiera que pulse el enlace que pongo ahí, el cual lleva a un artículo mío que creo que tú ya conoces, Alberto. Este asunto es lamentable en su dimensión particular, pero lo es también porque es reflejo del nefasto funcionamiento de la inspección.
ResponderEliminarPablo, estoy de acuerdo en todo lo que dices. Yo me refería a que se puede esperar muy poco de la inspección tanto en esto como en lo demás. Como dices, es reflejo de un problema general.
EliminarGeneral y vibrante, Alberto, fíjate en la indignación que reflejan los comentarios que estamos dejando aquí. Ahora, hay una cosa curiosa: aquí en Madrid, lugar donde se han producido todos estos hechos, no he visto en los centros o la prensa ni me ha llegado por correo ninguna reacción de ninguna organización de profesores, padres, etc. Curioso, ¿no? Me están bombardeando el correo con actos contra la LOMCE (CCOO), visitas guiadas por Alcalá de Henares (ANPE), cursos para sexenios (ANPE) o jornadas sobre la Función Directiva (con mayúsculas, ANPE), pero nada acerca de este infeliz acto concreto relacionado con la educación. Deberíamos sacar conclusiones acerca de esto.
Eliminar¿Visitas guiadas?
EliminarEn efecto, Alberto, la oferta cultural de ANPE, y no está mal. Esta consistirá en que quienes se apunten recorrerán los enormes atractivos artísticos y culturales de Alcalá guiados por uno o más profesores (que seguramente serán compañeros de ANPE) que no te quepa duda de que darán una excelente explicación. Y después, comida en cualquiera de los fabulosos restaurantes de esa extraordinaria ciudad. Irreprochable; lo único que yo digo es que de ANPE, como sindicato profesional, espero además otras cosas que no veo.
EliminarNo dudo de la calidad de las visitas guiadas, sino de la conveniencia de que un sindicato oferte este tipo de actividades. Ojo, digo que lo dudo, no que me parezca mal.
EliminarNo, si sabía que ibas por ahí, Alberto. Digamos que, ante la falta de otra respuesta mejor, se me ocurrió darte esa insulsa respuesta decriptiva de la actividad. Quizás debería empezar por aclarar una cosa: esas visitas, que en ANPE son frecuentes, se las paga cada cual de su bolsillo, con lo que quedan en episodios de culturización y confraternización entre compañeros de sindicato. Visto así, yo creo que no está mal; en lo que sí insisto es en que hay cosas que debería hacer ANPE y no hace (como pronunciarse ante la respuesta de este inspector, aunque ANPE no tiene sección de privada, pero sí es un sindicato de educación), por eso me quejaba de que hiciera lo accesorio cuando descuida lo esencial.
EliminarEntiendo, Pablo. Aclarado.
EliminarOs recuerdo que los mayores genocidios de la historia estaban protegidos por la ley. Y es lo que alegaron los culpables en los juicios: que lo que hacían era legal y que cumplían órdenes. Recordemos a Eichmann. Ambos casos no son tan diferentes. Este señor no tenía (o no encontró) entre sus obligaciones profesionales la de darlo a conocer a un superior, y la cívica debió considerarla discrecional y, por tanto, no obligatoria. Si nos pusiéramos a buscar, esto ocurre mucho más a menudo de lo que pensamos. Es la banalidad del mal de la que hablaba Hanna Arendt.
ResponderEliminarY, mientras tantos, niñas abusadas o miles de muertos. Sí, es un horror. Pero todas las grandes injusticias (desaparición de mujeres, niños armados, pueblos hambrientos, campos de refugiados...) se deben a que alguien mira para otro lado. Y no soy de los que piensan que todos somos culpables. Lo son quienes tienen alguna responsabilidad en ello, quien tienen poder para cambiarlo, nunca los ciudadanos de a pie.
O sea, lo malo no es solo que exista este tipo sino que hay muchísimos tipos de la misma calaña, los ha habido y, por desgracia, los seguirá habiendo.
Afortunadamente y aunque por desgracia existe el horror, Molina, estamos en una situación que, sin ser la octava maravilla, respeta y garantiza unos mínimos, tales como que se pueda levantar la voz ante este tipo de actos u horrorizarse y no tener que callarlo. Esto es un país civilizado y no creo que este inspector, o aquel director y aquel jefe de estudios (que están imputados), o aquellos psicólogos que recomendaron no denunciar, o esos padres (lo que más me sorprende) que decidieron seguir el consejo, estén muy contentos de lo que hicieron ni de la imagen que están dando. Y aún más: permanezcamos atentos, porque recordemos que de este caso están hablando en el juzgado, ya veremos cómo terminan. Ellos no actuaron, pero otros sí pueden hacerlo.
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