Sobre Elpidio Silva, el falso cura de Bárcenas y otros reos

   Hoy viene en "El País" un artículo sobre las benévolas condicones de prisión de que va disfrutar el torero José Ortega Cano, quien, como sabéis, conduciendo con una fortísima intoxicación etílica, produjo la muerte de otro conductor. ¿De cuánto fue su condena? De dos años y medio. ¿De cuánto fue la condena de Farruquito por atropellar y matar a un peatón y darse luego a la fuga? De tres años y retirada de carné de conducir. ¿A cuánto fue condenado, sin buscar mucho, un tal Manuel G. H. por una brutal violación con robo, amenazas y más cosas? A 17 años y nueve meses. ¿Cuánto le ha caído a Díaz Ferrán por lo de Aerolineas Argentinas? Dos años y dos meses más 99 millones de euros que no sé yo si pagará. ¿Cuál fue la condena para "un transportista búlgaro" por matar a un colega suyo de una puñalada en el cuello? Siete años y seis meses. Viene esta seríe informal de condenas a cuento de una noticia que últimamente nos ha sorprendido a bastantes: los 22 años que le han caído al hombre que entró el pasado 23 de octubre en casa de Luis Bárcenas y mantuvo secuestrada a su familia. Cierto que en los actos de este personaje concurren graves circunstancias en su contra, como el propio delito o el hecho de ir armado, pero también es verdad que parece muy claro que no está muy bien de la cabeza y que, a última hora, los resultados de su aventura fueron incruentos. Así pues, a la vista de lo benévola que a veces resulta la justicia española con los autores de hechos muy graves, sorprende lo rigurosa que ha sido con este hombre. Otra cosa que sorprende -dado que nuestra justicia es más bien lenta, como todos sabemos y puede verse en algunos de los casos citados- es lo rápido que se ha visto este asunto en los tribunales: han pasado seis meses justos entre los hechos y la condena, ¡ojalá los asuntos de Carlos Fabra se hubieran tratado con tanta celeridad!

   Yendo a otra cosa, ¿visteis u oísteis cómo negó la palabra a Elpidio Silva el presidente del tribunal que le juzga, el juez Arturo Beltrán? Pues el caso es que, pese a la obcecada convicción del señor Beltrán, al final Silva sí ha podido recusarle y parar el juicio, como no podía ser de otro modo, porque habría sido ya muy fuerte seguir considerando imparcial a un juez después de demostrar esos modos despóticos, que hizo extensivos al público, ya que multó de forma fulminante (ya habréis visto el vídeo) a una persona del público que protestó por su muy poco justificable comportamiento. Existe un dicho con el que nunca he estado de acuerdo: ese de que la justicia es ciega. Según yo lo entiendo, debería ser al revés: la buena justicia debería tener vista de águila y atención y sabiduría de lechuza, el pajarito ese que acompaña a la diosa Atenea, para poder taladrar nieblas y muros en busca de la verdad, esas nieblas y muros de embustes que con tanta frecuencia levantan a su alrededor los auténticos culpables para escapar al castigo. Podréis decir que soy un ingenuo, pero ¿acaso no estamos hartos de ver cómo en España decenas de redomados sinvergüenzas o criminales están saliendo de rositas o casi gracias a estos recursos? Pues eso: con la aplicación rutinaria y mal entendida del dicho, la justicia española lleva muchos años pareciendo más cegata que ciega, lo cual es gravísimo. Muy cegato ha sido el juez Beltrán al ponerse quisquilloso con las supuestas argucias de Silva, en un país donde estamos hartos de ver cómo auténtica gentuza sale indemne, precisamente, a base de argucias; muy cegato fue el juez Beltrán cuando, en lo que fue sin duda un exceso de celo, multó con cien euros a una asistente al juicio que se salió mínimamente de los cauces, pues tal vez no vio que a esa señora la asistía una santa razón a la hora de rebelarse contra la versallesca presunta inocencia de que parece gozar el señor Blesa, quien -presuntamente, claro- es responsable de la ruina de muchas personas humildes, y algo de razón tendré si vemos que, posteriormente, el TSJM retiró la multa a esta señora, cuyo nombre es Librada (mirad por dónde) Escobar; muy cegata ha sido la justicia española cuando ha permitido que al tribunal que juzga a Silva haya llegado la juez María Tardón, la cual formó parte de la asamblea general de Caja Madrid, entidad bancaria cuya sola mención obliga a taparse las narices. Muy falta de reflejos -a los ojos de este ignorante guachimán- ha demostrado también ser doña María Tardón por no haber pedido que la retirasen de este caso,  y no hablemos ya de que las "explicaciones" que ha aducido indican que esta señora imagina que los ciudadanos españoles somos imbéciles. En fin...
   ¿Qué es lo que pasa con Elpidio Silva? Su trayectoria me ha interesado desde hace ya algún tiempo (ES1, ES2, ES3, ES4; podeís ver también este artrículo del blog "El bisturí") por razones de perplejidad: contra el juez que ha perseguido a ejemplares ciudadanos y benefactores de la humanidad como el Blesa o el Díaz Ferrán, se han apuntado todas las baterías de la justicia, que amenazan con machacarlo seriamente, aduciendo, en general, errores de procedimiento. A otro perro con ese hueso: no cuela; este guachimán pulgoso, que ostenta ya sobre el pellejo unas cuantas mataduras, no se cree que al señor Silva se le esté atacando para defender la limpieza de la justicia. Ja-ja-ja: ¿se habrían tenido la misma contundencia y dligencia si el destinatario de las supuestas irregularidades de Silva no se llamase Miguel Ángel Blesa, no estuviese relacionado con la  banca y no fuera amigo de José María Aznar? Mira que lo dudo. Solo le falta a la justicia española dar la imagen de que se pone del lado de gente como Blesa; solo le falta al régimen imperante que los ciudadanos percibamos que nuestra justicia se comporta así: con esa política, acabarán justicia y régimen alcanzando la credibilidad de Pierre Nodoyuna, a la que ya están cercanos ambos.

   ¿Y los medios de comunicación? Pues parece que, desde el principio, también se han apuntado al bando del antisilvismo militante. Esto ha sido escandalosamente sistemático: siempre se ha hablado de él descalifcándole de entrada, basta ver el titular de esta noticia de "El País" que enlacé antes: El tribunal frena las argucias del juez Silva, parece mentira, en un diario que alguna vez pretendió ser serio, una muestra tan chabacana de falta de objetividad; ese mismo 22 de abril, el Telediario de TV1 de las tres presentaba la noticia con parecida tendenciosidad: en lugar de limitarse a enunciar que el tribunal había desestimado la renuncia a la defensa del abogado de Silva, se descolgaba con una valoración de este hecho como una argucia de Silva, o sea, con un servil y sesgado seguidismo de la postura de Beltrán (buscadlo si estáis de humor), postura que los hechos posteriores han demostrado que no estaba muy fundada. Y así la mayoría de los medios, por no decir todos. ¿Qué pasa con Elpidio Silva? ¿Por qué los medios de comunicación, al informar sobre los asuntos en que está envuelto, no se limitan a ello y se dedican de principio a fin a presentarlo como el villano de la historia? ¿Quién le tiene miedo? ¿A qué intereses sirven los medios de comunicación españoles? ¿Por qué resultan cada día más burdos?