¿Qué podemos esperar si hasta Matas se libra?
Acaba de salir en los medios de comunicación: el Tribunal Supremo ha evitado que Jaume Matas vaya a la cárcel. En la noticia que enlazo se repasan los argumentos supersólidos que en su día la fiscalía de la Audiencia de Palma acumuló contra Jaume Matas (y sus compinches, a los que el Supremo también premia con una buena rebaja), los cuales parecían justificar muy bien los seis años de prisión y nueve y medio de inhabilitación que se le impusieron al expresidente balear. Produce, pues, perplejidad la actual decisión del supremo. Rebobinando, recuerdo ahora que en los últimos tiempos Jaume Matas ha salido con cierta frecuencia en los medios, hablando incluso de sus condenas; siempre me pareció que se mostraba sorprendentemente tranquilo: ahora me explico por qué. Dije ya hace algún tiempo que nos enfrentamos al peligro de que la corrupta clase política que nos gobierna en complicidad con los grandes poderes económicos afronta esta crisis con la siguiente estrategia: cargar sobre las espaldas de la ciudadanía las pérdidas económicas, mantener intacto el actual marco político, que es idóneo para sus manipulaciones, recortar los derechos y libertades y, por último, salir lo más indemne posible de este bachecillo en que la gente les pide cuentas: hechos como este del casi perdón de Matas me dan la razón. ¿Qué podemos esperar de un marco político como el actual? ¿Qué podemos esperar si hasta Matas se libra?
¿Qué podemos esperar de la Justicia?
Y dado que la gran cuestión es que la crisis es el resultado de la combinación entre corrupción política y delincuencia económica, la Justicia ha adquirido en estos momentos un papel esencial, por una razón muy sencilla: el buen funcionamiento del sistema y su credibilidad dependerán de que los corruptos y los ladrones paguen por sus delitos, y a muchos nos va a decepcionar cualquier final que no sea el encarcelamiento de unos cuantos. Delicada situación la de la Justicia en la actualidad, delicada y complicada, porque los mensajes que de ella proceden son -o a mí me lo parecen- contradictorios. Me parecen muy bien las actuaciones de los jueces Ruz (caso Gürtel), José Castro (Nóos), Alaya (ERES) o Silva (Bankia), por no hablar del semiolvidado Jacobo Pin, un auténtico héroe que ha afrontado con valentía las presiones del caso Fabra, un asunto ya viejísimo y que hace que sea muy problemático afirmar que España es un estado de derecho. Luego, sin embargo, estamos viendo cómo a Ruz y a Alaya les están poniendo palos en las ruedas y, en lo que se refiere a Silva, ya sé que se le está lapidando y que todos, incluido el grupo PRISA, parecen convenir en que es malísimo y que está instruyendo fatal y pasándose por el forro las garantías del pobrecito señor Blesa, presunto responsable de uno de los mayores descalabros de nuestra economía y a la vez amigo de muy poderosos amigos, pero el guachimán insiste en lo suyo: huele muy raro tanta celeridad en proceder contra el hombre que osó encarcelar a Blesa, como huele muy raro que, teniendo en cuenta como está el patio, el juez Garzón sea uno de los pocos expedientados (y además, ferozmente) de la judicatura española, ¡qué casualidad, hombre, por escuchas ilegales a los abogados de Gürtel! Y huele muy raro lo de un afiliado al PP llamado Francisco Pérez Cobos, presidente del Constitucional que puede acabar atrayendo una riada de impugnaciones, empezando por la del propio Garzón. Y huele muy raro el asunto de los indultos, que han llegado a favorecer a conductores suicidas o a banqueros. Y huelen muy raro ciertas concesiones penitenciarias a corruptos. Y huele muy raro... Y ahora, esta decisión del Tribunal Supremo. ¿Qué podemos esperar de la Justicia? No sería bueno que acabase cayendo definitivamente entre las cosas que ya no inspiran la menor confianza.
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