Queridos amigos, una de las cosas que me disgustan de la actual situación en nuestro país (ciertamente, no la mayor) es esa memez envenenada de la marca España, porque España es, a mi pobre y anticuado juicio, un país, una cultura, una historia, una lengua..., algo, en definitiva, mucho más grande y digno que una marca, contra las que, por otra parte, no tengo nada si las dejamos dentro de sus muy lícitos límites comerciales. Y es aquí precisamente donde está el problema: el estúpido, vano y ciego mercantilismo del partido que hoy nos gobierna, guiado por su patética fe en que en la vida todo se arregla a base de comprar y vender, está empecinado en convertirlo todo en un producto de mercado (o mejor: de mercadillo), desde las alpargatas o las tostadoras hasta la patria, pasando, como todos sabemos, por la educación, las costas o la sanidad. La cosa es grave, no hace falta que lo diga, porque representa que el becerro de oro, deidad a la que nos hemos plegado durante los últimos veinte años con los resultados a la vista, sigue estando muy firme en su altar, servido por sus diligentes acólitos peperos y venerado también por otros fieles como el PSOE, los demás partidos y hasta los sindicatos, que a todos ellos les oído alguna vez proclamar su fe en la Sacrosanta Marca España, amén. Miento: hay unos que no la han proclamado, justo, los que me conocéis ya lo habéis adivinado: me refiero a esos que ya están preparando la Marca Catalunya (amén) y la marca Euskadi (amén, amén), todo se andará, ya lo veréis, porque las estupideces que hacen fortuna llegan muy lejos.
A este guachimán, con su probada voluntad de servicio, se le ocurre que, puesto que toda buena marca lleva asociada una canción (recordemos la del Colacao, la de las muñecas de Famosa, uno de los tantísimos aciertos de Coca - Cola o la del turrón El lobo, de la que no he conseguido la versión antigua, mucho más simpática, aunque sin tanto colorín), la marca España debería tener la suya, y no ha tardado en llegar a la conclusión de que the winner is...:
¿No es acaso esta genial aportación al arte de Euterpe lo más representativo de la España del pelotazo, el ladrillazo, la burbuja, la corrupción, los Fabras, los Baltares y los Guerreros? Sin duda, el espíritu de su refinada letra se ajusta muy bien a las intenciones de los que ven que lo que necesita España es convertirse en una marca, para descuartizarla y venderla a cachos más eficazmente. Para mayor abundamiento, esta mañana, oyendo el programa "No es un día cualquiera" de Radio Nacional, me he enterado por casualidad de que la Macarena tiene una deuda más que mediana con otra gran partitura, "Tengo una pena", de Desmadre 75, o sea, que está también envuelta en líos, mangoneos, acusaciones de plagio y chanchullos: el perfil ideal. Y no vayáis a pensar que este currículum tramposo se queda aquí, porque, acerca de su gestación, es muy esclarecedor este interesantísimo artículo, aunque sea un poco largo. Es una pena que no haya podido encontrar la foto aquella de los líderes mundiales bailando la Macarena al final de una cumbre en la que se había estado hablando de terrorismo, no sé si del 11-S, supongo que os acordaréis del episodio, porque causó cierta polvareda; entonces ya hubo quienes dijeron que la frivolidad reinante en nuestro país era fácilmente contagiosa. Ratifico, pues, mi propuesta: póngasele a la marca España la Macarena como canción: es la que le conviene.
Querido Guachimán; te diré que me descompongo cada vez que escucho hablar de la "marca" esa. No sé; algo se me revuelve. En lo de la canción, has estado "sembrao", jejeje. Una canción casposa para un país casposo. Qué pena.
ResponderEliminarBesos en el día de los besos.
PD: cualquier día nos vemos celebrando el de la risa, las palmas o los saltos.
¡Lola, no des ideas, acuérdate de lo que pasó cuando Rubalcaba dijo lo de gravar los premios de la lotería! Un beso para ti.
ResponderEliminar