Sabéis que el guachimán escribe libros y se los publica él mismo, los distribuye él mismo y él mismo es (quizás ya lo suponíais) el tipo que ejerce como representante de sus publicaciones, lo que de vez en cuando le obliga a hacer recorridos por las librerías donde han tenido el buen corazón de ponerlas a la venta.
El martes pasado, le tocó hacer la ruta de las librerías de Colmenar Viejo con las que tenía negocios, cinco en total, para ver cómo iban las ventas de La república mejor y El ángulo ocuro, las cuales arrojaron el siguiente resultado: un ejemplar vendido, del primero de los dos títulos. ¿Os imagináis acaso que el guachimán se entristeció por esto? ¡En absoluto! Con las ganancias obtenidas, se fue al Dia más próximo y allí compró dos barras de pan, 150 gramos de salchichón y cuatro yogures de fresa marca de la casa, con lo que él y su familia cenaron esa noche, para que luego digan que en España la literatura no da de comer.
Los más observadores os habréis fijado en que, unas líneas más arriba, me he referido a las librerías con las que tenía negocios, y he dicho bien, pues el número de éstas ya no era el mismo que yo esperaba: de las cinco donde habían cogido libros míos en depósito, una me la encontré cerrada y con el cartel de SE TRASPASA y en otra me recibieron diciéndome que qué casualidad, que me tenían preparados los libros para llamarme y devolvérmelos, porque iban a cerrar el negocio. Estuve charlando un rato con los dueños y me dijeron que no era posible, que cada vez era más complicado levantar el balance anual y que últimamente ya era de pérdidas, hasta tal punto, que me confesaron que cerraban la librería y no la traspasaban porque no querían mandar a nadie a la ruina.
El sector del libro está cada vez peor y esto tendrá unas repercusiones muy serias y muy negativas en la cultura. Y si a algún iluso se le ha ocurrido pensar en Internet, pongo en su conocimiento que, hace un par de años, las ventas de libros por este conducto representaban un 0'7%, mientras que las librerías tradicionales, máximas vendedoras, alcanzaban el 31%, nivel que va en descenso, pero en beneficio de las grandes cadenas de libros (FNAC, El Corte Inglés, Casa del Libro...) y de las grandes superficies. La situación es crítica, os doy un microdato: en Tres Cantos hay hoy cinco librerías, ninguna de las cuales vende sólo libros, y en los últimos seis o quizás ocho años he visto desaparecer seis. Algo parecido pasa en Colmenar. Podremos pensar que esto es ley de vida y que da igual, que lo único que ocurrirá será que los libros cambiarán de vendedor a causa de un nuevo concepto de la relación comercial, pero nos equivocaremos, porque la manera de vender el libro y la consideración hacia él por parte de un librero (y en esto puedo incluir entre ellos a establecimientos como la Casa del Libro) no es ni de lejos la misma que la de una gran superficie: aun con el debido sometimiento al mercado, el librero todavía sigue más o menos mirando al libro, mientras que la gran superficie mira exclusivamente al balance de ventas y lo que no hará nunca será vender un libro poco comercial. A simple vista parece de lo más lógico, pero, conociendo un poco el mundo de la edición y la tunda que les están dando en las editoriales los departamentos comerciales a los literarios (a ver si algún día profundizo en este asunto), esta tendencia nos aboca al definitivo adiós a la calidad literaria y al best-seller como especie única; el día que vayamos a comprar libros (por supuesto, ya no en una librería) y sólo podamos volver a casa con las recetas de Adriá, un manual sobre el cuidado de los geranios y la cuadragésima novena novelucha del Dan Brown, entenderéis lo que digo.
Bueno, se dirá alguno, ¿y las ayudas oficiales? Como ya me he extendido mucho, os responderé con una breve anécdota. ¿Sabéis por qué ya no se hace en Tres Cantos la feria del libro que se hacía en abril? Muy sencillo: porque el ayuntamiento decidió un año pedirles a los libreros un canon de 100 ó 120 euros por día, no recuerdo muy bien, y, como me decía alguien de una librería, ya sólo hacer la ganancia para pagar ese canon era harto complicado. Como os decía en el título, malos tiempos para la lírica; y para la épica, habría que añadir, y para la dramática y para todo aquello que vaya metido en un libro.
En primer lugar, amigo Pablo, ¡ánimo!, que la larga marcha comienza con un solo paso. En segundo lugar, aquí se comercia con la literatura como con los zapatos. Y por último, ¿qué podemos esperar de un país que se frustra a sí mismo y de la rapiña de políticos cuasi analfabetos? Confiemos en tiempos de cambio, si es que nos invaden las hordas del norte culto o volvemos a los tiempos críticos de “La Gran Vía” de Chueca. Un abrazo.
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