Solo los habitantes de Barrio Sésamo o los muy muy despistados ignorarán que los países más ricos y avanzados de Europa tienen ya desde hace años serios problemas de conflictividad social, inseguridad, delincuencia o terrorismo relacionados con la inmigración. Hemos conocido asuntos muy graves ocurridos en el Reino Unido, Francia, Holanda, Alemania, Bélgica, Dinamarca o Suecia, y no parece que vayan a cesar o disminuir. España ya no es ajena a este fenómeno y, como en el resto de países, la tendencia es también al incremento, o más bien deberíamos entender que nos hallamos ya ante un problema bien cuajado que hay que afrontar con seriedad y determinación. Últimamente, han salido a la luz pública algunos episodios de esos que no deben pasarse por alto y dos de ellos han sucedido en Cataluña, cosa que no debe extrañarnos, pues las políticas del antiespañolismo oligofrénico que impuso hace décadas el Honorable 😂😂😂😂 Jordi Pujol terminaron por convertir aquella región en lo que es hoy: una auténtica jaula de locos donde se juntan el fanatismo separatista, la inseguridad ciudadana, el desgobierno, el ultraizquierdismo más necio del mundo, un islamismo cada vez más envalentonado y las palmaditas de Pedro Sánchez en las espaldas de unos políticos tan buscavidas como él, es decir, en un polvorín que cualquier día estallará y solo Dios sabe con qué consecuencias. Los más conocidos de estos episodios han sido el rezo callejero en lo que ya se conoce como el califato islámico de Tarrasa y los disturbios acaecidos en Salt (os dejo este enlace, que incluye un vídeo en el que unos manifestantes vitorean a Pedo Sánchez). Este último artículo interesa por algún motivo más: primero, por un elocuentísimo cuadro acerca de la demografía de Salt; segundo, por otros datos acerca de la okupación en aquella localidad, que dejan claro que el estado de esta cuestión en la tómbola de la alegría en que se ha convertido España han creado en quienes vienen de fuera la convicción de que aquí es un derecho que te regalen una vivienda y que, si no te la dan, puedes enfadarte, exigirla detrás de una pancarta y luego okuparla tú mismo, como hizo el clérigo musulmán de Salt que originó el follón. ¿Aprendemos, tomamos nota, hacemos algo o seguimos autoflagelándonos por ser tan fachas de no haber puesto en marcha aún un megaplán de vivienda destinado a responder a esta demanda?
Otra incidencia -que ya he tratado aquí- fue la manifestación de jovenzuelas en Parla exgiendo que se respetase su derecho a llevar el hiyab en los institutos -gratificante ejercicio de las libertades ciudadanas que en los países donde es permitido obligatorio llevarlo les habría costado muy caro-, en la cual recibieron el apoyo logístico del Sindicato de Estudiantes, organización feminista donde las haya. Unos días después de este evento, publicó "El Mundo" un artículo del que tomo el título para este, en el que se daba audiencia a diversas voces que opinaban en torno al hiyab, casi todas, a favor. Voy a reproducir esas opiniones, acompañándolas de lo que yo les replicaría.
1.- Antes que quitarme el hiyab, me cambio de instituto. Este aviso sería un brindis al sol si las autoridades académicas hicieran lo que deben: regular ellas la prohibición de llevar la cabeza tapada en los institutos, sea con hiyab, con cabezón de cabezudo de las fiestas patronales o con casco de armadura, aunque solo fuera por el muy poderoso motivo de entorpecer con ello la copia en exámenes con receptores inalámbricos. No se puede dejar a los institutos al pairo en cuestiones tan conflictivas.
2.- Es una falta de respeto (la prohibición de llevar el velo, se entiende). Falta de respeto es argumentar con semejante cinismo; falta de respeto es obligar a las mujeres a taparse la cabeza, como se hace en todos los países donde el islam manda; falta de respeto es montar motines contra normas que se sabe que son razonables. Y, sobre todo, falta de respeto es matar a una mujer por llevar el velo mal puesto (a juicio de los canallas que la asesinaron), como le ocurrió a Mahsa Amini en Irán, o asesinar a cientos de manifestantes en las posteriores protestas. Busquen estás jóvenes que claman por el respeto quiénes fueron las víctmas de esta barbarie y con qué motivos y salvaje crueldad las mataron.
3.- En ningún lado de la Constitución pone que se pueda prohibir esto ("esto" es llevar hiyab en el intituto). Argumento irrelevante y pueril, porque las constituciones de los países civilizados no están pensadas para ocuparse del hiyab.
4.- Se supone que España es laica y que nos podemos vestir como queramos. España no es laica, sino aconfesional. Por otra parte, es de un monumental retorcimiento utilizar el laicismo y la libertad de culto como baza para defender una imposición del fundamentalismo religioso. Por lo demás, el "argumento" es de una puerilidad similar a la del anterior.
5.- Si el problema es que algunas ocultan pinganillos debajo de los velos, que se tomen más tiempo para revisar. Eso, eso: si, por ejemplo, se pone un examen el martes a las doce de la mañana, se convoca a las ocho para poder hacer la revisión de velos y pinganillos. Y la mitad de los profesores ocupados en ello, como si no tuvieran más cosas que hacer. En manos de Groucho Marx, Álex de la Iglesia o Woody Allen, esto habría servido para unas escenas fabulosas.
6.- ¡¡¡ATENCIÓN!!! Veamos ahora los preclaros dictámenes de CORAL LATORRE, secretaria general del Sindicato de Estudiantes. Todo esto se gritó micrófono en mano (vean de paso un buen retrato de la señora Latorre) y produjo el delirio de las manifestantes:
Yo no llevo el hiyab, soy profundamente atea, pero esta lucha también es de todas las que defendemos unas aulas libres de islamofobia, racismo y machismo.
Me he pasado 35 años en las aulas españolas y no hay nada de eso, como sabe todo el mundo. Esta repulsiva agitadora inventa lacras y remueve odios para presentarse ella como la salvaora. Hay que llevar mucho veneno dentro para practicar un juego tan peligroso y dañino.
Si tan laicos son, que prohíban la religión católica.
¿El laicismo significa prohibir la religión católica? ¡Qué cacao mental, Dios mío! De todos modos, la señora Latorre, con estas palabras, se quita la careta.
¡Queremos estudiar en libertad!
Pues para eso el hiyab no ayuda, sino que más bien sobra. Y, por otra parte, ¿qué estudia la treintañera Coral Latorre, líder del Sindicato de Estudiantes, organización hipersubvencionada por los gobiernos de izquierdas? Lo digo porque, según informaciones que no he logrado confirmar, lleva al menos siete años sin matricularse en nada. Supongo que habréis notado que aborrezco al Sindicato de Estudiantes, y algunos sabéis la razón: me he pasado décadas contemplando cómo esta nefasta organización instrumentalizaba a niños y adolescentes para usarlos como fuerza de choque en la defensa de interses oscuros. Esto del hiyab constituye una nueva vuelta de tuerca: ha actuado de sicario de una causa tan opresiva como el velo y una ideología tan totalitaria como el islamismo con tal de atacar a lo que ellos llaman el sistema capitalista, pero es la democracia. Mucho tienen que odiar a la libertad que esta señora invoca cínicamente para ponerse al servicio de tales intereses.
7.- Al igual que hay gente que lleva cruces o se tatúa, pues nosotras llevamos el hiyab. La medallita colgada del cuello, el hiyab y el tatuaje en el mismo plano: quien así razona, se autodescalifica y descalifica su discurso, al mezclar lo ornamental con el simbolismo religioso. Por otra parte, y centrándonos en este, desde siempre se han paseado por los centros personas llevando colgados crucifijos, medallas de la virgen, manos de Fátima, estrellas de David o círculos del yin y el yang, todos ellos símbolos religiosos, sin que a nadie le molestase ni se pidiera su prohibición, y es que aquí está un matiz que muchos, incluido el gobierno francés, no han sabido captar: el hiyab no se combate en tanto que símbolo religioso, sino por representar una obligación discriminatoria impuesta contra las mujeres por la religión islámica, lo cual se demuestra por el mero hecho de que, si esas chicas que se manifestaron en Parla se lo quitasen, enseguida vendría algún papá, algún hermano, algún buen musulmán o algún imán a conminarlas a volvérselo a poner, y quizás con un bofetón de propina. ¿Alguien me lo va a negar? ¿Coral Latorre, quizás, Irene Montero, esa ministra de Igualdad gritona que padecemos ahora? Tal vez, porque el cinismo abunda hoy en día. Pero, en todo caso, lo hicieran o no, todos sabemos que el hiyab es una imposición. Por eso tampoco puede compararse con las tocas de las monjas, porque estas las llevan porque se han integrado voluntariamente en las órdenes que las imponen, por no hablar además de que, en la mayoría de esas órdenes, les permiten quitárselas cuando es pertinente.
8.- Sería lo mejor no prohibir y dejar que las adolescentes decidan. Ya he expuesto las diversas razones que refutan esta solución. Es la desconcentante propuesta de Jadiya Amin, periodista afgana refugiada en España que ha sufrido en sus carnes la delicada tolerancia de los talibanes, pero pienso que hay que respetarla -aunque sin darle la razón, por supuesto-, porque su fe religiosa condiciona que se mueva en la indefinición. Ni se debe dejar la decisión en manos de unas adolescentes que en realidad no decidirían libremente ni es admisible este otro razonamiento suyo: si ahora se les obliga a quitarse el velo, puede pasar que su padre se las lleve a su país de origen. Entonces vamos a perder a esas niñas que merecen tener libertad y vivir en un país libre. Esto es una incongruencia, porque representaría acatar el chantaje del fundamentalismo y, para evitar la posiblidad de que las niñas fuesen arrojadas a un país sin libertades, limitarlas directamente nosotros en el nuestro, no se moleste usted en llevarse a la niña a Marruecos, jefe. No se puede reblandecer la protección de los derechos para que no se cabreen los energúmenos; si alguno los pisotea, la responsabilidad será suya, no de las sociedades que los defienden. Con arreglo al razonamiento de la señora Amin, en España deberíamos permitir la ablación del clítoris, y así evitaríamos que los padres desnaturalizados que la aceptan se llevasen a sus hijas a países donde es legal esta bárbara mutilación para que se la practicasen.
Transigir con particularidades grupales que vulneran los derechos individuales no es un signo de respeto a las libertades, sino de debilidad ante quienes las cercenan y, por tanto, una forma de atacarlas y limitarlas. Disfrazar la imposición del hiyab como un derecho es un acto de repugnante cinismo y apuntarse a esa "reivindicación" o impulsarla, como han hecho la avispada Coral Latorre y su organización, un síntoma de calamitosa estupidez. En esa calamitosa estupidez se revuelca nuestro feminismo rampante de hoy, el de Irene Montero, el 8-M, la ministra Redondo, Ione Belarra, Yolanda Díaz y similares. Muy torpes tienen que ser si están actuando de burras de Troya de una ideología tan ferozmente machista como el islamismo y no solo no se dan cuenta, sino que se creen que son el no va más de la defensa de los derechos de la mujer.
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