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miércoles, 29 de mayo de 2024

Unos apuntes sobre Yolanda Díaz

     La visita del líder ucraniano Volodímir Zelenski ha dejado algunos resultados interesantes. El primero, de carácter práctico: España suministrará a Ucrania ayuda militar por valor de mil millones de euros, como parte más visible de un complejo acuerdo de colaboración a largo plazo. El segundo, de carácter simbólico: la cálida acogida e inequívoco respaldo que Zelensky ha recibido por parte de las autoridades de nuestro país, singularmente, de Felipe VI. El tercero, de carácter esperpéntico: la forma en que la extrema izquierda se ha autodelatado al dejar clara, con sus críticas y aspavientos contra la ayuda de España a Ucrania, su servidumbre a los planes de Putin. La verdad es que no acabo de entender a qué viene este empecinamiento, que empezó desde el momento en que Rusia invadió Ucrania: ¿es que aún existen las lealtades a la vieja URSS? No me lo explico, con lo que llevamos visto.

    Ha tenido mucha gracia la reacción de Yolanda Díaz, que ha clamado como una hidra contra la firma del acuerdo y el presidente del Gobierno que ella vicepreside, con argumentos como estos: que se ha tenido que enterar por los medios de comunicación (¡Y es la vicepresidenta!😂😂); que Sánchez ha actuado con falta de lealtad (¿y qué esperaba usted, señora? ¡Sánchez es Sánchez!); ¡¡¡que esto es un hecho muy grave!!!; que ha habido una total opacidad y falta de transparencia...

    Un momento, un momento, retrocedamos. ¿Total opacidad? ¿Falta de transparencia? ¿Yolanda Díaz quejándose de opacidad y falta de transparecia? Ya es pasarse de la raya: la persona que se ha resistido hasta el final a facilitar el dato de los fijos discontinuos que están parados, la persona que ha estado ¡un año y medio ocultando los gastos! del viajecito particular encubierto que se montó por las Américas a costa de todos, esa persona, repito, tiene la desvergüenza ahora de venir quejándose de total opacidad y falta de transparencia. Así estamos, gobernados por "responsables" con esta coherencia.

    Pero lo de Yolanda Díaz no es solo falta de coherencia, es algo que va mucho más lejos. Veamos. Yolanda Díaz es la ministra de Trabajo que no supo explicar lo que son los ERTES (aunque ahora se va entendiendo por qué), la que es capaz de decir "débiles y débilas" (y encima, reprendiendo con aires de maestra Ciruela) o "autoridades y autoridadas" y la que tiene una extensa antología de disparates en la que demuestra su ignorancia y su pobreza expresiva tomando como asunto los algoritmos, Espartaco, las esculturas verticales, los ricos que saben que esto se va al carajo y se están preparando cohetes para escapar o la gente que va a ser más fácil, según sus palabras (he aquí una recopilación). Es una ministra que exhibe una afición a los modelitos que roza la frivolidad y que le ha valido el inspiradísimo mote de Fashionaria, pero a la vez encabeza un grupo que presentó una proposición de ley para que se impulsara la reutilzación de la ropa, o sea, el vestirse con ropa usada, esto se llama reírse de la gente.

    En resumidas cuentas: con lo expuesto en el párrafo anterior, habría sobradas razones para señalar a la señora Díaz como una persona de un paupérrimo nivel cultural, una dudosa competencia, un considerable cinismo y un alto grado de insustancialidad. Si lo unimos a la incoherencia demostrada anteriormente, llegamos a un perfil muy poco adecuado para ejercer la vicepresidencia de una nación.

    He dejado para el final una pincelada que creo que revela el verdadero fondo de esta señora. En las elecciones del 23 de julio, la propuesta más audaz de Sumar, o sea, de la formación encabezada por Yolanda Díaz, fue lo que ellos llamaron herencia universal, la cual consistía en una cantidad de 20.000 euros -sacados de las arcas públicas, por supuesto- a la que tendría derecho todo español que cumpliera 18 años. Quienes queráis conocer los pormenores de este delirio, pulsad aquí. La sola presentación de esta propuesta en unas elecciones señala a la señora Díaz como una irresponsable y una temible demagoga. Si lo decía en serio, constituye un disparate que no solo la descalifica para la gestión de lo público, sino que además la señala como alguien peligroso para ello, porque tal medida habría representado abrirle a la ruina las puertas y las ventanas de la nación. Si lo decía con el propósito de engañar, obviamente demostraba con ello ser una embustera indigna de la menor confianza, pero, en todo caso, habría sido menos grave que lo anterior, de manera que debemos felicitarnos: era lo menos malo, porque está claro que ella y sus camaradas (como Urtasun, que aparece en el artículo que enlazo) sabían que mentían, lo cual se demuestra por el hecho de que ni uno de ellos, a pesar de que Sumar está en el Gobierno, ha dicho después de las elecciones una sola palabra sobre el asunto.

    Pero que mentir sobre los famosos 20.000 euros para los jóvenes sea menos grave que el disparate de pretender regalárselos de verdad no significa que no sea deplorable, porque, de cualquier modo, lo es. Fue deplorable vender una Lunita cascabelera de 20.000 euros en unas elecciones, primero, porque fue una mentira tan gorda como grosera y, segundo, porque al soltarla Sumar estaba llamado idiotas a sus potenciales votantes. Así pues, a todo lo anterior, hay que añadir que Yolanda Díaz es una gran mentirosa: dignísima vicepresidenta de un gobierno de Pedro Sánchez.

4 comentarios:


  1. Las simpatías que muestran por el antiguo dirigente del KGB, Vladimir Putin los leninistas más o menos disfrazados o travestidos en etiquetas más modernas son pura lógica política. En el fondo siguen manteniendo el cordón umbilical con la antigua Rusia comunista, la URSS. Igual que Pasionaria y Carrillo respaldaron la invasión de Hungría en 1956 (25000 muertos) y la primera la de Checoslovaquia en 1968. Ahora la izquierda que en el fondo añora el muro de Berlín y tiene nostalgia de aquellos tiempos siente un profundo rechazo por una Ucrania emancipada del yugo ruso y que se quiere integrar en el bloque de las democracias occidentales. Hay que reconstruir la Unión Soviética, derrotada por el diabólico capitalismo y también por la acción del entonces Papa Juan Pablo II.
    El postureo de ese personaje tan insignificante y a su vez tan dañino como es Yoli bluf es propio de una sindicalista apesebrada de la gauche caviar y socia de un autócrata despótico y narcisista. Resulta paradójico que alguien que ha hecho de la traición una seña de identidad constante en su carrera política se queje de la deslealtad de un trilero como Sánchez. Cuando le interesa, esta señora saca pecho de pertenecer al gobierno Frankenstein, pero cuando quiere distanciarse para marcar territorio propio, hace como que se indigna con el presidente que la promocionó para favorecer un Podemos domesticado. Teatro, lo suyo es puro teatro. Pero de títeres de un guiñol infantil.
    Y, como bien apuntas, que se queje ella de falta de transparencia, con su ocultamiento descarado tanto de su propia gestión de los fijos discontinuos como de los escandalosos gastos de sus viajes oficiales muestra la impostura de esta pijomunista en la que todo es mentira. En este punto coincide con su socio de gobierno, al que navajearía si pudiera, como ha hecho toda su vida con sus aliados y correliginionarios. Y como haría el propio tirano Sanchinflas con ella a la primera de cambio si le conviniera para continuar en el poder. Son tal para cual.
    Y esta señora, ya en caída libre y sin mucho recorrido tras haber traicionado a quien la aupó al puesto de vicepresidenta, es falsa en todo. En su peinado, en su aspecto exterior, en su discurso, en su pretendido compromiso con los trabajadores, en su presunto feminismo. Es aún más cartón piedra que el inquilino de la Moncloa.
    Pero lo que más destaca de esta dirigente política, siendo grave todo lo anterior, es su escandalosa falta de nivel: su ínfimo bagaje cultural y mental, su dislalia y su ignorancia supina. Su comparecencia en Moncloa este verano en el que se negó a contar con traductores o intérpretes de inglés mostrando que no tiene ni idea de esa lengua nos mostró provocando una inmensa vergüenza ajena tres rasgos de su personalidad: su carácter ridículo, su incultura y su desfachatez. ¿Cómo podemos tener una clase política tan cutre, tan poco representativa de la ciudadanía? Mira que ha habido políticos discutibles en estas cuatro décadas largas de democracia, pero tan ínfimos como Yolanda Díaz es difícil de encontrar.
    La última fazaña de esta lideresa ha sido ese comentario fuera de micrófono en el debate parlamentario sobre la infame ley de amnistía, de la que también es cómplice, de mandar a la mierda a la oposición. Vulgaridad de la que encima se siente orgullosa, porque la repite en sus mítines de las elecciones europeas, riéndose infantilmente de sus propias gracias y con el aplauso de sus conmilitones, entre ellos el tal Urtasun, ministro de Incultura.

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    1. Uno de los rasgos más repugnantes del sanchismo es el penoso nivel ético, personal y, en demasiados casos, formativo de los ministros con los que nos ha torturado. Sus gabinetes son de una incompetencia escalofriante. En este terreno, los de Podemos-Sumar brillan al cien por cien, porque son todos de un sectarismo tan enfermizo como peligroso y unos completos inútiles que solo han pensado en sus planes rrrrevolucionarios. Yolanda Díaz es el no va más. ¡Menuda pájara! Al final va a ser que se metió en política para comprarse ropa cara. La que se disfraza de niña modosita para ir a ver al papa es la misma que vomita eso de "¡A la mierda!" en el Congreso y en sus mítines.

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  2. Sin embargo, en España, después de todo lo que hemos visto de la Fashionaria, como la bautizó Jiménez Losantos, todavía hay gente que la vota, aunque sea consciente de su insoportable levedad. Y es que es de “izquierdas”. Penoso. Su producto electoral, Sumar, una mercancía averiada que recoge el espíritu sectario del marxismoleninismo de siempre con la basura posmoderna y woke, parece que cada vez vende menos. Pero, aunque parezca mentira, aún vende en un sector del electorado. Además de una clase política infecta también tenemos una falta de nivel y de exigencia muy lamentable en una parte significativa de la sociedad.
    La cuota de poder que esta señora aporta al “gobierno de progreso” también merecería un comentario. A algunos se les oye poco últimamente, pero son una tropa para darles de comer aparte: Mónica pistolas en Sanidad, Urtasun el sectario y otros chicos del montón. Gozoso será el día en que toda esta gente insignificante solo sea una nota a pie de página en la historia de España.

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  3. En cuanto a sus colaboradores, vale lo dicho en mi anterior comentario y, en lo referido a sus votantes, hay que reconocer que la exigencia del electorado de hoy ha descendido muchísimo. Parecerá una pequeñez y una frivolidad, pero yo creo que, hace unos años, un votante izquierdista habría rechazado de plano a una dirigente de tan descarados y ostentosos gustos caros. No creo que con Carrillo o Cayo Lara esta señora hubiese llegado muy lejos; no creo que con Camacho o Redondo se hubiese llevado tan bien como con esta pareja formada por Álvarez y Sordo.

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