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-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
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viernes, 29 de septiembre de 2023

Demasiada violencia en los institutos

     Como suele suceder en estos casos -sobre todo, en los primeros momentos-, las informaciones que nos llegan acerca de los ataques con arma blanca perpetrados por un alumno del IES "Elena García Armada" de Jerez de la Frontera ofrecen algunas contradicciones. Entrando en el asunto concreto de la conflictividad general del centro, empezaré refiriéndome a la consejera de Educación andaluza, Patricia del Pozo, pero antes quiero dejar constancia de que me parece digna de apaluso la actuación de esta señora, en particular, en lo referido a sus declaraciones, que han sido equilibradas y razonables y, sobre todo, han mostrado la adecuada sensibilidad hacia todos los afectados por el suceso, nada que ver con el lamentable trato que dio en su día Irene Rigau a Abel Martínez Oliva, el profesor asesinado en Lérida en 2015. Ahora bien, mientras de las palabras de la señora del Pozo podría inferirse que, salvo por el desgraciado incidente de ayer, en el "Elena García Armada" no exitía conflictividad, han surgido algunos testimonios de alumnos, de padres o del AMPA que hacen pensar que no era exactamente así, y, si prestamos atención a lo que dice una madre en el segundo de estos tres enlaces, esa conflictividad no debía de ser escasa ni desconocida. 

    ¿Quién tendrá razón? ¿Cuál será exactamente la situación real de ese instituto? Supongo que el gran público no llegará a conocerla nunca, pero, en torno a la conflictividad, la violencia y el crecimiento de los incidentes en nuestros centros educativos en general, nadie podrá negar hoy su existencia, pues no son sino uno más de los escenarios en que se desarrollan estos problemas en el marco más amplio del comportamiento de nuestra juventud y adolescencia en la actualidad, como demostrarían los recentísimos datos de la Fiscalía de Madrid para esta comunidad, que podéis ver en un exhaustivo artículo de Deia (pulse aquí), diario que sin duda, como en la comunidad vasca no hay violencia, se alarma enternecedoramente por la de Madrid.

    Pero lo cierto es que la extensión y la tendencia a aumentar de la violencia juvenil son problemas que preocupan hoy en España y en el mundo entero. Casualmente, hace una semana, a raíz del asunto aquel de la IA usada por unos energúmenos de Almendralejo para "desnudar" a unas compañeras, empecé a recoger información para un artículo sobre el asunto; pues bien, en solo ocho días, aparte de lo que he sacado hasta ahora, he encontrado todo esto: agresiones sexuales grupales en Badalona; chats de escolares con imágenes sexuales en Cantabria; agresión a la salida del instituto en Madrid; 4.740 maltratadores de padres al año. Esto es solo, literalmente, un botón de muestra de lo muchísimo que hay, como para no estar alarmados. Es un problema de carácter general que tiene muchísimas causas, entre las que cabe citar la excesiva posesión de móviles entre niños y adolescentes, el mal uso de las tecnologías de la información, el retroceso de la autoridad en diferentes escalones de convivencia, la falta de límites y control, el mal momento que atraviesan la empatía o el respeto a los derechos de los demás, el hedonsimo, la convicción de muchos de que sus caprichos deben satisfacerse siempre...: una jungla de motivaciones en la que es complicado alumbrarse.

    Por ser fiel al título del artículo y a la línea de este blog, voy a ceñirme a lo que afecta al ámbito educativo y lo haré centrando la atención en dos hechos muy concretos que tienen que ver con un asunto especialmente delicado y en el que además el incremento de sucesos está siendo muy notable: el de los delitos sexuales. El primero es la serie de agresiones sexuales producidas el año pasado en un instituto de la Comunidad de Madrid; el segundo, el acoso sexual que cinco alumnos menores ejercieron sobre una profesora en un centro catalán. Casos gravísimos ambos, como podéis suponer. En el primero, un alumno de 13 años agredió en el centro a tres compañeras, y para despejar dudas, precisaré que, al menos a una de ellas, la violó. En los hechos concurrieron además circunstancias de acoso previo y amenazas posteriores. En el segundo, una joven profesora se vio sometida desde su ingreso en el centro al asfixiante hostigamiento de un alumno de 14 años, con amenazas de agresión física y de violación, frases soeces, un encierro en un aula y un intento de arrastrarla a los servicios de alumnos. Posteriormente, tuvo que soportar las constantes vejaciones verbales de otros cuatro alumnos. Y todo esto, atención, con la inhbición del director del centro, a pesar de que había sido informado.

    Pues sí, amigos, en nuestros institutos están ocurriendo este tipo de cosas. Pueden afrontarse, atajarse y solucionarse, y no sé cómo se estará haciendo en estos centros concretos que cito, pero lo afirmo porque yo he conocido dos casos muy parecidos que se resolvieron. Hará entre quince y veinte años, así que está claro que el problema no es de hoy. Conocí en un centro a un alumno que supongo que debió de encapricharse con una profesora joven que había allí, porque acostumbraba a meterse en su clase (escapándose o haciéndose expulsar de la que a él le correspondía) y someterla a unos episodios de violencia y amenaza que la tenían aterrorizada; fueron muchas las guardias en que saqué a aquel miserable repugnante de la clase de esa profesora. Conocí también un caso de una niña que salió al servicio una mañana y, como tardaba en volver, la profesora fue a ver qué ocurría y se la encontró tirada en el suelo y encima de ella a un energúmeno (otro que se buscaba las vueltas para andar siempre por los pasillos) que sabe Dios qué habría hecho de no haber aparecido por allí la profesora. Al primero de estos cafres se lo acabó llevando la familia a mitad de curso; fue la solución que se halló a la situación insostenible que había provocado, entre otros, con este guachimán que suscribe, que se honra de haberle parado los pies a aquella bestia. El segundo no sé muy bien cómo acabó, pero, si no fue en manos de la Fiscalía de menores, poco le faltó. 

    Del artículo sobre las agresiones a padres que he enlazado más arriba, os entresaco estas palabras:

        "Estoy mucho más tranquilo" Aunque no lo sepamos, necesitamos orden. Donde antes había caos -"me levantaba a las dos de la tarde y me iba a robar lo que pudiera"- de pronto apareció una disciplina militar: en pie a las 7:30, a dormir a las 21:30.

    Se refieren a un adolescente que tuvo que ser internado en un centro por agredir a sus padres y son tan sencillas como certeras. Y, para los delicados de espíritu, aclararé que ni estoy proponiendo disciplinas militares ni las veo necesarias, salvo para los casos extremos como los chicos que, por sus excesos, acaban teniendo que ser internados donde precisamente lo que se busca es desterrar los excesos. 

    Conocí a los dos personajes de las experiencias propias que cito, y su trayectoria: eran individuos acostumbrados a hacer lo que les daba la gana -salvo con quienes no se lo permitíamos, faltaría más, pero éramos pocos-, es decir, a no acudir a clase, a reventarlas cuando acudían, a reírse de los profesores y faltarles al respeto, a ignorar cualquier norma, a comportarse con violencia, a no trabajar, a no obedecer, a plantear exigencias absurdas... Si se hubiese aplicado con ellos la acertada política de someterlos al orden y a las normas, no se habría llegado a los lamentables excesos a los que se llegó, pero se cometieron errores tales como no pararles los pies, no dar a sus abusos la importancia debida y no castigarlos como merecían desde el primer momento. Eso quizás los habría frenado. Otro error -y tan grave como frecuente- que se cometió con ellos fue uno que menciona la madre del "Elena García Armada" que ya he citado más arriba: callarse, ocultar los problemas para que parezca que no existen, porque eso a lo  único que conduce es a que empeoren, creedme. Y siguiendo con las recetas inútiles o nocivas, entre los muchos vídeos que he visto sobre el instituto jerezano he oído recomendaciones como aumentar la atención a la emocionalidad de los alumnos o el número de psicólogos en los centros. Lo siento, pero tengo mis dudas. En cuanto a lo primero, porque ese consejo se materializa a menudo en algo tan desaconsejable como meterse en los sentimientos íntimos de las personas, rendija para el recorte de su libertad que me produce grandes reparos, más aún, cuando nos movemos en un ámbito tan adoctrinador como el que ha creado la LOMLOE, cuando no en otra cosa igual de negativa: el alentar en los alumnos la autocompasión. En cuanto a los psicólogos, creería más en ellos si no fuera porque me he hartado de ver cómo muchos sembraban en los alumnos infractores unos sentimientos de autoexculpación que lo que hacían eran reforzar sus conductas conflictivas. 

    Los centros educativos y los profesores podemos aportar un gran tributo a la lucha contra la violencia y la conflictividad entre los jóvenes de hoy: el de mostrarles el valor y la importancia del orden y el ofrecerles un marco en que reinen ese orden, la armonía, el respeto y la existencia de unas normas justas y claras. Un marco así es una eficaz barrera contra la violencia, la conflictividad, los abusos y las extralimitaciones, por ello, una de nuestras principales obligaciones es conseguir que los institutos sean en efecto eso: espacios sometidos a un orden racional, acogedores y seguros, donde los alumnos puedan adquirir los concimientos que van a buscar mientras conviven felizmente con sus compañeros y profesores, con la garantía de que de ningún modo van a ser víctimas de nadie que no sepa o no quiera respetarles. Los profesores no pueden ceder ni un milímetro en esto, sino que deben procurarlo con las mayores responsabilidad y firmeza. Y, por supuesto, los equipos directivos están obligados a comprometerse más que nadie, porque, como he dicho más de una vez, con un mal equipo directivo, lo más fácil es que un centro se convierta en un desastre. 

3 comentarios:

  1. Supongo que conoce la teoría, más que demostrada, de los cristales rotos....

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  2. Sí, y me parece una formulación de algo que es de sentido común, como aquello otro que se decía antes (ha caído ya un tanto en desuso) de que el árbol torcido hay que enderezarlo cuando es pequeño, porque, después ya es cada vez más difícil, hasta hacerse imposible. La experiencia, como dices, tiene más que demostrada la validez de estos enfoques.

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