Ha tenido estos días un gran eco en los medios un feísimo asunto de posible agresión sexual ocurrido en Burjasot, sobre el que, entre lo mucho publicado, destacaría un artículo de "El confidencial" en el que se reproducen los primeros testimonios de las víctimas, dos niñas de doce y trece años que acusan a cinco chicos de entre quince y diecisiete de haberlas violado. A pesar de lo tremendo de la imputación, los cinco acusados fueron puestos en libertad vigilada muy poco después de ser detenidos, en medio del alborozo de sus familares y allegados, según informaba Tele5. Esto no quiere decir que la investigación no siga adelante, sino que la juez que ha ordenado la medida cree que aún no procede el internamiento, entre otros motivos, por la existencia de unos wasaps que habrá que analizar y de contradicciones en las declaraciones de las dos niñas. Por lo que se va conociendo, sospecho que este va a resultar un caso polémico y complicado de juzgar y tiene importantes puntos en común con uno que también lo fue, el de la manada de Pamplona, tales como la actuación en grupo, la existencia de testimonios grabados y la cuestión que ya se está planteando de si hubo consentimiento o no.
En todo caso, esto ya pertenece a la evolución que el asunto tenga en el ámbito de la justicia y se irá desvelando con el tiempo. Lo que aquí quisiera tratar hoy tiene que ver con la faceta educativa. Si os vais a la noticia de "El Confidencial", encontraréis un breve vídeo con unas declaraciones de la delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Gloria Calero, que fueron pronunciadas tras ser detenidos los acusados. Según narra el locutor, manifestó que no era posible que siguieran pasando (sic) agresiones sexuales y pidió una educación en valores. A continuación, ya vemos a la propia delegada diciendo esto:
...donde los menores se eduquen en estos valores y no que la sexualidad, ahora mismo, muchos menores, por desgracia, se aprenden con la pornografía.
Sin duda es muy importante que exista una buena educación sexual, pero creo que no deberíamos engañarnos con sus poderes. Las palabras de más arriba son las típicas dichas a bocajarro que tan a menudo se ven obligados a pronunciar los responsables políticos, y con ellas la señora Calero viene a manifestar su indignación por unos hechos abominables y sus deseos de que algún día, mediante la educación, esta lacra pueda erradicarse. Esto, de forma explícita; de forma implícita, aparece también una confianza un tanto excesiva en la educación, de la que parece esperar cosas que están fuera de su ámbito.
Vamos a situarnos por un momento en la perspectiva de la delegada del Gobierno, que parece dar por hecho que en Burjasot hubo efectivamente una agresión sexual cometida por cinco chicos que, aunque legalmente sean menores, ya no están en edad de chuparse el dedo, no nos dejemos engañar por el lenguaje. Si de verdad fue así, lamentablemente tengo que decir que, en contra de lo que ella piensa, solo con educación no se evitan este tipo de hechos, así que su declaración no tiene valor institucional ninguno y se queda en un mero desahogo personal, la formulación de un deseo que comparte con cualquier persona bienintencionada, formulación superflua en el contexto en que se produce. Se podrá argumentar que tampoco tiene importancia, porque este tipo de razonamientos son bastante inocuos, pero sucede que lo son menos de lo que parece, porque podrían inducirnos a hacernos una idea equivocada acerca del gravísimo problema de la delincuencia sexual juvenil. Podríamos, como ya he dicho antes, hacernos la falsa idea de que bastarían las vías educativas para resolverlo, cosa que no es cierta, o, por el contrario, pensar que los jóvenes que cometen delitos sexuales lo hacen porque han sido deficientemente educados, cosa que tampoco es cierta e incluso podría llevarnos a la aberrante conclusión de que son unos pobres infelices víctimas de la ignoracia. ¿Acaso es así? Me temo que no, me temo que son algo peor, como queda fácilmente demostrado por el hecho de que, conociendo el perfil social y educativo de los delincuentes concretos, se puede ver que se hallan en la misma situación que otros miles de jóvenes que sin embargo no cometen sus actos abominables. Y abominable es también, además de erróneo, volver la cara a los aspectos más duros de la cuestión, como la catadura personal de los violadores (quien comete un acto inicuo es un ser inicuo, aunque tenga diecisiete, quince o catorce años) y la inexcusable obligación de combatir sus fechorías con medidas que las penalicen, siempre desagadables, no solo con roussonianas consideraciones educativas que no incomoden a nuestras sensible conciencias. Jamás se resuelve un problema si no se diagnostica de forma realista y rara vez un problema grave se resuelve exclusivamente por vías amables.
Establecido esto, ¿cómo puede contribuir la educación a luchar contra la delicuencia sexual juvenil? De muchas maneras, pero habría que empezar diferenciando las distintas esferas de lo educativo. Si nos referimos al plano escolar, a este asunto me referí ya en mi artículo Violencia de género entre menores y educación, así que sintetizaré aquí lo que allí desarrollé un poco más por extenso: habría que hacer algo que ya se hace, es decir, implantar programas específicos en los centros escolares, siempre teniendo en cuenta que su eficacia se limita a la transmisión de información y modelos correctos, por lo que no conviene hacerse demasiadas ilusiones, ya que estos el alumno los recibe o los rechaza. Por supuesto, esto hay que hacerlo absteniéndose de la menor tentación adoctrinadora. Por otra parte, creo que la escuela podría hacer otra aportación más eficaz: enseñar que en la vida existen límites que hay que respetar, porque se da la circunstancia de que los jóvenes que cometen delitos sexuales son personas que desprecian los límites. Más provechosa, sin embargo, me parece que podría ser en este campo la aportación del plano familiar, pues es ahí donde aparecen los modelos de conducta y convivencia que producen mayor impronta en los jóvenes y, si no son de respeto y buen trato, los resultados pueden ser muy negativos. Queda así formulado un gran desafío, porque en el ámbito escolar es relativamente fácil llevar a cabo programas y estrategias en la dirección adecuada, pero ¿cómo hacer esto en el familiar, teniendo en cuenta que cada familia es un mundo y no todas son modélicas? Vuelvo al punto del que partí: la arcádica solución de la educación en valores ni es fácil ni es la varita mágica.
En el asunto de Burjasot, ha sido crucial un factor que caería dentro del marco de la educación familiar y que demuestra hasta qué punto nuestra propia sociedad ha sido la que ha dificultado enormemente ella solita el control en este ámbito: los móviles. La desastrosa relación con sus "amigos" de Burjasot la establecieron las niñas a través de sus móviles en una plataforma llamada Instagram -que me alegro de desconocer, no lo oculto-: reflexiónese sobre el uso que unos y otras hicieron de ella. Dados los resultados, está claro que este instrumento estaba muy por encima del control de todos los implicados. Y, si volvemos sobre las declaraciones de la señora Calero, menciona allí un problema que me parece tan inquietante como a ella: el excesivo uso que nuestros jóvenes (e incluso niños) hacen de la pornografía y los deplorables modelos de relación sexual que transmite. Nuevamente habré de señalar que a la pornografía acceden a través de móviles u ordenadores y tendré que repetir que el control de este acceso recae sobre el ámbito familiar.
El juez Emilio Calatayud, que de delincuencia juvenil algo sabe, suele llamar la atención sobre los peligros que los móviles encierran para nuestros jóvenes. Coincido con él en esta preocupación, como coincido con él en escandalizarme de las tempranas edades a las que en nuestro país se compran móviles a los niños (¡con ocho años y hasta con seis!) y en el momento que ambos creemos que debería ser el adecuado para que una persona tuviera un móvil: cuando pudiera pagar de su bolsillo el aparato y los recibos. Un móvil abre muchísimas puertas; bastantes de ellas son solo para adultos y no pocas resultan peligrosas, basta con ver la frecuencia con que aparecen en noticias de acoso escolar o de agresión sexual. ¿Cómo hemos llegado al punto de ponerlos en manos de mocosos? Ver pornografía es mala educación, pero buscarse amistades inconvenientes también lo es: ¿cómo se educa contra eso? Habría que empezar por controlar mucho, o incluso por no comprarles móviles a quienes no pueden costeárselos. Controlar, negar caprichos... Esas cosas aquí se nos dan fatal, pero, eso sí: nos pasamos el día hablando de educar.
ResponderEliminarEs inaudito que haya padres que aplaudan a sus hijos investigados por presuntos delitos sexuales, ¡vaya educación! | (granadablogs.com)
Este caso también me ha sobresaltado y afectado, aunque todavía queden por probar las gravísimas acusaciones de violación a manos de unos menores.
Algunas reflexiones suscita este terrible episodio:
1.La ley del menor considera casi irresponsables e ininmputables a personas que son capaces de cometer crímenes atroces. El buenismo reinsertador y las campañas contra reformatorios, al igual que contra psiquiátricos es más complejo de lo que previó el legislador en su día. No creo que las soluciones sean fáciles pero tampoco estoy muy seguro de que lo mejor sea dejar las cosas como están.
2.Las reacciones de los familiares de los acusados me parecen demenciales. Una cosa es que acojan en sus casas a sus hijos y quieran lo mejor para ellos y otra muy distinta es recibirlos como si fueran asesinos del comando Donosti a los que se les hace un ongi etorri.Coincido al respecto con la opinión del juez Calatayud, que has mencionado en tu entrada:
https://www.granadablogs.com/juezcalatayud/2022/05/es-inaudito-que-haya-padres-que-aplaudan-a-sus-hijos-investigados-por-presuntos-delitos-sexuales-vaya-educacion/
3.Por mucho que se repita la consigna, la llamada educación en valores no va a modificar ninguna conducta. Pueden contarles en la escuela lo que quieran que muchos jóvenes van a repetir e imitar los comportamientos y formas de actuar de la sociedad que tienen a su alrededor. Durante los 80 y principios de los 90 en los centros de enseñanza se insistía hasta la saciedad sobre los peligros del consumo de drogas con los resultados ya conocidos.Hace tiempo le oí a una exministra plagiaria de la Wikipedia decir que si no se reimplantaba la asignatura de Educación para la Ciudadanía, habría más maltratadores. Sorprende que haya gobernantes que puedan creer semejante paparrucha.Y por supuesto coincido contigo que la escuela, en lugar de adoctrinamientos buenistas y pseudoprogres, debería insistir más en la disciplina y en una educación moral basada en el ejemplo y en la práctica. No está de moda en la actualidad, qué le vamos a hacer.
4.Creo más en otro tipo de medidas preventivas y represivas. Controlar la vida de los menores, tanto en el uso de los móviles como en el de Internet, es absolutamente esencial para evitar disgustos. Va contra corriente. Pero ayudaría a prevenir si no todos, sí algunos casos desagradables.Y lo que tú dices de las familias es esencial. Claro, que si los padres les hacen un ongi etorri a los maltratadores, apaga y vámonos.
Las autoridades tienen que decir algo para salir al paso. En especial ante asuntos que despiertan tanta alarma social. Pero creo que estos lamentables episodios son un reflejo de la sociedad en la que vivimos y los “expertos” no se están luciendo especialmente en el tratamiento de cómo encauzar a la juventud, en especial a las minorías que se decantan por comportamientos salvajes y brutales.
Ya resulta estomagante ese recurso facilón de los sectores progresistas a la educación cada vez que sale algo que les rompe sus esquemas y sus dogmas paradisiacos, por eso escribí este artículo. No, señora Calero: la cosa no consiste en apelar a más educación, porque educación ya hay mucha, y las cosas siguen pasando. Ese referente que pones tú de las drogas y el alcohol lo tenía observado yo también: las homilías y el dogma virtuoso los chicos se lo saben de maravilla, pero luego los que quieren se lo saltan. No es simplemente "educar en valores", más aún en unos momentos en que quienes mandan en la educación tienen una idea muy muy confusa de los valores, solo hay que ver el artículo que me enlazas en el otro comentario. Dejarlo en manos de la escuela (que es la que hace programas de educación en valores) es dejarlo a la buena de Dios. Mojémonos, vayamos al problema, pongamos límites, castiguemos a los culpables con la severidad proporcional a sus actos, porque nadie puede negar, sobre todo por el descaro con que actúan, que los jóvenes que se saltan las leyes lo hacen en gran parte animados por el sentimiento de impunidad. El tratamiento que hemos visto que se daba a los autores de hechos muy graves resulta muy poco disuasorio y pienso que la disuasión es una buena forma de evitar delitos. Y, en cuanto a las familias, a las que les corresponde una gran responsabilidad educativa, pues ahí está el vídeo y la censura del juez Calatayud: ¿qué se hace con eso, señora Calero?
EliminarAquí tienes otro ejemplo de cómo los poderes públicos "educan" a los jóvenes. https://www.eldebate.com/opinion/20220522/sexo-drogas-dinero-publico.html
ResponderEliminarDifícilmente encontraremos mayores aberraciones en lo referente a la juventud que las que se hacen en Valencia y Baleares, comunidades gobernadas por la izquierda y con un gran peso de la podemia. Es la pura degeneración. Sobre la indecente impronta de la señora Oltra y sus amigos en la educación, ya salió algo gravísimo sobre lo que escribí este artículo:
Eliminarhttps://papabloblog.blogspot.com/2021/10/la-escuela-no-esta-para-ensenar-la.html
Cuanto daño han hecho al buen juicio respecto a la escuela Rousseau y Neill.... Aunque nada nuevo, redentorismo con otros catecismos... Más allá de lo escabroso del caso; habrá que esperar a la resolución judicial, no deja de sorprenderme la contumacia de los poderes públicos en agitar espantajos para generar pánico moral, con la nada inocente intención de meterse en nuestra intimidad hasta el último rincón de la conciencia. Es el precio que se paga por la dimisión respecto a la propia responsabilidad; la libertad siempre demasiado áspera...
ResponderEliminarLa libertad hay que currársela, está claro: hay que estar muy atentos para intentar que no te engañen (cosa que no siempre se consigue); hay que hacerse un criterio propio (con lo cómodo que es coger el que te da ya hecho la televisión); hay que atreverse a discrepar; hay que ser responsable... Mi opinión personal es que estos niños no son ningunos santitos, como parece pensar también la delegada del Gobierno. Lo inaudito es que esta señora, con el cargo que tiene, se ponga a decir vaciedades sobre educación cuando debería hablar de lucha contra el delito o medidas de auténtica prevención. ¿Qué moto nos quiere vender?
Eliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=YctvwP8lP_c Animo a ver el vídeo de la delegada del gobierno en la Comunidad Valenciana. Su gran pregunta parte del hecho de que "los hombres", en general, son culpables. Inicia, o continúa, una causa general contra los varones. Al principio de la entrevista se jactaba de ser prudente. Sin embargo, ante los micrófonos no es la prudencia la virtud que la adorna.
ResponderEliminarRepugnante. La vi ayer: una prueba objetiva de que el feminismo ha criminalizado a los hombre por el hecho de ser hombres. Para esta señora, todos los hombres somos violadores. Gracia por el vídeo, Mariano, porque lo estuve buscando así aislado para hacer una entrada, pero no lo encontré.
EliminarY esta lumbrera, sectaria y torpe, es la delegada del gobierno en una comunidad autónoma. Ese es el nivel. Hace semanas veíamos a otra delegada del gobierno, esta vez en Ceuta, hablando de la importancia que tenía que abrieran el paso fronterizo con Marruecos para que pudiera volver su asistenta. Que limpiar la casa después de una agotadora jornada de decir y hacer patochadas políticas era una tarea demasiado dura. En esta España sanchipodemita estamos en manos de una administración sectaria, incompetente, zafia y de un nivel académico y ético próximo a la altura del betún.
ResponderEliminarPor no hablar de algo que ya es el no va más: que los cargos más altos están cayendo también en esa grosería sectaria y oligofrénica, la antítesis de lo que debería ser la política. Ver los comportamientos que están teniendo últimamente todos los ministros y, particularmente, personas como Nadia Calviño o Marlasca, de quienes sabíamos que tenían talento, es desalentador y muy poco edificante. La política de los últimos años está envilecida y Pedro Sánchez es el envilecedor supremo. Hoy en día, uno de los diputados más buscados por los medios y que más aparecen en ellos es Gabriel Rufián, lo cual es muy ilustrativo de cómo están las cosas. Un diputado estrella de telebasura en un país de política basura.
EliminarHombre, yo diría que Marlasca, Calviño y Robles no son anécdota, sino categoría de la ingenuidad general de los españoles a otorgar prestigios que los hechos no respaldan lo más mínimo... Aparte de que contra el vicio de pedir.... Dime con quién vas y.... En fin, para qué extenderse?! Don creique y don pensé que.... Por sus hechos los conoceréis, que por el pan baila el perro!
EliminarEs verdad que Robles (a la que yo no menciono), sobre todo con su beligerancia contra Rajoy en la etapa previa al 17-0 y sus advertencias contra el 155, aparte de otras cosas anteriores, ya nos había dejado claro quién era, y que a Calviño fuimos ingenuos quienes nos creímos que era para tanto como decían, pero Marlasca traía un buen currículo de su etapa de juez, precisamente, por su lucha contra ETA. Marlasca ha sido una gran decepción.
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