El pasado 28 de febrero, tuve la satisfacción de acudir a la presentación del poemario Cuenta atrás, escrito por David López Sandoval, satisfacción por muchos motivos, pero, especialmente, dos: que David es amigo mío y no lo veía desde hace mucho y que el libro es excelente. Esto último no es que lo diga yo porque esté hablando de un amiguete, sino que es un hecho que viene avalado por fundamentos tales como que lo haya publicado nada menos que Hiperión y que haya sido el ganador del XXXIV Premio Jaén de Poesía. Aprovecho para felicitar a David por ambas cosas, pero, creedme y aunque me llaméis pelmazo: por lo que hay que felicitarle es por Cuenta atrás. David ya había publicado algunos otros libros, entre los que puedo mencionaros El viaje heroico, que obtuvo en 2014 el Premio de Poesía Fray Luis de León, y Náufragos, publicado por la editorial Tres Fronteras en 2010. Hojeando este último y comparándolo con Cuenta atrás, tengo la sensación de que David ha avanzado hacia un lenguaje más claro o, como diría un crítico literario, ha experimentado un proceso de depuración de su expresión poética en la línea de la inteligibilidad y la sencillez, lo que en absoluto exime a su creación de una gran profundidad conceptual (ya os advertí que iba a decirlo como lo diría un crítico). Para mí, esa claridad del lenguaje es una de las virtudes del libro; si hubiera que señalar otra en el terreno de la expresión, señalaría la musicalidad, y esto último no lo dice solo el guachimán, sino que lo dijo también Luis Alberto de Cuenca en la presentación a la que asistí. La musicalidad nos conduce inevitablemente al terreno de la métrica y aquí quiero destacar al menos una cosa: la brillantez de los sonetos incluidos en la colección, y es que el soneto (si encuentra quien lo sepa componer, como es el caso) es como el rock: inmortal, solo que cuatrocientos años más viejo.
Concluyo esta introducción que ya se está haciendo más larga de lo que me gustaría con una breve referencia al contenido. Encuentro en este libro una reflexión sobre los aspectos gozosos de la vida, tales como el amor, la poesía, la belleza, la nostalgia de un beso, la luz, el color o la incertidumbre de los viajes, pero no debemos dejar de lado que esa "cuenta atrás" que le da título es en realidad el ineludible trayecto hacia la muerte, que en los poemas pende constantemente sobre esos gozos y los cubre con una sombra de melancolía. Termino ya; sabéis que, cuando hablo de poetas, me gusta que lo que se oiga sea su voz. Empecemos con el poema titulado Retórica, el cual me parece una breve poética cargada de ironía:
Joven poeta,
no la caves ya más
que así es la fosa.
Sobre esos goces y esa belleza de la vida que inevitablemente pasarán, sobre la paradoja de que un instante de fulgor puede ser eterno:
UNA FOTOGRAFÍA
Hay hasta el mar que espera abajo
unos diez metros de caída
desde la cumbre de la roca.
Suenan los cuerpos irrumpiendo
como venablos en el agua,
resplandecientes y nervudos,
y el griterío que conserva
cierto temblor atemperado.
Vednos aquí, en esta tarde.
Vednos colgados de las nubes.
Esta es la prueba indiscutible
de que sabíamos volar.
Naturalmente, no podía faltar en esta breve selección uno de los sonetos del libro. Acabaremos con el titulado Carreteras:
Odio la línea recta, odio el trayecto
que traza un objetivo al ser marcado,
odio el azar que nace mutilado
y que encerramos hasta luego en un proyecto.
Amo la línea curva, amo el efecto
que ofrece un horizonte alabeado;
de todos los exilios que he probado
el zigzagueo es mi predilecto.
A vosotras os amo, mis discretas,
mis grises cazadoras solitarias
de inexplorados cielos y cunetas;
a vosotras por siempre, legendarias
fronteras de mis viajes y mis metas,
mis fieles carreteras secundarias.
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