En los últimos días, el actual presidente del Gobierno ha sido protagonista de una serie de actos destinados a atraer la atención sobre su figura en los que tal vez no haya valorado debidamente aquello de "que hablen de uno aunque mal". El más notorio ha sido la publicación de su libro, un paradigma de narcisismo y megalomanía, tanto por lo que cuenta en él como por el zafio espectáculo circense que constituyó el evento de la presentación, vergonzosamente privilegiado por TVE, y estas valoraciones no son mías, sino que proceden de lo visto, de lo leído y de las innumerables críticas que han juzgado ambas cosas. Pasando por alto este plato fuerte, me voy a detener en otros hechos menos aparatosos, pero que considero muy significativos.
Exceso número uno: el cambio de colchón
Según declara el propio Pedro Sánchez al comienzo de su manual, lo primero que hizo al aposentarse en el palacio de La Mocloa fue cambiar el colchón del lecho presidencial, por una serie de motivaciones relativas a Mariano Rajoy y que a él deben de parecerle muy hilarantes. No hace falta decir que semejante desprecio hacia su antecesor en el cargo deja una imagen muy penosa del señor Sánchez, a la altura de esos patanes supremacistas que limpiaron con lejía la plaza de la localidad natal de Puigdemont después de que Inés Arrimadas diera allí un mitin. Para colmo, parece que Sánchez ni siquiera pudo hacer tal cosa, simplemente porque el colchón de Rajoy ya no estaba cuando él llegó. ¿Lo sabía el actual presidente y este episodio es por tanto una más de sus mentiras? Da lo mismo, porque la infamia no está en el hecho, sino en el acto deliberadamente insultante de contarlo como una gesta graciosísima y cargada de simbolismo.
Exceso número dos: una petición de perdón descabellada
En los últimos años, se han puesto de moda las peticiones de perdón por crímenes históricos o errores cometidos en el pasado, ya fuera por naciones o por instituciones. Personalmente, siempre me han parecido brindis al sol, ceremonias hipócritas y vacías destinadas a maquillar conciencias de carbón y dar gustillo a los mandamientos tontorrones de la corrección política y sus partidarios. Valga un ejemplo: el solo hecho de haber visto literalmente tirados por el suelo o con falsificado gesto de dolor a unos cuantos obispos que pedían perdón por los abusos sexuales que en su momento pudieron evitar y no evitaron creo que me da la razón.
Como era de esperar, este tipo de sainetes tenían que ser muy del gusto de Pedro Sánchez, un político de la escuela zapaterista y, por tanto, muy aficionado a mejorar su imagen (o intentarlo) a base de golpes de efecto que son pura fachada vacía y mentirosa, como esos decorados de las películas del oeste que simulan iglesias, casas, salones, almacenes y tiendas y no son más que tablones superpuestos. Esto podría aguantarse si se quedase en fiestuquis mitineras de fin de semana, pero lo de ayer en Francia constituyó un exceso de largo alcance. Me parece dignísimo e inobjetable que nuestro presidente del Gobierno o cualquier persona al título que sea quiera rendir homenaje a Antonio Machado, a Manuel Azaña o a quienes tuvieron que exiliarse tras la Guerra Civil, pero lo que creo que es inadmisible es ese esperpento de la petición de perdón en nombre de España. No es de recibo que un presidente español de la democracia surgida de la Constitución del 78 pronuncie estas palabras:
Machado y Azaña se vieron obligados a abandonar España. Uno de los mejores poetas que ha dado la literatura española de todos los tiempos y el presidente de la República. Dos personas dialogantes, cultas, creativas, pacíficas y sensatas. Es tarde, muy tarde. Han pasado muchos años desde que tuvieron que marcharse. España tendría que haberles pedido perdón mucho antes por la infamia. Lo hace hoy, a deshora, pero lo hace con el orgullo de recuperarles para siempre.
Ni Sánchez ni nadie puede criminalizar a España de esta manera, pero, teniendo en cuenta el cargo que él ostenta, lo suyo es gravísimo. No fue España quien pisoteó a Azaña, a Machado y a tantos otros, sino que fue un régimen ilegítimo que se fundó a raíz de un golpe de Estado, y lo que es una verdadera infamia es atribuir los desmanes de ese régimen a la nación que los padeció. Produce estupor semejante injusticia: España no tiene que pedir perdón por nada, y menos, la España de 2019. ¿Cómo puede nada menos que el presidente del Gobierno español cometer una torpeza de este calibre? ¿Es por ignorancia? ¿Es por abyección? Tiene que saber por fuerza que es un asunto muy delicado, porque hoy hay en nuestro país corrientes políticas muy oscuras -principalmente, Podemos y los separatistas- que se afanan con enconado interés en desprestigiar a España y en levantar la mentira de que el franquismo sigue muy vivo y el sistema constitucional es tan solo su heredero. Fijaos en dos cosas: en el destacado de la cita de más arriba, que no es mío, sino del medio del que lo saco: "El Periódico" edición Cataluña, ¡qué casualidad!, y en los puntos 15, 18, 19 y 20 del documento de Torra, y entenderéis entonces la gravedad del ¿patinazo? de Sánchez. ¿Está lanzándoles guiños a esos votantes que les quiere arrebatar a Iglesias, Colau y compañía? ¿Le está diciendo a Torra que todavía guarda su papelito? Sería repugnante que jugara con la dignidad de España para esto. Bueno, ni para esto ni para nada.
Hay quienes dicen que Pedro Sánchez antepone su interés a cualquier otra consideración. Desde luego, menospreciar a Rajoy tan solo por marcarse una imagencilla frívola y de pésimo gusto es un acto que no lo desmiente, y menos aún, la macroescena propagandística que se montó en Francia para terminar diciendo la barbaridad esa del perdón: allá que se fue, llevándose a rastras el adecuado aparato mediático. No perdamos de vista tampoco el final de la frase que cito, eso de que, gracias a su intervención, España recupera para siempre a Machado y Azaña: ¿pero de qué va este señor? ¿Qué se ha creído que es? Aun estando enterrados fuera, Azaña y Machado jamás han dejado de ser de España, no era necesario para nada que el 24 de febrero de 2019 se fuera Pedro Sánchez a Francia para rescatarlos. Y es que hay también quienes dicen que es muy vanidoso. Va a ser que sí.
Y además está esto... Saludos cordiales.
ResponderEliminarPues no me acordaba de que Juan Carlos y Sofía hubieran tenido un encuentro con la viuda de Azaña ese 20 - XI - 1978, fíjate en las connotaciones de la fecha, Weno, y digo lo de no me acordaba porque puedes tener por seguro que en su momento no se me debió de pasar por alto, como no se les pasaría por alto a la mayoría de los españoles. De aquí surge una reflexión: ¿no hay en el actual entorno de Sánchez nadie de los que vivieron esto de cerca y hubiera podido a visarle? ¡Qué disociación entre aquel PSOE todavía creíble y este de hoy, en el que reinan el adanismo y la ignorancia! Muy recomendable también leer eso de que a Azaña los nacionalistas le parecían peores que Franco. Una última reflexión: el talante integrador de la monarquía española está un millón de kilómetros por encima de la oferta del separatismo y sus restantes enemigos, por eso le tienen tanta fobia y por eso también es una institución tan saludable. Muchas gracias por el enlace, Weno, me alegro mucho de que te hayas dejado caer por aquí otra vez, un saludo.
EliminarTodo es postureo, autocomplacencia, oportunismo sin escrúpulos ni límites, impostura, sobreactuación.... Aderezado con el inapreciable aroma de la ignorancia y de la incultura. El resultado de final de ese gran plato nos lo podemos imaginar. Se puede tomar así, frío o caliente, al gusto. No necesita ni emplatar. Quien ya conozca los productos de ese maravilloso masterchef, puede tirarlo a la basura porque es una bazofia infumable.
ResponderEliminarAhora que hablas de ignorancia: ¿te enteraste del último ridículo del PSOE de Andalucía, que felicitó el 28-F con un poema que decían que era de Lorca y no lo era? Aquí lo tenéis:
Eliminarhttps://www.elconfidencial.com/cultura/2019-02-28/dia-de-andalucia-psoe-poema-falso-lorca_1854558/
Sí. Lo he leído. Es grotesco.
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