Ayer tuvimos una jornada de huelga y manifestaciones en la enseñanza, convocada por el Sindicato de Estudiantes en favor de una educación sexual inclusiva y contra el machismo en las aulas. Os dejo aquí mayor información y, para los que queráis verla, incluyo abajo una nota sobre el Sindicato de Estudiantes.
Y ahora, entro en materia. El invadir la escuela como campo de batalla de la ideología feminista no es cosa de hoy, pues recuerdo que hace ya más de treinta años empezaron a manifestarse los primeros síntomas. Entonces era básicamente el asunto del lenguaje inclusivo, que comenzaban a intentar imponer de manera muy suave algunas personas, básicamente, compañeras, a las que desarmábamos medio en broma con parodias del tipo: COMUNICADO DE LA DIRECCIÓN A TODOS Y TODAS LOS/LAS PADRES Y MADRES DE LOS/LAS ALUMNOS Y ALUMNAS INTRESADOS E INTERESADAS EN APUNTARSE COMO JUGADORES Y JUGADORAS AL EQUIPO DE BALONCESTO DEL CENTRO, pero ya sabéis en qué capítulo se encuentra ahora este chiste, con una vicepresidenta fundamentalista del feminismo atosigando a la RAE con este intento de neolengua. Y es que hoy en día la cosa ha dejado de ser un juego, porque, so capa de causas tan razonables como la igualdad de derechos entre hombres y mujeres o el respeto a las diversas opciones sexuales, cada vez son más abundantes y más desaforadas las muestras de que el feminismo radical y los sectores más agresivos del colectivo LGTBIQ pretenden imponer sus puntos de vista y sus opciones en la escuela.
Parecen tonterías, pero a menudo las tonterías las carga el diablo. Cada vez con mayor frecuencia me voy encontrado, en conversaciones normales con la gente o incluso en noticias de prensa, comentarios acerca de surrealistas episodios en los que, de repente y sin venir muy a cuento, un niño llega a su casa y les dice a sus padres que ese día ha ido a su colegio o instituto alguien que ha empezado a hablar de homosexualidad y les ha animado a que probasen, o que han llegado unos expertos de no se sabe dónde y han dicho y hecho unas cosas un tanto extravagantes. De uno de estos últimos casos fui yo mismo testigo en cierta ocasión. En el instituto en el que estaba, se organizaron para los alumnos de 2º de ESO unas charlas de educación sexual ofrecidas por un equipo externo de expertos. Como tutor me tocó asistir a una de sus sesiones, en la cual presencié un detalle de pésimo gusto que se convirtió en la rechifla durante varios días: en mitad de la charla -era la misma para todos los grupos-, para explicar las bondades y el uso de los preservativos, sacaron un pene de madera y le colocaron uno. No fue esta ridícula explicitud ante chicos de en torno a trece años lo peor, pues más lamentables aún fueron una serie de consejos preventivos acerca de las conductas a evitar muy inadecuados para la edad de los destinatarios, y además, tan torpes que muchos de ellos, aunque involuntariamente, eran más bien información susceptible de malos usos. Fuimos unos cuantos los profesores que advertimos a la dirección acerca de lo desafortunado de aquella actividad.
Y es que el campo de la libertad, los derechos y la educación sexuales está hoy en día expuesto a iniciativas y medidas muy desaconsejables. Están muy bien la libertad sexual y el hablar sin tapujos, pero para los adultos: con los menores, por su inmadurez, convienen mucho el recato y la prudencia; podemos y debemos hablarles de lo esencial del sexo y de cómo prevenirse contra su práctica irresponsable, pero es un disparate abrirles las puertas a una exposición descarnada de lo que hay o prevenirles contra las conductas de riesgo desplegándolas ante sus ojos con todo lujo de detalles morbosos: el ámbito de la escuela no está para esto, pero algunos como los que llevo citados hasta aquí no parece que lo tengan muy claro, mientras que otros nos demuestran que tampoco lo tienen claro intentando, como he dicho más arriba, imponer a todos solapadamente sus propias y particulares opciones, como en los casos ya tratados aquí de aquellas normas de la Generalidad valenciana que pretendían meter a todos los niños en los mismos aseos o la escuela feminista de las señoras Moreno y Penna.
En ambos casos, lo que dominaba era un muy totalitario propósito de imponer en la escuela de todos unos principios y normas tremendamente discriminatorios: no eran de recibo ni la inquisitorial vigilancia sobre la supuesta homofobia que proponía el primer documento ni la feroz heterofobia del segundo, entre otras muchas cosas, no solo esas, porque ambos documentos eran para echarse a temblar. Y ahora resulta que en la manifestación de ayer me encuentro con "tics" que me recuerdan, y mucho, a la propuesta de las señoras Moreno y Penna, cito algunos:
-No existe ninguna necesidad hoy en día de una educación sexual inclusiva en España, ni siquiera entiendo muy bien por dónde va eso de "inclusiva", porque aquí no está excluido nadie: nos hallamos ante la creación de un falso conflicto, recurso que utilizaron de manera continua las señoras Moreno y Penna.
-La exigencia de que la educación sexual se convierta en una asignatura obligatoria y de importancia está tal cual en su documento (y en unos términos que rebosan totalitarismo).
-Una de las consignas de la manifestación era "Mi falda corta no provoca nada". ¡Qué casualidad!: en el decálogo de Moreno y Penna se hacían referencias muy explícitas a la cuestión del vestuario. Otra referencia al vestuario: se queja una manifestante de que a ella una vez una jefa de estudios la reprendió por llevar los hombros descubiertos. También se reprende a los chicos, sin ir más lejos, por entrar con las gorras puestas en clase. Esta chica está viendo discriminaciones donde no las hay.
-No hay machismo en las aulas españolas como fenómeno general, sino que, muy al contrario, podemos enorgullecernos de tener una enseñanza que lo combate con decisión: de nuevo nos hallamos ante la fea práctica de inventar un falso mal para montar bronca.
-Tampoco hay opresión contra las mujeres en nuestros centros: nuevo uso de una mentira de grandes dimensiones para crear la sensación de problemas donde en realidad no existen. La acusación implícita en esta reivindicación es gravísima, cada vez me preocupa más el uso demagógico de la mentira en nuestro país.
Demasiadas coincidencias, ¿no? ¿Se han embarcado los sectores progresistas de la educación en la imposición de sus particulares doctrinas en cuestiones de género y sexo? Hace unos meses, las señoras Penna y Moreno publicaban esa propuesta suya, que tiene un tufo a totalitarismo que espanta; después, CCOO les da su respaldo. Y el 14 de noviembre de 2018, el Sindicato de Estudiantes se echa a la calle vociferando y denunciando los mismos inexistentes males del decálogo de las dos militantes radicales feministas.
¿Cuál es este nuevo juego? ¿El de la tiranía del feminismo radical y la heterofobia? ¿Como programa escolar obligatorio?
Inquieta bastante.
Sobre el Sindicato de Estudiantes
Durante mi vida profesional, fueron muchas las ocasiones en que me tocó padecer convocatorias de movilizaciones del Sindicato de Estudiantes, a través de las cuales adquirí un concepto muy negativo de esta organización, del que paso a ofreceros algunos de los motivos.
-Primero. Esta organización es una falsificación ya desde sus fundamentos. En primer lugar, al no ser el estudio una actividad profesional, no ha lugar a la existencia de sindicato de estudiantes alguno. En segundo lugar, este sindicato manipula y agita mucho en el mundo de los institutos de secundaria, cuyos alumnos son en su mayoría menores de edad, por lo que deberían estar fuera de las movilizaciones y acciones propias de una organización como este pseudosindicato, tanto las sindicales que predica como las políticas que en realidad practica. En tercer lugar, debería llamarse Sindicato de los Estudiantes que No Estudian, porque, como se ha demostrado en repetidas ocasiones, los personajes que lo lideran, o no están cursando ningún tipo de estudio, o están matriculados en centros a los que no acuden y en carreras que no terminan. Sobre esto podréis encontrar mucha información en internet.
-Segundo. Unido a lo último que he dicho, está el grotesco asunto de la edad: al frente de las movilizaciones que convoca esta organización, están personas que superan muy de largo las edades adecuadas a esos estudios que deberían realizar: gente que supera los treinta años o los roza, veinteañeros al frente de una huelga de institutos... No son estudiantes, son gente a la que se ha pasado el arroz muy de largo y que se dedica a crear conflicto en ese mundo educativo al que no pertenecen.
-Tercero. Es un sindicato sin bases ni afiliados: los escasísimos verdaderos estudiantes que a veces dicen pertenecer a él son en general colaboradores ocasionales. Bien es cierto, no obstante, que en esto difieren cada vez menos de los verdaderos sindicatos.
-Cuarto. Las reivindicaciones que promueven o a las que se adhieren son falsos conflictos educativos, en los que esta organización actúa como fuerza de agitación en la calle a beneficio de otros intereses, que son en realidad políticos: así ocurrió con las famosas broncas en las que se hizo célebre Jon Manteca, o en la guerra contra la LOMCE, o en la de los deberes, o en este asunto de la educación sexual de hoy.
-Quinto. Y es que este falso sindicato que vive del engaño de atribuirse una identidad que no le corresponde es un peón de las fuerzas políticas de la izquierda y del progresismo educativo, la fuerza de choque con la que estos sectores intentan legitimar sus filias o sus fobias creando la apariencia de que están respaldadas por los estudiantes. Acerca de esto, os dejo unos cuantos enlaces de gustos diversos:
-Sexto. Representa un enorme cinismo llamar a la huelga a los menores de edad: como comprobé decenas de veces, cuando mis alumnos respaldaban las huelgas del Sindicato de Estudiantes, lo hacían para tomarse uno o varios días de asueto: así me lo confesaban cuando les preguntaba y, por supuesto, no tenían la más remota idea de las tablas reivindicativas por las que "se movilizaban". En estas condiciones, es también un enorme cinismo alardear luego de las cifras de seguimiento de las huelgas.
-Séptimo. Y, por encima de todo, es una gran irresponsabilidad y una indecencia manipular a los menores como marionetas. Esta irresponsabilidad y esta indecencia, lo mismo que el cinismo del apartado anterior, son extensivas a las organizaciones políticas o de otra índole que a su vez manipulan al Sindicato de Estudiantes.
Auguro un exitoso futuro como alcaldes y concejales a estos muchachotes...
ResponderEliminarEs una trayectoria de libro (esa cosa que ellos no han tocado en su vida, por cierto).
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