Como podéis ver si os decidís a leerla, lleva incluido un enlace a este interesante documental que también os enlazo yo aquí:
Estamos a un mes y medio de las últimas elecciones y encallados en el embrollo para componer una mayoría capaz de gobernar que todos conocéis; cada una de las cuatro grandes formaciones tiene en esta partida su propio talón de Aquiles, y el del PP es la corrupción: por si no teníamos aún vivito y coleando el asunto Gürtel y en la memoria unos cuantos más, ahora va y estalla lo de la operación Taula, que no es nuevo ni sorprendente, y me temo que en Valencia no va a ser lo último. Pero no solo es por esto por lo que la corrupción es la pesadilla del PP, sino porque este partido es el que está mostrándose más tibio en su condena de esta lacra, para explicar por qué bastan tres palabras: "Luis, sé fuerte". Lo que percibimos los ciudadanos acerca de la corrupción es que es demasiada y que ha habido demasiada impunidad, aunque, en honor a la verdad, esta se hace cada vez menor, si bien persiste la sospecha de que la vaya a sustitiuir un sucedáneo más discreto: las condenas leves. Esta impunidad se ha debido a que, durante muchos años, los corruptos han manejado los hilos del país tan a su antojo que podían robar alegremente, incluso a la vista de todos. Y aquí es donde entran las personas que los han denunciado. Gran parte de los asuntos que se han descubierto habrían quedado ocultos si no se hubiera interpuesto una persona que estaba allí mientras se cometían -un interventor, un empleado, un funcionario- y decidió dar la voz de alarma en vez de callarse, cosa que, por cierto, a su alrededor hicieron muchos. Y mientras los ladrones robaban y los que callaban se iban tranquilamente a su casas, a esos que valerosa y cívicamente denunciaban, les empezaban a llover problemas provocados por los propios ladrones, que para esto tenían la misma impunidad que para robar y por las mismas causas.
Y los problemas podían llegar a ser muy serios: aislamiento, despido, amenazas, depresiones, ruina de la vida familiar, querellas, años de paro, empobrecimiento... Si queréis ver casos concretos, los hay en la misma petición de change.org y en esta página:
Inmaculada Gálvez, Maite Carol, Ana Garrido, Fernando Urruticoetxea, Itziar González, Ana Varela, Antoni Diéguez y otros muchos ciudadanos de a pie son personas que tuvieron el valor de no cerrar los ojos y lo pagaron así de caro. Triste paradoja que los que merecerían los honores, la protección y la admiración hayan sido los que se han llevado los palos, la persecución y el aislamiento. Triste paradoja y triste país: ni valdremos gran cosa ni saldremos de la corrupción mientras esto persista: si denunciar la corrupción es más arriesgado que practicarla, las perspectivas no son muy alentadoras. Por eso está bien la iniciativa de change.org y por eso es inexcusable que una medida así se lleve a cabo. A este respecto y volviendo a lo que decía antes acerca del PP, resulta muy significativo el hecho de que, cuando esta petición se puso en marcha, Pablo Herreros, su impulsor, recibió respuestas favorables de Alberto Garzón, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez. Preocupa que se eche de menos la de Mariano Rajoy, como podéis ver en el enlace. Ya sabemos qué partido es muy dudoso que mueva un dedo en esta dirección.
En el mundo anglosajón nos llevan en este asunto alguna ventaja, e incluso tienen acuñado un término para estos ciudadanos ejemplares que destapan asuntos de corrupción o abuso: whistleblowers. Traducido de una manera tan literal en exceso como esclarecedora, esta palabra significaría "los que soplan el silbato", como hacían los policías de las viejas películas inglesas para señalar por dónde andaban mientras perseguían a algún maleante. Alguna vez la he visto desafortunadamente traducida como "soplones", vocablo carcelario y peyorativo que lanza un estigma de condena sobre el que está haciendo las cosas bien, lo que sería ya lo único que les faltaría a esas personas que, en cualquier parte del mundo, sufren muy a menudo el acoso y las represalias de la gentuza cuyos chanchullos descubren, como ya hemos visto, con consecuencias a veces muy graves. Tampoco tenemos que rompernos la cabeza: el término "denunciantes" les va muy bien, a falta de otro tan expresivo como "whistleblowers". He leído por ahí que estos gozan de una particular protección en Estados Unidos, país en el que hasta tienen una asociación, con esta página: NWC. En el mismo encabezamiento podéis leer su lema: Honesty without fear, o sea, Honradez sin miedo. ¡Cuánta grandeza de principios en solo tres palabras! Deberían marcarnos la ruta.
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