Tengo por ahí escrito, aunque no he logrado encontrar dónde, que en cierta ocasión, hablando con mi hijo, que tenía entonces catorce o quince años, salió el tema de los alumnos de diversificación, y él me dijo:
-¿Esos quiénes son, los que se llevan la ESO sin dar un palo al agua?
Esta es la visión -expresada en términos reduccionistas y un tanto crudos- que todos los alumnos, sean o no de diversificación, tienen de este programa desde que fue implantado, hace ya de ello un buen pico de años. Y, si nos atenemos a los hechos, razón no les falta. Desconozco si existen cifras de los porcentajes de aprobados de los programas de diversificación, pero puedo decir que en los centros en los que he estado son prácticamente del cien por cien; en los centros en que yo he estado, solo han dejado de obtener el título de ESO en diversificación alumnos que, o habían optado por el abandono en cualquiera de sus múltiples formas, o -recuerdo exactamente un caso- se habían comportado de una forma tan grosera y conflictiva que, para los profesores, aprobarlos hubiera supuesto una suprema autohumillación. Es necesario hacer algo muy gordo para que te suspendan la ESO en diversificación y no pocos la aprueban simplemente por asistir, incluso sin portarse excesivamente bien.
Entre las muchas consecuencias negativas que esto genera, hay dos particularmente dañinas: como demuestran las palabras de mi hijo, para los alumnos que no entran en el juego, tanto la propia diversificación como el sistema en general se desprestigian, ya que se crea una imagen de estafa, de privilegio, de doble rasero; para los que están dispuestos a aprobar como sea, aun haciendo el zángano y sin torturarse con enojosos planteamientos acerca de la ética o la justicia, se genera un nada edificante impulso de entrar en diversificación a cualquier precio, ya que van a ganar el premio sin molestarse lo más mínimo. Esta última postura contagia incluso a algunos padres, naturalmente, de los más insensatos. En cierta ocasión, la madre de una alumna mía que no era de diversificación vino poco menos que a pedirme cuentas por el hecho de que su hija se pasaba todas las tardes estudiando (cosa que era mentira, por cierto) y suspendía en algunas asignaturas, mientras que la de la vecina, que sí era de diversificación, salía todas las tardes y lo aprobaba todo. Lo que aquella señora reclamaba no era que se racionalizase la feria de la diversificación, sino que los demás empezásemos a hacer lo mismo. Cuando el propio sistema no se recata en perseguir el aprobado a cualquier precio, no debe extrañarnos que hagan lo mismo padres y alumnos.
Entre las muchas consecuencias negativas que esto genera, hay dos particularmente dañinas: como demuestran las palabras de mi hijo, para los alumnos que no entran en el juego, tanto la propia diversificación como el sistema en general se desprestigian, ya que se crea una imagen de estafa, de privilegio, de doble rasero; para los que están dispuestos a aprobar como sea, aun haciendo el zángano y sin torturarse con enojosos planteamientos acerca de la ética o la justicia, se genera un nada edificante impulso de entrar en diversificación a cualquier precio, ya que van a ganar el premio sin molestarse lo más mínimo. Esta última postura contagia incluso a algunos padres, naturalmente, de los más insensatos. En cierta ocasión, la madre de una alumna mía que no era de diversificación vino poco menos que a pedirme cuentas por el hecho de que su hija se pasaba todas las tardes estudiando (cosa que era mentira, por cierto) y suspendía en algunas asignaturas, mientras que la de la vecina, que sí era de diversificación, salía todas las tardes y lo aprobaba todo. Lo que aquella señora reclamaba no era que se racionalizase la feria de la diversificación, sino que los demás empezásemos a hacer lo mismo. Cuando el propio sistema no se recata en perseguir el aprobado a cualquier precio, no debe extrañarnos que hagan lo mismo padres y alumnos.
Sin embargo, si se contempla teniendo en cuenta sus planteamientos teóricos, la diversificación no es una mala idea. Este programa pretende mantener en el sistema a alumnos que, por su escasa capacidad, un ambiente sociofamiliar adverso o unas grandes carencias educativas, tienen elevadas perspectivas de salir del instituto sin el título de ESO y quedar en riesgo de exclusión social, pero que podrían tener éxito si se les introdujera en un programa que fuera menos exigente que el regular, aunque mantuviera los mínimos educativos. Añádanle a esto unos grupos reducidos y un seguimiento más atento a la trayectoria del alumno y nos sale la diversificación. ¿Quién podría poner objeciones a un plan así? Nadie, siempre, naturalmente, que se llevase a cabo bien y sin trampas. Mi amigo Aquiles (nombre claramente falso, aunque no el personaje y su historia) suele hablarme de que en su instituto, hace algunos años, llegaron al departamento de Orientación, que es el que tiene a su cargo los programas de diversificación, dos profesoras nuevas y muy comprometidas con su oficio que tomaron a su cargo la diversificación, con la advertencia desde el principio de que la iban a llevar en serio y no iban a regalar el título a vagos. Así lo hicieron: en ese instituto, entrar en diversificación no es sinónimo de tumbarse a holgazanear y sacarse la ESO seguro y por la linda cara, sino que, al que no estudia, le hacen lo lógico: suspenderlo, y el programa funciona muy bien. Debo señalar, no obstante, que mi amigo me habla de lo de su instituto como de una notable excepción y subraya que estas profesoras, para llevar a cabo esa expulsión de los mercaderes del templo, debieron actuar con decisión, firmeza y hasta un poco de bravura.
Habrá centros así, no lo dudo, pero, insisto: lo apabullantemente normal es lo otro, lo que me contaba mi amiga Rosaura (otro nombre falso). El curso pasado, se incorporó tarde a su instituto y allí le asignaron una plaza en el departamento de Orientación. Gran parte de la semana se la pasaba como profesora de compensatoria, dando clases de refuerzo a dos niñas que, durante algunas horas, se separaban del resto de su grupo para ir con ella, lo cual le producía una gran sensación de pérdida de tiempo y despilfarro, ya que veía sin poder hacer nada que aquella profesora semiparticular ni era lo que necesitaban esas niñas ni lo agradecían con otra cosa que una notoria dejadez. Una de ellas, llamada Cleopatra (nombre también falso, como ya suponían), además de no hacer nada, faltaba mucho y el último trimestre se lo pasó casi sin asistir. Llegó la evaluación final y a Rosaura le tocó asistir a un curioso espectáculo: la orientadora del centro propuso que Cleopatra entrase en diversificación, a lo que se negaron rotundamente los profesores del grupo, argumentando que había estado todo el curso vagueando y había faltado mucho: ¿cómo se la iba a premiar poniéndola en diversificación? Además de ser una aberración, resultaría un despilfarro, ya que las plazas de diversificación, como todas las de los programas especiales, son más caras. Pues bien: hace no muchos días, Rosaura me contaba bastante desolada que, en este curso, el departamento de Orientación ha incluido a Cleopatra en un grupo de diversificación, despreciando el dictamen de sus profesores, y no solo a ella, sino a unos cuantos compañeros suyos de parecido perfil.
¿Por qué suceden estas cosas? La razón está en quién es responsable de los programas de diversificación y compensatoria, que están en manos de los departamentos de Orientación. Para que la diversificación funcione, debe seguirse a rajatabla una regla oficiosa: incluir en los grupos solo a alumnos que hayan demostrado interés y esfuerzo, a alumnos que, si no aprueban, no es por su dejadez y por su vagancia, sino por otros factores. Con esos sí se puede trabajar y se obtienen unos resultados muy gratificantes, lo sé porque fui porfesor de diversificación hace algunos años. Di clases de Ámbito Sociolingüístico a dos grupos de catorce alumnos, de tercero de ESO, con una curiosa característica: de manera casi matemática, en cada grupo tenía siete alumnos que tenían interés y se esforzaban y otros siete que eran unos completos gandules, y no solo eso, sino que, con aquellos profesores que se lo permitían, se comportaban muy mal y de manera irrespetuosa. Como ya os imaginaréis, ese año tuve un resultado de 14 aprobados y 14 suspensos, fifty fifty. En la junta final, me tocó, como tutor que era de uno de los grupos, defender los siete suspensos que había puesto la profesora de Música, que ya estaba ausente y a la que un miembro del equipo y secretario del centro pretendía hacer volver para que convirtiera esos suspensos en aprobados, así, a lo crudo, pero la cosa no pasó a más porque yo le hice saber que esos niños se habían pasado el curso presentándole exámenes en blanco y algunos de ellos, incluso, tratándola de forma despectiva. Alguien me dijo después una cosa: si yo hubiera estado en cuarto, curso en que se dan los títulos, no me habrían dejado hacer nada de lo que hice. Me lo creo.
Supongo que ya vais entendiendo: el problema de la diversificación es que los departamentos de Orientación la tratan de manera clientelar y en beneficio propio. Defienden la presencia de los alumnos y que se les apruebe hagan lo que hagan, hasta el punto de que los chicos pronto lo captan y los peores se crecen y acaban perdiendo el respeto a los profesores; acaban metiendo en los grupos a cualquiera, con tal de que ocupe una plaza. La razón es de supervivencia: resulta curioso ver cómo los departamentos de Orientación, que son los que atienden a menos alumnos, son sin embargo de los que más profesores tienen, y eso es en parte porque tienen la facultad de determinar ellos mismos su alumnado. Si os habéis fijado, en el centro en el que yo di diversificación, en realidad sobraban la mitad de los alumnos, pero el departamento que elaboró los grupos, siguiendo una práctica muy extendida, metió al doble de los que debía, lo que tiene una importante consecuencia: más profesores para el departamento. Algo parecido pasaba con Cleopatra, su compañera y un buen montón de niños de compensatoria: la compensatoria les sirve de bien poco, pero en cambio genera unas cuantas plazas de profesores para los departamentos de Orientación, que tienen cierta potestad para determinar que un alumno vaya a compensatoria. En lo referido a que apruebe todo el mundo la ESO, poco hay que decir, es la medida más clientelar de todas: la que atrae como moscas a interesados en aprobar sin estudiar, la que permite exhibir lo que hoy se llama éxito de un programa educativo: un cien por cien de aprobados, o casi, sin importar demasiado en qué condiciones. Muchos de los chicos que van a diversificación, en realidad estarían mejor en otras opciones que existen o han existido: las antiguas garantía social o PCPI, o la actual FPB, opciones de formación profesional que siempre han sido saboteadas por determinados sectores educativos aduciendo increíbles razones de discriminación, aunque quizás haya otras menos confesables.
En conclusión, como con algunas otras cosas de nuestro actual sistema educativo, la diversificación es una buena idea que ha acabado fracasando por culpa de ciertas prácticas viciadas. Se ha convertido en algo antieducativo: no se motiva a sus alumnos para el aprendizaje y representa para todos un referente negativo, una prueba de que se puede obtener los títulos sin hacer demasiado por ganárselos. El daño producido es grande, ya que afecta no solo al programa en sí y a los alumnos que deberían ser sus beneficiarios, sino que va incluso más lejos, ya que sus incongruencias repercuten en el desprestigio del sistema educativo.
Habrá centros así, no lo dudo, pero, insisto: lo apabullantemente normal es lo otro, lo que me contaba mi amiga Rosaura (otro nombre falso). El curso pasado, se incorporó tarde a su instituto y allí le asignaron una plaza en el departamento de Orientación. Gran parte de la semana se la pasaba como profesora de compensatoria, dando clases de refuerzo a dos niñas que, durante algunas horas, se separaban del resto de su grupo para ir con ella, lo cual le producía una gran sensación de pérdida de tiempo y despilfarro, ya que veía sin poder hacer nada que aquella profesora semiparticular ni era lo que necesitaban esas niñas ni lo agradecían con otra cosa que una notoria dejadez. Una de ellas, llamada Cleopatra (nombre también falso, como ya suponían), además de no hacer nada, faltaba mucho y el último trimestre se lo pasó casi sin asistir. Llegó la evaluación final y a Rosaura le tocó asistir a un curioso espectáculo: la orientadora del centro propuso que Cleopatra entrase en diversificación, a lo que se negaron rotundamente los profesores del grupo, argumentando que había estado todo el curso vagueando y había faltado mucho: ¿cómo se la iba a premiar poniéndola en diversificación? Además de ser una aberración, resultaría un despilfarro, ya que las plazas de diversificación, como todas las de los programas especiales, son más caras. Pues bien: hace no muchos días, Rosaura me contaba bastante desolada que, en este curso, el departamento de Orientación ha incluido a Cleopatra en un grupo de diversificación, despreciando el dictamen de sus profesores, y no solo a ella, sino a unos cuantos compañeros suyos de parecido perfil.
¿Por qué suceden estas cosas? La razón está en quién es responsable de los programas de diversificación y compensatoria, que están en manos de los departamentos de Orientación. Para que la diversificación funcione, debe seguirse a rajatabla una regla oficiosa: incluir en los grupos solo a alumnos que hayan demostrado interés y esfuerzo, a alumnos que, si no aprueban, no es por su dejadez y por su vagancia, sino por otros factores. Con esos sí se puede trabajar y se obtienen unos resultados muy gratificantes, lo sé porque fui porfesor de diversificación hace algunos años. Di clases de Ámbito Sociolingüístico a dos grupos de catorce alumnos, de tercero de ESO, con una curiosa característica: de manera casi matemática, en cada grupo tenía siete alumnos que tenían interés y se esforzaban y otros siete que eran unos completos gandules, y no solo eso, sino que, con aquellos profesores que se lo permitían, se comportaban muy mal y de manera irrespetuosa. Como ya os imaginaréis, ese año tuve un resultado de 14 aprobados y 14 suspensos, fifty fifty. En la junta final, me tocó, como tutor que era de uno de los grupos, defender los siete suspensos que había puesto la profesora de Música, que ya estaba ausente y a la que un miembro del equipo y secretario del centro pretendía hacer volver para que convirtiera esos suspensos en aprobados, así, a lo crudo, pero la cosa no pasó a más porque yo le hice saber que esos niños se habían pasado el curso presentándole exámenes en blanco y algunos de ellos, incluso, tratándola de forma despectiva. Alguien me dijo después una cosa: si yo hubiera estado en cuarto, curso en que se dan los títulos, no me habrían dejado hacer nada de lo que hice. Me lo creo.
Supongo que ya vais entendiendo: el problema de la diversificación es que los departamentos de Orientación la tratan de manera clientelar y en beneficio propio. Defienden la presencia de los alumnos y que se les apruebe hagan lo que hagan, hasta el punto de que los chicos pronto lo captan y los peores se crecen y acaban perdiendo el respeto a los profesores; acaban metiendo en los grupos a cualquiera, con tal de que ocupe una plaza. La razón es de supervivencia: resulta curioso ver cómo los departamentos de Orientación, que son los que atienden a menos alumnos, son sin embargo de los que más profesores tienen, y eso es en parte porque tienen la facultad de determinar ellos mismos su alumnado. Si os habéis fijado, en el centro en el que yo di diversificación, en realidad sobraban la mitad de los alumnos, pero el departamento que elaboró los grupos, siguiendo una práctica muy extendida, metió al doble de los que debía, lo que tiene una importante consecuencia: más profesores para el departamento. Algo parecido pasaba con Cleopatra, su compañera y un buen montón de niños de compensatoria: la compensatoria les sirve de bien poco, pero en cambio genera unas cuantas plazas de profesores para los departamentos de Orientación, que tienen cierta potestad para determinar que un alumno vaya a compensatoria. En lo referido a que apruebe todo el mundo la ESO, poco hay que decir, es la medida más clientelar de todas: la que atrae como moscas a interesados en aprobar sin estudiar, la que permite exhibir lo que hoy se llama éxito de un programa educativo: un cien por cien de aprobados, o casi, sin importar demasiado en qué condiciones. Muchos de los chicos que van a diversificación, en realidad estarían mejor en otras opciones que existen o han existido: las antiguas garantía social o PCPI, o la actual FPB, opciones de formación profesional que siempre han sido saboteadas por determinados sectores educativos aduciendo increíbles razones de discriminación, aunque quizás haya otras menos confesables.
En conclusión, como con algunas otras cosas de nuestro actual sistema educativo, la diversificación es una buena idea que ha acabado fracasando por culpa de ciertas prácticas viciadas. Se ha convertido en algo antieducativo: no se motiva a sus alumnos para el aprendizaje y representa para todos un referente negativo, una prueba de que se puede obtener los títulos sin hacer demasiado por ganárselos. El daño producido es grande, ya que afecta no solo al programa en sí y a los alumnos que deberían ser sus beneficiarios, sino que va incluso más lejos, ya que sus incongruencias repercuten en el desprestigio del sistema educativo.
Impecable, Pablo. Añadiría que, demasiadas veces, nosotros mismos somos cómplices de esta situación, aceptando (u oponiéndonos tibiamente) a que alumnos que no lo merecen vayan a "Diver" (supongo que esta forma coloquial de llamar a los grupos de diversificación será generalizada -significativa abreviatura, por otra parte-). Un abrazo.
ResponderEliminarMe alegra leerte de nuevo.
Está generalizada y es, en efecto, muy significativa. En cuanto a esa oposición de la que hablas, al menos podríamos y deberíamos hacerla, porque no cuesta nada y tiene su importancia. Cuando los departamentos de Orientación presionan a las juntas para que sean ellas las que propongan a los alumnos para diversificación, no es por deporte, sino por una cuestión de responsabilidad: no es lo mismo tener a unos cuantos gandules mal seleccionados con la cobertura de "la junta los propuso" que tener que lanzarse a la piscina abiertamente y hacer ellos mismos una mala selección, cuyas motivaciones, en ese caso, serían ellos quienes tuvieran que explicar.
ResponderEliminarPor supuesto, podríamos y deberíamos.
EliminarY si todos lo hiciéramos, seríamos un colectivo mucho más feliz, Alberto. Un abrazo.
Eliminar¿Tengo tu permiso para compartir este artículo?
ResponderEliminarNi que decir tiene, Lola.
ResponderEliminarSoy profe de diver desde el curso 1997-98 y tengo que decir que en mi centro se tiene especial cuidado en elegir a los alumnos que no han faltado a clase y tienen interés por el trabajo lo cual nos facilita la tarea. El problema se nos presenta cuando desde la inspección nos presionan con llegar a un determinado número de alumnos y si no lo alcanzamos nos juntan a 3º y 4º, lo cual nos parece aberrante. Y claro, entonces hay que buscar alumnos para que eso no suceda, y puede ocurrir que metan al primer curso (3º de diver) a algun ejemplar que no debería estar ahí.
ResponderEliminarHe tenido cursos muy buenos donde todos trabajaban y tenían interés, con mayor o menor nivel cultural-educativo, solucionable con su trabajo. Pero he tenido dos veces un curso que en más de una ocasión tenía que parar la clase y salirme con una alumna al pasillo porque otra de la clase se había puesto a insultarla y se levantaba a pegarle. Empezaba a llorar, que nadie la quería, etc etc...y cual psicóloga que no soy (soy bióloga y doy ámbito científico tecnológico) tenía que tranquilizarla.
En cuanto a los resultados académicos, tengo que decir que yo nunca he regalado el aprobado a nadie, y es condición indispensable aprobar los ámbitos para obtener el título. Todos los cursos se va algun alumno sin titular precisamente por suspender conmigo. Siempre lo aviso al empezar el curso: el que trabaja aprueba, y los gandules no.
Sí que es cierto que entran a diver pensando que es jauja y se les regala el aprobado, pero cuando ven que tienen más control precisamente porque son pocos, y tienen que trabajar mucho más, porque son más horas conmigo la percepción les va cambiando a los desinteresados y terminan por tirar la toalla y dejar de venir a clase. Afortunadamente esos son pocos.
Sin embargo he visto muchos alumnos subirles la autoestima cuando ven que entienden lo que antes no entendían, y picarse entre ellos a ver quien termina los ejercicios antes y los hace bien. Sólo por esos alumnos, por los que dicen al cabo de los años que lo que aprendieron me lo deben a mí, merece la pena.
Yo tuve hace años en primero de bachillerato a una niña marroquí que venía de diversificación y sacaba sobresaliente en todo o en casi todo. Por otro lado, aparte de mi año en diversificación, estuve tres años en compensatoria tipo C, que esprácticamente lo mismo pero con el margen de edad puesto en los 15 años, y en ambos programas tuve alumnos que producen esa satisfacción de la que hablas, Lourdes. Siempre te la da el tener alumnos que sabes que han aprendido y le han sacado un provecho a los estudios, pero sin duda es mayor cuiando se trata de alumnos que habán tenido dificultades. La diversificación puede dar buenos resultados, y los da de hecho, como sucede con los grupos ordinarios: dan resultados malos y buenos, tienen alumnos malos y buenos. Pero hay una diferencia: en los grupos ordinarios de ESO, entran los alumnos que hay, porque es enseñanza obligatoria, mientras que, para estos programas, los centros tienen la potestad de elegir a los alumnos, y yo añado que la obligación de elegirlos bien. Lo que yo señalo es que está extendidísima la mala elección, lo que acarrea problemas como el sobredimensionamiento y los aprobados regalados. Si lo normal en la ESO regular es un fracaso de aproximadamente el 30%, sorprende que en diversificación se acerque tanto al 100%, cuando todos sabemos que hay ahí muchos chicos que no estudian: ese es el problema: ¿cuántos aprobados regalados hay en diversificación? Yo creo que más que en la ESO regular, donde todos sabemos que también los hay. Se trata de otra parcela viciada en un sistema viciado, y eso es lo que lamentablemente tenemos que señalar. Creo que la diversificación se vería muy beneficiada si no hubiese tantas dificultades y resisitencias para matricular en formación profesional a alumnos que se deja en diversificación sabiendo que no tienen el perfil adecuado. Ni la racanería de la Administración para crear estas plazas ni el empecinamiento de los departamentos de orientación en coger a más chicos de los que deberían resultan beneficiosos.
EliminarQuería decir que en diversificación se acerque tanto al cien por cien de aprobados, no de fracaso. Entre la pájara y los dedos como muñones, vaya comentario me ha salido.
EliminarJajajaja, Tranquilo, Pablo, que te había entendido que te referías a 100% de aprobados.
ResponderEliminarLa verdad es que hasta ahora no tenemos precisamente sobredimensión en mi centro ningún año (ya dije arriba que precisamente nos vemos a veces con alumnos que no tienen perfil de diver por haberlos metido de relleno). Siempre tenemos un grupo de 3º y otro de 4º, y entre los dos nunca hemos pasado de 15, motivo por el cual querían juntarnos a los dos permanentemente (si teníamos 12-13, teníamos que buscar hasta 15 que es el límite que tenemos por grupo para que no nos los junten).
En cuanto al programa en sí, segun lo estipulado por ley, si un alumno fracasa en diver es por dos razones: porque el profesor no le ha adaptado bien el programa o por su inasistencia a clase. Quiero decir con ésto que un 100% de aprobados en diver sólo reflejaría que el profesor le ha adaptado perfectamente el programa a todos y cada uno de sus alumnos. Evidentemente el alumno que llega a clase a calentar la silla, yo no le voy a poner cómics de matemáticas o de biología como método de entretenimiento para engancharlo...o ponen de su parte, o pasará como la mayoría de las veces, que un 33% se van sin el título por no aprobar mi ámbito.
En las evaluaciones, sobretodo en septiembre, yo he visto auténticas locuras en las calificaciones de los compañeros de clase de mis "divertidos" (como yo les llamo). Desde si tú lo apruebas, yo también, y el Sr X por no tenerlo el año que viene le regala el aprobado, y pasa de curso sin nada... Y así se presentan alumnos en bachillerato que no tienen ni idea de la mitad de las materias.
También he visto alguna propuesta de determinados profesores en 3º que dicen que un alumno es de diver porque no quieren volverlo a tener el curso siguiente. Decir el Departamento de Orientación que ese alumno no cumple el perfil de diversificación, y la Dirección del centro rechazar la opinión del D.O. e incluirlo.
Todos esos chalaneos de las juntas y de quitarse alumnos de encima son los que han matado esta profesión, Lourdes. En cuanto a la "diver", lo que más se ve por aquí -como reflejo en el artículo- es la maravillosa aproximación al cien por cien.
ResponderEliminarEse chalaneo es lo que me desmoraliza de una profesión que debería ser justa con cada uno de los alumnos, y sobretodo vocacional por parte de los que la ejercen. Pero ese es el problema, Pablo, que la mayoría de los profesores están ahí porque no han podido trabajar en otra cosa, pero no lo son por vocación, no disfrutan dando clase. Por eso no sirven cuando se encuentran alumnos "difíciles", de los que hoy día por la situación que vivimos son muchos, y no se dan cuenta que con gritar a los alumnos, insultarles, arrinconarles al final de la clase, expulsarlos al pasillo (cosa que es ilegal, pero muchos se siguen saltando la ley como quieren)... se consigue menos que con el diálogo, la paciencia, sabiendo escuchar...
ResponderEliminarAhora cambio un poco el tema, aunque está relacionado con el alumnado de diversificación. Cuando un alumno que vive en una urbanización a 5 km de Cuenca no viene con material de trabajo para el taller de tecnología una semana y otra, y me dice que su madre no se lo compra porque pasa de él... ese alumno necesita que le escuchen, y termina contando una historia que te lleva a pensar: "qué suerte tienen mis hijos". ¿Cómo puede sentirse un adolescente que vive con su madre y el novio de ella, y le dice llévame a Cuenca que tengo que comprar material para el taller, y le dice que no tiene que venir a Cuenca a nada ( como si su hijo no valiera nada) y media hora después la llaman las amigas y se viene a Cuenca a cenar con ellas?. Esa misma madre la llamó el Director del insti para comentarle un tema de su hijo y le colgó el teléfono. Y no hablo de una persona sin cultura, ni drogadicta, alcohólica, etc.
Por eso el otro día discutía con mi hijo, que ha terminado el Grado de Japonés en la Autónoma de Madrid, y quiere hacer un máster de Español para extranjeros porque pretende en un futuro dedicarse a la enseñanza. El decía que enseñar no es educar. Anoche leía el post de "la burbuja de la educación en valores" que publicó el miércoles Alberto, nuestro profesor Atticus, y me acordaba de la polémica con mi hijo. ¿Hasta qué punto estamos sólo para enseñar?. Si un alumno como el caso que acabo de contar lo veo así...¿paso de él? Creo que además de enseñar debemos escuchar.
Mi hijo decía que él no aconsejará a una alumna/o sobre el tema de las drogas, las compañías, el sexo, etc porque eso deben hacerlo sus padres, que son sus educadores. Pero a veces esos chicos, sobre todo los de "diver" es como si no tuviesen padres, y necesitan desahogarse, necesitan que se les hable, se les aconseje... Otra cosa es que luego salen por la puerta y olvidan lo que se les ha dicho... En mis tiempos los profesores apenas si sabían como nos llamábamos y punto; creo que hoy día si algo hemos mejorado es porque algunos también tenemos sensibilidad (reconozco que soy muy sensible). Igual estoy equivocada...
Es tu manera de ver las cosas, Lourdes, simplemente. He de decirte que yo, en términos generales, soy más, digamos, profesor-profesor, pero cualquiera que haya estado en este oficio sabe que, en determinadas ocasiones, es necesario escuchar y aconsejar, y esa que me pintas sería una de ellas, sin contar con las mil veces que habrá que señalarle a un chico el camino adecuado en cosas menos graves.. En casos como el que relatas, algo hay que hacer, aunque, por fortuna, no son la mayoría, ni siquiera en diversificación, sino un pequeño porcentaje. Luego están los padres normales, con los que también hay mucho que hablar, por fortuna, casi nunca llegando a extremos tan dramáticos, pero hay muchos que necesitan un par de buenas observaciones, para lo que es utilísima la tutoría, yo soy de los que la ven muy necesaria. Que luego haya unos cuantos que no te hagan caso, ese no es ya tu problema. Soy partidario de diferenciar los papeles y de guardar una distancia razonable entre el profesor y el alumno, pero no es inteligente ni beneficioso estar en un pedestal, por no decir que, en los tiempos actuales, es imposible.
ResponderEliminarLourdes, yo no renuncio a educar. Y no lo hago porque estoy convencido de que enseñar mi materia contribuye a formar a mis alumnos. Lo que rechazo es la obligación de asumir e inculcar unos valores que, primero, no tengo por qué compartir y, segundo, son "competencia" de los padres. A ver si me explico bien: mis hijos, obviamente, van a verse influenciados por mis valores. Conforme vayan creciendo se formarán sus propios valores, coincidentes o no (incluso opuestos, quién sabe) con los míos. Por ejemplo: las creencias. Yo, que soy creyente aunque piense que la religión no debe estar en la escuela, no voy a condicionar a mis hijos respecto a sus creencias. Lógicamente, hay valores que sí quiero transmitirles: la honradez, la constancia, la curiosidad por aprender cosas nuevas, la coherencia...pero estos son valores que no dependen de ideología alguna. Eso es lo que trato de decir cuando rechazo determinada "educación en valores". Los políticos ya nos han demostrado qué es para ellos "la educación en valores". Quieren educar en "sus" valores, o lo que es lo mismo: adoctrinar. Y a esto yo me opongo. Luego viene lo que Pablo ya ha comentado, que no se trata de escoger entre enseñar o educar sino de ser conscientes de que el papel del profesor es, por encima de todo, trasmitir unos conocimientos que él tiene y sus alumnos no, unos conocimientos que sus padres, por lo general, no le pueden proporcionar y, por eso, debe aprenderlos en la escuela. Casos concretos como el que comentas son eso: casos concretos. Y, por supuesto, cuando un profesor detecta un problema en un alumno, tiene la responsabilidad de intentar ayudarlo. Pero no es tanto una cuestión profesional como humana. Creo que son dos planos, aunque indudablemente relacionados, diferentes. Un saludo.
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