Hace ya unas semanas, os hablé de Profesor Atticus, el excelente blog de Alberto Royo, en el cual, con un estilo, una inteligencia y una sapiencia admirables, nos habla de cosas muy interesantes relacionadas con la sociedad, la educación o la cultura. Me asomo hoy a curiosear por esta página y me encuentro con que Alberto participó el pasado día 20 en un debate televisivo de La 2, o sea y para que no queden dudas, de la merecidamente prestigiosa segunda cadena de Radiotelevisión Española. Fue en el programa "Para todos la 2" y el título de la entrega era "Los aprendices". Aquí tenéis un enlace por si queréis verlo, dura algo menos de media hora:
Alberto también incluye en su blog un par de artículos sobre el programa, uno para presentarlo y otro para comentarlo por extenso. Aquí os dejo los enlaces:
Os aviso de que este es uno de esos artículos en que la cosa va tremendamente en serio y, cuando es así, no me impongo restricciones del tipo "sé breve" o "sé amable", sino que vuelco todo lo que creo que hay que volcar, lo digo más que nada por si tenéis al vuelo cosas más importantes que leer al guachimán. ¿Por qué va la cosa tremendamente en serio? Porque la educación es una cosa tremendamente seria, tremendamente importante para el progreso de nuestra sociedad en general y las vidas de millones de personas en particular, así que deberíamos tratarla con las correspondientes responsabilidad y delicadeza, pero, por desgracia, en España nos hemos acostumbrado desde hace mucho tiempo a tratarla con la negligencia y la frivolidad más absolutas y perniciosas. Abatida hace años por un despropósito llamado LOGSE, parece hoy la educación española un cadáver a la vez formidable y lastimoso del que se alimenta toda laya de miserables carroñeros: buitres negros o leonados, hienas, chacales, ratones, ratas, cuervos, picazas, escarabajos, gusanos o invisibles bacterias, que los estómagos carentes de escrúpulos componen una familia muy numerosa. Así ocurre con la educación en nuestro país: en lugar de cuidarla, observarla con diligente atención y hacer serios intentos por mejorarla, la dejamos desamparada y a merced de desaprensivos que se presentan como expertos, pedagogos, innovadores, críticos, revolucionarios o cualquier variopinta etiqueta, pero que en realidad lo único que pretenden es arrancar el mayor pedazo de carne muerta que sus fauces de carroñeros interesados puedan enganchar. Para el caso de que alguien no me entienda, me dejaré aquí de metáforas: donde digo carne muerta, quiero decir pasta, negocio, clientes para una academia o un máster, lectores para un libro, puestecillos chollo de poco currar y mucho medrar, asesorías o acaso notoriedad política o cultural, en pocas palabras: medro o lucro.
En el debate del que os hablo, tuvimos ocasión de ver a Alberto batirse el cobre con dos singulares personajes: Sebastián Barajas y María Acaso. Sebastián Barajas es, bastaba verlo con su traje y su corbata, un hombre sólido. Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Barcelona, Máster en Esade, consultor empresarial y Emprendedor (lo pongo con mayúsculas porque observo que, en los últimos años, esta condición está ascendiendo a los altares: fijaos, fijaos: en cuanto un fulano se te presenta como Emprendedor, ya te mira como si fueras una lagartija). Con este currículum, a nadie puede extrañarle que este señor se haya sentido capacitado para escribir un libro sobre educación (Aprender es hacer) y para pontificar sobre el tema con el desparpajo con que lo vimos hacerlo en el programa: el que alcanza las cimas que ha alcanzado don Sebastián, "lo sabe to de to", como dice Riki López. Volveré sobre la actuación del señor Barajas para ilustrar lo que digo. María Acaso ya ha pasado por este blog, pues es la autora de esa imprescindible aportación al progreso de la humanidad que se titula rEDUvolution. Es profesora e investigadora especializada en el área de educación artística en la universidad Complutense. Frente a estos dos colosos de la pedagogía, el pobre Alberto lo único que presentaba era su condición de profesor de instituto: ¿qué iba a poder enseñarles sobre educación a todo un máster en MBA y a una investigadora de la Complutense un tipo que lo único que hace es pasarse la vida entre niños dándoles clase? Quizás en España, después de lo que llevamos visto, deberíamos empezar a espabilar y a no dejarnos guiar por las apariencias, a valorar a las personas por los méritos concretos que acrediten antes que por imágenes lustrosas o ejecutorias tan altisonantes como vanas; tipos que aparentaban ser el colmo de la economía y la política resultaron ser unos zotes y/o unos chorizos que acabaron hundiendo al país, así que no sería extraño que, en otros ámbitos, también pueda ocurrir que, detrás de espectaculares fachadas, se oculten rotundos ignorantes. Quizás, a la hora de hablar de pesca, sea más fiable un humilde pescador que un Ingeniero Astrofísico o un Experto en Raspas de Sardina (o ERS, como todo el mundo sabe). Deberíamos plantearnos obviedades como esta, pero, resuelta la puesta en situación, quiero pasar ahora al programa en concreto y en detalle.
1. El reportaje inicial
Puede que alguno piense que dedicarle tanto artículo a un debate televisivo de media hora y en una cadena de no demasiada audiencia sea matar moscas a cañonazos, así que empezaré por refutar esta equivocación. Hace muchos años, cuarenta o puede que más, siendo yo un adolescente, veía una tarde en la televisión un programa informativo dirigido a los niños que se titulaba -creo recordar- "La semana". El artífice de aquella audaz y refrescante (hablo en serio) innovación televisiva era Rafael Turia (1). Ese día, el señor Turia entrevistaba a un profesor joven, barbitas y de renovadoras propuestas. La primera o una de las primeras preguntas que el gran informador le lanzó al entrevistado fue esta: "Cuando un alumno no aprende, ¿de quién es la culpa?" La respuesta, dicha sin tardanza, sin vacilaciones y con cara de derviche giróvago en éxtasis, o, mejor aún, de apóstol de la buena nueva pedagógica, fue esta: "Cuando un niño no aprende, la culpa es del profesor." Con mis tiernos quince años y a pesar de que yo no era ni he sido nunca un estudiante con problemas, pensé: "¡Qué bonito! ¡Qué gran verdad!" Y lo mismo pensé cuando escuché el discurso posterior de aquel seminarista de la neopedagogía, que sería sin duda un catálogo de los principios de esta. Foros en apariencia tan inocuos como un informativo infantil sirvieron en su día para extender los dogmas del pedagogismo, de los que hoy sabemos lo dañinos que han sido para la enseñanza, dogmas como ese de culpabilizar al profesor, lo de que se puede aprender sin estudiar o la memez de la enseñanza lúdica, lo de que cualquiera puede llegar a licenciado en historia o ingeniero de minas, lo de la condena del conocimiento y la memoria, lo de que el profesor y el alumno están al mismo nivel y deben ser amiguetes, lo de que la obediencia, el orden en la clase y el respeto son basura fascista, lo de que todo el mundo debe aprobar, lo de que las normas de la clase hay que pactarlas con los alumnos, lo de que los padres también deciden en materia didáctica... Dogmas dulzones y pringosos, bellas mentiras que lo tenían muy fácil para encandilar a los no avisados, mentiras traidoras como minas de contacto que han reventado la enseñanza española. Y siguen ahí, mirad las propuestas de la señora Acaso o escuchad los desbarres del señor Barajas, no han variado ni una coma, si acaso, le han añadido el ingrediente de las tecnologías de la información, convenientemente manipulado, como nuevo señuelo. Así pues, no es ninguna tontería: la propaganda inicua y embustera del pedagogismo, viejo desastre decrépito que no está dispuesto a ceder, sigue engañando y haciendo daño, hay que desenmascararlo.
Porque, además, esta vez la plataforma está muy lejos de ser inofensiva: es nada menos que La 2, con todo su prestigio cultural. Una cadena así tiene que ser más cauta, equilibrada y rigurosa; una cadena como La 2 no puede comenzar un debate sobre educación con un vídeo tan maniqueo, parcial, superficial, desinformado y plagado de inexactitudes como el que nos han asestado como introducción a este debate. Confieso que este artículo es el fruto de una gran indignación; mientras veía el reportaje en el ordenador, estaba bufando de tal manera que mi mujer ha venido a ver si me pasaba algo. Mirad el reportaje y entenderéis lo que digo: las primeras palabras del programa son una gratuita, tópica y superficial descalificación de la memoria por parte del presentador. La memoria se presenta de entrada como la mala de la película y contrapuesta a los supuestamente novedosos métodos activos; se asigna a la escuela un polvoriento aprendizaje memorístico, contrapuesto al avanzado, activo y dinámico aprendizaje de no sé qué academias de las que salen imágenes; se ridiculiza ese supuesto aprendizaje de lista de reyes godos escolar con imágenes estúpidas en blanco y negro, mientras que se le oponen superavanzadas e interactivas clases on line que aparecen como el Mediterráneo que aportan esos supuestos innovadores de jerga torpemente comercial que nos presentan. Alguien debería decirles a estos señores de "Para todos la 2" cosas como las siguientes:
a) Que deberían informarse bien, ya que se supone que son un programa informativo.
b) En la línea de lo anterior, que, cuando hablasen de una realidad, deberían retratarla en su verdadero estado actual, y no a través de tópicos viejos y resobados.
c) Que existe una cosa muy aconsejable en información que se llama objetividad.
d) Que la memoria es una inestimable capacidad humana que hay que cultivar y fortalecer. Vean en qué quedan las personas que la pierden. Lean lo que dicen sobre ella los verdaderos expertos, y no audaces ignorantes como el señor Barajas.
e) Que, señalado esto, es una muestra de rotunda ignorancia dar por sentado que las metodologías dominantes hoy en día en los centros educativos (y entiendo por centros educativos a los colegios e institutos, no entro para nada en esa incontrolada selva virgen de las academias de todo pelaje que parecen deslumbrar a los productores de "Para todos la 2") es el aprendizaje memorístico de la lista de los reyes godos. La flexibilidad, variedad, riqueza y eficacia de los métodos que podemos encontrar en los centros educativos están a años luz no solo de las ridículas caricaturas al uso, sino de las engreídas aplicaciones de cualquiera de esos pretenciosos miniproyectos que a menudo se postulan o autopostulan como ejemplos. En los centros educativos damos atención a millones de niños y jóvenes de entre 3 y 18 años, de todas las razas, lenguas, procedencias, culturas, extracciones sociales y situaciones personales. Tratamos al niño de tres años con los métodos y los materiales apropiados a su edad, y lo mismo hacemos con los de 10, 12 o 18. Y no le hacemos ascos ni le tenemos miedo a la memoria, a la aplicación práctica, al ordenador, al libro, a la regla, a la calculadora, al pincel, al proyector, al blog, al cuaderno, a la flauta que tanto parece disgustar a la señora Acaso, al laboratorio de idiomas o al de ciencias, a la pizarra tradicional o la digital, al cuadernillo, a la témpera, a la cancha de baloncesto o al escenario para representar obras teatrales. Somos los que afrontamos la educación con un abrazo universal, realizado por miles de profesores tal vez mejor preparados para ese oficio que los señores Barajas y Acaso.
f) Que la confusión es una mala práctica informativa. No se puede empezar un reportaje hablando de un millón de licenciados en paro, seguir con la lista de los reyes godos recitada por escolares de primaria, saltar a una supuestamente revolucionaria clase on line de nivel universitario, irse a unos másteres de clara orientación profesional y luego reflexionar (superficialmente) sobre los métodos escolares: ¿de qué estamos hablando? ¿Nos aclaramos? Una precisión: ese asunto de la utilidad de los saberes que en el reportaje se toca muy frívolamente es una cosa muy seria, así que conviene saber de qué se habla cuando lo manejamos. No es lo mismo lo que es conveniente aprender a los diez años, a los catorce o a los veintitrés. Sacar a un señor que está haciendo un máster para que nos diga que lo que le conviene es un conocimiento práctico sobre el oficio al que aspira es un descubrimiento del calibre de este otro: "Cuando llueve, te mojas". Querer trasladar ese sentido inmediato de la utilidad de los estudios a lo que se debe enseñar en los niveles en que se forma el conocimiento general y la personalidad de los educandos, como parece en algún momento desprenderse del reportaje, es, una vez más, una colosal muestra de ignorancia acerca de la materia sobre la que se está informando. Vuelvo a señalar la falta de rigor que he percibido en este programa.
2. El insustancial señor Barajas
Lamento pronunciarme en unos términos tan desaprobatorios, pero creo que don Sebastián Barajas es un personaje absolutamente inadecuado para participar en un debate sobre educación, a no ser que lo que se pretenda sea confundir a la audiencia o usar el programa como plataforma publicitaria para su libro, cosas que serían incalificables. Este señor es un completo ignorante sobre el tema, por lo que resulta inexplicable que se le haya brindado el escaparate de un programa de la televisión pública. Paso a razonar lo antedicho.
a) Empezaré por lo más obvio: ¿qué pensaría cualquier persona sensata si, a un debate especializado sobre economía, se invitase a Pablo López Gómez, profesor de instituto y licenciado en Filología? Eso mismo: ¿qué pinta aquí este tío? Por las mismas, ¿qué pintaba Sebastián Barajas, licenciado en Económicas y máster en MBA en un debate sobre educación? Eso mismo: nada, por mucho que sea el autor del enésimo descubrimiento de la solución definitiva a los problemas de la enseñanza, un libro que, visto el mensaje del autor, no me molestaré en leer. Como señalé al principio, en España estamos maltratando algo tan importante como la enseñanza, sea un botón de muestra el que, habiendo tanta gente conocedora de ella y con cosas importantes que decir, la televisión pública se decida por llamar a un completo lego para que pontifique.
b) Este señor se lanza a la arena diciendo que la escuela es muy antigua y que sus hijos aprenden lo que aprendía él hace cuarenta años y que eso debe cambiar: lo dicho unas líneas más arriba: no tiene ni idea de lo que debe enseñar la escuela, que siempre incluirá conocimientos generales, algunas cosas que nos enraízan e insertan en ese mundo viejo que es nuestro sustrato vital, las cuales son en gran medida atemporales y no están, por fortuna, sometidas a las urgencias de individuos miopes como el señor Barajas.
c) Después de este recibimiento a puerta gayola, el diestro se nos arranca con un natural de pecho: señala que lo que aprenden los chicos en el sistema es muy poco práctico para la vida profesional y menos aún para la formación de empresas. Insisto: este señor no se entera. ¿Quién le ha metido en un debate sobre educación? La aplicación para la vida profesional es solo una parte del bagaje que la educación debe suministar a un alumno, y ya lo de la formación de empresas es un puro capricho, el delirio en el que se han engolfado los peperos y los tecnócratas y que espero que la sociedad pueda parar: ¿en qué cabeza cabe que un niño o un joven estén en la escuela con el propósito de aprender a formar empresas? Eso viene después, hombre, primero hay que formar a la persona y al ciudadano y dotarla de un rico marco de conocimiento general: para eso está la escuela. Después, cuando las personas se hagan adultas, se decantarán o no por formar empresas, las cuales, por cierto, no son el ombligo del Universo, sino solo una más de las mil opciones que nos ofrece la vida, mal haremos en dejarnos hipnotizar por los embelecos de los tecnócratas economicistas.
d) Finalmente, el delirio: tras hacer Alberto unas sensatas reflexiones acerca del verdadero sentido de la educación en las que, entre otras cosas, rechaza el falso enfrentamiento entre el aprendizaje práctico y la memoria, el señor Barajas agarra el estoque y entra directamente a matar, con una sonrojante disertación sobre cosas de las que enseguida se palpa que no tiene ni idea. La inicia enfangándose en un discurso sobre algo que él llama memoria episódica y memoria semántica. Luego la emprende con la capacidad de lenguaje y la captación de la experiencia y, finalmente, ya con cara de no creerse ni él mismo lo que dice, se encuentra con que ha levantado un barullo de incongruencias y disparates tan respetable que no sabe ni cómo salir de él. ¿Eso es lo que aporta el señor Barajas sobre educación? Humo, charlatanería pura. Por otro lado, demuestra una incompetencia para explicar -lógica en quien se mete en jardines ajenos- tan grande que hace que uno se diga: qué mal docente sería usted. ¿Estos son las personajes que La 2 selecciona para que hablen de educación? ¿A qué estamos jugando aquí? Podría seguir sacando patinazos de lo que este señor dijo, pero me parece que con esto hay suficiente.
3. María Acaso y los albergues del conocimiento
La principal endeblez de la propuesta de María Acaso es ella misma. Casualmente, cuando publicó rEDUvolution, también Alberto le dedicó un artículo en su blog, motivado por una entrevista que le hacían a esta señora en ABC, y, al igual que yo, de sus palabras deducía que no debe de tener ni mucha experiencia ni mucha idea de dar clase. Sospecho que, si cayera en un instituto, sería de las que, a los tres meses, ya se andan buscando comisiones de servicios y otras vueltas para escapar de las aulas y ponerse a investigar nuevos rumbos pedagógicos destinados a que los demás aprendamos a dar clase con sus sabios hallazgos.
De la galería de chachiguays pedagógicos que circulan por el mundo, María Acaso pertenece a los que podríamos llamar pedagógicos 2.0, o sea, los que todo lo remiten al ordenador, Internet, el móvil...: las nuevas tecnología, vaya, y con este registro empieza su discurso. Según ella, el conocimiento ha cambiado de albergue: antes se alojaba en los profesores, establecimientos ruinosos y pulgosos donde los haya, pero, por fortuna, con los avances 2.0, ha podido mudarse a las dependencias de Internet, mucho más modernas, higiénicas y fashion, dónde va a parar. Sin pasar por alto la precisión que le hace Alberto de que no deberíamos confundir la información con el conocimiento, yo apunto que ni para la una ni para el otro funciona esa obsesión que tienen los fanáticos 2.0 de que, llegado Internet, todo lo demás sobra y ha muerto. Es absurda, es ridícula: Internet, como medio de comunicación y fuente de conocimiento, de información, o lo que queramos, no ha matado a nadie, tan solo ha sido la última en llegar. No es incompatible con nada, no anula nada y tiene carencias que otras cubren, y viceversa. Uno de los problemas del pedagogismo es su fuerte sello sectario; sus planteamientos son siempre excluyentes, lo suyo es lo que vale y lo demás es anatema y debe darse por muerto o inútil. En el fondo, esta es una de sus debilidades y una muestra de su pobreza: como ya he demostrado más arriba, la escuela que el pedagogismo inicuamente descalifica con mentiras y tacha de rígida, es en realidad más rica y más flexible que cualquiera de estas propuestas limitadas y miopes, porque lo abarca todo y admite toda propuesta, todo método y todo instrumento que pueda ofrecer aportaciones positivas. Estos planteamientos sectarios del pedagogismo son en realidad un peligro y un lastre para la escuela. Desde su desembarco en el sistema educativo, el pedagogismo ha tratado de imponer sus principios y métodos en todo el sistema por lo civil o por lo criminal, esos principios desastrosos que he enumerado en el punto uno y que son el verdadero problema del sistema educativo español, los que lo han hundido. Resulta aberrante y paradójico que, desde planteamientos pedagogistas, se achaque ahora a otros agentes el desastre en que nos hallamos. Un ejemplo: una de las propuestas explícitas de rEDUvolution es el situar al profesor y al alumno en el mismo nivel. Pues bien, gracias a la LOGSE, este dogma pedagogista lleva ya muchos años infiltrado en el sistema, en unos centros en mayor medida que en otros, y es uno de los principales motivos de los problemas de convivencia que hoy se producen. Seguir proponiéndolo -y presentándolo además como una solución y una innovación- es, como mínimo, una muestra de frivolidad y de ignorancia.
Termino ya con lo relativo a María Acaso. Habla en el debate de propuestas suyas como instalar en el aula lo inesperado y las dinámicas de campamento: otra que no se entera. ¿A dónde nos llevaría tomarnos en serio estas insensateces? No digo que no pueda hacerse a veces o incluso con cierta frecuencia en ciertos niveles, siempre que no sea a la buena de Dios, naturalmente: los experimentos, con gaseosa, téngase esto muy presente, porque el furor incontrolado de los pedagogistas por todo lo aparentemente innovador y revolucionario les lleva con demasiada frecuencia a experimentos descabellados cuyas consecuencias pagan los alumnos. No me imagino la Lengua que doy en secundaria programada con dinámicas de campamento, dejemos esas cosas para el verano, que es largo y da para mucho. Ocurrencias felices lanzadas al aire sin demasiada reflexión: eso son muy a menudo las supuestas revoluciones educativas.
4. Una consideración con matices éticos
Al referirme a Sebastián Barajas y María Acaso, he mencionado de ambos lo primero que han dicho, pero me he dejado para el final lo primero que han hecho los dos: enseñar ante las cámaras sus respectivos libritos. Ni que decir tiene que Alberto Royo no ha hecho tal cosa. Igualmente, en el reportaje del principio, alguno de los entrevistados soltaba un tufillo de estar haciendo propaganda de los productos educativos de sus empresas. ¿Es esto ético? No me lo parece mucho. He captado en el programa demasiados "tics" de escaparate. Y no solo comercial, sino político: las constantes referencias a asuntos como ese antes mencionado de la formación para emprender me han parecido coincidentes con la ideología oficial de una manera muy sospechosa. ¿Es esto ético?
Puede que todo sea casualidad y que yo sea demasiado suspicaz, pero el discurso del señor Barajas no se merece ni de lejos llegar hasta donde ha llegado, y eso da que pensar. ¿Qué decir de María Acaso? Su librito y sus superficialidades están respaldados por la Fundación Telefónica, hoy la vemos en Televisión Española, hace unos meses la entrevistaron en ABC... ¿Es para tanto? Da que pensar. A propósito de mi reciente artículo sobre Pedagogía Blanca, propuesta que, por cierto, también se aireaba en ABC, me decía un amigo muy avisado que él sospecha que, detrás de todos estos quilombos, están las empresas que, poco a poco, se van a ir adueñando de la enseñanza. Este bullir que ahora se aprecia no sería más que los primeros posicionamientos. ¿Estará en lo cierto? Dios quiera que no, porque en todas estas manifestaciones veo iniciativas muy poco solventes y más interés por el negocio que por la educación.
1. Durante años, engañado por la memoria, coloqué en este artículo como presentador de la semana a Iñaki Gabilondo. Hace poco, me dio por hacer averiguaciones y comprobé que en realidad era Rafael Turia, por lo que procedo a corregir el error, del que pido disculpas (28 de junio de 2023).
Pablo, eres muy amable y muy generoso. Me temo que no fui capaz de desenmascarar a nadie porque me disparaban desde todas partes y al final hube de defenderme como pude. Espero al menos que quien viera el programa tuviera claro quién sabía de qué hablaba y quien hablaba de oídas. Creo que el programa pecó más de desconocimiento que de afán manipulador. Yo mismo hice un comentario crítico sobre el reportaje porque, la verdad, fue un despropósito, pero sinceramente creo (o me dio esa sensación) que el presentador no terminaba de tragarse las milongas del buen rollo. Al final, aunque sea un trago, hay que estar, por lo menos estar y evitar que parezca que lo que esta gente dice es lo razonable. Es una pena, eso sí, que siempre no toque estar en minoría.
ResponderEliminarEs lo que tiene jugar limpio, Alberto: muchas armas muy útiles las tienes vedadas. Gente como Barajas o Acaso no juegan limpio. No iban allí a hablar de educación ni de nada que se le pareciera, sino a vender y lograr su avío, con lo cual, sin el menor escrúpulo, echaron mano de útiles mentiras que, lamentablemente, han calado muy hondo: la escuela está anticuada (mentira: está fastidiada y, en general, por culpa de supuestas innovaciones); tengo un remedio infalible para todos estos males (la vieja técnica del embaucador que vende crecepelo); las nuevas tecnologías no se usan en la escuela (mentira) y son la panacea (mentira), etc. Me decía un amigo que gente como esta, que no es inocente en absoluto, está muy bien colocada allá donde conviene y se sabe mover muy bien, y yo estoy de acuerdo. El presentador podría pensar o aparentar lo que fuera, pero el programa tenía un sesgo preconcebido y predestinado: qué interesantes son todas estas novedades y qué anticuada está la escuela. Recurramos a los remedios que nos venden los que vienen aquí a vender. ¿Por qué de su cuerda había dos (que enseguida trabaron alianza, solo había que ver la expresión corporal) y tú estabas solo? ¿Por qué (insisto) se condicíonó el debate ya de inicio con ese reportaje aberrante? Lo que tú dices, hay que estar y tú lo hiciste muy bien, pero, mientras aquí mande quien manda (el dinero, el PPSOE, la muy sólida secta pedagógica...), nos tocará sufrir la pena de estar en minoría. En cuanto a lo de que no fuiste capaz de desenmascarar a nadie, para eso habrían hecho falta otras condiciones (entre otras cosas, de duración del programa, aparte de lo ya dicho), pero piensa esto: ellos no te refutaron a ti, no sacaron nada convincente contra tus argumentos. Mientras que tú ibas con mentalidad de debate y de razonamiento, ellos iban con la de propaganda y monólogo. Cuando tú razonabas, ellos respondían con su discurso, aunque no tuviera mucho que ver, porque estaban a otra cosa. Y entonces pasaba que muchas de las cosas que decían en su discurso se rebatían solas. ¿Quién se va a creer las estupideces que dijo acerca de la memoria, su funcionamiento y sus aportaciones el Emprendedor Barajas? Yo no daba crédito: un economista metido a neurólogo perorando para acabar cargándose de un plumazo toda virtud de la memoria que sirva para algo más que aprender a montar en bicicleta. Eso la gente no se lo tragó, la gente no es tan tonta. Y, como eso, casi todo lo demás.
ResponderEliminarEstimado Sr. Guachimán (permítame ese nombre en mi desconocimiento del verdadero): no puedo sino mostrar mi acuerdo pleno con la totalidad del contenido de su artículo. Tampoco me resulta fácil soslayar la profundidad del mismo y la coherencia de las argumentaciones en las que apoya su manifestación. Al término de la lectura me queda el regusto amargo que, como docente de los de tiza diaria en un instituto de secundaria (26 años de oficio en canal), padezco cada vez que encuentro a alguien que sabe interiorizar los problemas de la educación de esta porquería (espero que no le moleste el palabro) de país. Pero por encima de ese amargor, siempre acaba por aflorar la satisfacción de haber conocido a algún miembro de la causa del "esto puede arreglarse". Me quedo, si no le parece mal, con su sublime pregunta: "¿qué hace el tal Sebastián Barajas opinando en público sobre educación?" Ya sabe que la educación es como el fútbol: todo el mundo sabe muchísimo al respecto, especialmente los profanos y, sobre todo, los ignorantes. Yo soy profesor de Inglés y jamás se me ocurriría expresarme excátedra sobre el japonés o sobre los platelmintos.
ResponderEliminarHa dado usted en el clavo. Le felicito y le admiro porque tiene que resultar un esfuerzo hercúleo, casi sobrehumano, elaborar un artículo tan sólido y tan extenso manejando las inmundicias intelectuales expelidas por sujetos tan sospechosos como el Barjas y la innombrable "redevolucionaria".
Por fortuna para nosotros, "Alberto I de Navarra" (me permito la chanza porque, además de degustar su música impecable, en la distancia comparto con él ideas, blogs, facebooks y varias cosas más) les dijo varias verdades que, espero, les hayan quitado algunas horas de sueño.
Ha ganado usted un adepto y, si me lo permite, procedo a incluir su blog en el listado de los que sigo desde el mío. Felicidades. Y, por favor, no ceje usted en el empeño.
Muchas gracias por tus elogiosas palabras, Manolo. Como colegas que somos (yo también llevo unos cuantos lustros dando clase), creo que podríamos tutearnos. Yo tengo comprobado que en los blogs uno tiene que medir mucho la extensión de sus artículos, ya que los que son muy largos espantan al lector, pero en este, como dije en su principio, no me importó saltarme esta autoimposición, por lo que dije entonces y repito ahora: este asunto es muy serio. Un par de comentarios más arriba, Alberto se lamenta de que estemos siempre en minoría. ¿Quiénes? Los que conocemos la enseñanza desde dentro, los que trabajamos en ella, los que sabemos de verdad cuáles son sus virtudes, sus defectos y sus problemas y estamos dispuestos a afrontarlos con sensatez, es decir, los verdaderos expertos, que somos los profesores. Se nos deja en minoría o se nos silencia, que es lo más normal. La soledad de Alberto el otro día frente a este par de mercaderes farsantes, el presentador (que, diga lo que diga él, a mí no me gustó, empezando porque estaba bastante a uvas) y el vídeo ese previo tan desafortunado resultaba bastante lamentable, porque él representaba la defensa sensata no del penoso sistema educativo que padecemos, sino de la escuela, cuidado con esta sutileza, era contra la escuela contra lo que iban los insignes revolucionarios pedagógicos, no contra el verdadero mal, que es el sistema logsiano, entre otras cosas, porque, por muchas razones, este a ellos les parecerá maravilloso. Tú das en el clavo cuando comparas a Barajas (y vale también para Acaso) con el superexperto en fútbol que llevamos todos dentro: eso era exactamente el guión: dos completos ignorante sobre una materia tan delicada como la educación elevados a los altares, jaleados por el vídeo, obsequiados con el derecho a participar y favorecidos con eso de ponerlos en mayoría frente al verdadero experto. El mundo al revés. Y en algo tan trascendental como la educación. Y en la que es quizás nuestra mejor cadena televisiva. ¿Qué podemos esperar en este país cuando somos capaces de cosas así? Me alegro mucho de que hayas decidido que hayas decidido incluirme en la lista de tu blog. Por cierto, ¿cómo se llama?
ResponderEliminarhttp://lolojun.blogspot.com/ (Un cántabro en la Corte del Rey Ordoño) es el blog de Manuel.
ResponderEliminarGracias, Alberto.
ResponderEliminarQué mal pensado que es usted, por Dios. Si todo lo hacen por nuestro bien. Sublimé la imagen del profesor pulposo...
ResponderEliminarTambién cabría esa posibilidad, llegué a barajarlo, no crea.
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