1. Balance sucinto
Pasó la huelga general del día 24 y llegó el 25: ¿qué hay de nuevo, viejo? Retomando uno de los argumentos de mi artículo de hace unos días, no se aprecian diferencias entre el día 23 y el 25, luego parece que no es ningún sacrilegio decir que esta movilización ha sido un brindis al sol, otro más, porque no es ocioso recordar que, con parecidos planteamientos a la de ayer, ya tuvimos huelgas generales de la educación en mayo de 2013 y en mayo de 2012: es de puro cachondeo: lo que se dijo de aquellas convocatorias y lo que se está diciendo de la de ayer (ya veremos en qué queda esa tibia invitación al diálogo) es tan similar que las noticias parecen la misma, pero con distintas fechas. Y me paro aquí, porque sería de auténtico vértigo bucear en la desmesurada cantidad de huelgas inútiles (generales o no) de uno, dos o tres días que hemos tenido en la enseñanza en los últimos 25 años, lo que me lleva de nuevo a reafirmarme en cosas ya dichas, a saber:
-No han traído, ni de lejos, ninguna mejora para el profesorado, y sí los inexcusables descuentos. Son, pues, una prolongada tomadura de pelo al colectivo, que solo ha servido para debilitarnos y que los sindicatos cubrieran el expediente y vivieran muy cómodos (y, durante lustros, muy requetebién).
-Resulta una desproporción llamar a estas cosas huelgas generales, y no lo digo por mero perfeccionismo terminológico, lo digo porque esa imprecisión terminológica también es un fraude: convocas a una huelga general y la gente piensa que va a algo importante, con envergadura, eficaz, capaz de cambiar las cosas... y luego, ¿qué?: Un diita sin clase, una "mani" a las 18:30, y, hale, hasta la próxima "huelga general".
-Resulta evidente que esta estrategia no funciona: ¿por qué el profesorado sigue secundándola? ¿Qué cuentas rinden quienes llevan años impulsándola? ¿Vamos a seguir eternamente realizando las mismas acciones rutinarias e inútiles o vamos a pararnos algún día a pensar en lo que nos conviene?
2. Eso, eso: ¿qué es lo que nos conviene?
Doña Monserrat Gomendio, secretaria de estado de Educación, ha venido en estos día realizando declaraciones interesantes. Dijo primero que el actual sistema educativo es insostenible (avalándolo con cifras de todos conocidas): es algo en lo que estoy absolutamente de acuerdo, otra cosa es que la LOMCE sea un recambio aceptable. Dijo después que convocar contra la LOMCE sin añadir una alternativa es como convocar a favor de lo que hay, es decir, de eso que es insostenible: esto tan cabal (y lo anterior) ya lo dije yo en mi artículo del otro día, señora Gomendio, ¿es que lee usted La garita del guachimán? Por último, hoy ha dicho algo puramente en la línea de derechona de su partido: ha acusado a los huelguistas de protestar no por razones relacionadas con la reforma educativa, sino con las mejoras salariales, la reducción de carga lectiva y la del número de alumnos por clase. Tenemos que reconocer que esta señora sabe por dónde se anda. Además, esta última manifestación hay que analizarla a fondo, porque es muy interesante.
En primer lugar, la señora Gomendio ha visto muy bien que esta huelga tiene dos reclamos absolutamente heterogéneos: el no a la LOMCE y la cuestión profesional: salarios, horarios, alumnos: insisto: ¿leerá esta señora La garita del guachimán? Y sabe muy bien que el primero es político y afecta a la guerra política PSOE-LO(GS)E vs. PP-LOMCE, mientras que el otro es profesional (pero muy relacionado con la calidad de la enseñanza, que no lo pierda de vista) y es el chantaje, señuelo o caramelito con que los defensores de la LO(GS)E han atraído al profesorado como fuerza de choque para sus guerras. ¡Por supuesto que sí, señora Gomendio!: hay una importante reivindicación profesional pendiente con el profesorado, justamente esa que usted señala, y tenga por seguro que este guachimán, de haber sido solo esa la reivindicación, hoy habría hecho huelga, pero, claro, el búnker logsiano, que tiene secuestrada a la educación, no va a malgastar su poder de convocatoria en tonterías, lo va a utilizar para defender lo suyo, o sea, la LO(GS)E. En segundo lugar, es verdad también que la señora Gomendio se ha puesto en evidencia con esas palabras: parece querer decir que está mal que un colectivo de profesionales defienda sus derechos, incluso después de los tremendos abusos de que ha sido víctima, pero, bueno, es un lapsus comprensible: la secretaria de estado de Educación es del PP. De todos modos, insisto: sabe muy bien lo que nos interesa a los docentes: salarios, horarios, número de alumnos: los tres elementos en que su partido nos ha estado haciendo en los últimos dos años un daño terrible a los docentes y a la enseñanza. Sí, señora: esto es lo que nos conviene. Lo otro, lo de la LO(GS)E y la LOMCE, dos malas leyes de dos malos partidos, es cosa de ellos y de sus satélites. Mientras convoquen por eso, el guachimán no va, a ver si algunos dejan algún día de intoxicarnos con sus manipulaciones.
3. Pero ¿de verdad se está defendiendo la enseñanza pública?
Una última observación: los actuales conflictos educativos se presentan como una defensa de la enseñanza pública y no dudo que sea esta la intención de los convocantes de acciones y sus seguidores, ahora bien, me gustaría dejar algunas reflexiones. El fracaso del sistema logsiano está demostrado por un aluvión de hechos que sería tedioso repetir: ¿de verdad es defender la enseñanza pública el negarse encarnizadamente a que sea objeto de la menor modificación? Hay un pecado que alcanza por igual al PP y al PSOE y sus respectivos aliados: la falta de voluntad de acuerdo: ¿de verdad es defender la enseñanza pública el no haber hecho aún auténticos esfuerzos por acordar una ley de amplio consenso? Las organizaciones que pintan en la educación llevan tres huelgas generales contra la LOMCE en un año, que son fruto de una política (por llamarla de algún modo) caótica, sin rumbo, ineficaz, sectaria e histérica: ¿de verdad es esto defender la enseñanza pública? ¿De verdad es defender la enseñanza pública que el Sindicato de Estudiantes saque de las aulas a los alumnos durante tres días seguidos, más los que vengan? ¿De verdad es defender la enseñanza pública que estos muchachitos (algunos, no tanto) aprendices de brujo tengan la potestad de mandar periódicamente al parque a chicos de doce, trece o catorce años? ¿De verdad es defender la enseñanza pública que salga en los medios una portavoz de un sindicato profesoral felicitándose por el 90% de seguimiento de la huelga de alumnos? ¿De verdad se creía esa señora que todos esos chicos estaban de huelga contra la LOMCE? Llevamos muchos años con esto: ¿seguro que no ha influido en el retroceso que en ellos ha experimentado la enseñanza pública?
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