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domingo, 20 de enero de 2013

La noche más oscura: me temo que Pakistán lo sabía

   Fui ayer a ver La noche más oscura, la película de Kathryn Bigelow acerca de la operación destinada a la ejecución de Osama Bin Laden. La película es bastante dura, pero interesante y bien realizada, por lo que os la recomiendo. Hace unos meses, vi casualmente en la televisión un reportaje sobre esa misma operación, el cual me informó de muchas cosas y me dejo también con unas cuantas dudas. En la película salen muchos elementos prácticamente iguales que los de aquel reportaje, por lo que paso a exponeros aquí mis dudas, a ver qué os parecen a vosotros:
   1.- La casa de Bin Laden estaba situada en Abbottabad, una ciudad de 148.000 habitantes que se halla 120 kilómetros al norte de Islamabad. Teniendo en cuenta que los helicópteros estadounidenses (fueron tres y volvieron dos) salieron de la base de Jalalabad, en Afganistán, y volvieron a ella, tuvieron que hacer por espacio aéreo pakistaní un recorrido de 250 kilómetros de ida y otros 250 de vuelta. Esto plantea una incógnita: ¿cómo es que no tuvieron ningún problema con la fuerza aérea de aquel país, sobre todo, a la vuelta, ya con todo el escándalo montado?
   2.- En Abbottabad, a solo 500 metros de la casa de Bin Laden, está la Academia Militar de Pakistán. Una institución de ese rango tiene por fuerza que tener excelentes sistemas de vigilancia y unidades de fuerzas armadas. ¿Cómo es posible que no acudieran? ¿Cómo es posible que no se enteraran de que a 500 metros habían aterrizado tres helicópteros (uno de ellos, mejor dicho, se había estrellado: más follón aún), habían sonado tiros, habían reventado varias puertas con explosivos y se había hecho volar con otra explosión -esta, bastante grande- el helicóptero siniestrado? ¿Acaso eran las Fallas en Abbottabad y en la academia pensaron que todo aquello era normal? Con ese sueño tan pesado, me temo que los arrestos a diana en aquella institución militar deben de ser muy abundantes.
   3.- Los vecinos, en cambio, parece ser que estaban más atentos y no tardaron en alarmarse, salir a sus ventanas e incluso aproximarse al lugar del incidente (este dato está en diversas fuentes). En los cuarenta minutos que duró la operación y los soldados estadounidenses estuvieron allí, ¿nadie llamó a la policía o incluso al poderoso ejército pakistaní? En una ciudad moderna como Abbottabad y de la ya respetable cifra de 148.000 habitantes, ¿no había unas fuerzas del orden que se enterasen por sí solitas de que algo estaba sucediendo?
   4.- Esta cuarta duda me la ha generado la película. La persecución a Bin Laden, según esta historia, gravitó sobre la constancia de una agente de la CIA que no perdió la fe en sus pistas, a pesar de no ser estas muy sólidas. En su entorno y el de sus jefes, la confianza ya no era tan alta: oscilaba entre un 60 y un 80 por cien de crédito. En la película se hace ver que el factor que desequilibró la decisión final hacia la realización de la operación fue, precisamente, la absoluta convicción de la agente Maya de que Bin Laden estaba en aquella casa. Con todos mis respetos para la importancia que sin duda tuvo la agente real, esto me parece una concesión al elemento poético, además de una cortina de humo. Sin duda, una operación tan delicada debió de generar precauciones entre quienes planeaban llevarla a cabo o desecharla. En tal situación, como es lógico, buscarían datos que confirmasen o descartasen la presencia de Bin Laden. De esos datos, algunos se podrán contar en los periódicos y en las películas, pero otros serán tan comprometedores que tal vez no se podrán revelar nunca. Uno de estos, a mi juicio, es el papel del Gobierno paquistaní en todo este asunto. Una decisión de tal envergadura no se toma por fe en la convicción de una agente, por brillante que sea; la política no funciona así, por lo que me parece que debió de haber otros apoyos más sólidos y, después de leer la prensa y de ver reportajes, viene ahora la película a confirmarme una sospecha: la de que el Gobierno pakistaní sabía que la operación iba a producirse y por ello no le puso ningún obstáculo, pero, ahora, además, creo que los pakistaníes conocían también desde hacía tiempo la presencia de Bin Laden en aquella casa y la toleraban no sé con qué grado de aceptación, placer o disgusto. ¿Qué pienso yo, por tanto, que debió de ocurrir? Pues que, cuando los norteamericanos empezaron a tomarse en serio la pista de Maya o como en realidad se llame, establecieron discretos contactos con los pakistaníes para ver qué había de eso. La respuesta, más o menos, también con mucha discreción, debió de ser: "Nosotros no queremos saber nada". Y entonces...
   Me temo que Pakistán lo sabía todo: de otra forma, no habrían sido posibles unos hechos como los que se nos están presentando. Señor Le Carré, desde aquí se lo digo: cuando escriba usted la estupenda novela, acuérdese de este humilde guachimán al que hoy se le ha ocurrido esta divagación dominguera.  

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