Después de que el afortunadamente pasado a la historia José Luis Rodríguez Zapatero descubriese una solución -mejor dicho, una tirita- fácil para la hemorragia de la crisis llamada recortes sociales, estaba claro que entre los gobiernetes autonómicos la moda iba a hacer furor más pronto que tarde, y ahí tenemos para demostrarlo a los de Madrid, País Vasco, Galicia y Valencia, más los que se me hayan olvidado o los que estén por venir. Los funcionarios les debemos además a Zapatero y a su portavoz José Blanco el que, para exonerarse ellos un poco de su fracaso, nos presentaran ante la opinión pública como unos privilegiados y poco menos que unos parásitos que se merecían cualquier maldad que se les echase encima. A esta segunda corriente se apuntaron con alegría esbirros como un tal Salvador Sostres, desinteresados empresarios como un tal Isak Andic o presidentas autonómicas como una tal Esperanza Aguirre. Nunca podremos los funcionarios agradecer lo suficiente a todos estos sectores políticos, informativos y empresariales lo que han hecho en favor de nuestro bienestar y nuestro buen nombre.
La última en unirse a la fiesta ha sido Dolores de Cospedal, quien ha anunciado para Castilla La Mancha el conjunto de durísimas medidas que podéis ver en el enlace. En favor de Cospedal hay que decir -por más que los socialistas le reclamen ahora cínicamente no sé muy bien qué- que la ruina que heredó del gobierno de Barreda (muy mal tenemos que estar en España si no hemos sido capaces de encontrar gestores mejores que este señor) hacía prever que iba a tener que emprender una política de austeridad, pero ideas como rebajar un 3% los sueldos de los ya apaleados funcionarios o emprender la privatización de la sanidad y la extensión de los conciertos educativos en su región, más que medidas contra la crisis, parecen un nuevo capítulo del ataque despiadado contra lo público que se está extendiendo por España y por Europa. No obstante, de lo dicho por Cospedal, lo que quiero destacar es que se haya unido a los que sostienen que los funcionarios, por tener un puesto de trabajo seguro, son unos privilegiados, lo cual es una lamentable mentira. Tener trabajo no es un privilegio, es UN DERECHO. Los privilegios son otra cosa, como ella debe de saber muy bien, basta ya de criminalizar a un colectivo por tener asegurados sus derechos. Si los políticos tienen tanto interés en encontrar privilegiados, en esta España convertida en los últimos años en paraíso de canallas, no lo van a tener difícil, les doy unas pistas:
-Privilegiados y sinvergüenzas a montones encontrarán en la banca, que se forró con los repugnantes precios y trapicheos del boom inmobiliario, que sigue teniendo sus pisos a unos precios de antes de la crisis, que ve cómo sus ejecutivos son indultados por un gobierno ya en funciones, que ha recibido elevadísimas ayudas en dinero público sacado de los sacrificios de la ciudadanía y que sigue sin embargo teniendo ejecutivos con sueldos estratosféricos y jubilaciones escandalosas.
-Privilegiados, ineptos y canallas encontrarán a patadas entre los propios políticos, que están gestionando la crisis de manera que queden intactos los intereses de sus causantes y de los poderosos (que viene a ser lo mismo), mientras se cargan sin pestañear el estado de bienestar, recortan ayudas, sueldos y derechos, despiden a gente y desmantelan el sector público en beneficio del capital; que, al tiempo que bajan los sueldos de los demás, se siguen subiendo los suyos -ya muy altos- en porcentajes desmesurados; que tienen los juzgados llenos de casos de corrupción.
-Privilegiados y ventajistas en cantidad encontrarán entre los defraudadores y favorecidos fiscales, en un país con un nivel de fraude muy por encima de la media europea, y no estará de más recordar que este factor ha sido clave en la crisis española ni que se produce mayoritariamente en sectores empresariales, desde los más pequeños a los más grandes, esos que ahora van a ser beneficiados con exenciones y que van a encontrar muchas opciones de negocio con el pretendido desmantelamiento de lo público. Sin olvidar, por supuesto, que el sector de la construcción está ligado a la mayoría de los casos de corrupción que se han producido en nuestro país.
-Privilegiados, parásitos y vividores los hallarán en abundancia en ese confuso enjambre de VIP's, conseguidores y advenedizos pertenecientes a sectores de la propia política, del mundo del lujo, del famoseo, del espectáculo, de la prensa rosa y/o de la high life cuyas pobladas agendas y asidua presencia en saraos, fiestorros ibicencos, yates de lujo y demás escenarios propicios los han convertido en un material conductor ideal para el tráfico de influencias. ¡Cómo han medrado estos con negocios de todos los colores y olores!
-Privilegiados, parásitos y vividores los hallarán en abundancia en ese confuso enjambre de VIP's, conseguidores y advenedizos pertenecientes a sectores de la propia política, del mundo del lujo, del famoseo, del espectáculo, de la prensa rosa y/o de la high life cuyas pobladas agendas y asidua presencia en saraos, fiestorros ibicencos, yates de lujo y demás escenarios propicios los han convertido en un material conductor ideal para el tráfico de influencias. ¡Cómo han medrado estos con negocios de todos los colores y olores!
Que los políticos, pues, se dejen ya de mentiras, manipulaciones y lapidaciones. Que no busquen privilegiados entre los funcionarios ni entre los parados o los asalariados de cualquier tipo, porque ahí, si excluimos a minúsculos sectores como los superdeportistas excelentmente pagados, no los van a encontrar. Que busquen donde yo les digo, y no les hace falta romperse la cabeza, les bastará con abrir un periódico o ver un telediario. Hace nada me llegó un correo de un amigo en el que se decía que la crisis actual es un auténtico golpe de estado, no con tanques ni aviones, sino con movimientos de capitales y siembra del terror acerca de nuestro futuro. Estoy absolutamente de acuerdo: los sectores del poder, es decir, multinacionales, banca, inversores, grandes empresas, imperios informativos, partidos políticos y demás colosos del neocapitalismo, se han propuesto someternos a la renuncia a cosas como nuestros derechos, la aspiración a sueldos dignos y seguros, nuestra capacidad de respuesta y de protesta, etc., bajo la amenaza de que, si nos movemos, hundirán nuestras economías y nos dejarán en la miseria. Por debajo de toda la crisis y los vaivenes actuales, está esto: o tragan ustedes y aceptan ser explotados, o les dejamos en la ruina, es decir, un ataque contra los estados de derecho y de bienestar. Parte de este guión es convencernos de que los hospitales y las escuelas deben estar en manos privadas, de que tenemos que pagar por circular por las autovías construidas con nuestros impuestos, de que es necesario volver a la pesadilla del ladrillo aunque haya miles de pisos vacíos en España o de que el privilegiado es el guardia, el maestro, el oficinista o el médico, no el banquero, el especulador, el inversor, el político que gana un sueldazo por organizar las fiestas de una aldea o ese constructor que se forró vendiendo pisos diez veces más caros de lo que le costó construirlos.
A mí, personalmente, me preocupa el papel de los políticos, porque creía y quería vivir en una democracia, régimen en el cual el político es un servidor público que se ocupa de velar por los derechos y los intereses de los ciudadanos, pero cada vez veo más claro que los nuestros han perdido los principios y solo se ocupan de sostener un sistema nada justo del que se han convertido a la vez en siervos y casta de beneficiarios. Así no es de extrañar que cada vez sea menos la gente que cree en ellos. En realidad, lo que está en crisis y lo que se están cargando todos estos es el sistema, lo cual no resulta muy alentador, porque ese sistema, la democracia, siempre había pasado por ser el menos malo de todos los conocidos: ¿qué es lo que quieren traernos en su lugar?
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