De manera enteramente casual, tropiezo con una nota del bufete de abogados ilerdense Calles Advocats por la que me entero de cuál fue la estación final del triste asunto del asesinato del profesor Abel Martínez Oliva, quien murió en 2015 a manos de un alumno en el IES "Joan Fuster" de Barcelona. ¿Cuál ha sido la trayectoria del caso? Os la resumo.
1.- Como quizás recordéis, el 20 de abril de aquel año, el alumno en cuestión, un tal Max Porta, entró al centro portando una ballesta, un machete, algunas otras armas (no muy clarificadas) y las peores intenciones homicidas y, después de herir a dos alumnos y dos profesores, mató a Abel con el machete. Poco después, fue reducido por otro docente. Quizás no habría transcurrido ni una hora cuando, al asesinato efectivo de Abel, empezó a unirse el asesinato moral, el del ninguneo que practicaron muchos que parecieron preocuparse más por su matador, ese pobrecito niño inocente, que por la víctima. En ello cayeron, entre otros, el profesor que redujo al alumno y la consejera Irene Rigau, con aquella deplorable frase suya: "Ha mort un professor, però hi ha una gran víctima, qué es el nen".
2.- Vino después esa usual fase de testimonios -unos más claros y otros más confusos-, análisis y juicio del asunto desde diversas perspectivas. De las diversas narraciones de testigos directos que consulté en aquella época, puede deducirse que Max Porta no era ningún ser de luz y que su ataque debió de ser espantoso. Todo ello se percibe muy bien en este fragmento de un audio que se publicó en la red, en el cual habla una alumna de la clase en la que intentó entrar:
Estábamos en la clase al Joan Fuster tranquilamente haciendo clase con la profesora de castellano y entonces el Max llama a la puerta, y la profesora le dice: "No puedes entrar porque llegas 15 minutos tarde". Y entonces el Max le da una patada a la puerta y con una ballesta, una pistola, dispara a la profe y le da al ojo, la profe empieza a correr a las otras clases. Luego el Max coge a una niña y la apuñala y un amigo de él empieza: "Qué haces? Qué haces? tío" Y entonces apuñala también al amigo.
Esa profesora que se menciona se llamaba María Asunción Asensio y la niña apuñalada era su hija. Unos días después, María Asunción se pronunciaba en una entrevista en El Heraldo de Aragón. Recomiendo que leáis sus interesantísimas declaraciones.
3.- El tiempo fue pasando. Al ser inimputable por razón de edad el autor del asesinato de Abel, el juez al que le correspondió el caso lo archivó y lo derivó a los servicios de atención a la infancia. Por otra parte, si habéis leído la entrevista de María Asunción, habréis visto que la Consejería de Educación no se molestó ni en poner una denuncia por este gravísimo suceso. Resultado: nuestro ordenamiento legal echó una paletadita más de tierra sobre el abnegado profesor, mientras que la Generalidad le asestaba una tercera puñalada. No obstante, no todo fue negativo, porque la Universidad de Lérida puso su nombre a una cátedra de Educación y Adolescencia y el Gobierno de la nación le concedió a título póstumo la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.
4.- Todavía habría de llegar una cuarta puñalada, esa que he descubierto gracias a la nota de Calles Advocats. Tras ser archivado el caso, el Consorcio de Educación de Barcelona (o sea, la Consejería de Educación más el Ayuntamiento de la capital regional catalana) determinó que el centro no había cometido ninguna negligencia, por lo que a la familia de Abel no le correspondía indemnización ninguna, pero ellos reclamaron ante los tribunales. Les representó Calle Advocats y consiguió que el TSJC entendiera que el centro fue negligente por permitir al alumno la entrada (lo que no debía haber hecho en vista de su retraso) y no haber protegido debidamente la seguridad de los alumnos y el personal del centro. El resultado fue que la Generalidad fue condenada a pagar a la familia de Abel una indemnización de 250.000 euros.
Así perdió la vida un profesor en un instituto catalán haciendo frente a un criminal de trece años e inimputable, pero muy peligroso, y así lo ha tratado el Gobierno de aquella región. Tenemos al menos el consuelo de que aún queden jueces justos en España.
Tremenda historia, de trágicas consecuencias, y sentencia final ejemplarizante. Pero preocupante respuesta inicial, con el asesinato moral del profesor muerto, de la víctima del alumno agresivo. Para plantearse seriamente una reconversión ética de la sociedad.
ResponderEliminarO, más bien, de cierta parte. En su día hice un seguimiento muy cercano de este asunto y lo analicé a fondo en un artículo al que conduce el segundo enlace de este, que es un poco largo. Allí pormenorizo quiénes fueron los que dieron las respuestas más reprobables. Me satisface haber tenido noticia de hasta dónde fueron capaces de llegar las instituciones catalanas en el maltrato a Abel y su familia, como me satisface (mucho más) que, por lo menos en el asunto de la indemnización, los tribunales les diesen un merecido revolcón. Los hijos de puta que derrrochan el dinero público en pagar sueldos astronómicos a esbirros babosos en TV3 o en embajadas ilegales y aberrantes le niegan una merecidísima indemnización a la familia de un hombre muerto trágicamente en acto de servicio. Son peores que las hienas.
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