Para quien no tenga el placer de conocer a César Coll, diré que me hallo en su misma situación, ya que he estado buscando algún perfil suyo en internet y solo he encontrado un par de datos, que son de dominio público: que es catedrático de psicología en la Universidad de Barcelona y que fue uno de los padres de la LOGSE. Poca cosa es, pero muy significativa, sobre todo, el segundo mérito, o sea, el de ser uno de los autores materiales del enorme estropicio educativo que el PSOE perpetró hace unos 30 años. Dado que este partido ha cometido la monstruosidad de poner en marcha una ley llamada LOMLOE que representa una elevación a la enésima de la monstruosidad de los 90, resulta también harto significativo un tercer dato acerca del señor Coll -y, de paso, acerca de la pertinaz obcecación del PSOE en el disparate-: que también ha participado en el aquelarre actual, y con un papel de gran importancia, pues es el ideólogo de lo referido a las competencias, las líneas maestras del diseño del currículo, la evaluación y lo que de toda la vida se ha llamado objetivos generales de la etapa (en este caso, de la ESO), los cuales, siguiendo la costumbre pedagogista de cambiar los nombres a las cosas para dar más apariencia de innovación, ahora se han travestido bajo la etiqueta de "perfil de salida del alumnado", pomposa cursilería con la que los profesores tendrán que ir familiarizándose.
Me concederéis que no es poca cosa, como tampoco lo son la irresponsabilidad y soberbia que han demostrado él mismo, el PSOE y todos aquellos que, con un cinismo descomunal, fingiendo no ver el no menos descomunal desastre que ha representado el sistema logsiano, han tenido la osadía de "perfeccionarlo" en una propuesta que ahonda sus mayores errores, como si a ellos les parecieran aciertos admirables.
La razón por la que me he puesto a buscar información sobre el señor Coll es que, junto a doña Elena Martín Ortega -que tiene una ejecutoria muy parecida a la suya-, es el firmante de un documento que convendría conocer a todo profesor, a todo aquel que esté interesado por la enseñanza en España o a todo aquel que desee conocer los fundamentos de esa notable aberración llamada LOMLOE: La LOMLOE, una oportunidad para la modernización curricular. En este artículo de unas ocho o diez páginas, se enuncian las bases del enfoque que se pretende imponer en la educación española. He de decir que me ha concedido la satisfacción de ver como sus más cualificados defensores, al explicar en qué consiste el aprendizaje por competencias, me han confirmado la convicción que he tenido siempre de que es un invento que presenta estos graves inconvenientes:
-Su formulación teórica es muy poco sólida, es casi una pura especulación voluntarista basada en fundamentos vagos y sin asidero empírico.
-Sus horizontes en cuanto a la transmisión de conocimientos de todo orden, tanto teóricos como prácticos, son muy pobres.
-Carece también de consistencia en el ámbito de una hipotética aplicación didáctica, lo que la convierte en educativamente inviable: con los planteamientos presentados en el artículo, no se puede sustentar una programación coherente, una organización bien sistematizada de las enseñanzas ni una evaluación fiable. Esto último es importantísimo y nada casual, pues es la piedra angular del principal objetivo de la LOMLOE: que todos los alumnos aprueben hagan lo que hagan, objetivo que ya pilotaba la LOGSE bajo la etiqueta de "erradicación del fracaso escolar", pero sucedió que entonces erraron al crear los instrumentos que debían garantizar aquel fraude y por eso ahora han alumbrado la LOMLOE, dotada de unas armas más poderosas: esto de las competencias y unos criterios de evaluación mucho más expeditivos y delirantes, el sonrojante coladero que podéis recordar pulsando aquí.
Así pues, el sistema de Coll y Martín, como propuesta educativa y de enriquecimiento humano e intelectual, es alicorto y difuso. Empieza por estar tremendamente atado al dogma pedagógico de la inmediata aplicación práctica de los conocimientos adquiridos, lo que es tanto como decir que aboca al alumno a unas aspiraciones mediocres. Conscientes de esta tara, inventan una división de los aprendizajes en imprescindibles y deseables, una superchería mal argumentada que apenas puede ocultar que es un disfraz -vaporoso y deshilvanado- para el empobrecimiento de los contenidos. Yendo al plano estructural, este sistema se basa en el supuesto de que el fin de la educación es preparar a los alumnos para que obtengan un "perfil de salida" que les permita hacer frente a los retos del siglo XXI, los cuales son diez y se enuncian en el artículo: respeto al medio ambiente, consumo responsable, vida saludable, valoración de la diversidad personal y cultural...: demasiada moralina y poco saber se ve ahí. No está mal querer formar buenos chicos, pero, además de que la propuesta pone demasiado énfasis en esto en perjuicio del conocimiento, estos planteamientos me parecen muy susceptibles de ser utilizados como canal de adoctrinamiento, peligro nada ficticio para la educación en el siglo XXI, por no hablar de la alarma que produce uno de los retos que se formulan, este: Aceptación y manejo de la incertidumbre. ¿Qué narices significa esto? ¿Me van a decir a mis sesenta y cinco años, más de la mitad de los cuales me los he pasado como profesor, que la educación está para inculcar el conformismo en los alumnos? Este "reto" huele muy mal, concretamente, a autoayuda barata para fabricar ciudadanos mansos, y representa patologizar la educación de manera muy inquietante: estos son los resultados de dejar su organización en manos de psicólogos. Fijados esos arbitrarios retos del siglo XXI, su traslación educativa se realiza mediante el establecimiento de ocho competencias clave que se supone que permitirán canalizar los aprendizajes hacia el perfil de salida que certifique que el alumno está preparado para hacerles frente. Estas competencias ya están identificadas y reguladas en un documento que también es recomendable conocer, mucho más que el anterior, porque este ya lleva el sello del Ministerio de Educación: Perfil de salida del alumnado al término de la educación básica. Lo que os enlazo es un borrador, pero me temo que la redacción definitiva va diferir bien poco. Ya en la página dos tenéis enumeradas esas competencias, así que ahí mismo podréis empezar a ver que son un digno resultado del viciado planteamiento: el saber diluido y jibarizado.
Este es, a grandes rasgos, el regalito que el señor Coll le ha dejado a la LOMLOE. Repito una cosa: esto no es más que intensificar los errores y horrores de la LOGSE, ese engendro inequívocamente fracasdo en cuyo diseño ya participó el señor Coll, que volverá a fracasar, como no puede por menos que ocurrirle a quien, en lugar de aprender de los errores y enmendarlos, lo que hace cuando inexplicablemente le dan una segunda oprtunidad es repetirlos. En una entrevista en "El País" de hace más de un año, en la que él mismo presentaba en sociedad su creación, decía:
Los psicólogos diferenciamos entre la memoria comprensiva, que es cuando uno aprende algo, lo comprende, lo relaciona con cosas que ya sabe y es capaz de utilizarlo. Y la memoria repetitiva o mecánica. El aprendizaje escolar se ha basado durante mucho tiempo en que los conocimientos había que adquirirlos mecánicamente, cuanto más mejor. Y eso no funciona. Algunos aprendizajes hay que hacerlos repetitivamente, pero la inmensa mayoría tienen que ver con cómo funcionan las cosas, el mundo y la sociedad.
Como ya he dicho, conozco muy poco a don César Coll, pero apostaría a que en la escuela ha ejercido poco o nada, lo que no le impide pontificar acerca de cómo son en ella los aprendizajes, cosas de los "expertos". Por lo demás, estas líneas son un ejemplo canónico del proceder de estos señores: jamás dejan pasar una ocasión de atacar a la escuela real, movidos por su rencor a que no se haya plegado a tirarse al pozo de sus absurdas ensoñaciones; la desconocen hasta el punto de que uno no se explica cómo tienen el descaro de presentarse como expertos (aquí lo manifiesta Coll en las bobadas que dice acerca de su funcionamiento: no tienen nada que ver con la realidad desde hace al menos cincuenta años); demuestran una fobia enfermiza contra la memoria.
Alguien podrá replicar que en esas declaraciones esto último no es así, porque Coll "salva" un poquito a la memoria: no lo crean, es un engaño (otra de las constantes de la metodología pedagogista). En primer lugar, esa memoria a la que "perdona", la que él llama comprensiva, es un disfraz, una forma de referirse a lo que ellos siempre han opuesto al aprendizaje memorístico, "la comprensión inteligente" y expresiones parecidas falazmente utilizadas, que aquí Coll ha travestido como memoria sin duda por razones de conveniencia, porque jamás han llamado memoria a la comprensión; en segundo lugar, porque, si os fijáis, veréis que a esta memoria "buena" la vincula con lo que a él le mola, o sea, el aprendizaje de las cosas y todo eso, mientras que a la "mala", esa que llama repetitiva, la condena ya desde el peyorativo término con el que la etiqueta, tachándola además de ineficaz, calificándola de mecánica y asociándola con el aprendizaje escolar anticuado, ese de los fachas y la escuela tradicional. No puedo dejar de asombrarme ante el hecho de que alguien que se presenta como psicólogo y experto en educación demuestre este rechazo irracional hacia la memoria, una de las capacidades más valiosas del ser humano. Para mí, esto pone seriamente en duda la competencia del señor Coll, cosa tremendamente grave, habida cuenta del crucial papel que ha tenido en la elaboración de las leyes educativas españolas de los últimos treinta años, y mis dudas se acrecientan ante estas declaraciones, cuando leo en ellas esa filfa de la memoria comprensiva y la repetitiva: por mucho que proceda de un catedrático de psicología, esta división me parece un camelo insostenible y políticamente sesgado.
Como lo es, y de forma muy acusada, la LOMLOE. Si os paráis a leer con un poco de detenimiento esos diez retos del siglo XXI, que aparecen en un diagrama muy mono del artículo de los señores Coll y Martín, tengo la impresión de que no podréis dejar de apreciar lo que dije más arriba: demasiada moralina en detrimento del saber. Más que una propuesta de formación en el conocimiento y en la libertad de pensamiento y personal, componen una guía para indicarle al educando cómo debe ver el mundo y qué perspectivas debe adoptar para posicionarse ante él. Independientemente de lo razonables y acertadas que puedan ser esas pautas, o de lo que uno pueda compartirlas, no puede ser que se adueñen de la educación de nuestros jóvenes, en un proyecto que deja demasiadas evidencias de abandono del conocimiento e invasión adoctrinadora del alma y las ideas del individuo. Resulta muy significativo que, en el diagrama, de esos diez retos salgan unas flechitas hacia un rótulo al que rodean, en el cual pone: Proyecto vital, personal, profesional y social. ¿Hacia eso debe orientarse la educación? ¿Son estas las consecuencias de tanto marear con lo emocional? Me inspira serias dudas. No entiendo que en una propuesta educativa, de ese cartelito estén excluidas las referencias al saber y aparezcan por ahí las palabras "vital" y "personal". A la escuela se va a aprender, a elevar el conocimiento. Que se meta en las vidas y en las esferas personales de quienes acuden a ella casa muy mal con el respeto a la libertad.
Don César Coll y doña Elena Martín pasarán a ser incluidos en el listado de expertos fantasiosos.
César Coll, Marta Mata.... en fin, su arrogancia es sólo superada por sus deletéreos efectos en la Enseñanza Española.... Cabe señalar que es difícil discernir si ésta lo es tan desmedida, si por pedagogos, o por catalanes.... O por ambas contingencias.... Señor, ruega por nosotros, pecadores...
ResponderEliminar...ahora y en la hora de nuestra muerte (que, al paso que vamos, no sé yo si estará muy lejana), amén. Cierto que el vanguardismo pedagógico procedente de Cataluña es poderoso y doloroso, pero, para nuestro pesar, tan robusto tronco tiene ramas nacidas en toda España, sin ir más lejos, doña Elena Martín trabaja en la UAM, aunque, si te soy franco, no sé de dónde será. Los delirios Rosa Sensat de la señora Mata son, ciertamente, temibles.
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