Supongo que todos recordaréis "El hundimiento", aquella excelente película en que descubrimos cómo encajó Hitler que a Sergio Ramos se le cayera una copa de la Champions que había ganado el Real Madrid y la chafara el autobús en que el equipo iba celebrándolo. Hasta entonces, ese hito histórico había quedado en la sombra, por lo que merece la pena que reproduzca el documento:
Todas las etapas históricas tienen un ocaso, un momento crítico en el que todo se hunde, pero lo que conviene no perder de vista es que, antes de que ese hundimiento acaezca, por regla general se producen síntomas, a veces clamorosos y a veces sutiles, que lo anuncian. Sean de la envergadura que sean, el mensaje de esos síntomas es siempre el mismo: las cosas que deberían funcionar no funcionan, las leyes no protegen a quien las cumple, los infames campean como señores. Olvidémonos de Hitler y su búnker y vengamos a la España de hoy, un país en el que tenemos un inconfundible síntoma de hundimiento: el asunto de los okupas, pues difícilmente encontraremos aberraciones y desafueros más grandes que en este campo, donde la historia consiste en que a cualquier propietario de una vivienda se la puede arrebatar cualquier desaprensivo por el simple procedimiento de colarse en ella: basta con eso para que, mientan lo que mientan ciertos medios ¿progresistas?, el usurpador pase a ser el propietario con todos los derechos ante las leyes españolas.
Este cáncer tiene décadas, pero en los últimos meses ha arreciado. Y no solo eso, sino que día a día los medios que no lo ocultan nos traen algún nuevo episodio indignante. El último ha sido el de Rosa, una mujer que, el pasado mes de marzo, cuando murió Pilar González, la mujer a la que supuestamente estaba cuidando, hizo que la incineraran sin avisar a la familia y, acto seguido, se apropió de su vivienda, cambio de cerradura mediante, como requieren los cánones. Cuando la familia de Pilar se enteró de este despropósito, se quejó airadamente del descuido de las autoridades policiales y sanitarias, a las que se les coló el tremendo abuso de la cuidadora, autora incuestionablemente de delitos (en mi ignorancia jurídica, los llamaré así) como estos: apropiarse de una casa que no es suya, omitir el deber de avisar a la familia de la muerte de Pilar y suplantarla en la toma de la decisión de enterrarla. Gravita además la sospecha, que muchos compartimos con la familia de Pilar, de si esta murió por razones no inducidas o si fue asesinada por Rosa con el fin de apropiarse de su vivienda. No es, naturalmente, ninguna broma, y menos, si se añade a todo lo anterior. Pues bien, qué queréis que os diga, para este reaccionario guachimán, si con estos mimbres Rosa no entró ipso facto en la cárcel, es que España presenta hoy síntomas de amenaza de hundimiento.
Pero en materia de okupaciones no es extraño que a cualquier abuso exasperante al día siguiente se añada una fuente más de exasperación. A Rosa no solo no le ha pedido cuentas la justicia, sino que además ella, en virtud de los derechos automáticamente adquiridos por quedarse con una casa que no era suya, se encastilló allí y, no sin chulería, empezó a poner condiciones para marcharse, una de ellas, la imposición de que la vivienda la dejaría el lunes 14. Casualmente, me he enterado de que al final la abandonó el pasado viernes 11 con nocturna discreción. Merece la pena reproducir los elementos más reseñables de este esperpento: ¡se ha dignado a renunciar por escrito a la posesión de la casa, de la casa que pertenecía a la mujer cuyo cadáver incineró sin derecho alguno!, y recibió presiones para irse de la empresa Desokupa, lo que hace que me pregunte: ¿en qué lugar deja esto a la policía y a los jueces? Y otra pegunta: ¿no es este episodio un síntoma de hundimiento de unas instituciones que solo han servido para llevarle el botijo a la infractora?
Terminada esta feria, la familia de Pilar sigue adelante con las acciones que ha emprendido contra Rosa, entre ellas, una investigación por el fallecimiento de Pilar. Desde luego, si un día Rosa no acaba entre rejas, es que este país despide un cierto aroma a hundimiento. Y me temo que no acabará, entre otras cosas, porque tengo serias dudas de que, en el momento en que escribo estas líneas, esta señora (que me perdonen las señoras) siga en España.
Nos queda por ver mucho, cosas que jamás hubiéramos siquiera osado imaginar. La gente ya se está organizando contra los okupas en muchos pueblos y barrios con éxito desigual. Lo próximo será ver a la policía y la judicatura arremeter contra esos vecinos, con dureza ejemplar, en defensa de los criminales. No pasará nada inmediatamente, pero las élites españolas actuales, de toda condición, financiera, política, universitaria, periodística, cultural, van a tener sería aprietos para conservar su estatus actual. Y no va a ser la " izquierda" la protagonista ni la beneficiaria de esta remoción tectónica de la sociedad.
ResponderEliminarNo es descartable, primero, porque esto ya no hay persona decente que lo aguante, segundo, porque, una vez más, ante la gravedad del asunto, el Gobierno ha pretendido calmar a la gente con engaños. No hará ni tres días que se anunció que la fiscal general daría instrucciones para desalojar a los okupas, pero hoy ya ha salido que será en los casos flagrantes, o sea, lo de siempre y que sigue dejándoles campo para hacer lo que les dé la gana. Esto es simplemente añadir más motivos de cabreo.
EliminarAnte la "okupación" lo único que tenemos es postureo. En la práctica para el césar caudillista ese problema no es una prioridad. Y para los podemitas, socios privilegiados del gobierno, la okupación no es para tanto. No hay más que leer eldiario.es o EL PAIS para comprobar que tratan de restarle importancia.
ResponderEliminarEs canallesco lo de la izquierda en este asunto. Gentuza como Ada Colau, que hasta está fomentando la okupación y apoyándola con dinero público, son una muestra de que la izquierda española ha enloquecido.
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