Hace pocos días, el Gobierno anunció en el Congreso su propósito de mejorar la formación del profesorado. En la noticia que os enlazo, se afirma en el subtitular y se repite poco después que esa formación está puesta en entredicho. No se puede negar que hoy existe una gran polémica en torno a la formación que reciben los futuros profesores, pero eso de que está "puesta en entredicho" es tan amplio y puede tener unas connotaciones tan negativas que creo que debe ser matizado, y la primera matización que se me ocurre es esta: sería una tremenda injusticia deducir de ahí que quienes finalmente acceden al oficio sean malos profesores, pues no hay que olvidar que, al menos en Secundaria, las oposiciones siguen teniendo pruebas muy duras y que, en definitiva, la calidad de un profesor (como la de cualquier otro profesional) no depende solo de lo que le aporten los programas universitarios, sino también de otras muchas variables, tales como el talento personal de cada cual, la particular implementación de esos programas en cada centro o lo que él libremente adquiera más allá de estos, por citar algunas.
Puntualizado esto, podemos entrar a considerar las carencias de la actual formación del profesorado. Si hablamos del profesorado de Secundaria, por extraño que parezca, aún está muy vivo el tópico de que carece de recursos apropiados para enseñar sus materias, pues está apegado a lo memorístico y a la mera transmisión de conocimientos. Digo que esta afirmación parece extraña porque los sectores pedagogistas que la mantienen han logrado ya desde hace unos años colar en las facultades sus másteres de posgrado, desde los que imparten sus benéficas innovaciones, así que ya no pueden quejarse de que los profesores las desconozcan. ¿Cuál es, entonces, el problema real? Que los estudiantes que aspiran a ser profesores ven pronto su inutilidad y las rechazan de plano. He hablado con muchos de ellos o con profesores jóvenes que ya están en los centros y la postura mayoritaria es esta: que detestan las vacías invenciones "innovadoras" y reclaman o alaban esos cursos en los que gente conocedora de sus diferentes materias les aporte ideas, procedimientos y técnicas para enseñarlas. Su gran problema es que los que viven del cuento de la innovación son un ejército poderoso y bien organizado, que cuenta además con el apoyo de los políticos y sus correas mediáticas, por lo que van a tener que suspirar mucho por la llegada de un Mesías que expulse a esos mercaderes de los templos del saber que son las facultades.
Distinto es el caso del profesorado de Primaria. Me ha sorprendido gratamente que el artículo se refiera a la que es la principal carencia de sus formación: los titulados en este nivel salen de los centros con una pobreza cultural inadmisible en personas que se van a dedicar a enseñar, es decir, a transmitir cultura. Todos recordaremos aquella historia de hace unos años, tan famosa como bochornosa, cuando el 86% de los que se presentaron a unas oposiciones para maestro suspendieron una prueba previa de conocimientos básicos cuyo nivel era bajísimo, y parece ser que seguimos con el mismo problema: quienes tendrán que enseñar a los niños matemáticas, lengua o historia flojean en sus conocimientos de estas materias. Esto no puede ser, pero lo que se suele ocultar es la razón: los programas de sus facultades están tan sobrecargados de prescindibles asignaturas de pedagogía o psicología que dejan para esas matemáticas, esa lengua, esa historia o esas ciencias mucho menos lugar del que necesitan. Nos hallamos pues ante la paradoja de que lo que mata la formación de estos futuros profesores de Primaria son los programas de los centros en que se forman, y aún más: esa hidra que los está matando ha sido introducida también en los centros donde estudian los de Secundaria, y es fuertemente respaldada por Administración, políticos y medios informativos: si cuando dicen que la formación del profesorado en España está en entredicho se refieren a esto, no puedo estar más de acuerdo.
La ministra Celaa anuncia que "la mejora de la formación práctica de nuestros futuros enseñantes se traducirá en la propuesta de un año de práctica tutelada que permitirá incorporarse a los nuevos docentes a su tarea con las garantías de una adecuada supervisión. Un programa de inducción a la profesión".
¡Qué feliz me hace la retórica grandilocuente de nuestra ministra! ¡Una adecuada supervisión! ¡Un programa de inducción a la profesión! Lo que estaban esperando los futuros enseñantes, sin duda. A mí, que soy de la profesión, tan solo me gustaría que nos aclarase una cosa: ¿adecuada supervisión para qué: para inducirles a ocuparse de la felicidad y el mundo emocional de los niños o para ayudarles a ser buenos profesores de Música, Lengua, Física, Historia o lo que toque a cada cual?
Ahí puede estar la trampa o la sustancia.
Puntualizado esto, podemos entrar a considerar las carencias de la actual formación del profesorado. Si hablamos del profesorado de Secundaria, por extraño que parezca, aún está muy vivo el tópico de que carece de recursos apropiados para enseñar sus materias, pues está apegado a lo memorístico y a la mera transmisión de conocimientos. Digo que esta afirmación parece extraña porque los sectores pedagogistas que la mantienen han logrado ya desde hace unos años colar en las facultades sus másteres de posgrado, desde los que imparten sus benéficas innovaciones, así que ya no pueden quejarse de que los profesores las desconozcan. ¿Cuál es, entonces, el problema real? Que los estudiantes que aspiran a ser profesores ven pronto su inutilidad y las rechazan de plano. He hablado con muchos de ellos o con profesores jóvenes que ya están en los centros y la postura mayoritaria es esta: que detestan las vacías invenciones "innovadoras" y reclaman o alaban esos cursos en los que gente conocedora de sus diferentes materias les aporte ideas, procedimientos y técnicas para enseñarlas. Su gran problema es que los que viven del cuento de la innovación son un ejército poderoso y bien organizado, que cuenta además con el apoyo de los políticos y sus correas mediáticas, por lo que van a tener que suspirar mucho por la llegada de un Mesías que expulse a esos mercaderes de los templos del saber que son las facultades.
Distinto es el caso del profesorado de Primaria. Me ha sorprendido gratamente que el artículo se refiera a la que es la principal carencia de sus formación: los titulados en este nivel salen de los centros con una pobreza cultural inadmisible en personas que se van a dedicar a enseñar, es decir, a transmitir cultura. Todos recordaremos aquella historia de hace unos años, tan famosa como bochornosa, cuando el 86% de los que se presentaron a unas oposiciones para maestro suspendieron una prueba previa de conocimientos básicos cuyo nivel era bajísimo, y parece ser que seguimos con el mismo problema: quienes tendrán que enseñar a los niños matemáticas, lengua o historia flojean en sus conocimientos de estas materias. Esto no puede ser, pero lo que se suele ocultar es la razón: los programas de sus facultades están tan sobrecargados de prescindibles asignaturas de pedagogía o psicología que dejan para esas matemáticas, esa lengua, esa historia o esas ciencias mucho menos lugar del que necesitan. Nos hallamos pues ante la paradoja de que lo que mata la formación de estos futuros profesores de Primaria son los programas de los centros en que se forman, y aún más: esa hidra que los está matando ha sido introducida también en los centros donde estudian los de Secundaria, y es fuertemente respaldada por Administración, políticos y medios informativos: si cuando dicen que la formación del profesorado en España está en entredicho se refieren a esto, no puedo estar más de acuerdo.
La ministra Celaa anuncia que "la mejora de la formación práctica de nuestros futuros enseñantes se traducirá en la propuesta de un año de práctica tutelada que permitirá incorporarse a los nuevos docentes a su tarea con las garantías de una adecuada supervisión. Un programa de inducción a la profesión".
¡Qué feliz me hace la retórica grandilocuente de nuestra ministra! ¡Una adecuada supervisión! ¡Un programa de inducción a la profesión! Lo que estaban esperando los futuros enseñantes, sin duda. A mí, que soy de la profesión, tan solo me gustaría que nos aclarase una cosa: ¿adecuada supervisión para qué: para inducirles a ocuparse de la felicidad y el mundo emocional de los niños o para ayudarles a ser buenos profesores de Música, Lengua, Física, Historia o lo que toque a cada cual?
Ahí puede estar la trampa o la sustancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario