Una de las ventajas que tenemos los viejos es que, perdida la necesidad de agradar y obtenido de este mundo pecador todo lo que estaba dispuesto a darnos, nos desprendemos de hipócritas inhibiciones y recuperamos aquella sana virtud infantil de llamar a las cosas por su nombre y decir sinceramente lo que pensamos. Aunque en la infancia sea por ingenuidad y en la senectud sea por escepticismo, parece ser que ambas concurren en eso de ser fieles a la verdad: en esto, como en muchas otras cosas -no todas placenteras-, la vida se cierra como un círculo. En lo que se refiere a los viejos, como ya no nos importa demasiado el juicio ajeno, lo hacemos aun arriesgándonos a todo tipo de vituperios. Acogiéndome a este derecho no escrito pero me temo que tremendamente consolidado, me voy a permitir explicitar una serie de obviedades acerca de la relación entre lengua(s) y enseñanza en España:
1.- Que el artículo 3.1 de la Constitución dice: El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.
2.- Que el artículo 3.2 de la Constitución dice: Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.
3.- Que del inglés, el francés, el alemán, el chino, el árabe, el suahili, el tagalo, el zuñí, etc., no se dice nada. Bueno, qué queréis que le haga, es que es así, y parece bastante lógico.
4.- Que, en las comunidades en que el castellano sea la única lengua oficial, lo sensato y razonable, como sucede en todos los países del mundo donde no se padece la desgracia de estar sometidos a una colonización lingüística, es que la enseñanza se lleve a cabo en lengua española, salvo para Inglés, Francés, Alemán...: o sea, para las asignaturas que consistan en la enseñanza de lenguas extranjeras.
5.- Que en prácticamente toda España se están imponiendo hoy en la enseñanza regular, por la fuerza del ordeno y mando, unos programas bilingües fraudulentos cuyo único sostén es la conveniencia de las élites políticas. Estos programas distan mucho de ser inocuos y en algunas comunidades -como Valencia y Baleares-, arrastrados por la demencial guerra declarada por las lenguas cooficiales, se ha llegado al esperpéntico extremo de establecer programas trilingües.
6.- Que no solo tenemos la suerte de que España no padezca una colonización lingüística, sino que además el español
es una lengua de gran riqueza cultural y literaria y una de las más
extendidas y demandadas en el mundo: según estimaciones de 2015, su
número de hablantes es hoy de 559 millones, 468 de ellos, con
competencia nativa.
7.- Que, en todas las comunidades donde los partidos nacionalistas o ultranacionalistas o ultraidentitarios imponen su agresiva y despótica presencia, llevamos años contemplando como, bajo eufemismos de diverso pelaje, se intenta arrinconar a la lengua española (la natural de España, la de Cervantes, la de los 559 millones de hablantes) en el ámbito educativo e incluso en otros de carácter más general. En el caso concreto de Cataluña, de lo que se debe hablar no es de intento de arrinconar, sino directamente de persecución y plan de eliminación puro y duro: quien discuta esto, solo puede hacerlo por uso de anteojeras, ignorancia supina o indigno interés. Las comunidades envueltas en esta turbia política son: Cataluña, País Vasco, Galicia, Valencia, Baleares y Navarra (?).
8.- A la vista de esta situación no ya anómala sino demencial y puesto que parece que se avecinan tiempos de grandes pactos para reorientar este país hacia unos cauces de cordura, vuestro amigo el guachimán propone el siguiente Programa no ya mínimo sino minimalista para una verdadera normalización lingüística:
Punto primero.- En las comunidades en que la única lengua oficial sea el castellano, será esta la lengua vehicular (como se dice ahora). Los programas bilingües serán suprimidos. Para la muy conveniente, razonable y benéfica potenciación del aprendizaje de las lenguas extranjeras, se recurrirá a otras medidas más equilibradas, tales como el dejar que los centros puedan enseñarlas sin presiones ni coacciones y con un nivel de exigencia apropiado. Solo con esto y con lo que hoy en día y según sus intereses nuestros jóvenes adquieren en viajes, internet, visionado de películas y televisión en sus lenguas de origen, etc., he visto con mis propios ojos cómo se puede muy bien aprender lenguas extranjeras sin arrinconar la propia y sin perjudicar a los niños en la adquisición temprana de esta. Seamos serios: millones de españoles hemos llegado a hablar lenguas extranjeras sin haber pasado por pseudoprogramas bilingües; la razón de que en la actualidad, con los medios y los buenos profesores de que disponemos, muchos niños no las aprendan no es la carencia de esas mistificaciones.
Punto segundo.- En las comunidades con lenguas cooficiales, además de suprimirse los programas bilingües y otras aberraciones como el trilingüismo, el pentalingüismo o los silbos gomeros, puesto que hay dos lenguas oficiales, se establecerán simplemente dos ofertas: una con el castellano como vehicular más una asignatura que sea Catalán, Vasco o Gallego y otra con la lengua cooficial como vehicular más una asignatura que sea Castellano. Esto, en términos racionales y dejándonos de manipulaciones, es el modelo más sencillo, más viable, menos conflictivo (a no ser que uno tenga propósitos inconfesables) y más lógico de organizar la enseñanza en comunidades bilingües. Y no sería necesario crear centros para una y otra lengua: organizándolo bien (y aquí tenemos técnicos y funcionarios muy capacitados para hacerlo), todos los centros o parte de ellos, según las necesidades, podrían ofrecer ambos modelos. Y se acabarían los problemas y se respetarían democráticamente los derechos de todos: cada cual estudiaría en la lengua oficial en su comunidad que decidiera. Nunca entenderé por qué esto no se hizo así desde el principio, o, mejor dicho, sí que lo entiendo, y la explicación que encuentro no deja muy bien parado al respeto a los derechos de los ciudadanos en este país.
Este, en fin, es mi Programa no ya mínimo sino minimalista para una verdadera normalización lingüística; ahora, que me llamen facha, segregador, imbécil, ignorante, simplista o lo que quieran: total, como soy ya un viejo, no me va a importar. Eso sí: quienes no estén de acuerdo, que me hagan al menos la merced de explicarme su alternativa, por aquello del contraste de pareceres.
¡Ah!, y lo último y por supuestísimo: con las debidas adaptaciones para hacer viables las ofertas en lenguas cooficiales, las competencias en educación deberían ser devueltas al Estado.
Obviedades que se han olvidado. Gracias. Siempre tan lúcido.
ResponderEliminarGracias a ti, guapísima.
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