Como ya estaba la peña un poco harta de tanto prusés, tanto C's, tanto Podemos, tanto Pedro, tanto Mariano, tanta elección, etc., etc., etc., ha habido que echar mano de un buen animador cultural para cambiar de disco, así que por ahí ha aparecido el experimentado José Antonio Marina y se ha sacado de la manga un auténtico temazo (1) que está dando mucho que hablar, el titulado "Los buenos profesores no pueden cobrar lo mismo que los malos", el cual ha interpretado vestido de pontifical, lo que a muchos ha hecho sospechar que esas palabras van a ser el meollo del libro blanco de la educación que prepara el filósofo a instancias del ministro de Educación. Asombra que a menos de dos meses de unas elecciones un ministro que para Reyes seguramente será ya exministro encargue nada menos que un libro blanco sobre su ámbito de gestión, pero convendremos todos en que el PP, en lo tocante a la educación, ha dado sobradas muestras de que acostumbra a llegar a la estación cuando el tren hace tres horas que ha salido.
La frase de Marina tiene algunas inferencias, en general, bastante envenenadas, lo que ha producido la lógica indignación entre el profesorado, la cual queda muy bien reflejada en los artículos de las notas 2, 3 y 4, cuya lectura recomiendo. La primera inferencia envenenada es una obviedad: que los profesores malos, hoy en día, están cobrando lo mismo que los buenos, lo cual no es sino un reflejo de la injusticia universal: esa inmerecida igualación sucede en mil ámbitos vitales, y no solo profesionales. Incluso voy más lejos: muchas veces, a los malos les va no ya igual, sino mejor que a los buenos: yo conozco, sin salir de la docencia, a un respetable puñado de inútiles que ocupan puestos que les hacen percibir mejores salarios que el resto de sus colegas, lo mismo que hay en el mundo miles de canallas a los que la vida les sonríe mientras existen bellísimas personas que están sufriendo. Pero alguien como Marina no se pronuncia para soltarnos semejante perogrullada, de ahí que todos hayamos rascado un poquito más y hayamos llegado a otras inferencias (las que a él le interesaban y que también van envenenadas, huelga decirlo), he aquí las que me parecen más relevantes, algunas de las cuales se han formulado de manera explícita:
1. Tal injusta homogeneidad hay que liquidarla.
2. El PP va a hacerlo con mi libro blanco en la mano.
3. Lamento decir que el problema de la enseñanza actual son los profesores.
4. Habrá que afinar en la selección de los profesores para elegir a los mejores (y para darles los puestos que molan y pagarles más).
5. Esa selección debería caer en manos de los directores.
Nadie pondría objeciones a las inferencias 1 y 4 (si son llevadas a cabo con seriedad), mientras que la 2, la 3 y la 5 son abiertamente discutibles. Añádase a esto que por fuerza han tenido que salir al tapete otros dos asuntos polémicos: la formación y qué se entiende por buen profesor o por mal profesor, los cuales son esenciales y han sido tratados muy a fondo por los articulistas de las notas 2, 3 y 4. Y nos hemos encontrado con que el problema sigue planteado como sospechábamos: no puede haber discusión en que la formación que va a defender Marina (5) va a ser la formulada en los términos del pedagogismo, el comprensivismo, lo emocional y todas esas vaciedades con que los burócratas, los mercaderes, los "expertos" y los políticos tienen idiotizada la enseñanza; no puede haber discusión en que los buenos profesores, en su libro blanco, van a ser los que estén pendientes de esas bobadas y los que crean que eso de los contenidos, el conocimiento y tal son antiguallas que se suplen con creces con un buen smartphone. Contra esta aberración es contra lo que nos rebelamos, contra esto y contra que los que decidan quién es buen profesor y quién no lo es sean los directores, porque cualquiera que esté un poco al tanto de lo que pasa hoy en España con los directores de centros educativos sabrá muy bien que el 99% de ellos quitarían gustosos la Filosofía para poner en su lugar un Taller de Masterchef.
Esta es la gran batalla que se está librando hoy en la educación española: profesores contra vendedores. Es batalla -perdón: guerra- desigual, pues los profesores que la libran son solo una minoría que abiertamente se manifiestan y ejercen su magisterio contra la adulteración de la enseñanza, pero lo hacen silenciados, aislados y afrontando las tremendas presiones de sus adversarios: la burocracia -en la que militan la mayoría de los directores y los inspectores-, la administración dominada por políticos ignorantes y que contemplan la educación como un asunto de márketing y de control, los partidos políticos (todos, es decir: t-o-d-o-s), la prensa, la vieja guardia pedagogista, las nuevas e indocumentadas olas del pedagogismo y los poderes económicos. La manera en que esta Santa Alianza tritura a la educación y a los docentes la he tratado en muchos artículos, de los que quizás el más explícito es uno de 2014 que titulé Expertos y directores nos desvelan sus amores (6).
Los profesores somos el enemigo a abatir, el viejo trasto que estorba. Lo que se busca ahora son una especie de monitores de tiempo libre que sean así como muy emocionales con los alumnos, se plieguen entusiastas y sin rechistar ante todo plan presentado por sus directores y jamás osen contrariar a un padre. Esos que pretendemos que los alumnos aprendan cosas, que valoramos el respeto, el orden y el trabajo y que creemos que nada valioso se consigue sin esfuerzo, puesto que somos el obstáculo, estamos bajo una verdadera campaña de exterminio cuya principal arma es el desprestigio, con múltiples descalificaciones calumniosas: desmotivación, holgazanería, falta de compromiso, mala formación, falta de actualización, la lista de los reyes godos, la clase magistral debidamente demonizada... Y eso lo hacen todos, incluidos los que se presentan como nuestros amigos. Qué decir de nuestros enemigos patológicos, como Fernández Enguita: echadle un vistazo al artículo de la nota 6. Esto a veces llega a unos extremos aberrantes; así, en un reciente artículo (7), la periodista Olga R. Sanmartín sostiene inicuamente que en España "deciden ser profesores los alumnos más ramplones". Con una generalización tan desacertada, injuriosa y frívola sobre un colectivo de cientos de miles de personas altamente cualificadas, esta señora retrata su talla de profesional de la información (?), puesta penosamente al servicio del fin político que persigue su artículo, que no es otro que dar sostén al brindis al sol de Marina. ¿De dónde se saca tal bajeza? ¿Ha visto todos nuestros expedientes, nos conoce personalmente, está al tanto de lo que sabemos y de nuestro bagaje cultural para insultar con esa suficiencia a tantísima gente? Para más inri, señala en ese mismo artículo, unas líneas más abajo, que los docentes tienen el problema de que "no se les trata con suficiente respeto y dignidad". No hace falta que lo jure: ella misma lo hace unas líneas más arriba: sáquense conclusiones del inteligente planteamiento del artículo.
En fin, toda esta Santa Alianza que parece odiar a los profesores es en realidad una triste comunidad de intereses: presentan de manera sistemática al profesor como un desastre porque con ello favorecen su negocio. El profesor de hoy no vale nada, es la causa de todos los males, es un desecho, parecen decir: hay que eliminarlo y poner otro nuevo, el que vale de verdad, el que lo resolverá todo, el del futuro, el "guay", que es, casualmente, el que vendemos nosotros. Tarda en llegar, la verdad, y no espero gran cosa del producto de tales artífices. Mientras tanto, ayer, hoy y mañana, al tiempo que estos charlatanes graznan su mercancía en púlpitos privilegiados, en el día a día, esos cientos de miles de personajes ramplones según el parecer de la señora Sanmartín vamos sacando adelante en silencio y no sin dificultades la insignificante tarea de educar a millones de alumnos.
Esta es la gran batalla que se está librando hoy en la educación española: profesores contra vendedores. Es batalla -perdón: guerra- desigual, pues los profesores que la libran son solo una minoría que abiertamente se manifiestan y ejercen su magisterio contra la adulteración de la enseñanza, pero lo hacen silenciados, aislados y afrontando las tremendas presiones de sus adversarios: la burocracia -en la que militan la mayoría de los directores y los inspectores-, la administración dominada por políticos ignorantes y que contemplan la educación como un asunto de márketing y de control, los partidos políticos (todos, es decir: t-o-d-o-s), la prensa, la vieja guardia pedagogista, las nuevas e indocumentadas olas del pedagogismo y los poderes económicos. La manera en que esta Santa Alianza tritura a la educación y a los docentes la he tratado en muchos artículos, de los que quizás el más explícito es uno de 2014 que titulé Expertos y directores nos desvelan sus amores (6).
Los profesores somos el enemigo a abatir, el viejo trasto que estorba. Lo que se busca ahora son una especie de monitores de tiempo libre que sean así como muy emocionales con los alumnos, se plieguen entusiastas y sin rechistar ante todo plan presentado por sus directores y jamás osen contrariar a un padre. Esos que pretendemos que los alumnos aprendan cosas, que valoramos el respeto, el orden y el trabajo y que creemos que nada valioso se consigue sin esfuerzo, puesto que somos el obstáculo, estamos bajo una verdadera campaña de exterminio cuya principal arma es el desprestigio, con múltiples descalificaciones calumniosas: desmotivación, holgazanería, falta de compromiso, mala formación, falta de actualización, la lista de los reyes godos, la clase magistral debidamente demonizada... Y eso lo hacen todos, incluidos los que se presentan como nuestros amigos. Qué decir de nuestros enemigos patológicos, como Fernández Enguita: echadle un vistazo al artículo de la nota 6. Esto a veces llega a unos extremos aberrantes; así, en un reciente artículo (7), la periodista Olga R. Sanmartín sostiene inicuamente que en España "deciden ser profesores los alumnos más ramplones". Con una generalización tan desacertada, injuriosa y frívola sobre un colectivo de cientos de miles de personas altamente cualificadas, esta señora retrata su talla de profesional de la información (?), puesta penosamente al servicio del fin político que persigue su artículo, que no es otro que dar sostén al brindis al sol de Marina. ¿De dónde se saca tal bajeza? ¿Ha visto todos nuestros expedientes, nos conoce personalmente, está al tanto de lo que sabemos y de nuestro bagaje cultural para insultar con esa suficiencia a tantísima gente? Para más inri, señala en ese mismo artículo, unas líneas más abajo, que los docentes tienen el problema de que "no se les trata con suficiente respeto y dignidad". No hace falta que lo jure: ella misma lo hace unas líneas más arriba: sáquense conclusiones del inteligente planteamiento del artículo.
En fin, toda esta Santa Alianza que parece odiar a los profesores es en realidad una triste comunidad de intereses: presentan de manera sistemática al profesor como un desastre porque con ello favorecen su negocio. El profesor de hoy no vale nada, es la causa de todos los males, es un desecho, parecen decir: hay que eliminarlo y poner otro nuevo, el que vale de verdad, el que lo resolverá todo, el del futuro, el "guay", que es, casualmente, el que vendemos nosotros. Tarda en llegar, la verdad, y no espero gran cosa del producto de tales artífices. Mientras tanto, ayer, hoy y mañana, al tiempo que estos charlatanes graznan su mercancía en púlpitos privilegiados, en el día a día, esos cientos de miles de personajes ramplones según el parecer de la señora Sanmartín vamos sacando adelante en silencio y no sin dificultades la insignificante tarea de educar a millones de alumnos.
(1): Marina en "El País".
(2): Alberto Royo: Cuando despertó, Marina todavía estaba allí.
(3): Nacho Camino: ¿Para qué sirve un artrópodo?
(6): Expertos y directores nos desvelan sus amores.
(7): Olga R. Sanmartín: Los cinco grandes problemas del profesorado español.
(7): Olga R. Sanmartín: Los cinco grandes problemas del profesorado español.
"Profesores contra vendedores". Una expresión acertadísima, querido Guachimán. Y sabemos lo que venden. Ya dije hace tiempo que frente a objetivos antitéticos, el concepto de éxito y el de fracaso son intercambiables. Lo que para nosotros es el fracaso de la Enseñanza, es para ellos su éxito.
ResponderEliminarUn abrazo.
En efecto, Xavier. Y la palabra "éxito" en boca de estos mercaderes tiene tal cantidad de significados aberrantes que sería muy prolijo entrar en profundidades. Un abrazo.
ResponderEliminarBuenas tardes, Guachimán. Me gustaría saber tu opinión sobre la entrada siguiente, que tangencialmente está relacionada con el libro de Marina:
ResponderEliminarhttp://propinversas.blogspot.com.es/2015/11/mas-claro-agua.html
Un saludo y gracias.
Aquí te respondo Weno (y copio la respuesta también en tu blog), no sé si será esto lo que me pedías:
ResponderEliminarMuy interesante, Weno. Yo reflexiono sobre PISA desde hace muchos años y, allá por 2007 o quizás antes, alguien que relativizaba esta prueba más que yo me dijo que no había que concederle tanta importancia, porque, entre otras cosas, preguntaban sobre contenidos muchos de los cuales los alumnos españoles que las afrontan no están viendo en ese año. Entonces no le hice mucho caso, porque yo creía que nuestros malos resultados (que tampoco lo son tanto) en PISA eran el dedo acusatorio que señalaba los males de nuestro sistema. Pero está claro que no es así, es todo mucho más complejo, tanto en los males de nuestro sistema y en el estado real de nuestra educación, que tiene cosas buenas de las que no se habla, como en el auténtico valor que hay que concederle a PISA, prueba cuyos exámenes he conocido mejor en los últimos años, lo que me ha llevado a aproximar mis puntos de vista a los de aquel compañero, por no hablar de otro asunto: que no es oro todo lo que reluce en PISA y cada vez soy más crítico con este programa, en el que es innegable su sesgo economicista y su propósito de encauzar la educación hacia un determinado modelo... muy al gusto de la OCDE, organización responsable de estas pruebas. En cuanto al procedimiento polaco, te contaré una experiencia personal. En el año 2014, en mi instituto, en unas pruebas externas que organiza la Comunidad de Madrid y que pasan los alumnos de 3º de ESO, las pruebas llamadas CDI, tuvimos en Lengua una calificacón de 5,56, unas décimas por debajo de la media de la CAM, que fue de 5,98. Como eso no nos gustó, decidimos preparar a los chicos específicamente con exámenes CDI de cursos anteriores y en 2015 sacamos un 7,98, muy por encima del 6,51 que fue la media de Madrid. Está claro que, preparándolas específicamente, las pruebas salen mejor, y eso es algo a lo que muchos profesores no solo no nos negamos, sino que reclamamos con ahínco las reválidas o las pruebas externas que sea, porque creemos que serían una forma de que de una vez aquí todos nos pusiéramos las pilas y estuviéramos obligados a enseñar, no a compadrear y luego regalar el aprobado.
O sea, que profesor es el neojudío.
ResponderEliminarPor supuesto, Martín, y el lenguaje que utiliza esta nebulosa de pedagogos, burócratas y expertos, una auténtica neolengua, asunto sobre el que suele reflexionar mi amigo David López Sandoval. Mira este artículo suyo:
Eliminarhttps://lautopsia.wordpress.com/2015/10/25/sectas-de-la-felicidad/
El inenarrable MFE me lo tiene prohibido el médico por lo de la hipertensión. Cuánta mala baba reconcentrada, vive el dios!
ResponderEliminarNunca llegaré a explicarme qué puede tener ese señor contra los profesores: ¿tan mal le sienta que muchos no nos traguemos sus ruedas de molino?
EliminarExcelente entrada, Pablo. Vaya si es desigual la batalla. Ellos cuentan con los políticos y con la mayoría de los medios. Hoy mismo, en otro sitio, decía yo lo siguiente (copio) sobre la participación de Marina, hoy, en RNE:
ResponderEliminarAdmiro a quien, para "pedir disculpas", se reafirma en lo que ha dicho, culpa a los que se han sentido atacados ("tics de autodefensa" los ha llamado -con minúsculas-), considera idiotas a los críticos (no le hemos entendido, dice) y alega que ha sido "sin querer". Bravo.
Y luego continuaba:
Lo digo en público con toda claridad: me parece indignante que la radio pública tome partido. Se ha generado una polémica por las propuestas de Marina. La decisión de Pepa Fernández, que me parece una buena periodista, es organizar un ¿¿debate?? en el que intervienen el propio Marina y dos profesores de universidad afines. Solo existe la línea educativa oficial. Se silencia al crítico y se insulta al disidente. Estamos, sencillamente, ante una dictadura pedagógica.
Pero tú sabes lo que pasa, ¿verdad, Alberto? Pues ya que tú hablas claro, yo también lo voy a decir claro, sin los remilgos del título del artículo: que a los profesores de primaria y secundaria se nos trata como si fuéramos mierda. Y también se nos tiene un poquito de miedo, de ahí ese empeño sistemático en silenciarnos, no vaya a ser que se nos ocurra contar verdades incómodas. He oído parte del prrograma de RNE; mi mujer estaba también y le parecía que Marina decía cosas muy sensatas; por ejemplo, cuando ha puesto un ejemplo (valga la redundancia) en el que decía que había que considerar la evolución del alumno en particular y que, si nos encontrábamos con uno que había pasado del 1 al 4 eso teníamos que valorarlo muy positivamente, a ella le parecía maravilloso, pero yo le he dicho que Marina ha contado lo bonito y se ha callado lo problemático: ¿qué se hace con ese alumno, se le aprueba o se le suspende? Tú, yo y todos los que tenemos experiencia de lidiar con orientadores y buenistas sabemos que ahí está la patata caliente. Sabemos que el buenista le aprobaría (y Marina también, pero, ladino él, se lo ha callado) y que esta práctica está detrás del actual hundmiento de los niveles y de la enseñanza; sabemos que el profesor responsable le suspendería porque no estaba en condiciones de aprobar, con lo que se convertiría en el "facha", el tal y el cual; sabemos lo que son los unos y los cuatros de hoy; sabemos que aprobar al que no lo merece es en realidad perjudicarle; sabemos que no está bien maquillar los problemas... Y por eso sabemos que Marina, al decir eso, estaba haciendo un alarde de demagogia. Pero, mira, es el que queda como un tío estupendo, ve tú a explicarle a la sociedad todo lo que tú y yo sabemos.
EliminarCierto, no es fácil. De todas formas, lo que a mí de verdad me enfada es que no haya debate. Quiero decir que Marina puede estar acertado en algunas cosas y nosotros desatinados en otras. No creo que estemos en posesión de la verdad. El problema, Pablo, independientemente de si se nos considera o no unos mierdas, que va a ser que sí, es que en este país mandan quienes mandan en la educación y tienen un poder que ni siquiera es cuestionado. Y a quienes lo cuestionan, como muy bien has explicado, se les silencia. ¿Por qué hoy no se ha invitado a la radio pública a alguien que no piense como Marina? Un Luri, una Inger... porque no interesa. Hay que vender la moto aunque esté averiada. Y punto. No hay nada que discutir. Y esto es inadmisible, especialmente en un medio público.
EliminarLo que tú dices se lo he dicho yo a mi mujer: se le ha sacado sin adversarios, y le he citado a ella algunos posibles oponentes con los que me hubiera gustado ver cómo se medía, gente que conoce muy bien el estado actual de nuestra enseñanza, gente como Moreno Castillo, Orrico o tú mismo. Pero el problema lo has mencionado tú: es la voz del poder y los medios de este país de democracia con remiendos y grietas, al menos en lo referido a la educación, llevan décadas dando espacio solo al poder o a los que le son afines o convenientes. Y, desde luego, por el hecho de ser profesor a secas, aquí no se es nadie, a lo más, un reo de las suspicacias que menciono en mi artículo. Para más inri, cíclicamente, tenemos que contemplar el espectáculo de hipócritas pronunciamientos acerca de lo importantísimos que somos.
EliminarEs lamentable, Pablo. Y muy triste que se nos hurte el debate, la posibilidad de contrarrestar o, al menos, intentarlo, un dominio tan apabullante. Pero es que juegan en casa y el árbitro va con ellos. Y ocurre como en política: no se busca convencer sino ganar audiencia. Al final, lo que se conoce se da por bueno. Si un señor catedrático de instituto, amigo del ministro, filósofo, experto, sabio...dice estas cosas, ¿cómo vamos a dudar nosotros, que somos la plebe pedagógica, los agoreros, los gruñones, los apocalípticos...?
EliminarNos queda un consuelo, y no pequeño: al final, la mayoría de la gente no es idiota. Podrán engañarla, claro, pero, en cada centro, en cada clase, en cada nivel, los alumnos y los padres saben diferenciar y juzgar los méritos de cada uno de los profesores que están viendo a diario con sus propios ojos. Esos son los que de verdad nos valoran, y lo hacen a diario. ¿Cómo se puede decir que a los profesores no se nos somete a juicio? Estamos constantemente expuestos a los ojos de nuestros alumnos, a través de los cuales nos ven sus padres, existe una inspección como no la hay en muchísimos oficios, tenemos que hacer memorias, programaciones expeustas al público... Si la mayoría pasamos esos filtros, tan malos y descontrolados no seremos. Esa es la peor consecuencia de la frase de Marina: que, al decirla, parece implicar que el número de malos profesores es tan alto que algo hay que hacer. Y sí: quieren hacer algo y algo van a hacer, pero esa no es la razón.
EliminarTotalmente de acuerdo.
EliminarHola Pablo. Estoy terminando ya (la madrugada del martes regresan) el intercambio de mi instituto con el de Finlandia, cuya profesora de allí ya conoces. Así que estos días puedo ir viendo apenas lo que nos está cayendo.
ResponderEliminar¿Que te parece esta última infamia? Este insulto que nos ensucia a todos, cuando lo vi hace dos días no lo podía creer. Y no veo nada que digan los sindicados docentes ni la supuesta oposición política. Creo estar viviendo dentro de una pesadilla.
http://www.mecd.gob.es/prensa-mecd/actualidad/2015/11/20151106-delitos.html
Bueno, Hesperetusa, hay que entender que esta medida se toma para mantener a los centros educativos a salvo de los delincuentes sexuales, de cuyos actos hay que proteger a los menores. La restricción del acceso a determinados oficios a quienes tengan unos ciertos antecedentes delictivos es uso común. En lo referido a los delincuentes sexuales, dada la multitud de ocasiones en las que salen casos de algunos de ellos que han cometido sus fechorías cuando ya tenían un historial a las espaldas, yo soy de los que piensan que deberían estar vigilados en general, e incluso aquí y en otros países ha habido propuestas en ese sentido.
EliminarPues no sé. Es evidente que se debe evitar el delito. Pero el asunto es que a mí me parece de dudosa democracia y constitucionalidad el hecho de tener que demostrar la inocencia. Si no se presume la culpa, por lo menos se está invitando a la sospecha. Y quieras que no, ya se está vinculando a la docencia con este tipo de delitos execrables. Pero es que, sobre todo, la administración tiene medios de sobra para cruzar datos sin obligar a todos y cada uno de los docentes a esta, yo sí lo veo así, Inquisición.ademas, ¿ apostamos a que entre los docentes el número de delincuentes sexuales es menor que en la población en general?
EliminarEntiendo esos reparos vuestros, pero también entenderéis que nuesto oficio es especialmente delicado en este terreno. Pensad, por ejemplo, en esos pederastas, que los hay, que no han tenido mejor oficio al que apuntarse que, por ejemplo, monitores de natación. Esa gente es muy ladina.
EliminarEs evidente que toda precaución es poca. Pero son las formas de hacer las cosas, o que llueve sobre mojado y nos volvemos ultrasusceptibles. Pero me remito a lo último que he puesto: la Administración puede comprobar esos temas de oficio y el deber de justificar la inocencia, la carga de la prueba, me parece inquisitorial. ^Pero ni sé de leyes ni tampoco conozco con exactitud la norma ministerial. Ya veremos...
EliminarEs que, además de ser un asunto tremendamente delicado, Martín, se me ocurre (aunque yo tampoco sé de leyes) que si la Administración hiciese de oficio esa comprobación de datos podría tal vez estar vulnerando la ley de protección de datos, o la presunción de inocencia, o el dercho a la intimidad... En todo caso, yo no veo que esto criminalice al colectivo, ya que la obligación se establece no para los que están, sino para los que quieren estar en él. Que haya filtros para evitar que entre gente así no solo protege a los menores (que es lo que se pretende), sino, de rebote, al colectivo profesoral, al defenderlo de la entrada de personajes muy indeseables.
EliminarPor cierto que en la noticia deEl País se dice, creo recordar, que esos alumnos ramplones que se dedican a La enseñanza lo hacen " a falta de algo mejor". ¿Se trata de una creencia de la periodista? ¿De la general estimación social de la educación? Un país que desprecia a sus docentes, que llama ignorantes a los que enseñan, se merece lo que le pasa y lo que le pase ..
ResponderEliminarLa noticia que yo cito es de "El Mundo", aunque maneja unos datos que han sido comentados por otros medios peridísticos y televisivos. Yo la conocí en el artículo que cito de Nacho Camino y, desde luego, es un ejemplo de grosería, estupidez y falta de ética.
EliminarSí, me parece que confundí el periódico. Pero, que bueno... Tanto desmonta uno como otro.
EliminarYa ves. Otro terreno complicado, el de los medios de comunicación. De vez en cuando salen estudios que presentan sus dependencias políticas y económicas y se entienden muchas cosas.
EliminarPues podríamos quedarnos con las características que definen al buen maestro y que en su día ya recogiste aquí, Pablo:
ResponderEliminar"el rigor y la potencia intelectuales, la imaginación creativa, el estímulo para provocar lecturas y pensamientos, la orientación preclara en medio de la dificultad, el sentido del valor de la transmisión cultural y, también, esa extraña cualidad que es la integridad".
http://papabloblog.blogspot.com.es/2011/11/lo-que-debe-ser-un-maestro.html
Por mi parte, intenté sintetizar esta idea en un tuit y me salió esto:
"Buen maestro es el que tiene voluntad para entregarse al arte de educar, pese a las dificultades para aplicar su propio estilo".
https://twitter.com/xoselbrea/status/663290602306555904
La descripción de Pablo es fantástica. Y también la suya, José Manuel. Fíjese que ambos coinciden en algo: en la necesidad de sobreponerse a la dificultad ("en medio de la dificultad" / "pese a las dificultades"). Un saludo.
EliminarAquí, Alberto, no hay debate en ningún ámbito (educativo, sanitario, judicial...), sino mera imposición de ideas. Se impide la participación de otras mentes, no vaya a ser que se ponga en peligro la cómoda posición de quienes acaparan las grandes parcelas de poder. Es un frustrante ninguneo que refleja la inexistencia de un estado participativo. Además, en este caso parece algo descaradamente oportunista/electoralista (más que improvisado/extemporáneo), en un tiempo en el que, ¡vaya casualidad!, se bajan algunos impuestos, se conceden días libres previamente denegados y se devuelven pedacitos del gran recorte salarial. En fin, todo es fariseismo y pantomima.
EliminarUn saludo.
En efecto, no hay ningún debate, aunque sí mucho tertuliano. Otro.
EliminarOtro saludo, quería decir.
EliminarAlberto, esas vibrantes palabras, que con gusto suscribiría, no son mías, sino del filósofo Xavier Antich.
EliminarBueno, perfectamente podían serlo. Un abrazo.
Eliminar¡En qué alto concepto me tienes! Otro para ti.
Eliminar¡Joder, Pepe, no te beso porque no llego!
ResponderEliminarYo ya no tengo palabras, Pablo. No veo el momento de jubilarme y dejar de sentirme humillada. ¿Por qué aguantamos? Esto es un país de retrasados, incorregible, absurdo y cateto que me avergüenza un día sí y otro también. Un abrazo a todos.
ResponderEliminarPrecisamente por eso, porque queremos que no lo sea (un país de retrasados, incorregible, absurdo y cateto). Un saludo.
EliminarÁnimo, Lola, que tú eres de las buenas. ¡La de cosa interesantes que he visto en tu blog! Un abrazo.
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