El jueves 19, participó José Antonio Marina en un foro con los lectores de "El País". En la noticia en que se da cuenta de ello, se incluye una frase que últimamente ha repetido más de una vez el filósofo: "Un niño que pasa de 1 a 4 ha progresado más que uno que pasa de 9 a 10". Inevitablemente, cada vez que lo leo, me viene a la cabeza esta otra de Groucho Marx: "La humanidad, partiendo de la nada y con su solo esfuerzo, ha llegado a alcanzar las más altas cotas de miseria". Puede que parezca una broma, pero no lo es en absoluto, ya que Marina está pronunciando esta frase siempre en contextos referidos al libro blanco que está preparando para la mejora de la enseñanza. Cabría, pues, hacerse con cierta inquietud una pregunta: ¿el proyecto de mejora que prepara el señor Marina apunta al horizonte del 4? Pues, como profesor y como ciudadano deseoso de que su país progrese, le diré que no me motiva. Le diré también otra cosa: que esta fórmula ya está, no probada, sino archicomprobada, y no solo es que no funcione, sino que además ha hecho estragos en la educación española, pues lo que subyace en ella es ese relativismo paidocentrista que animaba la LOGSE, según el cual, al alumno había que calificarle no por unos logros marcados externa y objetivamente, sino por su propia evolución particular.
Con este dogma en la mano, lo que durante décadas han ejercido en los centros los comisarios de la LOGSE y sus herederos ha sido una feroz presión sobre el profesor para que aprobase a cualquier precio, porque, claro: ¿cómo no íbamos a aprobar a Fulano o a Mengano, que tanto se han esforzado aunque haya sido para sacar un miserable 3'5? Para mayor escarnio, habría que contar lo que durante las últimas décadas se ha hecho pasar en los institutos como "esfuerzo" por parte de determinados alumnos. Este menosprecio del alumno que se esfuerza de verdad, el que estudia y aprende (y aprueba, porque lo que se da hoy en los institutos, si se estudia, se saca) para volcarse sobre el que no muestra ningún interés, tiene ya un nombre bastante antiguo: igualación por abajo, y es no sé si decir la clave o una de las claves de nuestro desastre educativo de los últimos años. No somos los profesores, mal que le pese a la galaxia de los expertos y los pedagogos: es el empeño de ellos mismos, los políticos y la sociedad en entontecer y maleducar a ese amplio segmento de nuestra juventud que, si ve que le van a dar el aprobado gratis, no se va a molestar en ganárselo aprendiendo, que eso es una pesadez, profe. ¿Es esta la estación a la que nos quiere llevar el tren del señor Marina, la de poner el 5 al que ha llegado al 4 "esforzándose horriblemente" desde el 1? Pues le comunico que ya llevamos en ella mucho tiempo, y no es precisamente la Arcadia educativa.
Otro apartado de la noticia que llama la atención es ese en el que, hablando de lo que distingue al buen profesor del malo, se dice que la diferencia puede estar en la relación del profesor con las familias o en el progreso del alumno en esas clases, para terminar con unas palabras que, al estar entrecomilladas, debemos suponer que son cita textual de lo dicho por Marina: "Hay criterios transparentes, implacables y objetivos de evaluación". Estoy muy de acuerdo con él en que los hay, pero, o se matiza mucho más lo dicho, o me temo que esos que se proponen no son. En lo referido a las familias, basta con echar un vistazo al informe del Defensor del Profesor de este año para ver que la relación con ellas es cada vez más problemática, y no por culpa de los profesores, así que mal se puede esgrimir el dominio de esta relación como un criterio "transparente, implacable y objetivo" de evaluación. ¿Qué decir de la progresión del alumno? Es tan obvio que depende fundamentalmente del propio alumno que sorprende que un docente tan experimentado como Marina la presente como un criterio transparente, etc., etc. de valoración del profesor: el alumno progresará si quiere, esta es la condición sine qua non de toda relación didáctica, de manera que esto, de criterio objetivo, no tiene nada, porque no puede hablarse de objetividad cuando la valoración de uno va a depender en buena parte de lo que quiera hacer otro. Busque otros criterios, señor Marina, algunos de los cuales tendrán que ver, lógicamente, con lo que el alumno aprenda, pero no planteado de una manera tan simplista y desatinada.
Cada vez que el señor Marina aparece afirmando algo o al señor Marina le adjudican cualquier afirmación acerca de su libro blanco y su cruzada para evangelizar a esa turba de salvajes idólatras que debemos de constituir los profesores, sale un nuevo motivo de inquietud. A ver si de una vez por todas se produce la epifanía del dichoso libro blanco, vemos lo que dice exactamente y salimos de dudas. Desde luego, lo que pícaramente se nos ha ido destapando hasta ahora no produce locura de amor.
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