Alfred Bosch coloca una estelada en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona (24 - IX - 2015)
Alfred Bosch exhibe una estelada en el Congreso de los Diputados (12 - VI- 2012)
Lo que sin duda alguna no deja de ser un incidente menor, o sea, la provocación llevada a cabo ayer por Alfred Bosch al colocar una estelada en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona, tiene sin embargo una gran envergadura a la hora de facilitarnos información muy sustanciosa para ver en qué niveles se está moviendo la ética de algunos de los personajes estelares/estelados del prusés y, de paso, la objetividad (mejorable) de algún que otro gran medio informativo de nuestro país. Procederé por nombres, como si esto fuera un fichero.
1. Alfred Bosch
Entre su acto de ayer colocando la banderita estelada y sus disculpas de hoy, este señor se ha retratado como un demagogo y un provocador de altos vuelos, adornado con fuertes dosis de hipocresía y cinismo. Dudo mucho de que ni Cataluña ni España (ni el mundo, si bien lo vamos a mirar) se merezcan la prepotencia, el desprecio y la frivolidad que acostumbra a exhibir este político, pero es con lo que Dios nos ha premiado, algo habremos hecho. Después de su arriesgada hazaña de ayer, con la que se expuso a ser víctima de la persecución y las represalias del feroz y represivo Estado español, hoy muestra en los medios su arrepentimiento con estas palabras:
"He reflexionado sobre mi acto y debo reconocer que no estuve acertado. Seguro que no era el momento ni el gesto que hacía falta"
Leyéndolas, cualquiera se enternecería pensando que el hecho del que Bosch se arrepiente fue fruto de un arrebato instantáneo y de la irreflexión eufórica, pero como sucede que el guachimán no cree ni en la ingenuidad del señor Bosch ni en las caras de Bélmez, me he puesto a buscar en internet y he encontrado esa foto de arriba en la que este ejemplo de honestidad política perpetró una payasada/provocación similar en el Congeso en el año 2012, la cual no deja lugar a dudas: el señor Bosch acostumbra a usar la estelada para encubrir sus provocaciones, de la misma manera que otras personas la usan
para cubrir su anatomía. No puede, por tanto, hacerse el tontico, porque está claro que ya es reincidente: colocó la bandera en el balcón con toda premeditación y para buscar bronca, conducta habitual en él, lo que me hace expresar un deseo: ojalá este señor no alcance nunca puestos de verdadera responsabilidad, ya que estos es muy desaconsejable que sean ocupados por camorristas.
Pero este impenitente provocador, que no da puntada sin hilo y siempre busca zaherir (lo que me hace pensar que quizás en su fuero interno se albergue alguno de esos resentimientos freudianos), todavía se permite una gracieta más. Después de ofrecer sus más sentidas disculpas, aclara que se dirigen:
"sobre todo a las miles de personas que hace días que trabajan por el objetivo más noble que nos hemos marcado cono pueblo y que ahora se hayan podido sentir perjudicados."
¿Qué nos habíamos creído los españoles -según su terminología, y aprovecho para recordar lo obvio: que él también lo es, y me temo que lo va a seguir siendo por muchos años- o quienes tienen que vigilar por la limpieza del proceso electoral? ¿Que las disculpas por colocar su banderita donde y cuando no debía eran para nosotros? ¡Pero hombreeee...! Los españoles y la limpieza electoral al señor Bosch le importamos un c_ _ _, como aprovecha para demostrarnos con ese nuevo chiste, a la medida de su sentido del humor, de su ética y de su respeto por el adversario: él se disculpa ante quien únicamente le importa: los suyos, faltaría más, aunque maldita la ofensa que sea para ellos lo que hizo. Me lo imagino como uno de esos cómicos romos y penosos de teatrucho barato, después de hacer este chiste de tan elevada suitileza, acercándose al borde del escenario y haciendo un guiño cómplice ("Lo habéis captao, ¿verdad?"), en espera del aplauso desatado: "Mu bueno, Alfred".
2. Mas y Trías
Si os fijáis en la primera foto del artículo, veréis a dos individuos de actitud contrita que parecen dos monaguillos en penitencia, aunque ya son mayorcitos y sus galones van muy por encima de los de un simple rapavelas, porque uno es el presidente de la Generalitat y el otro fue hasta hace muy poco el alcalde de una ciudad como Barcelona, nada menos. No obstante, a los que hemos leído a Clarín, Galdós, Baroja y otros fustigadores de la hipocresía clerical, nos tienen que recordar por fuerza, insisto, a dos monaguillos, dos monaguillos que muestran una actitud de aduladora sumisión ante una autoridad, autoridad que para aquellos monaguillos clarinianos no podía ser otra que la del cura; ahora bien, no siendo Mas ni Trías monaguillos, ¿cuál es la autoridad ante la que estos señores se humillan? Naturalmente, una de las poquísimas a las que de verdad temen nuestros políticos de hoy: la de la imagen, la de los medios de comunicación, la de esas cámaras que estos dos taimados farsantes sabían muy bien que tenían permanentemente encima. Y lo mismo que los monaguillos al cura, lo que Mas y Trías quieren decirles a esas cámaras es esto: "Nosotros no hemos sido; a nosotros que nos registren; nosotros no sabemos nada; nosotros estamos aquí devotamente rezando". Subid arriba y miradlo bien; da un poquito de pena, la verdad, no por ellos, sino por nosotros, que tenemos que aguantar que sujetos como estos hayan llegado muy alto en política (demasiado, creo yo) y nos estén machacando con sus dislates.
Pero ¿qué es eso que ellos no han hecho? Naturalmente, la patochada que han dejado en manos de un pelele, alguien manejable, más idiota que ellos y menos calculador, para que sea el que pague las culpas en caso de tormenta, fijaos, mirad las caras: ¿os dais cuenta de que, por lo bajini, los dos se están partiendo de risa, viendo la que han liado con mando a distancia? Artur Mas y sus risitas, veremos dónde acaban. De estos trucos sabemos mucho los profesores, porque la galería de los malotes es rica en tipos y uno de los más repelentes es ese individuo cobarde y retorcido que pone todo su empeño en dinamitar la clase, pero sin mancharse las manos él, sino dejando el trabajo sucio en las de otros más tontos, para el hipotético caso de que haya culpas que purgar. Esta vez está claro que a Mas y Trías les ha salido bien, porque el que ha tenido que pedir disculpas es otro, debe de ser un tonto útil de confianza.
3. Ada Colau
A los que llevamos años siguiendo la política española, es ya muy difícil que nos cuelen el hueso de la equidistancia, somos perros ya viejos y resabiados. Volvamos a la foto de arriba o vayamos al vídeo de abajo: después de verlos, ¿alguien puede creerse que la señora Colau no se enteraba de que "el numerito" del que luego hablaba en apariencia muy indignada se inició ante sus propias y risueñas narices? Es evidente que solo empezó a parecerle un "numerito" cuando salió a relucir la bandera española y que hasta ese momento la cosa le había parecido normal y hasta simpática, lo cual la deja en muy mal lugar: hubiera merecido más credibilidad si hubiese actuado desde el instante en que apareció la estelada; lo de arrugar el morro solo cuando apareció la española deja muy claro quiénes son en el fondo sus buenos y sus malos, cosa que en su cargo no es justificable.
4. Gerardo Pisarello
¿Y qué decir de este caballero? Si echamos un vistazo a este vídeo, uno de los muchos que se han divulgado sobre el momento en que se colgaron y se descolgaron las banderas, podremos sacar muchas conclusiones:
Antes de nada, he de deciros que sobre este incidente hay muchos vídeos en internet, pero me he decantado por este porque ayuda mucho a sacar esas conclusiones, ya que es el que más claramente nos muestra la muy distinta actitud ante ambas banderas tanto de Colau como, sobre todo, de Pisarello: ambos miran con pasividad la maniobra de Bosch, mientras que, cuando Fernández Díaz quiere sacar la bandera española, Pisarello intenta agriamente impedírselo. ¿Qué juego se trae este señor? ¿Quién es él para permitirse esos desafueros? Y luego se descolgó con esa bobada de que le ha salido el alma republicana. Muchos se han indignado, y con toda la razón del mundo, ante la torpeza y la demagogia del teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona (nada menos), que empezó faltando al respeto a la bandera del país que le acoge y "lo arregló" luego faltándole al respeto a su historia, con esa salida de pata de banco sobre la República, de la que seguro que no tiene ni puñetera idea. Que después Colau y sus correligionarios hayan echado mano del recurso de llamar racistas a quienes le criticaron es un síntoma muy preocupante, ya que indica que el progresismo español sigue empeñado en "argumentar" con descalificaciones de la demonología "progre", en lugar de hacerlo con ideas. Si estos son los actos, las razones y las caras de Podemos y sus afines, en diciembre no van a llegar ni al ocho por ciento y en 2019 pasarán al olvido. Se sabía que uno de sus exámenes fuertes iba a ser su posición ante los nacionalismos y, de momento, lo están suspendiendo.
5. Curso de ética periodística
Apena ver una maniobra tan repugnante como la de Bosch, pero más apena aún el comprobar lo bien que le ha salido. Si os fijáis en los muchos vídeos que hay, veréis que todo le fue de cara desde el principio: colocó la bandera con toda la tranquilidad del mundo, mientras que la española fue obstaculizada; se permitió ir de buen chico y hacer constantes gestos apaciguadores, cuando fue él quien montó el conflicto (ahí se le ve exultante) y, encima, no solo se le colocó al mismo nivel que al concejal del PP, que simplemente replicó a su calculada provocación, porque ya se la esperaba (otro que lo conoce), sino que hoy todavía se ha ido más lejos: ahora va a acabar siendo él el bueno, ya veréis por qué lo digo. Leyendo cómo cuenta hoy "El País" la petición de disculpas de Bosch, me vienen a la memoria aquellos excelentes análisis de manipulaciones informativas que hace ya bastantes años realizaba Juanjo de la Iglesia en "Caiga quien caiga": qué torpeza la de este periódico, el cual, cuando se trata de tirar contra el PP, pierde todo sentido del equilibrio, júzguese por el titular con que encabeza la noticia:
Bosch se disculpa por la guerra de banderas y Fernández Díaz, no
¡Pues claro, hombre!, ¿de qué otro modo podía ser? Por las guerras quienes tienen que disculparse son quienes las empiezan: hemos visto muchas veces a los alemanes disculparse por la Segunda Guerra Mundial, pero, que yo sepa, nunca se han disculpado los franceses, los ingleses, los americanos, los rusos... Es el que las monta el que está obligado a disculparse, nunca el que las sufre, aunque haya tenido la osadía de defenderse. "El País" hace gala en ese titular de una repugnante hipocresía, una equidistancia que pone en el mismo nivel de culpa al agredido y al agresor. Esto es una auténtica aberración de la que, por desgracia, el estulto e hipócrita sentido de la corrección política nos ha dejado lamentables ejemplos en España. Es imperdonable que "El País" todavía siga con esas, y más aún, si los beneficiados van a ser filibusteros sin miramientos como Alfred Bosch o pescadores de río revuelto como los dos monaguillos de los que hablé unas líneas más arriba.
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