1. Guachimánicas nostalgias
"Cuando llegue septiembre" (1961) fue una alegre comedia de Robert Mulligan protagonizada por Rock Hudson y Gina Lollobrigida que obtuvo un extraordinario éxito, un clásico, vamos. De la pegadiza melodía que se hizo más popular de su banda sonora, hay varias versiones, como una insatrumental de un grupo llamado The ventures, otra de The rocking boys u otra de Gelu, estas dos últimas, en español. Si abrís los enlaces, veréis que ambas empiezan con aquellas míticas y sugerentes palabras:
Cuando llegue septiembre,
todo será maravilloso
¡Ja, ja, ja! ¡Me río yo, maravilloso! Es que me da la risa floja, vamos.
2. En efecto: un año más, llegó septiembre y...
...tuvimos los exámenes que cierran el curso. Repasando los archivos de este blog, me encuentro con que por estos días están siendo revisitados estos dos artículos: La guerra escolar, que es de 2012, y El vuelco en la educación tampoco puede demorarse, que es de este mismo curso, de febrero de 2015. ¿Por qué a algunos de mis lectores les ha dado por volver precisamente a estos dos artículos? La razón es muy sencilla: porque ambos tocan el tema de la cada vez más feroz presión que sufrimos los profesores para regalar aprobados, materializada estos días septembrinos bajo la forma del derecho a la reclamación, tema que toqué de forma explícita en La guerra escolar.
Me figuro que algunos habrán venido a buscar consuelo porque les habrá pasado algo parecido a lo que comento en aquel artículo: que se habrán visto envueltos en una demencial noria de peticiones de revisión de exámenes e incluso reclamaciones para subir la nota, y digo demencial noria porque el noventa y nueve o el cien por cien de esas peticiones habrán estado referidas a exámenes sonrojantes, o, mejor dicho, que serían sonrojantes para las personas que tuvieran vergüenza, virtud que empieza ya a escasear de manera muy ingrata. Lo afirmo de manera tan rotunda porque en mi departamento lo hemos vuelto a vivir, como todos los años: treinta o cuarenta peticiones de revisión de examen, todas ellas referidas a exámenes que, en el mejor de los casos, se merecían un tres. Y más aún: en algún caso, los alumnos implicados, después de ver los numerosos y gruesos errores de sus exámenes, han tenido aún la desfachatez de elevar peticiones de modificación de nota por parte del departamento. Un año más, ya digo, y con una cosecha más abundante que el anterior, siguiendo una tendencia que parece asentarse.
Algunos me dirán que esos alumnos están ejerciendo un derecho, cosa que yo no negaré, e incluso voy más lejos: a veces hay exámenes injustamente suspendidos, lo cual hace que sea muy legítimo ese derecho a revisar o reclamar. Pero ¿es legítimo pedir revisión de un examen que sabes que era un desastre? ¿Es legítimo ascender al escalón de la reclamación al departamento cuando ya el profesor te ha explicado con todo género de detalles los fallos que justifican tu suspenso? Los derechos deben ejercerse con fundamento, pero me temo que hoy en día esto se suele dar de lado: la mayoría de la gente que se queja sabe que tiene un suspenso muy merecido, y a lo que viene es a ver lo que se pesca. Algunos vienen bajo la cédula del "tenía que intentarlo", ese cínico "tenía que intentarlo" que hoy está muy de moda y que más de un alumno me ha esgrimido literalmente, como si dieran por supuesto que ese "argumento" vale para convertir en justa cualquier necedad, cualquier impertinencia o cualquier abuso. Quizás deberíamos hacer una reflexión general acerca de la ética del "tenía que intentarlo" y de la desvergüenza, que, si fuese admisible y llevada hasta sus extremos, podría eximir de responsabilidad para cualquier aberración. ¿Os imagináis este diálogo?:
-¿Por qué se enriqueció usted con las preferentes? -le pregunta el juez al banquero corrupto.
-Porque tenía que intentarlo.
-Absuelto.
Son exageraciones, claro.
También los hay que se acercan a reclamar pensando que, si intimidan lo suficiente al profesor, dada la falta de respaldo en que estos se encuentran y que todo el mundo conoce, a lo mejor se arruga y les acaba aprobando: estos ya son harina de otro costal.
Pudiendo, ¿qué harán sino hacerlo?, como diría Garcilaso. Pero quizá la clave está en lo de la vergüenza. Este año, me he encontrado con una madre que, después de ver lo mal que estaba el examen de su hijo, me ha pedido reiteradas disculpas por solicitar revisión: hacía años que no me encontraba algo así, ha sido realmente excepcional, y reconforta ver que hay personas que sí que tienen vergüenza. Lamentablemente, lo que ha abundado ha sido lo contrario: mequetrefes que, con sus fallos delante de las narices y escrupulosamente explicados, aún insistían en que merecían aprobar, o que se quedaban con cara de sentirse víctimas de una injusticia (en ambos casos, sin la menor disposición a reconocer la evidencia), o incluso algo peor: diosecillos soberbios que, con un 1 o un 1'5 y un examen penoso, aún se atrevían a decirte mirándote a los ojos sin ningún recato que ellos habían estudiado mucho y que merecían aprobar. Esto solo se puede explicar por la desvergüenza que nuestra sociedad no afea y por las expectativas de que todos sus caprichos deben cumplirse que estamos fomentando en un amplio segmento de nuestra juventud, porque esta sociedad hipócrita tiene una frívola tendencia a "educar" omitiendo la mención de los antipáticos deberes o las adustas responsabilidades. Demencial, ya digo, y muy poco esperanzador. A ver qué ocurre el próximo año cuando llegue septiembre.
Pues, como septiembre es el mes del repaso, este artículo de hoy mismo es una oportunidad excelente para repasar ideas vertidas en La garita.
ResponderEliminarhttp://www.elmundo.es/cronica/2015/09/13/55f41a01268e3e1f658b457b.html..
El enlace no me funciona, pero supongo que te refieres a la entrevista con Gregorio Luri, que dice esas cosas tan sensatas que dice siempre y con el que estoy muy de acuerdo. El problema es que voces como la de Gregorio Luri o Moreno Casstillo, que son gente que de verdad sabe de educación, no están de moda entre quienes mandan en la educación, que suelen confiar en esos pedagogos de circo que están de moda. Estoy haciendo ahora las programaciones de mi departamento, y no te imaginas las barbaridades que los expertos del ministerio y de la consejería de Madrid han hecho en los currículos (o sea, los programas) oficiales, barbaridades que son ley. Así nos va.
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